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Sabores: quinta parte


 

Sabores

Interludio

Quinta Parte

 

 

 

Siete años antes.

 

 

Morimoto Ryutaro había aprendido en sus cortos quince años, el peso de cometer un error que le acarrearía no solo preocupaciones, consecuencias y desmanes. Había aprendido incluso la lección más difícil de todas, no confiar ciegamente en cualquiera.

 

Prueba de ello había sido la foto que había sido publicada en el periódico, él con cigarrillo en mano había sido un escándalo que duró demasiado y que incluso logró que su estabilidad en Hay Say Jump resultara perjudicada.

 

Juzgándolo cual adulto había sido vetado del grupo por un tiempo determinado. Tiempo que pronto se convirtió en meses, luego en años, hasta llegar al día de hoy. Que con diecisiete años encima, Ryutaro ya dudaba poder volver con sus compañeros de banda que ahora formaban tan solo un grupo de nueve.

 

La culpa y el sabor de haber cometido tal error le pesaba más que nunca. Había pasado por todas las etapas, rebeldía, dolor, rabia. Arrepentimiento, pero eso no calmaba el hecho de que incluso la prensa parecía haberse olvidado de él.

 

Luego de que el primer año pasara, poco a poco se fueron disuadiendo las posibilidades en las fans de que Ryutaro volviera. Y el mismo Ryutaro incluso vio esas posibilidades casi nulas.

 

Por lo mismo decidió enfocarse entonces en sus estudios, graduándose en unas semanas del instituto mientras sus amigos continuaban con su carrera. Siendo el menor y último en terminar sus estudios secundarios, Ryutaro se sintió un poco solo a pesar de que sus ex compañeros de banda fueron a visitarlo. Y la prensa pareció recordarlo. Momentáneamente.

 

—¿Te sucede algo Ryutaro?

 

Shintaro parecía contrariado, comiendo un poco de cereal mientras su hermano mayor parecía perdido entre las líneas del periódico.

 

—No.

—¿Seguro?

—Solo estoy pensando en la carrera que debería seguir.

 

No muchas veces Shintaro tenía la oportunidad de ver a su hermano repentinamente tan callado, y concentrado en sus pensamientos. Como si de pronto desde hace dos años, aquello se le viniera haciendo contradictoriamente habitual.

 

—¿Has pensado en regresar al mundo público? No sé… como solista o actor. O algo parecido.

 

Ryutaro levantó la mirada, un poco confundido, pero repentinamente tratando de enfocarse en lo que su hermano le decía. Y la razón por la que de pronto aquella posibilidad le parecía tan descabellada. Como si incluso hubiera perdido los ánimos.

 

—La verdad… no quisiera. Estaba pensando más bien en otras cosas.

—¿Qué cosas?

—Algo como arquitectura, me gustan las matemáticas, el dibujo y todo eso.

 

Shintaro asintió, bebiendo un poco de la leche que tenía en el vaso. Mirando atentamente a su hermano que había vuelto a lectura en el diario en sus manos. Shintaro entonces pensó que llamar a Yuri sería buena idea.

 

 

 

 

Chinen sonrió en cuanto vio a Ryutaro tras él, ofreciéndole una botella con jugo en las manos.

 

—No entiendo por que Shintaro tuvo que llamarte.

—Está preocupado, es normal.

 

Ryutaro rodó los ojos, sentándose junto a Chinen en el pequeño montículo que había en la terraza de su casa. El viento movía la bufanda en el cuello de Yuri y el muchacho parecía un poco melancólico aquella tarde. Casi un adulto, Chinen lucía igual que cuando rondaba los dieciséis años. Y Ryutaro seguía sintiendo esas punzadas en el estómago cuando lo veía así.

 

—A veces… es extraño, ¿sabes?

—¿El que?

 

Yuri jugó un momento con la bebida en sus manos, con una diminuta sonrisa en los labios, con aquella nostalgia reflejada en la mirada.

 

—Es extraño llegar a grabar, o practicar una coreografía y no verte por ninguna parte… tú, ¿nos extrañas de la misma forma?

 

Ryutaro había aprendido con el paso del tiempo, a no ser débil. A no mostrarse precisamente de aquella forma, y de pronto aparecía Chinen y lo miraba tan fijamente. Con toda esa aura que derrumbaba su ser.

 

Agachó la cabeza y apretó sus manos.

 

—Los extraño, demasiado.

 

Chinen lo miró, con el cabello algo largo que ahora se había acostumbrado a llevar, la forma en que el cabello se le agitaba y la manera en que su mirada parecía perderse por el suelo bajo sus pies.

 

Sabía de las pocas posibilidades que habían de poder escuchar algo así de los labios de Ryutaro, tuvo miedo al principio, de que su contacto fuera rechazado, pero con la misma valentía que había expresado desde pequeño. Poco a poco estiró su mano hacía él.

 

En un suave contacto de la palma de su mano con la de Ryutaro, con esa mirada oscura que lo enfocó de inmediato. En el mundo silencio de esa intimidad compartida. Ryutaro acababa de desudar su alma y dolor ante él. Y Chinen se sentía feliz por aquello.

 

Ryutaro le regaló una pequeña sonrisa, una que bastó para que Chinen volviera a respirar normalmente.

 

 

 

 

—Yabu todo el tiempo dice que si estuvieras con nosotros, lo ayudarías a controlarnos.

 

Chinen hablaba tranquilo, era extraño no tenerlo revoloteando por todas partes, entusiasmado, lleno de la vivacidad de siempre. Ryutaro pensó que era por que Chinen al igual que el resto de sus compañeros, era ya un adulto.

 

Su carrera se empinaba cada vez más, y Ryutaro divagó un momento en los ‘hubiera’

 

—¿Ryutaro?

—Disculpa, me distraje.

 

Había una pequeña cosa que Ryutaro no tomaba en cuenta hace mucho, Chinen era muy cercano a él, se había convertido en este cruel paso del tiempo en su amigo más cercano, luego de que lo separaran del grupo.

 

Tenía que decirle, que no volvería al mundo del espectáculo.

 

Chinen merecía saberlo.

 

Entonces se detuvo, con una respiración profunda que hizo que Yuri se colocara delante de él, y arrugara el entrecejo.

 

—¿Qué sucede Ryutaro? Has estado muy extraño.

—No pasa nada, Yuri. Solo quiero llevarte a un lugar.

 

Estiró su mano un poco y Chinen como siempre no dudo en confiar en él y tomar su mano, dejarse guiar por sus pasos y acompañarlo.

 

Ryutaro lo sabía, era un cobarde.

 

Por que no se atrevía a enfrentar a Chinen.

 

 

 

 

 

—¿Recuerdas este lugar?

 

Yuri sintió que sus ojos brillaban, observando el pequeño parque, un poco alejado de la mayoría de las personas, los mismo juegos en los que alguna vez se divirtió. Todo exactamente como unos años atrás, como si el tiempo no hubiera puesto sus manos en aquel lugar.

 

—Es donde veníamos a refugiarnos cuando nos cansábamos de practicar las coreografías.

 

Morimoto asintió, notando la ilusión que rondaba por aquellos ojos de Chinen, mientras rozaba con cuidado los juegos infantiles a su paso, viéndolos con nostalgia, con una gran sonrisa que aumentaba a cada paso.

 

—Vengo aquí cuando me siento presionado.

—Ryutaro, ¿por qué no me dijiste nada hasta ahora?

—Era mi pequeño secreto.

 

Levantó un poco los hombros, con una expresión despreocupada que hizo que Chinen rodara los ojos, y siguiera caminando, por encima del césped. Con la misma mirada de quien descubre un pequeño tesoro.

 

A Ryutaro a veces le sorprendía, lo fácil de complacer que era Chinen.

 

Con las cosas más sencillas.

 

Y su mano viajó por aquella bufanda, quitándola del cuello de él. Con un instinto aventurero que pocas veces tenía, Yuri giró sorprendido, con los ojos muy abiertos. Y una sonrisa indecisa bailándole en los labios.

 

—¿Qué haces?

—¿La quieres? Alcánzame.

 

Antes de que pudiera recibir una respuesta de Chinen, empezó a correr, con la bufanda corriendo el camino del viento, podía incluso escuchar los pasos de Yuri tras suyo, y rió, por aquellos días que extrañaba, que ahora se habían vuelto ocasionales. Rió para no llorar.

 

—¡Ryutaro devuélveme esa bufanda!

—¡Alcánzame! ¿No que eres muy ágil?

—¡Ya verás!

 

Y pronto se encontró subiendo y bajando escalones, saltando pequeñas alturas o escalones que se le presentaban, entreverándose entre los juegos que había con Yuri pisándole los talones.

 

—¡Te tengo!

 

Apenas pudo girar el rostro cuando vio el cuerpo de Chinen saltando hacía él, y aunque el impacto de su cuerpo contra el suelo fue fuerte, el cuerpo de Yuri sobre el suyo pesó un poco más de lo normal.

 

—Auch… Yuri no recordaba que pesaras tanto.

—…Idiota.

 

Lo vio sentarse junto a él, quitándole de las manos la bufanda y limpiándola con cuidado, como si se tratara de lo más importante que tuviera, Ryutaro lo vio con aquel puchero en los labios, concentrado en lo que hacía y suspiró, sin percatarse del frío que empezaba a hacer.

 

—¿Por qué te importa tanto esa tonta bufanda?

 

Yuri levantó la mirada, ofendido y enojado a la vez.

 

—¿No lo recuerdas?

 

Morimoto negó y Yuri entonces arrugó el entrecejo.

 

—Tú me la regalaste, Ryutaro. Cuando cumplí quince.

 

Los recuerdos viajaron repentinamente, la fiesta de cumpleaños de Yuri, la reunión con todos los miembros de Hey Say Jump, cuando él aún pertenecía a ellos, las risas, las bromas, los planes, las metas, los sueños y lo mucho que le había encantado esa bufanda. Lo inmediato que llegó la imagen de Chinen a él cuando la vio.

 

La sonrisa de Yuri cuando se la regaló, aún más cuando escuchó las razones de su regalo. ¿Cómo lo había olvidado?

 

—Oh, es que fue hace tanto… me sorprende que aún la tengas.

 

Yuri sonrió, con un suspiro en los labios que le supo a resignación, bajando la mirada, empezando a sentir las débiles gotas de lluvia empezando a caer. Apretó la bufanda con fuerza y miró el césped a sus pies, con Ryutaro demasiado cerca de él.

 

—Tú no entiendes Ryutaro.

—¿Lo de la bufanda?

—¡Es más que la bufanda en mis manos!

 

Ryutaro arrugó el entrecejo, Yuri jamás gritaba de esa forma. Cuando el cabello de Chinen empezó a pegarse a su rostro. Recién apenas se percató, de la lluvia que caía, y que empezaba a mojar sus cuerpos.

 

—Yuri…

—Ryutaro yo estoy enamorado de ti, ¿cómo puedes no darte cuenta?

 

Y la lluvia desapareció para él, el frío e incluso las múltiples razones que lo obligaban a estar separado de sus amigos de banda. Se fijó en el rostro de Chinen, en sus ojos fijos ahora en los suyos.

 

En su cabello húmedo por la lluvia y lo estropeado que se veía por lo mismo. Y a pesar de todo, a pesar de él encontrarse en igual situación, se paralizó. En medio de un calor que azoró sus mejillas y lo tomó desprevenido.

 

—…¿Qué?

 

Yuri suspiró, desviando la mirada, harto de toda esa situación.

 

—Déjalo así, creo que nos tenemos que ir.

 

Sucedió muy rápido, Chinen apretó la bufanda con fuerza y se levantó. Ryutaro apenas tuvo tiempo de imitarlo y caminar tras él, en medio de la lluvia, de los árboles que apenas cubrían un poco, sosteniendo su brazo, con el tacto acelerando su pulso.

 

Con esos ojos taladrando sus sentidos.

 

…Y lo besó.

 

Un beso frío, ante esos labios húmedos, que pronto se llenó de un vaho cálido, de sus manos apretando por la espalda a Chinen, de los varios centímetros de altura que le llevaba a Yuri, a pesar de ser menor.

 

Y el suspiro que salió de los labios de Yuri se coló entre sus bocas, su mano fría tocó su mejilla, Ryutaro incluso sintió un intenso escalofrío recorrerlo. Ahuyentando sus fantasmas y separando sus labios de los de él.

 

Juntó su frente a la de Chinen y cerró los ojos, con su cuerpo todavía junto al suyo. Con las respiraciones de sus pechos impulsando un vaivén de subida y bajada que solo demostraba los nervios que palpitaban en las palmas de sus manos.

 

—¿Por qué has hecho eso Ryutaro?

 

No podía estar seguro de que Chinen no tenía los ojos abiertos. Pero Ryutaro se concentró en sus propios ojos cerrados, en el tacto de sus manos en la espalda de Yuri, en sus respiraciones entremezcladas y la lluvia sobre ellos dos.

 

—…No lo sé.

 

Podía contar como una confesión insegura. Podía incluso marcar un empujón de parte de Chinen pidiéndole que no jugara, pero Chinen solo lo rodeó con sus brazos y lo abrazó. En todos esos meses, desde que su expulsión del grupo sucedió, Morimoto Ryutaro no encontró tanta paz como esa tarde, casi noche entre los brazos de Chinen.

 

 

 

 

—¿Nos vemos mañana?

 

Ryutaro sonrió, asintiendo suavemente antes de sacar las llaves de su pantalón y ver a Yuri. El camino hasta su casa no había sido extenso. Y si, Yuri estaba tan empapado como él. Pero Chinen había dicho que lo mejor era ir a casa.

 

Lo vio levantar un poco la mano en señal de despedida, antes de subir al carro que ya lo esperaba pacíficamente a unos pasos, Ryutaro dudó de entrar a su casa hasta que el auto de Chinen no estuviera ya muy lejos y apenas aquello sucedió. Suspiró, con una sonrisa tonta en los labios.

 

Una de esas, por las que Shintaro se la pasó preguntando a que se debía.

 

 

 

 

Ya eran dos meses, y Ryutaro aún no lo decía.

 

Yuri a veces se sentía confundido, él había sido claro desde el inicio, desde aquel día cuando sus impulsos lo hicieron gritar lo que sentía, desde que Ryutaro lo besó. Y desde que habían empezado algo así como una relación.

 

Se veían, conversaban, salían de vez en cuando.

 

Todo igual que antes, solo que a veces habían abrazos, diferentes a los de antes, habían besos de por medio, de esos que debilitan la fuerza en las rodillas y cortan la respiración. También habían esos besos que hacen temblar los sentidos.

 

Y estaban esos recientes besos que acaloraban sus cuerpos demasiado pronto.

 

Etapas, eso le había dicho Hikaru. Una relación pasa por etapas, y la mejor forma de darte cuenta en que etapas estás, es por los besos. Y según Hikaru estaban entrando a la parte más peligrosa de una relación. La parte seria.

 

…Pero Ryutaro aún no decía esas dos palabras.

 

—¿Yuri estás viendo siquiera la película?

 

Sacudió un poco la cabeza, saliendo de su letargo, viendo como Ryutaro sentado a su lado en el sillón de la sala de estar, arrugaba el entrecejo, con el tazón con palomitas de maíz en las manos.

 

—Eh… si, seguro. Solo… es que estoy cansado.

 

Nunca había sido bueno para mentir, y por supuesto Ryutaro solo acentuó su seriedad y él se removió incómodo en el sillón.

 

—Yuri…

—Es en serio, Ryutaro. Solo estoy cansado.

 

Sonrió complaciente y cuando Ryutaro sonrió, todo pareció disminuir en el nivel de tensión. El leve pitido de la cantina hizo que Yuri se levantara, apresurado, directo hacía la cocina.

 

Y pronto el olor del café recién preparado inundó el lugar. Habían pocas cosas que a Ryutaro no le gustaban. Principalmente por que le gustaban los dulces, pero el café no estaba entre sus cosas preferidas.

 

Cuando entró a la cocina y vio a Chinen preparar el café. Con una sonrisa en los labios, se apoyó en el alfeizar de la puerta, con los brazos cruzados y recordando por que Chinen era la excepción en su vida.

 

Por que su café, era delicioso, casi enviciante. Justo como él.

 

Por que el sabor de ese café, era espectacular. Ryutaro no tenía la más mínima idea de cómo lo preparaba pero era perfecto. Chinen acotaba que no era nada fuera de lo normal, que su madre le había enseñado. Y Ryutaro solo podía pensar entonces que era la magia que siempre rodeaba a Chinen Yuri, esa magia que lo envolvía en niveles insospechados.

 

—Ya está, toma un poco, hace mucho frío.

 

Chinen tomó ambos jarros con café, extendiéndole uno a Ryutaro, orgullo de saber que solo de sus manos tomaba aquella bebida, disfrutando al ver su rostro de paz cuando lo ingería.

 

—Es como magia, ¿sabes?

 

Yuri rió, sin terminar de comprender a lo que Ryutaro se refería.

 

—¿Magia?

—Si, no te rías, que es en serio. Sabe a magia. De esa que envuelve tus sentidos y puede elevarte a un lugar donde nada más importa.

 

—¿Cómo algo pacífico?

—Exacto, tu café me sabe a paz. A una imprescindible paz.

 

Yuri sonrió, observando a Ryutaro beber del contenido de su jarrón. Con la misma expresión que lo hacía sentirse mejor. Ryutaro cerraba sus ojos, respiraba profundo y disfrutaba de ese sabor embriagante de su café.

 

—Mañana es tú cumpleaños, ¿cierto?

—Como si no lo supieras, Ryutaro.

 

Rodó los ojos, ante la sonrisa burlona en los labios de Morimoto, quien solo se estiró un poco para besarlo en los labios.

 

—Veámonos mañana a las diez, frente al estudio de grabación.

—¿Para qué?

—Yuri, tú solo debes estar ahí puntual. Despreocúpate por el resto.

 

Otro beso acudió a sus labios. Yuri ya no se sentía extraño con esos besos, ahora solo los anhelaba. Un poco menos, de lo que anhelaba, que Ryutaro le diera una señal de que él lo quería siquiera en la misma medida que él a Ryutaro.

 

 

 

 

 

—Te amo…

 

Ryutaro sacudió la cabeza, viendo su imagen reflejada en el espejo. Tratando de encontrar la expresión adecuada. Una en la que no se viera tan idiota. Llevaba días practicando como decirle aquello a Chinen.

 

¿Cómo Yuri había podido soltar esas palabras con tanta facilidad?

 

—Agh… demonios.

 

Logró sentarse en la cama, en medio de su habitación, rendido de intentar no sonreír como idiota cada que lo veía. Sabía que estaba demorando, veía la duda en los ojos del mayor, y cada que intentaba los nervios se acumulaban y decirlo no era tan fácil como demostrarlo o sentirlo.

 

Chinen cumplía años hoy. Y Ryutaro sabía que hoy debía ser.

 

Miró la pequeña cajita en sus manos. Ese pequeño dije que unía su cadena a la que ahora le entregaría a Chinen. Respiró profundo una vez más. Sin miedo, esta mañana lo diría. Y justo ahora deseaba un poco de ese delicioso café de Chinen, solo para relajar un poco sus atribulados nervios.

 

 

 

 

Yuri miró el reloj en su muñeca.

 

Diez y quince…

 

Era extraño, Ryutaro jamás llegaba tarde a ninguna parte, miró de un lado a otro, un poco contrariado por el hecho de que al parecer tampoco le contestaba sus llamadas y un poco preocupado decidió que debía llamar a su casa.

 

Pero antes de que pudiera sacar su celular, un taxi se estacionó frente a él, su sonrisa se amplió y la calma volvió a su ser. En la vereda frente a él, del otro lado de la calle, Ryutaro bajaba del auto, con un pequeño regalo entre las manos.

 

Ryutaro levantó una de sus manos hacía él, y cuando Yuri estaba a punto de levantar la suya, su mirada viajó hacia el inicio de la calle, ahí donde ese auto a toda velocidad venía, descontrolado de un lado a otro.

 

Sus ojos se abrieron asustados. Incluso retrocedió un par de pasos antes que el miedo lo estancara y sintiera que no podía mover un solo músculo, cuando el auto empezó a perder el control aún más y trepara la vereda donde él se encontraba, los fuertes brazos de Ryutaro lo rodearon.

 

Con los ojos cerrados, Yuri solo escuchó el auto colisionar estruendosamente contra el edificio a sus espaldas, el sonido de vidrios romperse por todas partes, podía sentir el perfume de Morimoto rodearlo por completo.

 

Su cabeza se golpeó duramente, los gritos de las personas a su alrededor lo aturdieron. No estaba seguro de donde estaba, incluso escuchó autos detenerse brutalmente cerca de los dos. Y descubrió que estaban prácticamente tirados a la mitad de la calle.

 

Mareado por el golpe en la cabeza abrió los ojos, con el cuerpo de Ryutaro sobre el suyo, con algo resbalando por su frente y mejilla, con movimientos torpes y la mirada algo nublada llevó una mano a su propia cara, sus dedos empapados de sangre lo paralizaron.

 

Tocó su cabeza como pudo, ajeno a algún lugar donde proviniera esa sangre y cuando una gota de sangre calló en su mejilla, pudo ver con horror que la sangre de Ryutaro caía sobre él, desde una apertura preocupante en su cabeza.

 

Y en ese instante fue como si el pequeño minuto de silencio desapareciera, y el mundo entero volvió a girar desgraciadamente para él.

 

—¡Por Dios! ¡¡Que alguien llame a una ambulancia!!

—¡Esos muchachos están heridos!

 

 

 

 

Yuri estaba cansado de ver los días pasar.

 

La herida en su cabeza, que el cabello había tapado adecuadamente. No era nada, apenas una cicatriz, el golpe en su pierna solo lo había tenido cojeando un par de días, y el dolor en su espalda había sido igual de momentáneo.

 

Un par de días había sido el comienzo, luego se cumplió una semana, luego fueron dos. Y eran hoy, ya casi veinticinco días los que Ryutaro llevaba postrado en esa cama sin abrir los ojos.

 

Chinen apoyó una mano en ese cristal que lo separaba de Ryutaro, y como cada día pasó más tiempo en aquel hospital que en esa vida que debía retomar, con su frente apoyada en el vidrio estéril que era tan frío como el clima de esos días.

 

—Ryutaro… por favor, despierta…

 

La súplica moría en sus labios, ya se había cansado de llorar, de esos pocos días que pasó en el hospital, cuando se sacudió con vehemencia pidiendo ver a Ryutaro y todo el mundo se negaba a decirle lo que sucedía.

 

Hasta que finalmente salió y lo vio. Inconsciente en aquella camilla, con su madre junto a la cama cada día, hablándole con cuidado. Con rosas y flores llegando, con el sonido que martillaba sus sentidos y que aferraban a Ryutaro a la vida.

 

 

 

 

—Pareces muerto en vida, Chinen…

 

Ryosuke pasó una mano por el rostro de Yuri, con cuidado y el muchacho apenas sonrió, agachando un poco la cabeza y suspirando ante la mirada del resto de sus compañeros.

 

—Deberías comer mejor, Yuri.

—Estás bajando de peso, aún más y eso es preocupante.

 

Entre Yabu y Takaki no se cansaban de decirle lo mismo, pero Yuri se había vuelto autómata con el pasar de los días, solo sonreía, y asentía con cortas palabras de que no se preocuparan por él.

 

Keito miró a Yuto, con la preocupación plasmada en sus ojos. Pero Nakajima solo levantó un poco los hombros, no muy seguro de que hacer para poder recuperar a su amigo. Cuando Chinen de pronto juntó sus manos y habló compungidamente, Inoo tomó sus manos con fuerza.

 

—Tranquilo, Yuri…

—Cuarenta días… hoy son cuarenta días… y él no despierta.

 

El rostro de Chinen se llenó de lágrimas, tan rápidamente, que para el grupo de ocho muchachos fue inevitable no rodearlo casi en el mismo instante, por que Yuri comenzó a derrumbarse frente a sus ojos. Y Daiki lo rodeó con sus brazos, suavemente.

 

Esa noche, Yuri lloró por mucho tiempo.

 

Despojándose de todo ese dolor acumulado, de la culpa que pugnaba en su ser, que perforaba su corazón y no le permitía respirar.

 

 

 

 

 

Yuri volvió a ver las luces de un escenario dos días después.

 

Convencido de que no podía estancarse, de que Ryutaro no se lo permitiría. La luz daba contra su rostro, la ropa se ajustaba a su cuerpo, y el grito de las fans era ya casi ensordecedor.

 

El nombre de Hey say jump bailó en los nombres del presentador, Yuri cerró los ojos y respiró los más hondamente que pudo. Sintió a Takaki tomando su mano suavemente, dándole un poco de esa fuerza que le podía estar faltando. Y una pequeña sonrisa se posó en sus labios, antes de que fuera completamente visible ante sus fans, una vez más.

 

 

 

 

Shintaro se encontraba apoyado en el mueble.

 

Con su rostro adormilado.  Balanceándose de vez en cuando presa del sueño, con su madre a un lado suyo, hablándole a Ryutaro con la esperanza de que en verdad pudiera escucharla.

 

Hubo un momento en el que abrió los ojos, y vio las manos de su hermano mayor, algo pálidas, sus ojos se cerraban por el sueño, pero de pronto vio aquel índice moverse, tan débilmente, que él se sacudió en su asiento.

 

—¿Ryutaro?

 

Su madre giró hacía él, levantando las cejas, sin comprender lo que sucedía, pero él solo se arrodilló frente a la cama, entonces ya no fue solo el dedo índice, también el pulgar, la mujer ahogó un grito tapando su boca, y cuando la mano de Ryutaro empezó a temblar Shintaro cayó sentado en el suelo, con el rostro apunto de derramar lágrimas.

 

—¡Ryutaro!

 

 

 

 

Tenía una sonrisa satisfecha en los labios.

 

Yuri casi hasta había olvidado lo bien que se sentía treparse en un escenario, hacer lo que le apasionaba y cantar, recibir el amor de sus fans y dejarse envolver por ello, bailar y por supuesto dedicarle una canción y palabras de aliento para su es integrante que ahora pasaba por un difícil momento.

 

—¡Estuviste estupendo Yuri!

—Verás que cuando, Ryutaro despierte se va a sentir orgulloso.

 

Él sonrió, ante las palabras de apoyo de sus amigos, que ahora lo abrazaban.

 

—¡Chinen! ¡¡Chinen es Shintaro!!

 

La asistente, que tenía la orden de pasarle cualquier llamada importante de inmediato corrió hasta él, con el rostro rojo ante la agitación y Yuri casi ni dudó en tomar el celular y llevarlo a su oído, alejándose un poco del montón de gente que había a su alrededor.

 

—¿Shintaro, que sucedió? ¿Ryutaro está bien?

—¡Despertó! ¡Ryutaro acaba de despertar!

 

Y la noticia dicha repleta de entusiasmo opacó todo lo que hubiera sentido antes, su pecho borbotó de emociones y la esperanza volvió a posarse en él, en sus sentidos despiertos y en la sonrisa que iluminó a su rostro.

 

 

 

 

 

Yuri no podía controlar la velocidad a la que corría por entre los pasillos del hospital, con sus amigos siguiéndole los pasos, con algunos gritos de parte de las enfermeras de que tuvieran cuidado, que no corrieran, aún así Yuri no obedeció y continuó.

 

Quería verlo, quería ver sus ojos otra vez.

 

Necesitaba esa mirada que solo Ryutaro podía darle.

 

Llegó hasta su habitación, vio la puerta con el nombre de Ryutaro a un lado y la sonrisa en su rostro se amplió trato de que su respiración se regularizara, por más difícil que eso fuera, y en el último respiro hondo, tomó el pomo de la puerta.

 

 

 

 

—Lo siento, no pueden seguir.

 

Daiki dio un paso atrás, cuando la enfermera estiró su brazo y se interpuso entre ellos.

 

—Pero Yuri acaba de pasar, ¿qué sucede?

—Lo sé, el doctor ya fue por él. Pero nadie puede ver al joven Morimoto en ese estado.

 

Takaki arrugó el entrecejo, confundido. Pero antes de que pudiera replicar, pudo ver a los padres de Ryutaro unos pasos más atrás, Shintaro lucía abatido, y la madre hablaba con el padre de la familia, hasta que finalmente rompió en llanto, abrazada a su esposo.

 

Ellos no entendía, se suponía que deberían estar llenos de felicidad.

 

Cuando Shintaro levantó la mirada y los divisó, suspiró. Susurrándole algo a sus padres y acercándose a ellos. Con el rostro cansado, e indicándole a la enfermera que él hablaría con ellos.

 

—Shintaro, ¿qué sucede? ¿Qué tiene Ryutaro? ¿Está bien?

 

El menor suspiró, con la cabeza gacha y una sonrisa débil en el rostro.

 

—Él está bien, un poco débil y torpe por las semanas que estuvo inmóvil, pero él… no nos recuerda. Ha ninguno de nosotros. No recuerda absolutamente nada, ni siquiera su nombre…

 

 

 

 

 

Yuri dio un paso dentro de la habitación.

 

Ryutaro se encontraba sentado, mirando la ventana dentro de la habitación, la luz que se colaba intrépida, absorto en aquella mirada, como si aún no notara su presencia. Y se sintió nervioso una vez más.

 

—Ryutaro…

 

Él giró con una expresión extraña. Como si se encontrara vacío, como si no pudiera demostrar alguna emoción hacía él, con los ojos grandes y ni una sonrisa en el rostro.

 

—¿Si?

 

Su voz era áspera, y Chinen frunció el entrecejo.

 

—Ryutaro… ¿te sientes bien? ¿qué te sucede? Soy Yuri.

—Oh, lo siento… ¿no te lo dijeron?

 

Estaba a unos pasos de la cama de Ryutaro, unos prudentes pasos lejos de él.

 

—¿Decirme qué?

—No recuerdo, absolutamente nada, ni a nadie.

 

Y esas palabras, repletas de la misma indiferencia, provenientes de ese rostro vacío que lo taladraba con la más despreocupada de las miradas hizo un hueco en su alma.

 

 

 

 

—¡NO! ¡¿Cómo es posible que nos recuerde?! ¡Que no me recuerde!

—Yuri, por favor, guarda calma.

 

Sintió a Hikaru tomándolo por los brazos, el doctor lo acababa de sacar de la habitación, y él solo podía pensar en esa mirada vacía de Ryutaro, en esa mirada tan desprovista de sentimientos que atormentaba su ser.

 

—El golpe que recibió en la cabeza fue demasiado fuerte, es casi un milagro que esté con vida, que haya despertado es sorprendente.

—El va a recordar, ¿verdad? En algún momento nos recordará.

 

Yuto se acercó al hombre, pero él solo ajustó los lentes a su rostro, con un suspiro de sus labios.

 

—Existen las mismas posibilidades de que él recuerde, como de que no recupere la memoria jamás. Y si lo hiciera, eso podría durar días, semanas o incluso años. Y en el peor de los casos, jamás sucederá.

 

Yuri bajó los hombros, dejándose sostener por Hikaru, apesadumbrado, con esa mirada que ahora marchitaba sus pocas esperanzas de alcanzar otra vez la felicidad que antes sobrevoló en su vida sin problemas.

 

 

 

 

Una mañana de enero, Ryutaro abandonó el hospital.

 

El que alguna vez fue representante de Ryutaro pidió a la prensa discreción por su estado, por su familia, por el muchacho joven que aún era. Y la manera en la que todo el caso Morimoto había sido llevado logró que Ryutaro esa mañana abandonara el lugar sin problemas.

 

Ajeno a ese país que había vivido la historia de su accidente casi por completo. Esa misma mañana, desde una prudente distancia. Yuri lo observó, caminar con pasos lentos y torpes, con los músculos algo cansados aún por el estado vegetativo en el que se había encontrado.

 

Con su hermano y su padre a su lado, con su madre unos pasos más adelante y una pequeña maleta en las manos. Directo hacía el auto que los esperaba a la salida del hospital. Para Yuri verlo caminar, estable una vez más fue difícil.

 

Logró ver incluso una sonrisa en su rostro. Una dirigida a su familia, orgulloso de empezar a valerse por si mismo una vez más. Sintió la mano de Yabu en su hombro. Los nueve se encontraban ahí.

 

Observando de lejos a Ryutaro que abandonaba el hospital, dispuesto a continuar con su vida. Chinen mordió su labio inferior. Con el pecho agitado de emoción al verlo sonreír cada vez más mientras sus pasos avanzaban al auto.

 

Y dolió…

 

Tener que ser parte de ello, sin que Ryutaro lo supiera, tener que mantenerse a distancia por su bien. Y dolió sobre todo, saber que él no lo recordaba, y que se había quedado queriendo solo.

 

 

 

 

Yuri iba ya por su segundo libro.

 

Sobre pacientes con amnesia, los recuerdos no debían forzarse, no demasiado, debían ir progresivamente, sin forzar demasiado al paciente y sobre todo hacerlo llevar una vida cotidiana, como la que antes llevaba.

 

Él entendía, que aún podía ser muy pronto para contarle que fue parte de una banda famosa, las razones por las que ya no lo era. Y él estaba dentro de toda esa vida. Pero estaba dispuesto a esperar, y mientras esperaba se iba a informar.

 

Hasta el día en que la familia de Ryutaro decidiera abarcar esa parte de su vida, aunque parecía hacérsele tan lejano con el pasar de los días. Hablaba pocas veces con Shintaro, para poder saber de él, de si por si acaso lo recordaba.

 

—¡Yuri!

 

Hikaru entró corriendo al camerino, y él solo bajó un poco su libro.

 

—¡Los padres de Ryutaro están aquí! Seguramente ya quieren que nos presentemos con Ryutaro. ¡Apresúrate!

 

El muchacho agitó su mano, entusiasmado, sonriente y repleto de energía. Yuri ni lo dudó dejo su libro sobre la mesa y corrió hasta él, unos metros más allá el resto de los Jump los esperaban.

 

La oficina del presidente no estaba lejos, y según les dijeron los padres de Ryutaro tenían ya un tiempo ahí, así que no sería de esperar demasiado, para poder verlo, para armar más memorias.

 

Para volver a estar con él.

 

Cuando la pareja salió, con una expresión apenada en el rostro, con venias y despedidas sutiles, Chinen tuvo un mal presentimiento.

 

—Lo sentimos mucho muchachos, pero espero que nos puedan entender.

 

Chinen quiso ir tras ellos, pedirles una explicación de a lo que se referían, pero pronto el Presidente de la compañía se asomó, pidiéndoles que ingresaran. Haciéndolos sentirse más confundidos aún.

 

 

 

 

Quiero que entiendan, que esto ha sido una difícil decisión para la familia Morimoto. Y entiendo por completo el sentido de protección que los lleva a hacer lo que harán.—

 

 

Yuri corrió, tratando de ahogar ese dolor que se instaba en su garganta, esa pena que recorría su ser y ofuscaba sus sentidos, con el suéter sacudiéndose por el viento. Con su cabello agitándose.

 

Sabía que los demás iban tras él, y no podía, si se quedaba quieto moría, necesitaba correr, cansarse hasta que el dolor de su cuerpo fuera mayor que el de su alma. Y la amplia terraza del edificio fue insuficiente.

 

 

—Ustedes tal vez estén aún muy jóvenes para entender. Pero cuando uno es padre, haría lo que fuera para ahorrarle penas a sus hijos. Ryutaro sufrió mucho, más de lo que se imaginan por la salida del grupo. La vida pública no lo ayudaba después de que salió de Hey Say Jump, solo lo atormentaba más.—

 

 

La voz calmada y seria del presidente golpeaba en su cabeza, como una desesperanza que colgaba frente a sus ojos, y no pudo más cayó tapando rostro, envuelto por las lágrimas que lo atacaban otra vez.

 

Él estaba siendo fuerte, estaba aguardando tranquilo por su momento, ¿con qué derecho venían a quitarle de las manos su futuro, sus planes, sus esperanzas?

 

Las manos de uno de sus amigos se posaron en sus hombros, supo que ellos estaban ahí, que uno a uno, fueron colocándose a su alrededor, con la misma expresión triste, sin sentir el mismo vacío que el sentía.

 

 

—Se irán a Corea, lejos de todo este pasado que rodeó a Ryutaro, que sería tan difícil de explicar, y que solo afectaría más su estado emocional que en este momento es algo inconstante. Todo lo que rodeaba a Ryutaro antes, decírselo ahora, sería muy peligroso.—

 

 

Pudo ver a Yamada flaquear, mordía su labio inferior. Con un par de lágrimas cayendo por su rostro. A Hikaru respirar bocanadas de aire mientras desviaba la mirada, limpiando disimuladamente sus propias lágrimas, y él se aferró al abrazo de Yabu.

 

Era cruel pedirles que dieran un paso atrás. Por los pocos días que les quedaba a la familia Morimoto en Corea, era cruel sacarlos de la vida de Ryutaro solo por que formaban parte de esa parte tan dolorosa. Era cruel mantenerlos al margen para que Ryutaro pudiera ser feliz.

 

 

—Ellos solo quieren un poco de paz para él, que empiece de cero, sin problemas que lo atormenten, sin indecisiones, sin arrepentimientos, sin ese sabor amargo a traición, sin recuerdos que lo hagan llorar. Quieren tomar esto como una bendición para que pueda empezar una vida nueva.—

 

Daiki se había abrazado a sus piernas, hundiendo el rostro entre sus rodillas, ocultando sus expresiones y el sollozo bajo que salía de su boca, la mano de Takaki se posó sobre su cabeza.

 

Y Yuri vivió la desazón de una despedida inexistente.

 

De mi tristeza por el bien de alguien más.

 

Del espíritu altruista que Ryutaro desconocía.

 

Y por el que un día Ryutaro armó maletas, empacó una vida que desconocía, y se aferró a los seres que eran su familia, viajando y dejando atrás un mundo que no recordaba.

 

Morimoto Ryutaro se fue una noche de febrero, entre un montón de gente en el aeropuerto y un muchacho de cabello negro y mirada profunda que chocó contra él, y que se le hizo vagamente conocido. Que lo miró con tristeza, pero luego envuelto entre una bufanda y un sombrero solo se alejó.

 

 

Fin Quinta Parte

 

 

 

 

Wow… tanto sin actualzar este fic, supongo que con esta parte de la historia queda un poco más claro el efecto de por qué le mintieron a Ryutaro y por qué no los recordaba. ¡Creo que esl capítulo más largo que he escrito de este fic! xD

Y este capitulo ha sido mi preferido… >o<

Bien, trataré de colgar el próximo lo más pronto que pueda.  Espero que les haya gustado. =) 

4 comentarios sobre “Sabores: quinta parte

  1. Al fiiinnn pude despejar muchisimas dudas acerca del comportamiento de Ryutaro y como tu dijiste del porque le ocultaban su identidad los chicos a él.

    Gracias por este nuevo fic linda!!!!!!!!!!

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  2. por dios como esparaba ya esta conti y de los pocos fics que me hacen llorar este fue uno de llos por dios pobre ryu y chinen y los demas y el como mencionas lo de la salida de ryutaro por dios es demaciado triste y ame completamente el capitulo pero ahora quiero la conti por dios adoro como escribes Nesly TTwTT

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