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Tintes de absolución: capitulo 3


 

Belleza compleja

…:: 3 ::..

 

 

 

—¿Quieres dejar de mirarme de esa forma?

 

Un leve momento, fue leve. Jaejoong sonrió un poco ante la actitud analítica de su amigo que lo observaba de cerca, como si quisiera contemplar cada hebra de su cabello y verificar que en verdad ahora eran de ese tamaño.

 

Minho solo suspiró, las manos en la cintura y una expresión de incertidumbre.

 

—¿Tu padre ya te vio?

Jaejoong negó. –Ayer llegó muy tarde y hoy se fue muy temprano. Tiene mucho trabajo últimamente.

 

—¿Por qué lo hiciste?

—Quise darle un cambio a mi apariencia.

 

Minho por un momento lo vio fijamente, luego sonrió no muy a favor del motivo real que hubiera impulsado a Jaejoong a hacerlo. Pero finalmente pasó un brazo por encima de los hombros de su amigo y amplió su sonrisa un poco más.

 

—Veámosle el lado positivo, las chicas no dejan de mirarte. Más de lo usual.  Cada chica que rechaces vendrá a mis brazos casi automáticamente.

 

Jaejoong rodó los ojos caminando por los abundados pasillos en el instituto ese día.  Su trémulo corazón latiendo apresurado ante los comentarios desbordantes de que ahora se veían un poco más masculino e irremediablemente más apuesto de lo usual.

 

Su belleza era algo compleja al parecer. A la gente le gusta mirarlo, contemplarlo. Ahora más que antes, pero tanta belleza parecía ser del mismo modo algo abrumador, las personas no sabía como cargar sobre su espalda, con la belleza que él poseía.

 

 

Tenía esa costumbre de sonreír tranquilo cuando estaba con Minho, pequeños y escasos momentos de paz antes de que olvidara como relacionarse con la gente de manera profunda. Gente que solo miraba su piel, su cabello y sus labios.

 

 

 

 

—Jaejoong.

 

Esa tarde, Yoochun llegó temprano. Su voz sonaba cansada pero con tintes suaves de entusiasmos que hizo a Jaejoong bajar las escaleras de inmediato y sonreír ante la enorme sonrisa que su padre portaba esa tarde.

 

—¿Qué sucede, Yoochun?

 

—Buenas noticias, mi jefe va a lanzarse de candidato a la presidencia. Lo que implica más trabajo para mi, pero una vez termine la campaña estaremos bien asegurados, Jae. Y podré enviarte a una buena universidad.

 

Yoochun en verdad parecía preocupado por su futuro.

 

—¿Quiere decir que pasaras más tiempo fuera de casa?

—Si, pero prometo que luego saldremos de viaje. Solo los dos.

 

Jaejoong suspiró, sus manos juntas y la cabeza un poco gacha, acciones precedidas por un simple movimiento de su cabeza en señal de que aceptaba. Aunque la idea no le complaciera lo suficiente.

 

De repente volvió a sentir esa caricia de cuando era pequeño. Los dedos de su padre entreverándose entre su ahora corto cabello, Yoochun lo observaba como si fuera algo completamente nuevo para él.

 

—¿Lo cortaste?— La voz del mayor salió en susurro. —¿Cuándo?

—Ayer. ¿No te gusta?

 

Sus ojos buscaron aprobación. Yoochun solo sonrió un poco, terminando el contacto.

 

—Te ves muy bien, Jae. Por supuesto que me agrada.— Y luego de eso vino un abrazo, fuerte y acaparador que le robó el aire a Jaejoong por varios segundos antes de que la voz de su padre se escuchara cerca de su oído. —¿Todo está bien, cierto?

 

—Si, padre.— Sus manos se levantaron directo a la espalda del mayor, cerrando los ojos ante el último suspiro y una de las manos de Yoochun acariciando su cabello. –Ahora todo está bien.

 

 

 

 

Jaejoong había aprendido de su belleza.

 

La gente cerraba los ojos y se dejaba opacar, rendía pleitesía a todo aquello que le parecía demasiado hermoso en verdad, como si todo le fuera perdonado, todo fuera un regalo. Como si nada le fuera vedado.

 

Jaejoong había alcanzado los dieciséis años, y con ello, la belleza de su ser había empezado a transformarse, nimiedades de antes que ahora parecían establecer  un aire un poco más masculino a su alrededor.

 

Estaba tan arriba, que nada lo tocaba. Ni siquiera el amor.

 

Estaba entendiendo que su belleza era algo que estaba más allá del alcance de cualquiera. Pensar demasiado en las complicaciones que tenía, logró que su ego ganara una buena partida. Si nadie era capaz, entonces significaba que él era único, que no cualquier persona tenía el derecho de estar de su mano.

 

Sus sonrisas valían oro, que de ser valorado como en épocas atrás sería manejado con facilidad tan solo por una de sus sonrisas. Jaejoong no pedía, mucho antes de hacerlo, todo le era otorgado. Era un príncipe, y su reino el mundo que lo contemplaba.

 

Todo había empezado a cambiar desde que sus facciones alcanzaran cierto grado de madurez, ya no eran un niño delgado. Era un adolescente con pasos certeros a la adultez, sus brazos levemente musculosos, su cuerpo atlético. La belleza se había posado sobre él y no mostraba indicios de querer marcharse.

 

Minho lo había mal acostumbrado, le había dicho que era apuesto y que su belleza lo podía llevar lejos. Jaejoong le había creído y había empezado a forjar su camino, acostumbrado como estaba a obtenerlo todo. Ni siquiera su pasado tormentoso lo acosaba, como si sencillamente no hubiera existido.

 

Si se descuidaba, su cabello crecía, pero nunca más allá de sus orejas. Había aprendido a odiar su cabello demasiado largo, pero le seguía gustando que la gente pasara los dedos entre su cabello, lamentablemente nadie lograba apaciguarlo en verdad.

 

Su padre era lo más cercano, y aún así no era suficiente.

 

Ocurrió una mañana cualquiera, después de la clase de gimnasia, Jaejoong lo volvió a ver. Su andar seguro y firme, su cabello lacio y ahora un poco más largo que la primera vez que lo vio, caía por su rostro y tapaba un poco sus ojos. Alto, masculino e imponente.

 

Su mirada lo siguió cual imán aferrado a esa imagen. Violentamente guiado por una agitación interna que no pudo entender, mientras Changmin se le perdía de vista y recordaba la primera vez que lo hubiera visto años atrás.

 

—Jaejoong…— La mano de Minho se posó en su brazo, y él pareció despertar. –¿No piensas contestarle a esta bella señorita?

En ese momento, Jaejoong sonrió. –Oh, lo siento. Me distraje un momento.

 

Minho solo lo miró fijamente. –Yoohee te invitaba a su fiesta de cumpleaños.

—Iré, por supuesto que iré.

 

La muchacha sonreía nerviosa y asentía antes de marcharse, entregando las invitaciones en las manos de los dos. Fue como si en esos cuatro años no hubiera sabido más de Changmin fuera de que le dijo que no entrara al equipo de kendo.

 

Se preguntó por un momento si aún podría intentarlo.

Pero más que todo, se preguntó la razón por la que en aquel entonces lo había obedecido.

 

 

 

 

—Luces distraído.

 

El jugo de limón ese día no estaba tan bueno, Jaejoong apenas lo había probado antes de dejarlo sobre la mesa, y suspirar cansado. Minho frente a él, mirándolo casi como si pudiera leer su mente.

 

—No sé por qué lo dices.

—Quizá por que te la has pasado callado casi todo el día.

 

—Nunca hablo demasiado.

—Y estás evadiéndome tan cortantemente que me place golpearte.

 

Jaejoong sonrió, la exasperación en la voz de su amigo tan evidente que no pudo evitar acomodarse en su asiento y suspirar.

 

—Nada importante, Minho. Hoy hay una cena en la residencia presidencial, y ya vez que mi padre es la mano derecha del presidente y tengo que asistir con él y blah, blah, blah…

 

El ademán despreocupado que Jaejoong hizo con su mano, logró que Minho relajara un poco sus hombros. Que intuyera creerle, y al menos por ese momento dejara la conversación en paz.

 

 

 

 

—¿Bromeas?

 

Jaejoong apretó los puños. Repitiéndose mentalmente no golpear a nadie en aquel lugar, al menos no hasta que lo aceptaran.

 

—¿Por qué alguien como tu quiere ingresar al equipo de Kendo?

 

Desde una de las esquinas, sentado y con la quijada apoyada en su mano, Changmin levantó la mirada. Jaejoong parado en la entrada del salón, con su ceño fruncido y  la expresión seria en su rostro hablando con uno de sus compañeros de kendo quien mantenía la sonrisa burlona en su rostro.

 

—¿A qué te refieres con alguien como yo?

—El niño lindo del instituto, ¿por qué no vas a coquetear con alguna chica por ahí?

 

Jaejoong bajó la cabeza un poco, con aquella sonrisa presuntuosa que tan bien se había posado en sus labios hace mucho tiempo y que se había vuelto casi una costumbre.

 

—¿Quieres que este niño lindo te rompa la nariz, imbécil?

—¿Qué demonios…?

 

Y el sujeto diez centímetros más alto que Jaejoong estaba dispuesto a saltarle encima por su audacia, pero la katana se interpuso entre ambos, logrando que se separaran por centímetros y la expresión de Changmin fuera la que mediara en aquella situación.

 

—¿Vienes a pedir unirte al equipo y aún así ya estás causando problemas?— La voz de Changmin fue severa. Sus ojos negros fijos en su rostro. –No quiero gente problemática en mi equipo, que eso te quede claro desde el principio.

 

Su equipo… Así que ya era el capitán.

Jaejoong pensó que era lo normal. Estaban a un año de la graduación, Changmin había estado desde su primer año, y sin duda siempre fue el mejor.

 

—Eres muy delgado.— La katana de Changmin pegó sutilmente en su cintura. –No tienes fuerza suficiente en los brazos.— Y esta vez la madera se deslizo por su brazo derecho levantándolo incluso un poco. –Ni pareces muy ágil. Y eso solo con verte a primera vista.

 

Las pequeñas risas se dejaron escuchar, expresiones de suficiencia que tomaban por burla el comentario de Changmin que más bien parecía serio. Jaejoong solamente suspiró, tratando de armarse de paciencia.

 

—Puedo demostrarte de lo que soy capaz.

—Estamos a mitad de año, ¿por qué de repente quieres unirte al equipo de kendo?

—Necesito créditos para la universidad.

 

La explicación sencilla que no era complaciente hizo que Changmin arrugara el entrecejo y con un pequeño movimiento de cabeza le indicara a alguien que le entregara una katana a Jaejoong.

 

En un primer momento, Jaejoong se sintió terriblemente vulnerable, los golpes de Changmin eran certeros, fuertes y bien medidos en cada movimiento, pero Changmin se había equivocado en algo. Jaejoong poseía una agilidad lo suficientemente aguda como para esquivarlo un par de veces con relativa facilidad.

 

Cuando Changmin encontraba dificultades, usualmente su entrecejo se juntaba y su expresión era más vacía que nunca. Sus ojos grandes se posaban en el motor de su competencia, buscaba y analizaba puntos débiles.

 

Y ya había encontrado tres en Jaejoong.

 

Fue fácil, cuando su cuerpo giró y Jaejoong pareció perder perspectiva, un golpe, un gemido de dolor y Jaejoong cayó de espalda al suelo, su pecho subiendo y bajando por la agitación y su boca entre abierta en busca de aire.

 

—…Y por eso eres el capitán, ¿no?— Jaejoong fue mordaz sus ojos intrépidos recorriendo el rostro de Changmin mientras este clavaba la punta de la katana en su cuello. Fijo de cada movimiento en él.  —¿Entonces?

 

Esa, era una buena pregunta: ¿Y, entonces?

 

En verdad, Jaejoong de alguna manera relativa era bueno, si lograba pulirlo adecuadamente, pero las verdaderas razones que habían motivado al muchacho a ingresar al club de Kendo seguían intrigando a Changmin. Y sinceramente no quería perder el tiempo, si es que Jaejoong únicamente ingresaba por ese motivo.

 

Apretó con más fuerza la katana, sus ojos mucho más renuentes a mostrar algún deje de compasión o lastima y su voz gruesa y firme.

 

—Escucha bien, si vas a ingresar espero que lo hagas en serio. Nosotros no jugamos en este club. Al menos a mi mando este es un lugar para entrenar, competir y traer copas de regreso. Si vienes a perder el tiempo———

 

—¡No es así!

 

Changmin entonces afianzó el mango de su katana. –Como iba diciendo, si vienes a perder el tiempo, te echaré sin contemplaciones en el primer momento. Y por si no te has dado cuenta.— Finalmente Changmin retiró el objeto de madera en el cuello del mayor. –No me gusta que me interrumpan.

 

Jaejoong pudo sentarse, tosiendo un poco. Apenas leve y quizá por el agotamiento que sentía. Los ojos de los demás participantes puestos sobre él como si hubiera logrado algo que antes no era posible. Changmin sin embargo volvió al lugar cercano a la ventana, observando algo que al parecer a Shim le resultaba interesante y Jaejoong suspiró.

 

La pregunta de Changmin revoloteando  por su mente.

 

¿Por qué de pronto quería entrar al equipo?

 

 

 

 

—¿Kendo?

 

La voz de Yoochun, o más bien su tono de voz, no ayudó.

 

Dentro de aquel gran salón, con su ropa elegante, el cabello curiosamente peinado y su mirada de intriga, Jaejoong solo pudo ver los ojos de su padre mientras fruncía el ceño y esperaba ver algo más en sus expresiones que simple aceptación.

 

Pero estaba rodeado por personas mucho mayores a él, mucho mayores a Yoochun inclusive. Con el suave tono de unos violines apostados en la cabecera del salón. Vino tinto repartido entre los presentes que podían por mucho superar el salario básico.

 

Tanta fastuosidad, tantos privilegios, que innegablemente Jaejoong se sentía tan conforme que temía por su propia vanidad. Pero Yoochun solo suspiró, una mano en el bolsillo y una expresión algo resignada.

 

—¿Por qué kendo, Jaejoong?

—Me parece un deporte interesante.

 

Mentira, sus palabras sabían a mentira. Su padre lo sabía y por ello al parecer insistía en mirarlo de aquella forma.

 

—Supongo que siendo así tendremos que salir a comprar todo lo que necesites.

—Si, muchas gracias.

 

Sonrió, de aquella forma que había aprendido a las personas le parecía increíble, pero que en su padre parecía sencillamente no funcionar.

 

—Yoochun, que bueno que pudiste traer a Jaejoong.

 

Fue una voz grave, muy modulada y perfectamente agradable, Jaejoong sonrió y descubrió al presidente que con una sonrisa amable en el rostro lo miraba y por supuesto saludaba a Yoochun.

 

—Buenas noches, señor. – La sonrisa de Yoochun fue gratificante, Jaejoong solo pudo mirar y sonreír con la misma amabilidad. —Jaejoong casi no viene por que tuvo entrenamiento en el nuevo equipo al que acaba de ingresar.

 

—¿Estás en un  equipo?

Jaejoong asintió. –El de kendo.

 

—Oh, ese es un buen deporte. Yo estuve en el mismo cuando estudiaba.— El presidente bebió un poco de vino de ese costoso que se repartía por todas partes. Jaejoong tuvo que admitir que la sola presencia del hombre destilaba poder y admiración. –Tienes un hijo muy apuesto Yoochun, y debo decir que me ha sorprendido su edad. Fuiste padre muy joven. ¿Eh?

 

Yoochun asintió, con una sonrisa en el rostro. Enfrascándose en una conversación en la que Jaejoong ya no participaba, sus ojos se deslizaban por el lugar, por las mujeres hermosas que llenas de joyas y vestidos preciosos hacían gala de su lugar allí. De los hombres sofisticados y elegantes que ponían sus mejores sonrisas.

 

Jaejoong sintió, que ese era su lugar.

Que la fortuna lo había llevado al lugar adecuado.

 

—Amor, te estaba buscando.

 

Fue leve, un simple movimiento de cabeza ante la voz sublime de aquella mujer que de pronto lo hizo girar, sabía que esas palabras no iban dirigidas hacía él y aún así, sus ojos intrépidos buscaron a la portadora de esa voz como si fuera absolutamente necesaria.

 

—Oh, Victoria lo siento.— Los ojos del presidente se mostraron complacientes. –Me entretuve platicando con Yoochun.

—Yoochun.— Los labios finos de la mujer enmarcaron una sonrisa. –Que bueno que haya podido venir.

 

—Un gusto saludarla, primera dama.

 

Yoochun se agachó, en una pequeña venia de respeto que la mujer agradeció con su debida sonrisa. Jaejoong se percató de esa belleza abrumadora, del rostro perfecto, de su cabello rubio y sus ojos hechizantes, de su boca roja y su cuerpo elitistamente hermoso, en todos los sentidos de la palabra.

 

Se quedó paralizado, y no sabía si era por su belleza o su sola presencia.

 

—Le presento a Jaejoong, mi hijo.

 

La mano de su padre se posó sobre su espalda y Jaejoong solo pudo sonreír un poco, cerrar los ojos e inclinarse un poco a señal de respeto. –Buenas noches.— Su voz pausada y tranquila, para que cuando la mirara de nuevo, ella le sonriera.

 

Pero aquello no sucedió, la mujer lo miró con los ojos muy abiertos, una expresión inadmisible en el rostro y luego de unos segundos una sonrisa muy falsa en aquel hasta ahora perfecto rostro.

 

—…Mucho gusto.— Victoria había girado hacía Yoochun, dándose unos segundos para que su acción  no fuera un exabrupto. –No sabía que tuviera un hijo tan grande, Yoochun. ¿Cuántos años tiene?

—Dieciséis.

 

Victoria esta vez lo miró. Sonrisa instalada en sus ojos, y una mirada tan penetrante que lo hizo sentirse intimidado. Como una presa sola e inestable.

 

—Pues es un muchacho demasiado apuesto.

 

El comentario fue tomado a la ligera. Jaejoong sin embargo solo sonrió…

 

Incómodo, adyacente y temeroso de pronto.

 

 

..:: Fin Capitulo Tres ::..

 

 

23 comentarios sobre “Tintes de absolución: capitulo 3

  1. Quiero llorara porque desde hace mucho no hay actu en este y otros fics. se oine interesante😢😢😢 para empesar el inicio fue el oreambulo para un » Que ondaaa con todo esto» por puedaaad Nes no me dejes asiiiii aunque sea una chiquita pero acualiza.😢😢😢😢 Quiero saber que paso con Junsu, y que pasara haora que Jae anda en plan de soverbio inconciente jajaja. Duoos la bruja no reencarno cierto? ella es la misma Victoria que al inicio y eso da miedito uuuuuhhhh¡¡¡¡¡

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  2. Y regrese despues de muchos años solo para saber si continuaras esta historia, necesito saber, estoy en depresión y mira que fuiste y sigues siendo mi autora favorita la primera asi que ya tienen como 8 años que me pase por aqui y lei por primera vez los fanfics, me gustaria que lo continuaras pero si no es asi solo pido que me digas ahora por favor 😢!!!

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    1. Hola justo ahora estoy en algo asi como un periodo de conlusión (?) La situación es que estoy escogiendo fics al azar y una vez que ya veo cual es el fic que me salió y empiezo a terminarlo y lo voy publicando poco a poco. Voy a terminar este fic. Pero que tan pronto, depende del azar y el momento en que este salga entre los afortunados. 😉

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