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Pecados capitales:capitulo dos


 

Pecados Capitales

Cosas extrañas, le pasan a personas extrañas

Segundo Capitulo

 

 

No es su culpa.

 

De ningún modo, no existe la posibilidad por mínima que esta sea.

 

Él solo leyó. Recitó palabras en un idioma desconocido y ya. Y sus manos pueden estar moviéndose nerviosas, puede estar sudando, pero no se siente culpable. De ninguna forma, por que no es su culpa. Sencillamente no lo es. La lógica dicta que no es así.

 

—Hikaru…

—¡Deja de decir mi nombre así!

 

Ryosuke miró a Yaotome con algo parecido a la duda, de cuclillas en el piso, contemplado a sus compañeros que yacían todavía inconscientes. Pero Hikaru pareció notar el error en su grito impulsivo y suspiró.

 

—Lo siento, estoy un poco alterado. ¿Por qué se han desmayado?

—No lo sé.— Ryosuke estiró su mano para poder posarla en las  mejillas de Yabu, y también cerca de su nariz. –Al menos respiran.

 

Hikaru en esta ocasión mordió su labio inferior.

 

—Pero, ¿van a despertar, verdad?

—Si… Supongo.— Ryosuke volvió a arrugar el entrecejo, preocupado. –…O eso espero.

 

Hikaru acentuó su expresión preocupada, no importaba lo mayor que fuera a Yamada en estos momentos, se sentía sofocado y preocupado. Era inútil ocultarlo, y de algún modo tenía tintes de culpa que lo atormentaba, iba a hablar de nueva cuenta, cuando sutiles golpes en la puerta lo hicieron saltar del susto.

 

—¡Yah!— Miró asustado hacía la puerta que permanecía cerrada. —¿Quién es?

—Lo siento.— Era una chica, su voz tímida y un poco asustada calmó a Hikaru, al menos no había abierto la puerta. –Me mandaron a avisarles que la sesión de fotos empezaría en cinco minutos. Estén listos por favor.

 

Hikaru abrió los ojos con el rigor de sus venas en cada pulsación de su corazón.

¿Cómo diablos iban a iniciar una sesión de fotos, con siete de los integrantes tirados en el suelo?

 

—De—De acuerdo.— Hikaru tragó duramente. –Iremos enseguida.

 

Yamada lo miró con estupefacción, ¿había perdido la razón?

 

—Muy bien, no demoren.

 

Y con pasos pequeños la muchacha terminó por irse, Hikaru bajó la mirada hacía Yamada y levantó las manos en un gesto meramente dramático. ¿Qué más podía hacer?

 

 

 

 

—¡Yabu, por amor a lo que sea, levántate!

 

Hikaru sacudió el cuerpo del mayor con fuerza, sosteniéndolo por los brazos mientras el cabello castaño de este se sacudía y tapaba de vez en cuando su frente y hasta sus ojos. Hikaru minimizo el leve gesto de su rostro contemplando los labios del líder y sacudió la cabeza con vehemencia.

 

—¡YA—BU!

 

Ryosuke sin embargo palmeaba las mejillas de Chinen. Mirando preocupado como su amigo no parecía dar señales de vida. –Chinen…— Suspiró resignado, no parecían hacer otra cosa que no fuera respirar. Ni siquiera sus parpados simulaban algún mínimo movimiento de sus ojos al estar soñando. Solo estaban ahí, tirados como si el alma los hubiera abandonado.

 

Vio al resto de sus compañeros, y a Hikaru unos pasos más allá que seguía implorándole a Kota que no lo dejara solo con aquella locura. Y bufó rodando los ojos en el proceso. Esto en verdad era molesto. En cualquier momento llegaría algún ayudante a pedirles que dieran señales de vida. Llevaban diez minutos en el camerino desde que dijeron que irían enseguida.

 

Miró el libro sobre uno de los mesones, y lo tomó con cuidado. Era pequeño y con letras que escasamente reconocía, pero que Hikaru parecía entender. Así que mientras Yaotome lloriqueaba, Ryosuke al menos intentó guiarse por las imágenes.

 

Y una de ellas logró llamar su atención. Aquella donde había un trono. Y sobre todos ellos había un hombre. Un mortal recitaba el titulo. Aquel que gobernaba los siete pecados. De lo poco que sabía en latín por mera curiosidad y que aprendió alguna vez era eso.

 

Alrededor del trono, unos escalones más abajo. Estaban rodeándolo siete hombres de formas extrañas. Suponía Ryosuke eran los siete pecados. Enfrente de ellos, con sus brazos estirados había otro. Y mucho más adelante uno que poseía entre sus manos, con los ojos cerrados un pequeño libro café.

 

La mirada de Ryosuke se levantó hacía Hikaru, que seguía suplicando por Kota. Y frunció el ceño.

 

La imagen dictaba. Al rey, los siete pecados, el guardián y el protector.

 

Si el protector era el que poseía el libro. Entonces ese era Hikaru, en este caso el primero que tocó el libro y al parecer podía traducirlo. Tenía miedo, pero estaba suponiendo que sus siete amigos en el piso eran los siete pecados al parecer.

 

Entonces, ¿Quiénes eran el rey y quien el guardián?

 

Takaki empezó a mover el brazo, lentamente. Lo suficiente como para que Ryosuke abrazara el libro y mirara asustado como el resto empezaba a moverse también y por supuesto Hikaru dejara de hablar mientras Kota parpadeaba al fin.

 

—Hi—Hikaru…

 

Pero Yaotome ya había soltado a Yabu que de pronto lo miraba con los ojos muy concentrado en él y la manera en que parecía sonreír de pronto. Hikaru retrocedió asustado. Hasta el momento en que sus espalda chocó con la de Yamada. Y los dos se vieron rodeados de pronto por sus siete compañeros de banda.

 

 

 

 

—¿No se suponía que ya les habías dicho que vinieran?

 

El hombre con cámara en mano lució molesto, la muchacha en cambio se sintió pequeña, los hombros encogidos y tratando de arreglar los lentes de su rostro para que estos no cayeran.

 

—Yo—Yo se los—los dije, señor.

 

Estaba nerviosa, sonrojada y las manos le sudaban.

 

—¡Entonces, ¿por qué no vienen?!

 

Ella trató de morderse la lengua y no responderle que tampoco podía cogerlos de la mano. Pero en serio necesitaba el trabajo y su jefe parecía más que dispuesto a despedirla si osaba portarse insolente. Cerró los ojos por un instante, respiró profundo y agarró valor.

 

—I—Iré por ellos una vez más.

—¡Pero rápido, mujer!

 

Los pasos de la muchacha se escucharon esta vez apresurados. El resto de presentes con los accesorios y utilería en las manos dispuestos a empezar en cualquier momento. Cada segundo implicaba mucho dinero para esa sesión de fotos.

 

¿Qué se pensaban esos muchachos para hacer a la empresa desperdiciar tanto dinero?

 

 

 

 

 

—Curioso…— Yabu de pronto dejó de lado la expresión intimidante que había hecho a Hikaru retroceder, solo suspiró cansado y colocó una mano sobre su estómago. —…Tengo hambre.

 

E hizo un puchero con la boca, arrimado sobre el pequeño mesón donde permanecían varias maletas, rebuscando en la suya que lamentablemente rara vez tenía algún bocadillo.

 

—¿Ya—Yabu?

 

Hikaru estaba preocupado, Yabu no comía entre comidas, y ahora en verdad parecía desesperado por algo. Como si no haber desayunado por primera vez le estuviera afectando.

 

—Hace calor.

 

Keito frunció el ceño, jalando un poco de su ropa y desarreglándola, visiblemente incómodo mientras prefería ir al espejo y contemplar por un momento por qué la poca ropa que llevaba de pronto le incomodaba demasiado.

 

—¿Están todos bien?

 

Ryosuke miró con preocupación a Yuto quien solamente había suspirado un poco, arrimado en el hombro de Daiki sin tomarse la molestia de pronunciar algo y solamente levantando un poco los hombros. Pero Chinen era otra historia de pronto miraba la bufanda que Inoo llevaba y fruncía el ceño como si estuviera molesto.

 

—¿Por qué Inoo lleva esa bufanda y yo no?— Sus ojos se habían afilado tanto que la mirada de Kei fue inmediata antes de levantar la barbilla y que esa sonrisa extraña apareciera entre su boca.

—Es obvio, soy el más visual. Debo verme mejor.

 

—¡No eres el visual!— Explotó de repente Yuri mirando con más furia al mayor –Yo debería serlo, soy más popular, más apuesto…— De pronto el menor había empezado a numerar con sus dedos, Inoo en cambio sonreía como si las palabras fueran totalmente incongruentes para él.

 

—Oh, vamos Yuri… Ni tú te crees eso.

 

Hikaru veía horrorizado esa pelea que ni siquiera sabía cómo había comenzado, de repente Yuri y Kei se enfrentaban de una manera seria y sin sentido como nunca antes y Ryosuke parecía rebuscar entre las hojas del libro algo que él no comprendía.

 

—Ahora que lo pienso— Yuya de pronto había interrumpido la pelea, con la mano en la barbilla y sus pensamientos desafiantes corriendo por todos lados –Yo debería ganar más dinero con esta sesión de fotos. Lo que nos ofrecieron no es suficiente.

 

—¡Maldición! ¿Es que aquí no hay comida?

 

Yabu había comenzado a rebuscar entre cajones con el ceño fruncido y Yaotome seguía sintiéndose tan fuera de lugar que aturdido sería la mejor expresión para identificarlo, pero de pronto Chinen había alzados sus manos hacía el pecho de Inoo y este había retrocedido por impulso, finalmente arrugando el entrecejo.

 

—¡Oe, Chinen!— Daiki había interferido empujando de igual forma al menor –No te atrevas a golpearlo de nuevo.

—Tú no me metas Daiki.

—¡Vuelves a golpearlo y te rompo esa linda nariz que tienes!

 

—¡Hey, hey BASTA!

 

Finalmente Yamada estiró sus brazos mirándolos a todos mientras el desorden se armaba y parecieron calmarse todos al menos por un momento. Los ojos de todos posados sobre Ryosuke de una manera inesperada que al menos Hikaru agradeció.

 

—Esto no está funcionando.

 

La puerta volvió a sonar otra vez, la voz dulce de la muchacha se dejó escuchar y Yaotome tuvo ese presentimiento que le decía, que nada bueno podía salir de esto.

 

 

 

 

Cuando Ryutaro finalmente llegó a casa le dolía un poco la espalda y la golpeaba ligeramente con su puño cerrado porque sencillamente adoraba esa pequeña calma que le daba de vez en cuando. No había sido un buen día en el colegio, había prestado poca atención y de pronto le habían entrado ganas de hablar con sus amigos y saber cómo les había ido.

 

No hablaba con tanta frecuencia como antes, pero hoy, principalmente, los había recordado.

Sabía que algo estaba pasando y que su mente no podía simplemente traicionarlo como si nada pasara.

 

—¡Ryutaro!— Asi que cuando Hikaru apareció frente a sus ojos desde la cocina donde Shintaro venía siguiéndole los pasos, Ryutaro únicamente pudo pensar que algo bueno no estaba pasando —¿Por qué demonios llegas a esta hora? ¡Maldita sea! Necesitamos que nos ayudes, es urgente.

 

—¿Te volviste loco?— Ryutaro apenas alcanzó a dejar su maleta sobre el sillón mientras Shintaro alzaba un poco los hombros y Yaotome parecía todavía escandalizado –Espérame un momento— Hikaru apenas asintió y él se encargó de arrastrar a su hermano hasta la cocina del brazo.

 

—Oye, basta ¿qué te sucede?

—¿Qué le sucede a él? Está muy alterado, ya te he dicho que no le andes diciendo idioteces de fantasmas a Hikaru que él se lo cree todo.

 

—Yo no lo he dicho nada— Se defendió el menor, cruzado de brazos y con un pequeño puchero en los labios –Él de pronto llegó a casa así, todo alterado, diciendo que algo muy malo había ocurrido con los miembros del grupo y que necesitaba tu ayuda.

 

—¿Con el grupo? ¿Pasó algo con los muchachos?

 

Esta vez ni siquiera pretendió escuchar a su hermano que algo le dijo a la distancia y corrió hasta el lugar donde Yaotome lo esperaba, con las manos inquietas y su mirada preocupada. Seguramente era algo muy grave para que el mismo Yabu no viniera a hablar con él. Para que el mismo Yabu no pudiera solucionarlo.

 

—¿Qué es lo que ha pasado?

—Tienes que venir Ryutaro, por favor.

 

Y supo, que una vez que cruzara el umbral de la comodidad de su casa, las cosas únicamente no mejorarían.

 

 

 

 

—No lo entiendo, sencillamente deberíamos acostarnos a dormir hasta que Hikaru vuelva, dijo que volvería ¿para qué esperarlos sentados como si nada pasara?— Yuto estiró un poco sus brazos y se apoyó mejor en el hombro de Inoo que seguía mirándose en el espejo como si nada –Esto es muy tedioso.

 

—¿Hay chocolates?

—Ya te comiste el postre de casi todos Yabu— Musitó Daiki de repente —¿Qué más quieres?

 

Yabu solamente bufó. Los ojos  de Keito todavía viajaban de un lado a otro sobre el mando de la consola que Ryosuke le había prestado. Y Yamada en realidad esperaba que todos se mantuvieran como hasta ahora, deliberadamente tranquilos en la sala de estar de su casa.

 

—¿Dónde está Chinen?

 

—Esa consola es horrible— La voz de Yuri se dejó escuchar de repente, mientras viraba los ojos y se cruzaba de brazos –La mía es mucho mejor.

—Gastos horribles, ¿por qué gastan tanto dinero en esa tontería?

 

—Listo, ya me cansé de escucharlos.

 

Daiki finalmente se levantó de su lugar, con los brazos estirados y la mirada penetrante en el lugar que Inoo y Yuto ocupaban —¿Podrías dejar de pegártele? Es odioso— Yuto solo levantó una ceja y encerró su brazo alrededor de Kei –Te dije que basta Yuto.

 

Esta vez la mano impulsiva de Daiki separó a Yuto, y fue como si la tensión apareciera de nuevo.

Y es que tal vez, siempre había estado y Ryosuke ingenuamente se había equivocado.

 

—Oigan… Ya basta.

—Eres molesto Daiki, Inoo no es de tu propiedad.

—¡Ya cállate!

 

De repente el puño de Daiki se había levantado sobre el rostro de Yuto y este solo se había hundido en el sillón como única reacción inmediata —¡Daiki!— Yamada prácticamente saltó de su asiento para sostener al otro que parecía dispuesto a seguir con los golpes.

 

—¡Hey!

 

En medio del movimiento y el escándalo que se había formado, la consola había sido apagada y Keito parecía haberse desconectado de su repentino hipnotismo que el juego le había causado. –Yo creo que deberías poner un poco de orden.

 

La voz de Takaki había sonado en susurros antes de que Yabu bufara y luego de pensarlo unos segundos suspirara, con una pequeña sonrisa en los labios —¿Me das un chocolate?— Esta vez Yuya, aunque con frustración terminó por bufar y extender una pequeña barra al más alto quien finalmente sonrió y se levantó del sillón.

 

—¡Oigan ya basta! ¡Y ya cálmate Daiki!

 

La impresión del grito del líder duró poco, antes de que pudieran darse cuenta, Yuto seguía soltando provocaciones a Arioka que continuaba empeñoso en golpearlo y Daiki en detenerlo.

 

—Bueno, lo intenté.

 

Yabu alzó sus hombros, volviéndose a sentar en el sillón ante la estupefacta mirada de Yuya.

 

—¿Qué está pasando aquí?

 

Finalmente la voz de Ryutaro se dejó escuchar. Impasible mientras se abría paso entre todos y el escándalo que se había formado, Hikaru llegó tras de él, con la preocupación marcada en su rostro –Ves a lo que me refiero, están raros.

 

Morimoto bufó –Déjame ver ese libro.

 

Y extrañamente luego de la llegada de Ryutaro, todos parecieron calmarse un poco.

 

 

 

 

—No entiendo esta porquería— Ryutaro frunció el ceño, botando el libro a un lado mientras veía a sus amigos hacer cualquier cosa que Hikaru o Ryosuke los ponían a hacer para que se mantuvieran entretenidos –Ni siquiera entiendo el latín.

 

—Hikaru puede hacerlo— Hablo de repente Yamada –Aunque ni el mismo sabe cómo.

—¿Un efecto del libro?

—Posiblemente.

 

Morimoto arrugó el entrecejo, cruzado de brazos mientras jugaba con sus labios un rato y trataba de suponer lo que esas imágenes en el libro le mostraban, había una historia un poco complicada tras todo eso, y por más ilógico que fuera al parecer sus amigos no estaban siendo ellos mismos.

 

—¿Es magia o algo así?— Hikaru finalmente se paró frente a él, cansado y un poco más calmado –Porque no entiendo lo que está pasando en verdad, nos cancelaron la sesión de fotos de hoy y mañana hay que hacerla sí o sí. Pero si ellos continúan así…— Yaotome extendió su mano hasta el lugar donde se encontraban sus amigos –Dudo que podamos hacer algo.

 

—Hikaru…

 

La voz de Keito sonó de repente cerca del oído de Yaotome, la quijada de Okamoto posada en los hombros del otro, quien solamente lo estar mientras hablaba con Ryutaro.

 

—Ahora no, Keito. Necesito hablar con Ryutaro.

—Pero de pronto si estoy dispuesto a pasar ese tiempo que me pediste a solas hace una semana.

 

Los ojos de Hikaru se abrieron de par en par mientras Keito colaba su mano dentro de la camisa y sus propias mejillas se sonrojaban tan furiosamente que incluso sintió la vergüenza tatuada en su frente, Ryutaro sin embargo solo lo miró con una ceja en alta y Yaotome rió nervioso.

 

—No le hagas caso— Y rascó su nuca –Nosotros no…

—¿Cuál es el problema?— Bufó Keito de repente –Ryutaro no es un niño, no creo que le sorprenda saber que tenemos saliendo casi seis meses.

 

—¡¿Ustedes qué?!

 

El grito general del grupo hizo a Hikaru enrojecer de pies a cabeza si eso era posible. De repente tuvo al resto de miembros a su alrededor mientras Keito en verdad parecía entretenido con seguir paseando su mano por toda la extensión del pecho de Yaotome.

 

—Eso no les importa— Susurró bajito antes de que Yamada lo mirara asombrado y Morimoto negara sutilmente –Necesitamos solucionar esto, eso es lo importante ahora.

—¿Tienen una relación de verdad?

 

La voz de Daiki se levantó dispuesta a disipar las dudas y cuando Keito asintió sonriente, abrazando todavía más si podía a Keito, este solo suspiró resignado.

 

—En serio, por favor primero solucionemos esto de ustedes actuando tan raro.

 

Y lo carcomía la incomodidad de sentir todas esas miradas repentinas mientras Morimoto parecía haberse distraído leyendo el libro de nuevo. Encontrando una hoja que pareció mirar con más atención que las otras.

 

—Lujuria…— Susurró de repente, mirando fijamente a Keito –Tú eres la lujuria ¿no?— Pero Okamoto solo sonrió deliberadamente, ciñendo sus brazos a la cintura de Hikaru.

—¿De qué estás hablando?— Preguntó Yamada.

 

—Creo que sé por qué actúan extraño, están reaccionando de acuerdo a cada uno de los pecados, como si de repente hubieran reencarnado en ellos. Se supone que Hikaru es el protector, el que posee el libro. Todo cuadra, miren…

 

El libro se alzó, la imagen de un sujeto sentado en un pequeño sillón con el libro entre las manos y otro de cabello corto abrazándolo por la espalda fue lo primero que capturaron sus ojos antes de que Yamada pudiera acotar algo, Inoo bufó.

 

—Eso es ridículo. Yo sigo siendo el mismo.

—No es asi.

 

—Esperen…— Ryutaro volvió a hablar mordiendo su labio inferior y jalando a Hikaru del brazo haciendo que Keito rodara los ojos ante el brusco movimiento y la separación –Lee esto.

—El rey ordena, el rey decreta, que mientras él lo disponga, los pecados no podrán apoderarse de nadie.

 

Fue automático, de repente los siete muchachos se habían parado frente a Ryutaro quien retrocedió sorprendido, una pequeña venia y un unísono –Como usted mande— Se dejó escuchar antes de que los siete se desestabilizaran y parecieran perder el equilibrio.

 

—Oye, cuidado.

—Me estás pisando el pie Yabu.

—¡Auch!

 

De pronto se había armado un alboroto usual, de esos que ellos conocían mientras Hikaru miraba el libro asustado sin entender lo que sucedía –Eso quiere decir ¿Qué yo soy el guardián?— preguntó Yamada.

—Eso parece.

 

—¿Ryutaro?— Finalmente la voz de Yabu se dejó escuchar, con su tono suave y ameno de siempre —¿Cuándo llegaste? ¿Cuándo llegamos hasta aquí?

—No importa— Sonrió el menor, acercándose al líder como si nada hubiera pasado –Todo está bien.

 

No importaba la manera en que empezaban a separarse, Yamada de pronto notó que Hikaru seguía frunciendo el ceño y veía la hoja del libro —¿Qué sucede?

—Esto no es todo— Musito bajito –Aún sigo entendiendo el libro, puedo leerlo todavía.

 

—¿Quieres decir que pueden volver a estar así de locos?

—Es Ryutaro.

 

—¿Cómo?

—Ryutaro es el único que los calma, debemos mantenerlo cerca.

 

Sonaba riesgoso, como si de pronto Morimoto hubiera centrado su atención solo en Kota y nada más le importara. Chinen se quejaba de un dolor de cabeza y Yuto de un golpe en la mejilla, era extraño. Hikaru lo sabía todo esto no había terminado, no así de fácil.

 

—Oye Hikaru ¿en verdad estás saliendo con Keito?

 

En el sonrojo acudió de nuevo a las mejillas de Yaotome y gritó como si no le importara.

 

—¡Cállate Yamada!

 

..:: Fin Capitulo Dos ::..

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Nirvana: episodio 5


 

Nirvana

Mimesis

Episodio 5

 

 

 

 

—¿Puedo?

 

Kibum levantó su mano, entre sus dedos el pequeño cigarrillo que era lo único que lo mantenía con cordura esas noches que se hacían largas y lo hacían trastabillar en la rutina, como un traspié sobre esa sombra que le pisaba los tobillos.

 

—Adelante.

 

Ni siquiera espero demasiado, en cuanto el hombre hubiera pronunciado esas palabras, asintiendo sutilmente con la cabeza en ese pequeño espacio de memoria condicionada, el vicio de Key era reactivo, uno que no debería tener y aún así poseía.

 

—Nombre.

—Kim Kibum

 

Inhaló el humo con cuidado, su mirada fija puesta en el rostro del hombre frente a él que por un momento pareció mirarlo con curiosidad.

 

—Su rostro se me hace conocido— Y rebuscó entre los papeles que poseía, revisando datos, haciendo que Kibum suspirara cansado –Es integrante de un grupo debutante, con razón su rostro me sonaba.

—Supongo que no querrá un autógrafo.

 

Sonrió ácidamente, como si hubiera tomado el control de la situación de repente y su codo apoyado en la mesa le diera un atisbo de poder tan mínimo que lo glorificaba. Esperó mientras el hombre fruncía el ceño y luego solo suspiró.

 

—¿Cuánto tiempo conoció a Jinki?

 

—El suficiente— Exhaló suavemente, jugando con los rastros de humo que quedaban en la habitación y que no parecían incomodar a su acompañante –Onew vivía con Jonghyun, mucho antes de que mi grupo debutara solía visitar a Jjong ya que éramos bastante cercanos, así que fue inevitable conocerlo.

 

—¿Onew y usted, qué clase de relación tenían?

 

Kibum sonrió –Él me agradaba— Confesó –Aunque era de esos tipos que parecían verlo todo como parte de un gran mundo en las nubes, como el típico muchacho de pueblo que llega a la ciudad con sueños y esperanzas.

—Pero usted también es de un pueblo de Corea.

 

—Así es— Key jugó con el cigarrillo entre sus dedos –Solo que suele disgustarme la gente que se niega a la realidad, y vive de sueños estúpidos que jamás van a cumplírseles por que no tienen ni idea de cómo es el mundo, ni que para lograr lo que quieren, hay que sacrificar más de lo que se gana.

 

—¿Onew entonces no congeniaba con usted?

 

—Todo lo contrario—  Apagó el cigarrillo con cuidado, respirando hondo y sintiendo un cosquilleo extraño en la garganta, probablemente producto de esa gripe que lo acompañaba desde hace días –Onew solamente  da la primera impresión de ser un soñador empedernido, descubrirlo en realidad es toda una aventura.

 

 

 

 

—Sonríe— Fue como una orden diferente a las escuchadas anteriormente mientras el hombre le entregaba el uniforme y Jinki le seguía los pasos presto y atento a todo lo que el hombre le indicaba mientras se movía de un lado a otro –El cliente siempre debe recibir una sonrisa de nosotros.

 

Su mundo se había basado en aquello toda la vida. Sonreía con una inercia que era casi hasta maravillosa sino fuera por el hecho de que en el fondo Jinki sabía que todo era bajo un mismo cause que se le escurría entre los dedos y lo hacía sentir utilizado.

 

—Y nunca olvides decir el lema de la pizzería.

 

Era común ver gente con trabajos como este, era común que su poco talento para conducir lo demorara en los primeros días y que conociendo tan poco Seúl, incluso se perdiera, sino fuera por Jonghyun quien se había prestado a darle unas intensivas clases sobre las calles de la dichosa ciudad.

 

Pero tenía un talento, uno innato que no podía ser copiado, mientras lucía apenas y estiraba las cajas de pizza con una sonrisa resplandeciente en el rostro y el enojo de las personas parecía desaparecer lentamente y luego simplemente lo dejaban pasar. Aunque no siempre funcionara y más de una vez se llevara un par de quejas y malas caras.

 

Entonces descubrió, que su sonrisa no era efectiva con todo el mundo.

 

—Lleva esto a la Universidad que está en el norte, en la Facultad de Economía, te esperan en la entrada.

—Enseguida.

 

Las chicas que entregaban las órdenes a los repartidores se habían adaptado a él, solían darle encomiendas cercanas y de lugares accesibles, Jinki sonreía en agradecimiento y de vez en cuando, si el dinero era el suficiente solía invitarlas a comer cualquier cosilla por ahí.

 

Cuando iba a lugares como ese, en aquellas universidades grandes que asemejaban sueños y extravagancias, Jinki pensaba seriamente en estudiar una  carrera, en emprender un futuro con los pies sobre la tierra, ¿pero quien decía que sus sueños no eran reales?

 

El tiempo se acumulaba en el calendario. Sus ojos conocían y leía cada cosa que podía, miraba el reflejo de su imagen en el espejo mientras su cabello crecía como nunca antes lo dejó crecer. Antes, cuando usualmente lo llevaba corto, en Seúl parecía ser algo tan común entre los personajes frente a las cámaras que el cabello se llevara de esa forma que cuando conducía y el casco salía de su cabeza, solo podía enfadarse con repentino énfasis que le había tomado a un simple peinado.

 

Solía caminar por las calles de Seúl buscando algo que lo alejara de esos momentos en los que se sentía estancados, como si llegar a Seúl no bastara.

 

—Buenas tardes— Saludó cordial, frente aquel hombre de estatura baja y mirada severa –Vengo a entregar este pedido, ¿se encuentra el señor Cho Kyuhyun por aquí?

—¿Cho Kyuhyun?

 

El hombre pareció confundido, habló por un momento a través de su intercomunicador y luego de un rato lo miró con duda.

 

—¿Está seguro que es para un estudiante de esta facultad?

—¿Es la facultad de Economía, no?— Inmediatamente Jinki sacó un pequeño papel y corroboró la información –Es aquí donde me pidieron que viniera a entregarla.

 

—Señor— Kyuhyun bajó las escaleras rápidamente, con su mano en alto para llamar la atención del hombre que llevaba sobre las manos las cajas de pizza –Lo siento, me distraje y olvide que estaba por llegar— Sonrió apenado –Lamente la confusión— Dijo mirando ahora al guardia –No soy de esta facultad, estamos buscando unos libros en su biblioteca, es por eso que no me reconocen.

 

Rascó un poco su nuca. Y luego sacó su billetera, extendiendo los billetes hacia el repartidor.

 

—Tenga, muchas gracias.

—De nada, que tenga un buen día.

 

Kyuhyun sonrió poco, tomando las cajas de pizza entre sus manos mientras veía al hombre guardar el dinero cuidadosamente, con la cabeza baja,  concentrado en buscar la factura que tenía que entregar. Observó a Minho pasar detrás de él sin notar que la pizza había llegado, concentrado en las copias que había sacado hace un instante. Su mirada lo siguió hasta que hubiera entrado en la puerta a unos pasos de él.

 

—Tenga muchas gracias.

 

Regresó su mirada al repartidor, a ese muchacho que ahora le sonreía y que de pronto tenía la sonrisa más estupenda que sus ojos hubieran visto. Asintió casi por inercia, mientras recibía la pequeña factura y él le sonreía un poco más. Finalmente, el hombre se colocó el casco y se volvió a ir. Dejando a Kyuhyun con esa agradable sensación en el día.

 

Visualizó entre sus manos la factura, el nombre de la mujer que había atendido su pedido, y un poco más abajo, casi al final de la factura, en letras pequeñas el nombre del repartidor que le había regalado esa sonrisa. Lee Jinki, motorizado número 4.

 

 

 

 

—¿Y a ti que te sucede?

 

Minho sonrió divertido, como si el rostro de Kyuhyun de pronto le asomara divertido.

 

—Nada…— Sacudió un poco su cabeza –Tonterías mías— Kyuhyun depositó las cajas sobre la pequeña mesa y la mayoría de sus compañeros que se encontraban ahí se dedicó a devorar la pizza que había llegado mientras Kyuhyun observaba concentrado la factura entre sus manos —…Un hombre no debería tener esa clase de sonrisas.

 

—¿Qué hablas?

 

Minho se había acercado y casi por instinto, se había alejado.

 

—¿Qué sucede contigo?— Le reprochó Minho de inmediato —¿Tanto te dolió pagar las pizzas?

—No es eso— Se defendió, con el ceño fruncido y guardando la factura –Solo estoy pensando en los exámenes que están cerca.

 

Minho lo miró con duda, como si de pronto sus palabras no calaran y él tuviera que morderse la lengua si es que su amigo no deseaba hablar. Tomó un pedazo de pizza y suspiró. Kyuhyun en ocasiones podía resultar verdaderamente extraño.

 

 

 

 

—Hasta ahora no conozco a tu compañero de departamento.

 

Kibum jugó con su te entre las manos, ojeando la revista que Jonghyun le había prestado mientras el mayor se dedicaba a cocinar algo que empezaba a llenar con su aroma la pequeña estancia en la cocina.

 

—Trabaja mucho, es por eso que casi no nos cruzamos.

—¿Y cómo es?

 

Repentinamente Key parecía interesado.

 

—Normal…— Comentó Jonghyun, dejando las ollas tapadas y sentándose frente al muchacho de cabellos cortos –Aunque no he tenido la oportunidad de hablar demasiado con él.  Pero es amable, educado y le gusta ayudar aunque llegue cansado de trabajar. Y me dieron buenas referencias de él, así que estoy a gusto.

 

—Es extraño— Murmuró –Tienes viviendo casi un mes con él, y hasta ahora lo he podido ver.

—Hoy quizás puedas— Jonghyun pareció jugar con una servilleta sobre la mesa –Me comentó que saldría temprano, pero seguramente llegue muy cansado. Ayer trabajo hasta tarde y hoy salió muy temprano.

 

—Ya llegué.

 

La voz del muchacho hizo a Kibum mirar de soslayo a la entrada, con toda la prudencia que podía mientras lo escuchaba descalzarse en la entrada hasta que finalmente avanzó hasta la cocina y pudo divisarlo, con su cabello un poco largo y alborotado, delgado y ojos pequeños.

 

—Buenas noches Jonghyun.

—Hola Onew ¿qué tal el día?

 

—Sumamente pesado— De pronto Onew pareció determinarlo en la mesa –Oh, hola— Y sonrió, a pesar del cansancio que Kibum pudo leer en su rostro y la manera en que asentía con cuidado –Mucho gusto soy Lee Jinki, pero la mayoría me dice Onew.

 

—Kim Kibum.

 

Fue seco, como un golpe leve mientras sus manos se encontraban y Jinki aún sonreía, tan desprovisto de fuerza como el carisma que de pronto lo rodeaba. Como si tuviera una voz que se impregnaba en la mente a fuerza contraria.

 

—Iré a descansar, mañana también tengo que madrugar.

 

Jonghyun asintió un poco —¿Te guardo la comida?— Instintivamente Onew se detuvo, levantando un poco el puño con el pulgar en alto y luego entrando a su habitación en el más absoluto de los silencios.

 

—¿Come en la madrugada?

—Si— Jonghyun volvió a levantarse para vigilar la comida –Llega tan cansado que ni ánimos tiene de cenar, luego de dormir un poco se le despierta el apetito.

 

—Eso no es bueno para su salud— Comentó débilmente, sin la intención de que su amigo lo escuchara –Y al parecer trabaja demasiado.

 

Pero Kibum no era de preocuparse demasiado.

Mucho menos por alguien que apenas conocía.

 

 

 

 

El único día que Jinki tenía libre lo utilizaba en conocer Seúl, en visitar sus calles y sus centros comerciales, los espacios culturales que se le ofrecían y trataba, como podía en hacerse un espacio por mínimo que este fuera para leer y aprender cosas que le pudieran ser útiles.

 

Aunque todas los casting de los que se enterara fuera para ser cantante, modelo o actor.

Onew ya estaba planteándose en la posibilidad de que para ser presentador, quizá antes debería probar fama en otra parte y tal vez ahí todo sería un poco más fácil. Luego recordaba que su tiempo no era responsable de él y miraba las grandes pantallas donde los personajes salían frente a la cámara y dialogaban y se divertían y vivían todo aquello Jinki tanto añoraba.

 

—Muy bien, ahora acomoden ese cartel por acá.

 

Pudo escuchar la voz de un hombre, la manera en que guindaban el pequeño cartel antes de que la gente que pasaba por ahí se hiciera paso a medio camino, el cartel inmenso que planeaba ocupar metros y metros y de aquel alto edificio parecía anunciar una nueva obra teatro, así que curioso mientras comía el pequeño helado entre sus manos Jinki se sentó a observar el cartel.

 

Las letras resaltaban con cuidado, y la imagen de los personajes tan grandes que podían ser capturados desde cualquier ángulo. Entonces la vio, su cabello largo y lacio como la última vez que la vio, solo que ahora se acentuaba en un castaño oscuro y un flequillo cubría su frente.

 

Tan hermosa, tan fuerte, tan sutil y agradable a la mirada.

Era Victoria, la misma Victoria que le había dado el impulso para estar ahí.

 

Corrió hasta donde estaba el cartel, por que necesitaba asegurarse que era ella, que su sonrisa era la misma y que dos personas no podían parecerse tanto. Pero era ella, con su nombre entre los principales y las fechas de presentación. El teatro cercano a dos cuadras de ese lugar, con los precios tan elevados que Onew tuvo que morder su labio y callar.

 

Por que tenía tanto dinero reunido que bien valía la pena, pero él, ambicioso de repente quiso verla en primera fila, observarla como no había tenido la oportunidad, con esa veta de admiración que sentía al ser ella la portadora de su destino. Por haber sido la que impulso sus pasos hasta Seúl completándole el dinero que le faltaba. Era ella, y Jinki necesitaba verla, así tuviera que trabajar más y más duro.

 

 

 

 

—Tienes un buen rostro. ¿Seguro que no quieres ser modelo?

 

La vida no siempre te otorga las oportunidades que deseas.

Y te aferras a las puertas cerradas, tan férreamente, que a veces olvidas que también hay ventanas.

 

—No, muchas gracias.

 

Jinki se había acostumbrado a que sus pasos lo llevaran por distintos caminos mientras las semanas iban en aumento y la estancia de la obra de Victoria en el teatro se hacía cada vez más corta. Llamaba a Luna cuando podía, y sus ojos se cerraban apenas posaba la cabeza en la almohada, tan cansado, tan exhaustivos los días.

 

Caminó con el frío viento del invierno por las calles, sus manos resguardadas en los bolsillos de su pantalón. Y las esperanzas cada vez más alicaídas cuanto podía. Llegó a su departamento temprano, cerca de las seis de la tarde mientras escuchaba una leve canción desde el interior donde Kibum y Jonghyun seguramente practicaban.

 

—¿Entonces esta es la prueba para mañana?

—Si, mañana escogen a los dos últimos chicos que integraran la banda que va a lanzar la empresa.

 

Incluso la voz de Key sonaba entusiasmada. Él que solía ser menguante con lo que demostraba.

 

—¿Te imaginas que podamos ser nosotros?

—Si, lo sé— Kibum suspiró –Pero no te entusiasmes demasiado, recuerda que tenemos poco tiempo entrenando. Hay otros que llevan años esperando una oportunidad así. Y tienen más experiencia que nosotros.

 

Dio pasos pequeños hasta la entrada, ahí donde Kibum y Jonghyun lucían cansados y extenuados por el ejercicio que llevaban practicando en sus pasos de baile.  La mirada de ambos se poso sobre si, y él apenas sonrió un poco.

 

—¿Todo bien Onew?

 

Jonghyun se acercó un poco y Jinki solo se despojó de su bufanda.

 

—Si, solo estoy cansado.

 

Kibum se movió desde su lugar y suspiró —¿Irás?

—¿Dónde?— Miró curioso a los muchachos y Jonghyun de pronto sonrió.

 

—Mañana en la noche habrá una presentación en la empresa en la que estamos entrenando, y de entre todos escogerán a los dos últimos muchachos para integrar la banda que van a sacar, dicen que ya han escogido a tres, uno es coreano pero vivió en Estados Unidos.

 

Jonghyun pareció entusiasmado tanto que Jinki se sintió plasmado de ellos.

 

—¿Es importante para ustedes?

—¡Por supuesto!

 

Replicaron ambos al unísono.

 

—Entonces iré a verlos, lo prometo.

 

Era algo tan implícito como jugar con niños, Onew sabía muy bien que Jonghyun no se lo pediría y mucho menos lo haría Kibum, pero sabía que con solo mencionarlo, Onew ya tenía un compromiso pactado. Él era, sin darse cuenta, como esa familia que aquellos dos le faltaba.

 

 

 

 

—¿Otra vez a la misma universidad?

—Si. Solo que esta vez en la facultad de Jurisprudencia.

 

Haku era de esas mujeres jóvenes y llenas de vida, quien por alguna razón se había mudado desde Tokio hasta Seúl sin que nadie supiera los causales y la llenara de un misterio que desenvainaba en su día a día mientras hablaba largas horas por celular. Y que no denotaba cada que avisaba de los pedidos que faltaban por entregar.

 

Onew miraba el reloj, cual cita pendiente mientras los minutos pasaban y él recordaba que tenía que ir a ver a Jonghyun a Kibum esa noche durante su presentación. En tanto conducía por las calles todavía iluminadas de la ciudad.

 

—¡Eres un imbécil!— Apenas había llegado a la dichosa facultad cuando las puertas principales fueron abiertas por la esbelta muchacha de cabellos oscuros que salía enfurecida de ahí con sus tacones haciendo ruido al pasar —¡Y quédate con tus estupideces de entradas!

 

La voz de ella resonaba como gritos histéricos mientras Onew se encogía en su lugar y se aferraba a las cajas de pizza que debía entregar mientras el hombre salía apresurado tras ella y a mujer solo sacaba unas entradas de su cartera y las estrellabas contra el pecho del hombre.

 

—Sooji, espera— Jinki se hizo para atrás, viendo a la mujer pasar a su lado, dejando una fragancia de vainilla a su paso mientras su cabello se sacudía en el viento –No exageres las cosas— Entonces él también paso a su lado y Onew lo reconoció de inmediato, aseverando sus dudas cuando el muchacho incluso se detuvo junto a él.

 

—Kangta…

 

Jinki susurró su nombre como si no pudiera creerlo de repente aunque Kangta lucía más bien confundido, luego todo volvió a tomar sentido, la mujer se alejaba indignada y Jinki pudo notar que el hombre quería decirle algo, pero al final no pudo, solo lo observó ir corriendo tras la bella muchacha que ya empezaba a abrir la puerta de su auto y rechazaba el contacto del mayor.

 

—Lamento el espectáculo— Esta vez fue distinto, Jinki no lo sospechaba, pero algo internamente le impedía mostrarse sorprendido, las puertas fueron abiertas otra vez por el muchacho de cabellos cortos que rebuscaba dinero en su billetera –Pero mi primo y su futura ex novia son…

 

Los ojos grandes de Minho estuvieron sobre su rostro, prestos a mostrar más cosas de las que deberían, paralizado con los billetes contados entre sus manos y sus labios pronunciando el único nombre que secretamente había anhelado desde hace meses.

 

—…Onew.

 

 

 

 

Kibum de pronto sonrió, con un suspiro intercalado que tuvo tintes de adoración.

 

—Jinki no era bueno cumpliendo promesas—  Y jugó con el cigarrillo entre sus manos –Aunque a diferencia de mi, él en ocasiones tenía buenas excusas.

—¿En algún momento hubo inconveniente entre ustedes?

 

—Hubieron y muchos— Rió Key, como si de repente eso le resultara casi un deseo perdido entre los recuerdos que se aventuraba a despertar –Pero él nunca se quejó. Él nunca se quejaba.

 

El hombre frente a Kibum escribía, desenvainaba su bolígrafo y anotaba cosas que ni siquiera lograban despertar la curiosidad en Kim mientras él solo dejaba entrar la nicotina en su cuerpo y la exhalaba como si quisiera expulsar todos los males.

 

—¿Cuántos sueños pueden romperse antes de que al menos uno de ellos se cumpla?

 

Fue un impulso de la consciencia, atacando sus labios mientras el hombre delante de él escribía.

 

—¿Disculpe?

—Lo siento— Susurró con cuidado, apagando finalmente el cigarrillo —Onew solía decir eso…— Y su boca jugó un momento con el portador de sus sueños —…Por un instante pensé en él.

 

 

 

Fin Episodio Cinco

 

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La sonrisa de Apolo: capitulo tres


La Sonrisa de Apolo

Fantasías de un deseo comprometido

 (A medida que lo descubro, mis sonrisas son infinitas)

 

 

Había empezado con un simple roce de su piel.

 

Una mañana cualquiera cuando Onew atiborraba su atención en un libro que Joon le había prestado, un libro sencillo, de pocas páginas y trama sencilla, mientras sus ojos viajaban de un lado a otro y una sonrisa se dibujaba en su rostro. En tanto el olor del te lo rodeaba y lo hacia sentir tan confortable que podía definir ese momento como simplemente pacífico.

 

—Onew…

 

Su voz llegó sin sorprenderlo, el eco de sus pasos se habían escuchado desde lejos, pero Minho se sentó a su lado y sonrió, estuvo tan cerca, que casi por instinto escondió un poco su mano cuando la de Minho tocó la suya y luego también sonrió.

 

—Lo siento, me sorprendiste.

—No te preocupes— Sonrió Minho y descubrió que el menor sonreía mucho últimamente –Te quería pedir algo.

 

—Claro, dime.

 

Y era su deber, como buen líder, el ayudar a sus amigos cuando lo necesitaran.

Aunque no siempre lo necesitaran como a él le gustaría.

 

—Verás hyung, estoy pensando en declarármele a alguien, y quisiera que me ayudaras.

—¿Es en serio? — Repentinamente Jinki se sintió incómodo —¿Desde cuando tú necesitas que alguien te ayude con eso?

 

Era una debilidad extraña e impredecible.

Minho siempre era tan conquistador y lleno de las palabras adecuadas, que de pronto Onew se sentía inexperto, incapaz de decir algo nuevo que al menor sorprendiera.

 

—Si, bueno. Más bien quiero que me acompañes y me des tu opinión sobre lo que pretendo hacer.

—Es incómodo— Aclaró antes de que Minho continuara –Pero supongo que si viniste a mi es por que en verdad necesitas ayuda.

 

Minho sonrió, tan ampliamente que pudo visualizar sus dientes blancos y rectos. Su expresión repleta de entusiasmo y satisfacción mientras asentía y lo miraba, francamente Onew no tenía ganas de aprenderse el nombre de la nueva conquista de Minho, por que a veces eso cansaba y fingir que no le importaba costaba bastante como para ocupar su mente en más cosas que echar sus sentimientos a un mar de causas perdidas.

 

 

—Entonces iniciaré con una cena— Onew se acomodó un poco mejor en la silla, mirando la gente pasar fuera del enorme cristal mientras Minho, vestido con sus mejores prendas platicaba lo más relajado que podía, con sus ojos brillantes y esa carisma despierto de repente —¿Te gusta este lugar?

 

—Claro— Aseguró sin pensarlo, sin detenerse a pensar si mentía o decía la verdad –Es un bello lugar.

—Me alegra. Sabía que sería una buena elección.

 

Minho cortaba la carne en su plato y Onew permanecía más bien distraído. Minho tenía una perspectiva del amor tan abstracta que cuando alzaba la mirada se creía repentinamente enamorado, de nuevo, y Jinki en cambio era un hombre de convicciones de ese amor que se descubre con el conocimiento y la aceptación, la unión. Con esa madurez tan palpable que era incluso hasta hermoso.

 

Minho era tan visual y él en cambio tan auditivo.

 

Minho se enamoraba con la mirada, con el rostro bonito y la figura perfecta.

Onew en cambio se enamoraba con las palabras, creía en las promesas de amor y se equivocaba.

 

Ambos tan parecidos y tan distantes que Onew hace mucho que había dejado de pensar en que buscar a la persona indicada dependía de él, no tenía el tiempo ni la fortuna. Tan solitario como Minho, que vivía de ser en ser buscando algo que al final lo dejaba más vacío. Onew en cambio permanecía solo, sin acceder a una persona que al menos le regalara esa pizca de esperanza que hace mucho había perdido.

 

Tan ocupado, tan estresado… Tan cansado.

 

—¿Te gusta la comida?

 

La verdad no la había probado, no tenía como mentir.

 

—Si— Y metió un pedazo de la comida en su boca —Está deliciosa.

 

Su voz salió precaria y confusa, Minho entonces rió, divertido, como si de repente disfrutara de esta muestra gratis de amor barato que él nunca presenciaría. Por que Minho era visual, y a él lo había mirado hace mucho tiempo, y el amor hasta ahora, jamás había florecido.

 

 

 

 

—A la gente le gusta el romanticismo de los doramas.

 

Onew giró divertido —¿De qué hablas?

 

Sus pasos tranquilos por esa zona alejada donde las personas rara vez transitaban y podían cuando menos deambular tranquilos, entre las calles bajas y ese abrigo negro que particularmente a Jinki tanto le gustaba, como le gustaba la manera juguetona en la que Minho caminaba, tratando de no pisar las rayas en el suelo y saltando de vez en cuando, como si se tratara de un niño pequeño.

 

—Hablo de lo que sucede en los doramas, de ese ambiente romántico e impredecible— Onew rió suavemente, Minho se estaba esforzando tanto que era incluso hasta enternecedor, que se sintió dichoso por esa otra persona por la cual Minho había preparado tanto, aunque justo ahora estuviera oscuro y empezara a lloviznar como si le dijera a gritos que ese momento no le pertenecía –Tomaría su mano y correríamos juntos.

 

Las manos de Minho siempre habían sido grandes, cubrían el frío de las suyas con esa calidez repentina y ese tacto suave que Onew nunca había pensado que tenía, con la firmeza de la fuerza en sus brazos y ese impulso extraño que lo hizo sonreír y seguirle el paso a Minho cuando empezó a correr por las calles mientras la lluvia se intensificaba y Onew se mentía creyendo que esto era para él.

 

Si pasó corriendo por horas nunca se dio cuenta.

Minho apretó tan fuerte su mano mientras corrían y la lluvia se deslizaba por su frente que Onew solo corrió hasta que se encontraron bajo ese pequeño puente, tan pequeño y húmedo que cuando Onew se detuvo el halo de sus labios lo sorprendió mientras miraba hacía las calles.

 

—Supongo que aquí se acaba el romanticismo— Comentó gracioso, tratando de quitar un poco el agua que mojaba su abrigo mientras el cabello mojado se pegaba a su rostro –Este lugar es horrible.

 

Minho lo miró fijamente, de pronto tan serio que Jinki se lamentó por no haber tenido un poco más de tacto. Por no haber hecho notar de mejor forma que solo bromeaba. Pero Choi se acercó, con esa presencia imponente y sus pasos decididos, con esos ojos grandes y ese rostro fino y masculino.

 

—Entonces tomaría su rostro— Las manos cálidas de Minho lo distrajeron –Y haría que todo eso cambiara.

—Minho…

 

Sonó preocupado, incluso asustado.

 

—Le diría que más allá del lugar, sus ojos son mi hábitat.

—Eso es muy cursi— Rió un poco, pero Minho se acercaba y todavía tocaba su rostro –Oye, Minho…

 

—Le diría que se callara— Habló otra vez –Por que sus constantes palabras me hacen temer una negativa.

 

Oh, maldición…

Onew es auditivo, y se enamora de las palabras.

De esas palabras que el menor había estado pronunciando en todo el día, y que él, por escuchar las propias había dejado pasar desapercibidas.

 

Cede mientras el menor se acerca y sus labios tiritones lo reciben, cuando el halo de sus bocas combina y Jinki se pregunta cuantas veces tuvo Minho que mirarlo para darse cuenta, y es que él es tan auditivo que se enamoro de su voz, de sus chistes sin gracia, de sus palabras. Minho es tan visual que seguramente se percató de su sonrisa, de sus ojos.

 

Y siente, que de un modo u otro. Les faltan tantos sentidos por descubrir.

 

 

 

 

Esa tarde, tantas semanas atrás, habían llegado tarde, muy tarde.

 

Kibum daba vueltas de un lado a otro en la sala de estar y fruncía el ceño, movía sus manos mientras miraba el celular cada tanto y Taemin en uno de los sillones mordía su labio inferior, pegado a la televisión esperando enterarse de algo. Pero Jonghyun era diferente, él tenía la confianza ciega, de que si algo malo pasaba, se enterarían de inmediato.

 

Por eso cuando la puerta se había abierto Onew retrocedió asustado.

 

—¡¿Dónde han estado?!

 

Key lo miró directamente, con su cuerpo delgado caminando hacía él y su mirada retadora lo suficientemente firme como para que Jinki no mintiera.

 

—Solo salimos un rato— Habló Minho, tan tranquilo y sonriente que Key tuvo que calmarse un poco –Te escribí para decirte que saldríamos.

—Pero es muy tarde— Kibum no parecía dispuesto a perder en el hecho de que en verdad habían sido demasiadas horas –Y vienen todos mojados ¿qué pasa si se resfrían y luego tienen problemas con alguna presentación?

 

—Ya están aquí— Intervino Jonghyun mientras Onew se mantenía callado todavía –Déjalos en paz.

 

Era una tontería, una simple tontería que había mantenido a Jinki tan sorprendido que había preferido callar y mirar de un lado a otro, la razón por la que Kibum todavía lo miraba y parecía cada tanto más molesto.

 

—Hagan lo que se les de la gana— Rezongó Key –No sé ni por qué me preocupo.

 

Y luego se había encerrado en su habitación, dejándolo a Onew todavía un poco más confundido.

 

 

 

 

—¿Qué haces?

 

Onew pudo haber reído cuando Minho se movió a un lado suyo, bajo las sábanas de su cama compartida ante el desconocimiento de sus compañeros. La manera en que había juntado las manos al nivel de su barbilla y se movía de un lado a otro, abriendo mucho los ojos y parpadeando como podía solo para verse más lindo.

 

—Bueno, siempre dijiste que querías una novia con ageyo.

—Tú no eres una chica, Minho.

—Pero soy muy bueno con el ageyo.

 

Choi volvió a moverse un poco, esta vez con un puchero en los labios mientras Onew lo abrazaba y lo encerraba entre sus brazos con esa risa que últimamente se le había hecho costumbre. Eran apenas semanas, tan poco tiempo desde ese primer beso que iban en aumento mientras nadie los veía.

 

—¿Me traes un poco de yogurt? — Susurró Minho muy cerca de sus labios y Onew supo que no le quedaba de otra más que rendirse –En un rato tengo que salir a correr con Taemin y muero sino tomo algo antes de salir.

—Eres muy manipulador.

—Soy demasiado lindo, es distinto.

 

A Jinki se le ocurrieron tan buenas respuestas que decir eso que las prefirió callar mientras se levantaba de la cama y tarareaba un poco esa canción tonta que Minho lo había hecho escuchar hace unos días. Bendita canción que era una indirecta, bastante directa a sus compañeros. Solo los dos la tarareaban, solo los dos sonreían, solo los dos parecían dos idiotas enamorados.

 

—¡Auch!

 

El cuerpo delgado de Taemin chocó contra el suyo, nada más salir del cuarto y que el muchacho mientras corría de un lado a otro lo impactara.

 

—Lo siento, hyung. Iba corriendo y no me fije.

 

Sonaba arrepentido y él estaba de tan buen humor, que incluso de haber estado sin ánimos, igual no le hubiera importado. Sonrió, por que hoy estaba demasiado feliz y Minho esperaba por él todavía.

 

—Está bien Taemin. No es como si pesaras demasiado tampoco.

 

Escuchó la risa despreocupada de Taemin mientras volvía a ingresar en su habitación y sus pasos se dirigieron tranquilos a la cocina a ese lugar donde la espalda de Kibum pudo divisarla incluso desde lejos. Aunque últimamente lo tratara de una forma tan extraña, que el mismo se asustaba.

 

—Hola Key.

—Hola.

 

Seco, igual que los últimos días.

A veces pensaba, que Kibum había empezado a odiarlo y él no era capaz de adivinar desde cuando.

 

 

 

 

 

Onew tenia un temperamento especial, le gustaba disfrutar de las cosas buenas de la vida, y no importaba lo sencillas o complejas que podían ser. No le gustaban las cosas difíciles pero eso era su excepción y todo lo solucionaba con una sonrisa, pero podía dejar todo eso de lado si alguien simplemente se lo pidiera. Tan entregado, tan confuso y complicado al mismo tiempo.

 

Lejos de los ojos que lo captan de vez en cuando y que piensan que no puede haber nada oculto tras esos ojos vivos y sinceros. Que lo ven como un mundo sencillo y lleno de amparo, como si las personas no cambiaran, como sino pudieran tener más de una características, como si el ser entero de Jinki no pugnara por un grito a la mitad de un eco en el vacío.

 

—Es tarde.

—No mucho.

 

Las puertas del ascensor todavía no se abrían cuando Minho unió sus manos, como la más simple de las caricias, como si de pronto no le importara que nadie más los viera y él entonces sonrió. Lo suyo era una convivencia condicionada, a la cámara, a la prensa, a lo que diría la gente, pero a veces era bueno fingir que nada de eso les afectaba. Entonces Onew sonreía, por que era lo único que podía hacer, lo único que había aprendido a hacer cuando ni sus palabras ni sus acciones pueden solucionar la tormenta.

 

Y se había acostumbrado tanto, que ahora era más bien un privilegio.

Minho tenía el privilegio de sus labios.

 

—Deja de pensar— Minho de pronto se acercó y lo besó –Por que sé que no estás pensando en mí.

Idiota Sonrió Onew –A veces de verdad…

 

Prefirió dejar inconclusas sus palabras, que se perdieran en algo que ya no importaba mientras caminaban fuera y los pasillos de aquel piso los recibía, Jinki se soltó de la presión de sus manos juntas mientras la mirada de Minho lo atravesaba directamente.

 

—Si entramos— Empezó el menor –No podré besarte, por que los demás están ahí ¿verdad?

 

Onew levantó la cabeza, con las llaves entre sus manos y antes de que pudiera responder, esa mano tomó su brazo y lo hizo correr, hasta la puerta en las escaleras de emergencia. En ese lugar pequeño y ajustado, con la luz suficiente como para ver su rostro y que la sonrisa de Minho lo iluminara todo.

 

¿Cómo podía…?

 

Esas manos tomaron su rostro y sus labios lo besaron.

 

¿Cómo podía hacerlo sentir tan malditamente bien solo con un beso?

 

Temía por esas ranuras de su consciencia, esas que le pedían que no confiara tan ciegamente en un amor repentino que había golpeado en su puerta, que tenía la oportunidad de ser el adulto, el mayor que fuera consciente sin ilusiones ni demasiadas esperanzas, y no es cómo  si Onew no supiera lo que les esperaba fuera de esas cuatro paredes.

 

Pero era tan fácil perderse. Creerse fuerte y continuar junto a él.

Como si jamás pudiera hacerle daño y sus manos no lo buscaran. Como si el amor al fin hubiera golpeado a su puerta.

 

Tal vez ni siquiera era Minho, posiblemente Jinki se estaba aferrando al amor.

Necesitaba enamorarse del amor que le era brindado, aunque Minho no se percatara.

 

El sonido de la puerta lo hizo alejarse, con su cabeza girando hacía la derecha y sus ojos sorprendidos en dirección directa hacía allá Creo que alguien abrió la puerta.

 

Los pasos de Minho fueron lentos, seguros aunque no lo pareciera. Onew se quedó un poco atrás, mirando con cuidado, analizando lo que había pasado. Tratando de dejar los miedos de lado. El hecho de que no era Minho, de que Onew hubiera aceptado  a cualquiera que le hubiera jurado amor eterno. De ese sentimiento de traición sin pies ni cabeza.

 

—¿Viste a alguien?

 

Preguntó para sacar las conclusiones erradas de su cabeza.

Tan frágil como sus sentimientos.

 

—Despreocúpate— Fue Minho, con su esplendida mirada de devoción y amor que parecía eterno lo que lo hizo pensar que estaba haciendo lo correcto, que no era el amor sino Minho, Minho y sus promesas de amor que se perdían en su boca y desembocaban en su alma —De seguro fue el viento.

 

Y confió, como confía en las personas.

Ciega y personalmente.

 

 

 

 

—Onew…

 

Las manos de Jonghyun todavía quemaban sobre su piel, sobre su cuello y espalda.

Como hierro sobre el fuego tatuado para siempre en su piel, sus labios atravesados por los contrarios, por ese aroma masculino y definido que solo Jonghyun era capaz de sobrellevar y sin embargo, la voz de Minho tras la puerta lo acosaba, tan preocupado, tan venerante… Tan Minho.

 

Había perdido la esencia de ese amor de repente. Tapaba su boca para no hablar y se negaba a verlo a la cara, pensar en Key y su mirada de decepción taladraba su ser entero. Más que culpa, desesperación. Todo pasando tan rápido que se había perdido por completo, tan confuso, tan complicado… Tan Jinki.

 

—Onew, por favor ¿qué sucede?

 

Volvía a escuchar la puerta y no estaba dispuesto a abrirla. Al menos no hoy.

Sus puños ardían, las ganas por golpear a Jonghyun prosperaban en su ser y la imagen de Key lo destruía cada tanto. Y le preocupaba más que todo que de repente se veía tan solo. Aunque Minho siguiera pronunciando su nombre.

 

 

 

 

¿Importaba si cerraba sus ojos y salía volando de ahí?

 

Si se aferraba a lo efímero de ser, del sueño que lo eleva lejos de la realidad mientras cierra los ojos, lejos de la cama y en el piso frio que le ofrece la noche, mientras Jonghyun seguramente ha dormido fuera y Key aún sigue encerrado en su habitación. En tanto conociendo, como lo conoce, Minho ha dormido en el sillón.

 

Si pudiera haberlo detenido…

Si hubiera tenido el valor. Si no fuera tan despistado.

 

Se arrepiente aunque no fuera su culpa, aunque los gritos en su cabeza le digan que tiene que reaccionar y pedir disculpas, aunque otra parte de su alma le diga que no debe abrir la boca más. Dentro todo es confusión, pronto pierde el sueño, la calma y tranquilidad. Como un invento placebo que lo hizo dormir sin problemas hasta que se percató de que no soñaba más y su cuerpo adolorido del suelo se levantó.

 

Los movimientos de su cuerpo eran pesados, lentos y sin coordinación.

 

—Key…

 

El muchacho acudió a sus pensamientos como única solución, como la paz que solo él podía otorgarle, y abrió la puerta sin cuidado, rascando un poco su nuca mientras el olor a comida se esparcía por todo el lugar, una mímesis aventurera al hogar, un juego sucio para su dolor de cabeza.

 

—Oh, ya despertaste.

 

Kibum estaba ahí, sirviendo un poco de jugo en los cinco vasos sobre la mesa, con una sonrisa en el rostro y una expresión despreocupada que lo hizo temer lo peor. ¿Su mente empezaba a jugar seriamente con él? ¿Seguía hundido en el mundo de los anhelos?

 

—Key.

—Ya le pedí a Taemin que despertara a Minho— Comentó tranquilo –Siéntate a desayunar.

 

—Kibum— Lo agarró del brazo por que sabía que no se detendría —Tenemos que hablar— Y la seriedad se plasmó en su voz, mirando esos ojos firmes y rezagados que ahora parecían advertirle.

—Ahora no es el momento, Jinki.

 

Su voz sonó baja y amenazante, como un estado perpetuo de culpa y resentimiento.

 

—¡Onew!

 

A lo lejos la voz de Minho y sus pasos apresurados lo hicieron soltar a Kibum, pero Choi no lo abrazó, lo recibió con un golpe en el brazo y sus ojos molestos.

 

—¿Por qué te comportaste de esa forma ayer?— Luego sus expresiones se suavizaron –Me asustaste.

—Buenos días hyung— Taemin apareció detrás de Minho, no lo miraba y solo se sentaba en la mesa a desayunar, Taemin andaba raro desde hace un tiempo atrás, de pronto sonreía mucho y ahora sencillamente no lo hacía más.

 

—¿Onew?

 

Minho era visual, sus ojos lo capturaban todo, Onew lo recordó y prefirió sonreír, tomar del brazo al menor y sentarse junto a él en el pequeño espacio que ocupaban en la cocina por donde Kibum circulaba de un lado a otro en el lugar.

 

—Aquí están sus platos.

 

El olor de la comida fue agradable, como si su estómago despertara y de pronto recordara que se debía alimentar.

 

—¡Hey, Key! — Minho gritó indignado y Onew recién le volvió a prestar atención —¿Por qué Onew tiene más comida en su plato que yo? ¿No ves que soy yo quien va a salir a correr?

 

Contrario a lo que Onew pudo prever, de repente los brazos de Kibum lo rodearon desde atrás, con esos brazos delgados rodeando su cuello y su voz sonando demasiado cerca del oído —Es que el líder es mi favorito, Minho. Así que hoy me dio por consentirlo a él— Onew quiso sonreír, comentar algo mientras la mirada extraña de Taemin lo perturbaba y Minho sonreía incómodo, como si se mordiera la lengua antes de hablar.

 

El gesto de Kibum era extraño e inadecuado.

Por que debería estar odiándolo y a cambio de eso lo complacía.

 

—¿Y Jonghyun no va a comer? — La voz repentinamente fría de Taemin logró devolverles la respiración.

—No— Admitió Kibum —Está con demasiada resaca hoy. Más tarde le llevo su desayuno, mientras comamos como una gran familia feliz.

 

Key se sentó otra vez, con esa sonrisa que no parecía querer desaparecer mientras los cuatros emitían sonidos ligeros de sus cubiertos al chocar, del vaso siendo posado en su lugar, de esas miradas que viajaban de ser en ser. Como si de pronto compartieran la mesa cuatro personas distintas.

 

Y Onew solo pensara que en contraste con el tacto de Minho, las manos de Kibum eran muy frías.

Delicadas y frías como el hielo, que es capaz de cortarte sin que puedas darte cuenta. Que como el cristal más bello, puede engañar mortalmente a cualquier ingenuo.

 

—Onew, ¿me pasas el azúcar?

 

Key lo miró, con esa sonrisa tan natural y tan indecisa. Que mecánicamente Onew movió su mano y dispuso del azúcar en el lugar que Kibum requería.

 

Onew…

De pronto su nombre en los labios de Key sonaba como un eco mortífero y cancerígeno.

 

 

Fin de la Tercera Parte

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Memorias prohibidas: capitulo 9


 

Memorias Prohibidas

 

Capítulo 9: Paso la noche contando estrellas.

 

 

—Recuerda Changmin…

 

Se obligó una vez más, igual que las veces pasadas mientras sus ojos se posaban en el reflejo que le regalaba el espejo. Miraba su rostro, sus ojos, sus pestañas, trataba que la vida le regalara la bendición de un recuerdo, de uno mínimo que le permitiera anclarse a un lugar que todavía no le pertenecía.

 

—Por favor recuerda…

 

Pero igual que cada noche sus suplicas no era escuchadas, y sus ojos se batían entre el desprestigio de ese cerebro suyo, de esos recuerdos que no se anclaban de ningún otro y lo dejaban incluso peor que antes.

 

Cada noche, Changmin se miraba en el espejo, intentando recordar, viendo su rostro, practicando expresiones, que esas voces en su cabeza fueran más que simple justificaciones a pesadillas que no terminaban de posarse correctamente en él.

 

Pero entonces las direcciones se perdían y la desesperación llegaba como cuando se sentía vacío y el eco de una voz llamándolo era lo único que podía procesar en su mente, no había más, solo oscuridad y soledad a pesar de que Minho hacía de todo para mantenerlo al menos estable.

 

Minho era demasiado bueno con él.

 

Sabía que no merecía ni un poco de esa pleitesía que tan agradablemente le era entregada, no cuando su estómago se comprimía cada vez que lo veía y solo podía pensar en lo mucho que necesitaba sentir ese calor humano, que el vacío se esfumara y entonces armara un castillo de pretensiones donde al menos, estar solo no fuera una opción para él.

 

Pero estaba Yoochun… Ese nombre que lo atormentaba y que lo hacía detenerse cuando los ojos de Choi se cruzaban con los suyos y lo miraban esperando algo que él no podía sencillamente ofrecer. Sabía que la libertad no jugaba de su lado, pero si la vida le había dado la espalda, entonces él no podía jugar de su lado tampoco.

 

Tenía horas sin dormir, mirándose en el espejo mientras el sol aparecía y la mañana se anclaba molesta por la ventana de su habitación, Changmin sabía que Minho dormía, que había ido a la dichosa fiesta y seguramente descansaba. Changmin sabía que mientras él se atormentaba con su pasado, Minho se atormentaba con su presente.

 

 

 

 

—A veces no es bueno dejar que el cerebro domine tus acciones.

 

La voz de Rain lo hizo girar, casi sin movimientos exagerados de su parte mientras el hombre dejaba sus pisadas escaparse con suavidad hasta sentarse frente a él en el escritorio. Siwon era de rutinas, precisas y aburridas, asi que supuso que el hombre había notado lo que él había estado pensando durante los últimos quince minutos.

 

—¿De que estas hablando?

—Bueno…— Rain únicamente jugo sutilmente con sus palabras –No es el día en que te toca hacer turno de madrugada, ¿he de suponer que no has podido dormir lo suficiente?

 

—Solo quiero adelantar algo de trabajo.

—¿Qué te preocupa?

 

Rain era fácil, sus ojos cándidos y su sonrisa amable. Era de esas personas ante las que uno cae rendido en confianzas casi sin percatarse, y Siwon lo sabía muy bien, como un imán de emociones que contemplaba y ante las que él aún no se rendía.

 

Miró sus facciones, masculinas y atentas a su respuesta, pero Siwon sabía casi tan bien como conoce al mayor, que él esperaba más que por una respuesta, por sus acciones. Por las muecas de su rostro y lo que ocultaba tras ellas.

 

—No sé  a qué te refieres.

—Lo sabes, y muy bien.

 

—Además no tiene sentido lo que planteas— Siwon decidió dejar los papeles de lado –Se supone que deberíamos pensar antes de actuar.

—Eres detective, sabes muy bien que no siempre es así.

 

Así que los consejos de Rain se reducían casi siempre a eso, a esas palabras que sonaban incompletas y solo lo dejaban un poco más confundido.

 

—Los instintos son parte de nuestro trabajo— Volvió a hablar Jihoon en cuanto Siwon olvidara responderle y solo se dedicara a mirarlo.

—¿Y las pruebas?

 

—Son necesarias, pero mientras las encuentras no te puedes quedar paralizado.

 

Rain definitivamente era de esos tipos de los cuales no dejabas de aprender. La imagen de Kim Heechul todavía lo atormentaba, lo perseguía como si tuviera la culpa de algo y aunque nadie podía sospechar de qué se trataba, Siwon lo sabía y eso bastaba para atormentarse el doble.

 

—Cuando quieres ayudar a alguien…— Su voz fue baja, apretando ligeramente los puños sobre el escritorio, empujando sus emociones bajo las facciones frías en medio de la cual se encontraba –Pero es demasiado complicado…

 

—Entonces solo tienes que esforzarte un poco más ¿no crees?

—No lo sé. Todo siempre es más complicado desde el punto de vista interno.

 

Rain finalmente suspiró, mirándolo a los ojos como si pudiera leer su mente y atravesarlo con las palabras.

 

—Hay gente que necesita ser salvada a la fuerza— Lo pronunció con cuidado, como si Choi fuera a reaccionar mal en cualquier momento –Aunque haya que explicarles lo que es la felicidad. Porque aunque no lo creas, hay personas que en realidad no saben lo que es eso.

 

—¿Personas como yo?

—Créeme Siwon— Sonrió el mayor –Hay personas en mucha peor situación emocional que tú.

 

Así que la sonrisa se posó en los labios de Siwon, como una broma incompleta entre él y el mayor quien estiró un poco su cuerpo. Cansado al parecer mientras él todavía deslindaba sus pensamientos hacia otra persona, tan lejos y tan abrumado, como la niebla en la que se estaba transformando su vida.

 

 

 

 

Sungmin no solía preocuparse mucho por Heechul, aunque inevitablemente lo hiciera, el mayor lo había acostumbrado a un estado de indiferencia absoluto, donde nada era lo suficientemente bueno, o lo suficientemente malo como para tocarlo y el resto era solamente como el paso del viento a su alrededor.

 

Sungmin se había acostumbrado a mirarlo con cierto grado de admiración, porque lo tenía todo y le faltaba tanto, en eso momentos era que su mirada se apagaba y con la ingenuidad propia de su personalidad trataba de regalarle sonrisas mínimas en la simpleza de las cosas.

 

Pero últimamente Heechul está apagado, sus expresiones, su voz, el movimiento de su cuerpo es como una precisión marcada y entrenada, mientras le comenta sobre algo que leyó en el periódico o compra alguna cosa que finalmente no le va a servir o simplemente nunca utilizará. Pero Sungmin sabe, porque el peso de los años es bastante, que a su amigo le pasa algo, que no es la visita de Leesang, posesiva y amedrentadora lo que ha provocado ese estado de animadversión con el resto del mundo.

 

—¿Me pasas la sal?

 

Sin embargo sabe, como cuando pasa horas viéndolo escoger alguna prenda, que Heechul no dirá nada, mientras no se sienta preparado.

 

—Ten.

 

Conoce de sus costumbres a la hora de cocinar, mientras mueve su cuerpo y finge concentrarse, pero Heechul no lo está por que lo ha visto realmente inspirado mientras se desliza por la cocina y prepara algo delicioso para él, lo ha escuchado silbar y moverse grácilmente, hoy en cambio, permanece callado y con su mirada fija en la cocina.

 

—Hyung…

—Sungmin estoy ocupado.

 

Tragó duro porque la voz de Kim fue como un témpano de hielo.

 

—Me preocupas— Susurro brevemente antes de abrazarlo por la espalda, que su rostro tocara la espalda del otro y el suspiro pesado de Heechul se palpara en cada espacio de su frente –Confía en mí por favor.

 

—Eres como un niño pequeño.

 

La culpa de una vida no pagada cacheteaba la conciencia de Heechul cada tanto, así que en lugar de alejarlo con alguna broma de por medio solo acarició sus cabellos y suspiró. Dejando que su voz soltara lo que sus pensamientos marcaban.

 

—¿Sería tan difícil huir de él?

 

El cuerpo de Sungmin se tensó de repente.

 

—Sería como suicidio Hyung, él es peligroso.

—Leesang dice amarme.

 

—El amor es peligroso Hyung— Sungmin se separó apenas, mirándolo a los ojos, reafirmando sus palabra –Él va a buscarte hasta debajo de las piedras, si piensas huir entonces haz que valga la pena, porque nunca más podrás volver.

 

Los ojos de Heechul esperaron un poco, luego solo se deslizaron por la cocina y miró las patatas saltar sobre el aceite y pareció despertar del letargo.

 

—Déjame terminar de freír esto.

 

Logró alejarlo suficiente, antes de que su mano buscara un poco de agua y la botella rebotara en el mesón sobre el sartén que pronto rebotó hacía él haciendo que Sungmin por instinto retrocediera. Sin embargo la suerte no corrió de su lado. La quemada se plasmó sobre su piel, ardiendo como si fuera la primera vez que aquello lo tocaba.

 

—Maldición…

 

Y Sungmin como era de esperarse, abrió mucho sus ojos y se pegó a él, como si fuera la herida más grave de todas.

 

—¡Hyung! Rápido hay que llevarte el hospital.

—¿Qué? Claro que no.

—Mírate la herida, por supuesto que iremos.

 

Y su herida enrojecida palpitaba con molestia, su piel suave marcada por ese estúpido incidente, perforando su mal humor, dejándolo de lado, a él y sus preocupaciones.

 

 

 

Se suponía que era secreto, que irían despacio y no mezclarían las cosas. Pero era inevitable como cuando Jaejoong deseaba verlo o hablar con él, inevitable como cuando Yunho se le acercaba y sus brazos por instinto lo rodeaban y luego suspiraba.

 

Pero entonces todo cambiaba de rumbo y el mundo parecía un lugar demasiado grande para los dos. Jaejoong tenía esa maravillosa costumbre de jugar con las hebras de su cabello entre los dedos, pronunciar palabras suaves cerca de su oído y suspirar cada tanto.

 

Jaejoong era paz, absoluta y confiable.

El problema era que Yunho no podía determinar hasta que punto confiar en esa paz.

 

Las mentiras que trabajaban en la enmarañada mente de Jaejoong seguían siendo un misterio y el peso de la verdad sobre sus hombros caía como un yunque cada que miraba esos ojos o los reportes de su avance no lograban ningún logro.

 

Entonces entrecruzabas sus dedos, con la firme idea de que si se mantenía un tiempo más de esa forma quizá el tiempo no correría tan rápido y le permitiría un poco de plusvalía, esa que no poseía.

 

—¿En qué piensas?

 

La voz suave de él logra cerrar las casillas en los engranajes de su mente, suena como eco y se eleva como mandato aunque el mismo Jaejoong no lo sepa.

 

—Nada en especial.

—Últimamente luces cansado.

 

Y es por que no puede dormir, la imagen de su futuro lo atormente, se conjuga con la imagen de él y deforman sus intenciones, pero Yunho sonríe, acaricia el rostro y pretende que una sonrisa puede calmar sus males.

 

—Es por el trabajo, no te preocupes.

 

Últimamente se siente vacío, un espacio en su pecho y estómago que no es fácil de asimilar, tal vez se apresuró en besarlo, quizá debió pensarlo un poco mejor, pero no tiene oportunidad de retractarse, ha besado esa boca y Jaejoong espera devorar su alma por completo, porque cuando le sonríe, cuando lo abraza, el mundo se vuelve chiquito.

 

—El vuelo de Boa sale en una hora y media, es mejor que ya vayamos al aeropuerto.

 

Cada esencia de Jaejoong se ha quedado impregnada en su piel, mira su rostro pacifico, sus ojos suaves y su sonrisa hermosa, esa mente privilegiada que no tiene pasado que lo defina, que no carga penas ni culpas. Tan limpio como esas nubes inalcanzables que el hombre todavía no puede contaminar.

 

De repente se ve hipnotizado, por ese rostro que lo espera, que lo mira curioso, así que al no recibir respuesta Jaejoong parece tomar la iniciativa de levantarse y sin embargo su mano toma ese brazo, delgado y fuerte. El corazón late rápido, anticipado a sus pensamientos, Jaejoong parece comprenderlo por que cierra sus ojos un segundo y luego su expresión se debilita.

 

Como si se sintiera desprotegido de repente.

Si habla, puede arruinar las cosas.

 

Por eso lo besa, porque los besos pueden construir un mundo de fantasías y pretende olvidar que un beso también puede ocasionar más caos que el que repara, así que se aferra a ese cuello níveo que la vida le regala, a esa piel que sus manos tocan y Jaejoong de pronto no parece ajeno a las caricias, por que sus manos le regalan el tacto caliente que esperaba, a su altura, en su rostro respondiendo a las caricias mudas de sus cuerpos.

 

Así que antes de que Yunho pueda encontrarse con su mundo se deja caer sobre el sillón y el cuerpo de Jaejoong lo acompaña, como si leyera su mente y estuviera dispuesto a entregarle el alma si se lo pidiera. Siente el pecho del otro latir con fuerza sobre el suyo, en ese cuerpo ligero y desconocido para él.

 

Su boca a descubierto que puede besar de diferentes maneras, porque cada vez que lo mira es un beso diferente y justo ahora es un beso que sabe a casualidad y a medio, abriendo sus ojos a los riesgos que se ha autoimpuesto, que él le ha regalado.

 

¿Es siquiera razonable sacrificar tanto por él?

 

—Yunho…— Su voz le juega en contra, Jaejoong se separa y habla cerca de sus labios, entrecierra los ojos sobre su cuerpo y la sola imagen le resulta demasiado, acaricia su lívido y enajena a su pobre razón –Yo… te quiero tanto.

 

Si pudiera decirle que no.

Que se detuvieran y volvieran a lo de antes.

Si pudiera… Yunho no estuviera extinguiéndose entre sus brazos.

 

—Jae…

 

Así que suspira entre sus bocas con la poca cordura que le queda, su cuerpo pide a gritos un poco de Jaejoong, algo de esa esencia viva que lo rodea, algo de ese sentimiento que no acaba de procesar. Quiere un beso y otro. Una caricia y un susurro.

 

Rodea su cuerpo y se pega a él a esa boca que también busca la suya que parece responder sin problemas, dispuesto a encantar su mundo de repente, sorprendiéndolo como cada vez que puede. Así que Yunho olvida y se pierde, entre sus brazos, entre su boca, en la manera que piensa cuando esta con él

 

 

 

 

—Voy a buscar a un doctor, ya vuelvo.

—Sungmin no es… necesario.

 

Heechul suspira, virando los ojos como de costumbre cuando Lee exagera las cosas y se alarma por todo, mira su mano vendada descuidadamente, quema todavía la herida y una mueca está en rostro todavía, únicamente necesita un poco de atención, nada demasiado complicado.

 

Sin embargo Sungmin ya se ha perdido entre la gente y él espera en una pequeña silla en aquel pasillo, deja descansar la mano sobre su muslo, odia su piel maltratada por un descuido. Suspira de nuevo y piensa que es mejor que Sungmin consiga un buen médico, uno que no le deje una sola marca en su mano.

 

—¿Cómo que ninguno de los dos ha venido?— Heechul mueve un poco la cabeza, la voz masculina se pierde entre las personas, y si embargo su perfil es lo suficientemente reconocible a sus ojos –Llámenlo. No es posible que ninguno de los dos aparezca.

 

Siwon pretendía caminar como si nada, repartiendo órdenes que sabían a disgusto, Heechul no se mueve y sus ojos se encuentran, como una mala broma y la resignación golpeando en las paredes de su mente. Espera que Siwon lo ignore una vez más, como una mancha inconsciente que ha pasado por su camino. Pero esta vez Choi parece acorralado, por que lo mira y deja de respirar.

 

—Heechul…— Tan pronto como pronuncia su nombre, los ojos de Siwon viajan hasta su mano, él trata de esconderla, no necesita de su lástima. De la lástima de nadie —¿Qué te paso?

—Nada…

 

Así que interpone su cuerpo como si realmente supiera lo que hace.

¿Por qué demora tanto Sungmin? ¿Qué retrasa sus pasos que no puede sacarlo de ahí?

 

Urge huir, porque Siwon lo toca, parece preocupado, desnuda su herida y Heechul siente otra vez el abismo. Siwon nunca debió mirarlo de nuevo. Porque otra vez tiene ansias de libertad. Lo carcome por dentro.

 

—¿Cómo te hiciste esto?— Siwon frunce el ceño, mueve un poco su mano y después de un rato jala de él, interpola sus pasos entre las personas y Heechul solo puede ver su espalda, amplia y musculosa mientras la gente los ve avanzar apurados –Yesung ¿dónde está?

 

La enfermera se movió sorprendida el grito de Choi alarmándola de repente, antes de tragar duro y mirar de soslayo a Heechul.

 

—En su consultorio.

 

Entonces todo sucede demasiado rápido de nuevo, diferente a la primera vez que lo vio, pero similar a la última vez que pudo estar junto a él. Lo lleva hasta un lugar y Heechul pierde el rumbo, hace mucho que es un cuerpo vacío y perdió la personalidad en el camino. Esa personalidad vivaz y resplandeciente que oculta tras acciones que no son las suyas.

 

Yesung lo mira intrigado, habla con Siwon en voz baja antes de regresar a él y revisarlo como es adecuado, cura su herida y lo hace con cuidado, lo mira a ratos como si lo conociera, Heechul muere por preguntar lo qué sucede, sin embargo muerde su labio.

 

Cuando el celular en su bolsillo sonó, Heechul se encogió un poco en su lugar.

 

—¿Sungmin? Si, estoy en el hospital. No te preocupes ya me están atendiendo— Sungmin habla bajo y preocupado, en medio de tanta soledad. Heechul sabe que solo le queda él –Estoy en consultorio 411. Si, de acuerdo.

 

—Es una quemada, no demasiado grave por suerte— Yesung termina de curar su herida y se quita los guantes, con una expresión seria y calmada que le sabe a frialdad –Con suerte no quedaran cicatrices. Pero debes aplicar constantemente la crema que te voy a enviar y unas pastillas por unos días.

 

Si Heechul asiente es porque al menos eso ha entendido, mira su pequeña herida curada y mira de soslayo la presencia de Siwon a su espalda. Es como un témpano de hielo y él se ha preocupado por demasiadas cosas, como para que ahora él sea una de ellas.

 

—Seguro con esto estarás bien.

 

La sonrisa de Yesung finalmente llega, mientras le extiende la receta y Heechul asiente aún sin cruzar palabras con él. Así que su tormento llega cuando el doctor se levanta y suspira.

 

—Bien, creo que los dejaré solos un momento.

 

No. Heechul y su orgullo gritan que no.

 

Pero Yesung parece no leer sus pensamientos, sale y el silencio se vuelve parte de ellos. Siwon no se mueve, no articula palabra. De manera que Heechul no será el primero, él puede esperar, hasta que Sungmin llegue hasta él.

 

—Yesung es un buen médico.

 

Pronuncia Choi luego de un buen rato ausente, con su tono aletargado y las manos en los bolsillos de su pantalón.

 

—Eso parece— Sin embargo Heechul deja ese tono pasar y continúa mirando su mano, como si le supiera a estragos en su mente. –Aquel día…— Remuerde la herida —¿Por qué me ignoraste?

 

—Aquel día…— Todavía hay mucha distancia entre ellos, Siwon no se mueve y Heechul todavía le da la espalda, sentado en aquel lugar mientras Siwon mira su nuca, su cabello un poco largo rozar el cuello de la camisa –No me sentía muy bien que digamos.

 

—Entonces ¿no solo huiste asustado?

—Yo no huyo.

 

Las palabras queman en su garganta, saben a una promesa que no se ve capaz de cumplir. Porque Heechul esto dolo que él reniega. Es ajeno a su estado de ignominia. Es como un desajuste que no se ve capaz de admitir.

 

Y sin embargo, su ser entero lo clama.

 

—Fue más que eso— Murmura Kim luego de un rato –Ni siquiera sé porque me has ayudado hoy.

—No iba a dejarte ahí simplemente.

 

Cierto… Heechul por un momento olvida que Siwon parece ser ese tipo de personas.

Demasiado buena gente, como para encajar en su mundo.

 

—¡Heechul!

 

Finalmente Sungmin llega y luce agitado mientras abre la puerta y revisa su mano, parece preocupado otra vez y Heechul sonríe a ratos. –Ya, no es nada. Te lo dije.

—Pero la herida se veía horrible.

 

Sungmin ignora deliberadamente a Siwon, sin embargo Heechul no lo hace, todavía lo mira de reojo, aunque finge, demasiado bien, justo como la vida lo ha acostumbrado.

 

—Ven, volvamos a casa.

 

Enrosca su brazo en el de Sungmin y sonríe, aunque no le place hacerlo en verdad. Incluso a pesar de que el mismo Sungmin parece alucinar con aquel gesto. Pero luego solo abandonan el consultorio y el silencio se hace entre ellos hasta que Sungmin sonríe y Heechul mueve su cuello.

 

—Era Siwon ¿cierto?

—Así es.

 

Heechul esperaba que Lee lo llenara de preguntas, que vaciara toda esa inquietud suya por saber y conocer lo que le es vetado a todos ellos, sin embargo Sungmin solo suspira y camina a su lado, se muerde la lengua mientras avanzan. Y sabe, que es la señal de Sungmin para decirle que no es el adecuado, que un mal presentimiento le recorre el cuerpo.

 

Y Kim se ve atrapado en medio de ese laberinto.

 

 

 

 

—¡¿A qué se refiere con que lo dejó ir solo al mar?!

 

Minho abrió los ojos, apretó los puños y su enojo y preocupación crecieron a medida que se convirtió en un revoltijo maltrecho de sus emociones mientras el hombre frente a él alzaba los hombros y lucía despreocupado.

 

—Bueno, hijo ¿qué esperabas?— El hombre trata de calmarlo, con una mano en el hombro que no sirve de mucho –Es un hombre adulto, ha salido a pescar antes contigo. Vino hasta aquí, me pidió una balsa y yo accedí, no creo que se aleje tanto de la costa tampoco.

 

—¡Changmin es un chico de ciudad! No sabe de estas cosas.

 

Changmin domina sus emociones.

Está preocupado, alterado, consternado. De no haberse quedado dormido, probablemente Shim no hubiera desaparecido de repente.

 

—Míralo, ahí viene.

 

Son como palabras mágicas que funcionan al instante de ser escuchadas, gira su cabeza con la premonición exacta de ver sus ojos y su cuerpo sano y salvo. Tiene esa sonrisa festiva en los labios, se ancla como puede y tropieza un poco. A Minho le cuesta correr lo suficientemente rápido como para llegar hasta él.

 

—¡¿Qué crees que estabas haciendo?!

 

Fue un golpe, seco sobre su pecho mientras sus pies se hundían en la arena hasta llegar hasta él tropezando con piedras y dificultades mientras Changmin lo mira como si no esperara esa reacción de su parte.

 

—Pescando.

—¡Tú no sabes pescar!

 

Pero Changmin no le devuelve el grito, como única ocasión en ese instante antes de sonreír un poco más y agacharse un poco antes de sacar un par de peces de la cola, orgulloso y resplandeciente. Como si fuera su más grande logro.

 

—No es mucho, pero necesitaba demostrarme a mí mismo que podía hacer estas cosas.

 

Idiota. Consumido idiota que hace el corazón de Minho latir desbocado antes de que se lance a sus brazos y lo abrace con fuerza. Changmin no entiende muchas cosas, no recuerda bastantes, pero sabe que ese abrazo es un cariño que no puede ser rechazado.

 

Otra vez la incomodidad atraviesa su pecho, quema sus entrañas y gritan un nombre que desconoce. Minho lo abraza y él se funde con sus recuerdos.

 

—Lo lamento, no quería preocuparte.

 

Minho se da cuenta, porque es inteligente y sabe de esas cosas, se aleja sin premura y luego suspira con una sonrisa en sus labios.—Está bien— Murmura luego de un rato –Solo no vuelvas a desaparecer así, aún no conoces lo suficiente el mar.

 

Changmin levanta los pescados de nuevo con orgullo, con una sonrisa en los labios, y Minho prefiere sentir complacido por eso, porque le regala un poco de su vida, aunque algo lo ate todavía al pasado, y él ni siquiera sepa a lo que se enfrenta.

 

 

 

 

Junsu a veces no sabía porque pecados estaba pecando, deambulaba como se le venía haciendo costumbre por las calles de París y fingía que todo iba tan bien como antes, que su vida simple y sin preocupaciones no había sido alterada en la nada, por alguien quien ni siquiera lo pretendía.

 

Sin embargo no importaba cuanto caminara, no importaba lo mucho que caminara, sus pasos no iban a hacer desaparecer la huella permanente que Yoochun había colocado frente a él, quizá hablar tanto con él, transmitirle tanto, descompensar sus sufrimientos y ponerlos en comparación lo habían llevado a creer que esa conexión podía dar grandes pasos hacía él.

 

Había creído ingenuamente que los males de Yoochun desaparecerían con tan solo arreglarle un poco la vida. Ingenuo él que pensaba que podía significar algo sus manos cansadas reconstruyendo partes de Yoochun que el mismo Changmin creó y armó para él, partes que el mismo destruyó cuando murió.

 

Yoochun era tan complicado con sus sonrisas hacía él, y sus lágrimas para Changmin. Amaba tan profundamente al menor, que Junsu se creía suicida al seguir accediendo a acompañar a Park a todas partes. Permanecer más tiempo junto a Yoochun, era suicidio. Porque mientras Yoochun le sonreía, esas sonrisas eran para Changmin. Eran gracias a él. Y si permanecía más tiempo con él, solo lastimaría esa madurez suya que tanto le costó conseguir.

 

Pero está ahí, en la habitación de Yoochun, esperando por que el otro termine de ducharse para salir a almorzar, espera como seguramente seguirá esperando si permanece más tiempo junto a él, pero es una parte incomprensible la que lo ancla. Porque le gusta cómo suena la voz de Yoochun cuando lo llama, le gustan sus ojos que parecen brillar y conquistar, su piel suave y su sonrisa sencilla. Se ha dejado encantar. Sabiendo que es su perdición.

 

Recorre la habitación, la imagen de Changmin tan perenne que corta la respiración, esa sonrisa, ese rostro, esa voz. Incomprensiblemente adecuada para Yoochun. ¿Qué importaban las promesas si juega a ciegas caminando a Yoochun? Si pudiera enamorarse de él…

 

Si sigue así, seguramente eso pasará.

 

—¿Junsu?

 

La voz de Yoochun suena desde el baño, pero el tiempo se ha detenido para él. Si lo sabía, no debería sufrir, si lo sospechaba no debería llorar. Aun así la resignación nunca ha sido a estado a su favor. Junsu sabe que es un error, siempre lo fue.

 

Pero ese boleto de avión no va a desaparecer solo porque él ha posado sus ojos en él. Yoochun no va a detener el ritmo de su vida por esos estúpidos sentimientos que lo someten a la pena.

 

—¿Junsu?

 

Otra vez esa voz. Junsu no lo quiere ver.

No quiere saber nada de él.

 

—¿Jun…Su?

 

Finalmente los pasos de Yoochun, desnudos y fríos tocan la alfombra de la habitación, envuelto apenas en una toalla mientras busca con los ojos la presencia del otro muchacho. Recorre el lugar brevemente y Junsu parece haberse cansado de esperar, pero él no cree haber demorado demasiado.

 

Solo una cena…

 

Junsu le había prometido una cena y Yoochun no comprende que ha pasado ahí, mira el boleto de regreso a Corea en el suelo, olvidando por un momento que está en París, lo recoge y suspira otra vez.

 

Esa vida que lo espera, a pocos días de distancia. Es un compendio de contradicciones que todavía hacen mella en él. Junsu al final no contesta jamás el celular y Yoochun no llega a entender. Solo suspira, abandonado en aquella habitación que se ha vuelto su hogar por esos días. Junsu es… el único amigo que ha encontrado ahí. Donde la presencia de Changmin no lo abandona ni a sol ni sombra.

 

 

 

 

El cuerpo de Jaejoong era como la clave para sus sentimientos, un manojo de emociones enroscadas en las marañas de su cabeza, aquellas que acaban de sucumbir por que Jaejoong ha tocado su alma con un simple toque, con un solo beso, con una sola fusión de sus almas juntas. Besa sus labios porque le saben a gloria, porque tiene miedo que mañana no pueda abrir los ojos otra vez.

 

Pero Jaejoong se aferra a su cuerpo, como si la nueva vida le supiera a gloria. Porque Jaejoong en medio de su ignominia no conoce de temores, por que ama como aman los niños, porque no ha sido lastimado todavía y su desconocimiento lo fortalece.

 

Si las piernas desnudas de Jaejoong se aferran a su cintura su cuerpo sucumbe en deseo y su boca busca más piel, tersa y suave que la posee solo él. Así que Jaejoong se mueve sutilmente sobre sus caderas, con esos mechones de su cabello tapándole un poco los ojos, sabe que los brazos de él en su cuello son como un ancla, una fortaleza que Yunho desconoce pero que Jaejoong le está demostrando es posible tener.

 

No hay palabras entre los dos, solo miradas fundidas al igual que sus cuerpos. Jaejoong cierra los ojos con fuerza a ratos, hace una mueca con sus facciones, suelta quejidos y aprieta el agarre. Tan desconocido es ese ser para él, que Yunho solo puede acariciar su rostro y pensar que no es Jaejoong lo que está mal en su vida, es todo en su vida lo que está mal, excepto él.

 

—Muévete…

 

Es una petición lastimera, un susurro que no quiere ser pronunciado, pero Jaejoong muerde su labio y espera, tranquilo mientras el sudor recorre su frente y su espalda. Yunho no entiende cómo puede mirarlo y sentir que lo ama. Desde que esos ojos se abrieron para él, fue como destino, como si ya hubieran tenido bastante esperando.

 

Los movimientos de sus cuerpos friccionan, se sacuden, embellecen su cuerpo con el ligero toque de sensación perdida entre el amor y la pasión, recobra perspectivas y sus manos despiertan otra vez, recorren esa espalda con la necesidad de saber que esa piel entera es igual, que en todas partes su toque es magnífico.

 

Besa esos labios, muerde uno de ellos y se pega a él como si quisiera compenetrar su alma a la suya, como si las mentiras dieran un paso hacia atrás al menos por esa vez. Porque empieza a escuchar ese himno glorioso en la voz de Jaejoong, gemidos aflorados en su estado máximo de placer. Yunho encuentra mejor la cama, reposa ese cuerpo en ella.

 

Su nombre sale de la boca de Jaejoong, sabe a una promesa compuesta por un solo nombre, pero él se ve capaz únicamente de besar su cuello, de recordar que lo que lo llevó hasta él no existe, parece tocar el cielo con las manos, ese que tantas veces quiso alcanzar se colapsa entre sus manos, entre los sonidos y el calor que crece en su interior.

 

Si siente el cuerpo de Jaejoong desvanecerse a los pocos minutos es porque ha sido como un pecado. Como un revoltoso movimiento de sus culpas, olvidando el resto mientras lo besa, porque Jaejoong parece haber dilatado sus ojos de repente, apoyando la cabeza sobre la almohada, hundiendo su cabello en ella, porque de su garganta ha salido el último gemido, su nombre fusionado en esa voz. Y el orgasmo esparciéndose en cada poro de su piel, como el mejor de los placeres.

 

Yunho revoca sus culpas cuando siente el infinito cerca de él, cuando es consciente de su cuerpo aun moviéndose sobre el de Jaejoong, puede ver sus ojos ahora, y esas manos tocando sus mejillas, esperando por ese momento que Jaejoong ya probó y sabe a gloria. Jaejoong lo mira, como si quisiera grabarse en su retina, como si pudiera abarcar hasta el más ínfimo lugar en su mente que todavía no logra.

 

De pronto entonces se lamenta, ha desarrollado un sentimiento contradictorio, lo necesita justo como los ojos de Jaejoong demuestran necesitarlo a él, pero le miente y lo engaña. Yunho sabe, mejor que el mismo Jaejoong, que se ha enamorado de un desconocido, de un alma vacía, que inconscientemente puede estar moldeando a su favor.

 

Pero Jaejoong hace olvidar sus penas, con un beso, un único beso que se entrega en la boca, como un sello permanente entre los dos. Así que el cuerpo de Yunho se tensa y pretende que el mundo deja de existir por esos vagos segundos en el que su cerebro ha logrado desaparecer.

 

El mundo gira otra vez cuando abre los ojos y Jaejoong está ahí, con una pequeña sonrisa en los rostros y sus cuerpos juntos todavía.

 

—Gracias… Por quererme así.

 

Yunho no lo ha dicho todavía, es Jaejoong el de las palabras improvisadas. El que desconoce de temores y de males. Pero lo ha visto en su mirada, sabe que Jaejoong ha leído en sus ojos esa pasión que se desata, pero teme, que un día vea también las mentiras.

 

Así que mientras puede lo besa, lo abraza y lo acaricia.

Guarda ese instante, como mejor puede. Quiere que Jaejoong entienda, que el mundo se puede venir abajo justo ahora, que puede darle la espalda a todo, si tan solo se lo llega a pedir.

 

 

 

 

Cuando Changmin mira al balcón, Minho está ahí, sentado sobre una de las sillas, con las piernas recogidas mirando hacía cualquier lugar en el horizonte, en medio de esa noche oscura, tan concentrado en sus pensamientos como para escucharlo a él.

 

Ha pensado tanto en él, en sus sentimientos y su estado de soledad, que querer compartir algo con él, así sea su soledad le sabe al mejor de los deseos, a la mejor de las oportunidades, porque hay un mundo tan grande allá afuera, que es casi imposible que esperen por él.

 

Changmin…

 

Desconoce de dolores y de sufrimiento, más allá del que en su piel ha quedado marcada. Así que tal vez debería dar pasos suaves hacía él, comenzar y dejar las indecisiones atrás. Por que Minho es como brillo en medio de esa oscuridad en la que se ha convertido su vida sin poder recordar.

 

¿Tienes una sola idea de lo que soy capaz de hacer por ti?

 

Permanece esa sensación de lo incorrecto todavía, toca su hombro y Minho lo mira, así que Changmin traga duro y logra apoyarse en el balcón, apretando los puños, porque quiere que el tiempo le dé el valor que él no ha logrado reunir.

 

—Minho, ¿tienes una idea de lo importante que te has vuelto para mí?— Comenzó, como si leyera un panfleto cualquiera y su pecho se comprimiera a cada palabra –Mi situación es más complicada de lo que quisiera. Me gustaría tanto poder darte una historia tranquila y sin problemas… Pero apenas y te puedo ofrecer un ‘tal vez’

 

Minho no lo sabe, pero lo mira, escucha atento, parece acostumbrado al dolor.

Changmin sin embargo parece odiarlo, parece hundirse en él como una segunda piel.

 

Yo… Soportaría a la soledad de compañía, si con eso fueras feliz.

 

Su alma violenta reprime esos recuerdos solitarios, aquellos que flotan sin conexión en su cabeza, sin un nombre, con una voz profunda y confusa, que arremolina los latidos de su corazón. Entonces cierra los ojos otra vez.

 

—Changmin no es necesario yo…

—Déjame terminar— Levanta la mano de repente, y Minho se detiene a unos pasos de él –Quiero estar contigo, pero no sé qué vaya a pasar conmigo más adelante.

 

—¿Te refieres a tu pasado verdad?

—A él y a las personas que esperan por mí.

 

Changmin tenía la mano en alto todavía, por lo que Minho la aparta con cuidado, lo suficiente como para pegarse a su cuerpo y poderlo abrazar, es un contacto pequeño, los brazos de Minho rodeándolo de repente. Con esa calidez de sentirse querido otra vez. Compensando lo sufrido, aminorando la soledad.

 

—Te voy a ayudar, hyung— Susurra de repente –Y si no logramos encontrar a nadie, entonces creare un mundo para ti.

—Tú ya me has regalado este mundo de acá

 

Minho sonríe por que el aroma de Changmin es masculino, protector y esos brazos lo cierran sobre él, porque el viento sacude su cabello y aún así abrazarlo de repente, con esas promesas de por medio saben a amor. Aunque no sea uno comprometido en verdad.

 

 

 

—Muchacho, hace mucho que no te vía por aquí.

 

Mir levantó la comida de su plato por primera vez y sonrió. La presencia de la mujer junto a su mesa, sonrió, amable y complacido de poder verla al menos una vez más, antes de que las horas de su viaje se entrecruzaran.

 

—Bueno, no he tenido buenos días— Disminuyó la sonrisa, porque la imagen del asesino de Changmin venía a su cabeza, en cada uno de sus rasgos, de aquel rostro que alcanzó a ver. Aprieta los puños y prefiere no pensar —¿Cómo ha estado usted?

 

—Un poco agitada hoy la verdad— Suspira la mujer, con un pequeño lápiz en la cabeza –Mi mesero estrella no pudo venir hoy— Se lamenta –La verdad es que Jae es nuevo, pero ha sido de bastante ayuda en este lugar.

 

—Me imagino— Murmura con empatía –Debería descansar un poco más.

—Cuando me jubile, querido. Cuando me jubile— Repite graciosa la mujer antes de sonreír un poco más y mirar la comida a medio comer en la mesa –Tú mientras aliméntate bien, mandaré a que te traigan un delicioso postre. Cuenta por la casa.

 

Mir asiente y sonríe, justo antes de sentir la mano de ella en su hombre –Y Mir… En verdad lamento lo de Changmin— Esa voz suena baja, apenada y consternada de repente –Changmin y tú eran como pequeños niños para mí. En aquella época cuando tu mamá trabajaba en el hospital cerca de aquí ustedes venían cada día a almorzar y mi vida se construyó de pequeñas alegrías a ustedes dos.

 

—Gracias Mirah…

—¿Vas a viajar, cierto?— Mir asintió otra vez –Pues entonces aliméntate bien. Cuando vuelvas quiero que me lleves a ver a Changmin.

 

Aún era difícil, esa analogía pesaba con fuerza sobre su espalda y la ausencia de Changmin entonces se volvía como una sombra, mordía su labio esperando un poco de calma para su adolorido corazón. Suspiró otra vez, mirando a la gente pasar fuera del local. Sabiendo a la perfección, que cuando volviera de Japón, tendría que venir a ver a Mirah de nuevo una vez más.

 

 

Fin Capitulo Nueve

 

 

 

¡Lunes de Memorias Prohibidas! xD

Bueno antes que nada, disculpen el lemon, ya saben que el sr. Lemon y yo no nos llevamos muy bien que digamos xD Pero espero que al menos haya salido decente como para decir que les arruiné el capitulo o simplemente lo odiaron xDD

Muchas gracias a todas por leerme aún, la semana pasada tuve tantos inconvenientes, que me fue imposible actualizar (cosas del trabajo que me permitieron al fin alcanza una meta!) y me siento complacida por ello.

En fin, gracias a todos por seguir aquí y ¿qué creen? Yoochun ya se nos regresa a Corea… Se viene mi parte favorita del fic~~

Gracias por leer y comentar, muchos saludos y abrazos para todas. 😉

Publicado en Fanfics

Precedentes: Octavo síntoma


 

Precedentes de una Adicción no Controlada

El infortunio de la nada

Octavo Síntoma

 

 

 

Aquella noche Ryosuke tuvo un mal presentimiento.

 

De esos que inutilizan al resto de emociones mientras sus manos cortaban la carne con aquellos cubiertos que habían sido puestos a su disposición en tanto los otros tres miembros de la mesa únicamente paseaban sus miradas y hacían conversaciones breves, sobre cosas sin sentido que mantenían a Ryosuke lo suficientemente intranquilo como para fingir que eso no estaba sucediendo y que Yuya frente a él, junto a su padre no formaban parte de su familia.

 

De vez en cuando, Ryosuke posaba la  mirada en su madre, ella tan hermosa y radiante a su lado mientras miraba al padre de Yuya con ojos de enamorada que hacían al menor torcer los gestos y mascullar cosas sin sentido que se perdían entre sus dientes y al final no abandonaban sus labios.

 

Podía escuchar el sonido del violín dentro de aquel restaurante de lujo, veía a los  meseros andar de un lado a otro, prefería mirar a cualquier lado en vez de estar ahí, fingiendo que eso realmente le importaba o al menos se sentía cómodo. Ryosuke extrañaba a su padre en momentos como estos, y odiaba que hubieran tenido que separarse.

 

—Ryosuke— La voz de ella sonaba suave, como una caricia a los sentidos –Yuya— Así que levantó la mirada en cuanto notó a los mayores tomados de la mano, con una sonrisa enorme en los labios que hizo a Ryosuke empezar a temer lo peor –Hemos decidido casarnos. Y esperamos contar con su apoyo.

 

No era una consulta, y en su mente era hasta ridículo pensar que ambos adultos decidieran consultar algo que al parecer era tan personal mientras lo involucraba de una manera que personalmente, Ryosuke sentía impensable. Desde su lugar Yuya se movió incómodo, apretó la copa entre sus manos y bajó la mirada. Expectantes ambos adultos esperaban una respuesta mientras Ryosuke, todavía inmóvil solo mantenía su mirada en los mayores.

 

—Yo…— Pero era adusto, imposible de aceptar, sin embargo Takaki había empezado a sonreír, tan mínimamente que más bien era mera complacencia –Me siento feliz por ustedes.

 

El sabor amargo en las palabras de Takaki jugueteaba asombrosamente mientras su rostro luchaba por enmarcar una sonrisa que al final de cuentas nunca llegó, así que Ryosuke tomó una decisión, por que no iba a ser tan hipócrita como Yuya y sonreír mientras fingía que nada pasaba.

 

Agarró la servilleta sobre sus piernas, dejándola caer sin el más mínimo cuidado sobre la mesa, logrando que su madre lo mirara sorprendida y la gente a su alrededor los notara.

 

—Ryosuke— Lo llamó ella —¿Qué estás haciendo?

—Acabo con esta sarta de estupideces.

 

—Ryosuke— Y esta vez su voz sonó severa, sus ojos lo capturaron con fiereza y sin embargo él no se vio intimidado –Toma asiento.

—¿Para qué?— Sonrió —¿Para que juguemos a la casita feliz cuando ambos saben a la perfección que Yuya y yo ni nos soportamos? Discúlpame, madre. Pero hasta que no recuperes la sensatez prefiero no estar cerca.

 

La silla provocó el ruido molesto, dejándole campo abierto al menor para levantarse en medio de las miradas que justo ahora lo importunaban, pero Ryosuke solo apretó los puños y caminó, con su rostro enojado y los pasos llevaderos que lo jalaron hasta la salida.

 

 

 

 

—Daiki…

 

Arioka se había acostumbrado a que su nombre sonara en diferentes tonalidades de acuerdo a la voz que lo llamaba, se había acostumbrado tanto a los matices extraños de la voz que cuando alguien pronunciaba su nombre era tan solo un llamado ahogado y bastaba con eso para que Daiki supiera exactamente qué es lo que quería la otra persona de él,  y sin embargo Yuto siempre había sido la excepción a la regla.

 

—Dime.

—Estás muy extraño últimamente.

 

Sonrió, por que le parecía asombrosa la repentina preocupación que el otro le mostraba mientras se sentaba a su lado en la cama y pasaba una mano por su espalda, un gesto de cortesía, un simple gesto que le permitía abrirse ante él, aunque Daiki supiera a la perfección que eso no sucedería.

 

—No es nada.

—Pues para ser ‘nada’, esa ‘nada’ logra que te veas fatal.

 

—Yuto…— Esta vez lo ignoró, soltando sus palabras como un juego —¿Tú en verdad crees que luego del colegio la vida para nosotros cambiará definitivamente?

—Nosotros ni siquiera hemos empezado a vivir, Daiki— Yuto sonrió, pasando una mano por su rodilla, tratando de capturar su atención –Empezaremos a vivir justo después de graduarnos, entonces o nos sumimos a las órdenes o armamos una vida.

 

El cuentagotas empezaba a sonar en su cabeza, despacio y arrítmicamente, lo suficiente como para que sintiera esa molestia desagradable que lo hacía fruncir el ceño mientras lo demás en su vida sucedía.

 

—¿Vas a hacer lo que te de la gana, verdad?

Nakajima se permitió reír en ese instante –Así es.

 

Daiki apretó los puños casi sin cuidado “¿Qué vas a hacer tú Inoo?” La imagen reflejada en sus pupilas como si fueran perennes y otra vez la mano de Yuto, en esta ocasión sobre su brazo logró desconcentrarlo.

 

—Daiki…— Murmuró despacio –En serio ¿qué sucede?

—Nada…— Se apresuró en contestar, aunque luego las palabras lo abandonaron como una culpa en medio de confesión –Desde el comienzo solo fue nada.

 

 

 

 

Su padre alguna vez le dijo que los amigos se preocupaban por los amigos, que el afecto en mayor o medida era demostrado por aquellos espacios de tiempo en lo que uno se comprometía a velar por la seguridad del otro, a su manera o como supiera manejarlo, pero sin involucrarse demasiado a menos que esa persona lo permitiera.

 

Hikaru se preocupa por Keito.

 

Por su mirada que de repente huye de la suya, por el poco tiempo que comparten de repente y lo renuente que se muestra para hablar con él sobre lo que le preocupa y acaba acaeciendo en medio de sus prioridades. Ve su espalda amplia, recostado sobre la cama, justo del otro lado de la habitación. Keito respira suave y rara vez se mueve, no duerme, por que Hikaru lo conoce tanto que puede hasta predecir sus movimientos.

 

Pero Okamoto no va a pronunciar palabra y Yaotome no cree poder adivinar lo que pasa por esa cabeza, por esos instantes en los que se sume entre las sábanas y oculta su rostro en la almohada, como si se avergonzara de algo, o estuviera atormentado. Sabe que algo le preocupa, pero no puede ayudarlo si Keito no va hasta él, ya lo persiguió lo suficiente. Aún así, teme perderlo.

 

 

 

 

—Ya hablé con tu madre.

 

Ryosuke se hundió un poco más en el sillón, con el ceño fruncido y las manos apretadas, tiene el cabello alborotado por que ha pasado la mano por entre su cabello bastantes veces y sin embargo no puede dejar esa tensión en su espalda, mientras escucha la voz de su padre y el ambiente a hogar que se respira en ese departamento lo alberga.

 

—La has dejado muy preocupada.

—Ha sido ella quien ha salido con tremendas tonterías.

 

Su padre es ese tipo de hombres que cuando sonríe le regala una pequeña gota de esperanza, es amable y cariñoso con él, lo protege y lo entiende. Sabe decir las palabras adecuadas, es la persona ideal, es con quien le gustaría compartir su vida ahora que su madre ha decidido compartir la suya con el insulso padre de Yuya.

 

—Ryosuke no puedes esperar realmente que tu madre no encuentre alguien más en su vida— Lo abrazó, sutilmente pasando una mano por sus hombros, con su voz lo más conciliadora que podía –Un día tú te irás de casa y ella se quedará sola, tienes que entender.

 

—No quiero que se quede sola— Reconoció bajito, mirando de soslayo al hombre que lo sostenía con un brazo –Pero ese hombre que ha escogido no es el indicado.

—Hijo, confía en el buen juicio de tu madre.

 

Yuya jamás le había agradado y ese hombre que parecía ser la esencia viva del mayor nunca terminaría de aceptarlo, su vena interna pugnaba por no hacerlo y se negaba a aceptarlo en su vida, en su mundo, en su declive de fantasías heridas mientras los otros parecían compenetrarse en un mundo en el que él no encajaba.

 

—Él no es el indicado— Repitió, como si de un mantra se tratara –No lo quiero en mi vida, no quiero a nadie más que tú como padre.

—Ryosuke, es mejor para ti que tengas una figura paterna.

 

Los ojos del menor se abrieron de par en par, de repente su padre lo miraba con cariño y acariciaba su rostro, anticipándolo a algo que él no esperaba.

 

—¿Qué estás queriendo decir?

—Me han ofrecido un trabajo en América.

 

—¿Qué?— Se levantó, escapando de sus brazos y mirándolo con resentimiento, nuevamente con los puños apretados y su ceño fruncido, no dejándolo pronunciar otra palabra —¿Vas a dejarme? ¿Te has vuelto loco?— Capturó el sentimiento que había albergado desde el inicio de esa noche y se conjugó con fuerza en el resentimiento —¿Por qué me haces esto?

 

—Ryosuke, por favor. No eres un niño pequeño. Tienes que entender que tu madre y yo nos hemos separado— Trató de abrazarlo de nuevo, pero esta vez Ryosuke se escapó de sus brazos –Jamás voy a abandonarte, pero esto es importante para mi.

 

—Por eso te dejó mamá— Rezongó de repente –Todo es más importante para ti que tu familia.

 

Entonces sus pasos se escucharon contra el piso, encerrándose en aquella habitación de reserva que su padre había adecuado desde hace muchos años para él, no lo necesitaba, no necesitaba nada de nadie. Por que al final, a quienes querían siempre terminaban dándole la espalda, abandonándolo en la intemperie entre la soledad y el resentimiento.

 

 

 

 

Cuando finalmente los ojos de Yabu se abrieron, la mañana había aparecido y la molestia en su garganta persistía a pesar de que la fiebre había disminuido y su malestar, aunque menor, persistía. Buscó por instinto a Ryutaro, estiró su brazo hacía el lado vacío de la cama y sin embargo no lo encontró.

 

—¿Ryutaro?

 

Tenía la habitación que no le pertenecía en  completa soledad, casi vacía de no ser por el hecho que se encontraba ahí, se suponía que Ryutaro debía amanecer junto a él, en medio de una conciliación extraña que habían encontrado la noche anterior, cuando los labios del menor lo habían buscando a pesar del odio que le profesaba.

 

Se suponía que había derrumbado una barrera en Ryutaro.

Y ahora simplemente no aparecía.

 

 

 

 

—No puedo irme si sigues comportándote de esta manera.

 

Ryosuke no estaba dispuesto a cruzar más palabras de las necesarias en cuanto hubiera despertado esa mañana y su padre le hubiera comunicado que lo iría  dejar hasta el internado, apretaba descuidadamente la tela de su pantalón mientras el hombre lo miraba y finalmente, con el paso de los segundos suspiraba.

 

—Ryosuke…

—Es tarde, tengo que ir a cambiarme antes de ir a clases.

 

Se deshizo del cinturón con más velocidad de la esperada y el hombre al volante únicamente suspiró, mirándolo empezar a abrir la puerta del auto mientras se acomodaba un poco mejor la camisa.

 

—Cuídate.

 

No hubo respuesta por parte de Ryosuke, únicamente su cabeza en alto caminando hacía el interior de uno de los edificios, encaminado como si de pronto nada más allá que él le importara.

 

 

 

 

Para la primera hora de clases, Takaki se había empezado a hartar de la actitud repentina que Kota había tomado en respecto a Morimoto, sus ojos lo buscaban de un lado a otro y de vez en cuando tosía  por que no se había recuperado por completo después de todo y aún así se la pasaba susurrando las misma molestas palabras.

 

‘¿Dónde puede estar?’

‘Es extraño que sencillamente halla desaparecido’

 

Y empezaba a cansarse de esa actitud adusta que no lo llevaba a ningún lado ya que el menor después de todo tampoco le contestaba las llamadas, Yuya de vez en cuando lo veía de reojo, notaba su inquietud, preocupación y molestia, pero a ratos también se preguntaba ¿por qué su mejor amigo podía dejar pasar de lado el hecho de que él tampoco se encontraba mejor?

 

Luego Kota volvía a sus murmullos extraños, dejando escapar su mente y la mirada y Takaki entonces suspiraba, harto de esa situación en círculos mientras Yabu buscaba a alguien, que sencillamente no quería ser encontrado.

 

 

 

 

Antes del receso Daiki ha perdido las ganas de seguir asistiendo a clases y sus ojos no han podido identificar por ningún lado a Kei. Como si de pronto lo hubiera abandonado a su suerte en medio de una intemperie de desconocidos, aunque sabe que anda por alguno de los pasillos de clase en clase, sabe que anda por ahí, pero aún así no tiene el valor para encontrarlo.

 

Verlo hoy no parece ser tan buena idea.

 

—¿Arioka Daiki?— La voz a su espalda lo hace girar. La muchacha es bella y su rostro se le hace conocido tan inevitablemente que siente un espesor extraño en la boca del estómago, así que mientras tanto solo asiente y ella sonríe, con un pequeño asentimiento a modo de reconocimiento –Mucho gusto, soy Seung OhDara ¿tienes un momento?

 

La respuesta que grita su cerebro es que no.

No, de ninguna manera y sin embargo su boca se mueve sola cuando puede percatarse y ella le ha regalado otra de sus espectaculares sonrisas.

 

—Si, claro.

 

Así que se enrumba junto a ella en medio de los pasillos mientras la mira de soslayo y parece reconocerla, aunque sus instintos gritan ahora que se de media vuelta, se inventa una excusa y simplemente se vaya. Pero no puede, por que la duda lo invade y de pronto necesita saber el por que de esas sensaciones que repentinamente lo invaden.

 

—¿Te conozco de algún lado?

—Me imagino— Suelta ella, con un pequeño suspiro, avanzando por los pasillos –Soy la prometido de Inoo Kei.

 

Entonces Daiki no se mueve más, detiene sus pasos y la mira como si su cuerpo entero quemara y se maldice, una y otra vez, por no haber escuchado a sus sentidos a tiempo, por querer irse con más intención que antes aunque es ahora su orgullo el que se lo impide.

 

Se regocija, como un maldito masoquista mientras la mira y observa lo bella que es, lo mucho que de repente quiere besarla por que su parte retorcida de repente la desea. Pero no, es más que eso. Daiki la quiere, por que quiere que Inoo no la vea, con la misma adoración que seguramente la mira.

 

—¿Arioka?

 

Pero siente nauseas de repente. No puede, su voz, sus ojos, todo en ella de pronto le resultan airoso, pretencioso y colmado de un ego que el quiere destruir a patadas, así que sonríe, con la mejor de sus sonrisa, por que un buen jugador planea estrategias antes de mostrar emociones, sacude la mano y amplía su sonrisa un poco más.

 

—Con razón te me hacías conocida— Pronuncia cuidadosamente –Eres más bonita de cerca, OhDara.

 

Ella parece consternada, pero a él no le importa.

 

—Vamos a uno de los bares, seguramente quieres hablar de algo importante conmigo ¿no?

—Si, así es.

 

Hace mucho que ella ha dejado de importarle.

 

—Perfecto, vamos entonces.

 

Inoo es lo único que ocupa su cabeza.

 

 

 

 

—¡Yaotome!

 

Chinen corrió, como pocas veces cuando vio al muchacho alto que usualmente se perdía entre la gente, Hikaru giró para encontrarse de frente con Yuri y él solo pudo estirar un poco su mano mientras le pedía que esperara un rato. Sonrió, por que de pronto Chinen se veía adorable.

 

—¿Qué sucede?

—Ryosuke— Y el nombre del muchacho lo atraviesa como un rayo de repente —¿Lo has visto?

 

Pero Hikaru no entiende por que Chinen ha venido a preguntarle por Yamada justo a él, de entre tanta gente.

 

—No, pero…

—Diablos— Musita el menor entre dientes, mientras desvía la mirada y aprieta los puños –Ayer salió con su madre a cenar y desde anoche no contesta mis llamadas. Me tiene preocupado.

 

—Hikaru…— Takaki aprieta el hombro de Yaotome con cuidado, robando su atención un minuto –El profesor de Física te está buscando.

—¿En serio?— Yaotome parecía decidido a acompañar a Chinen en su búsqueda –Iré, luego te hablo Chinen, para ver si supiste algo de él.

 

Yuri asiente casi por inercia mientras lo ve alejarse con los pasos rápidos y Takaki se queda frente a él, con las manos entre los bolsillos y su mirada cansada, luego suspira y Yuri siente escalofríos.

 

—¿No ha hablado contigo?

—¿Quién?

 

—Yamada ¿no ha hablado contigo?

—No, desde ayer, y hoy no lo he visto.

 

Takaki se remueve incómodo un instante, vuelve a suspirar –Acompáñame— Y se encamina hacia algún lado que Chinen desconoce, pero aún así lo sigue, por que de repente siente que debe ser así. Finalmente se detienen en medio de los pasillos y Takaki le da la espalda, luce cansado, con sueño y sin muchos ánimos de nada precisamente.

 

—Nuestros padres se van a casar— Confiesa en un momento, ahora que los pasillos están desolados y Yuri levanta la mirada, Ryosuke ni siquiera le había mencionado que saldría con Takaki y su padre –Él no pareció tomarlo de muy buena manera.

 

—¿Y tú?

 

La palabra sale casi sola, sorprendiendo al más alto e incluso a él mismo.

 

—Si mi padre cree que es lo correcto, es asunto suyo.

 

Yuya lo mira de repente y la perspectiva de su mundo es una sacudida impredecible, cuando por primera vez no juegan y no hay palabras de más que los interrumpen. Chinen vuelve a ver esos ojos que los traspasan y su pecho siente esa calidez que le provoca un cosquilleo extraño en el cuerpo.

 

—Creo… que iré a buscarlo.

 

Huye por que los nervios no se compadecen de sus sentidos que franquean con traicionarlo en cualquier momento. Huye por que es más fácil que admitir que en algún momento Yuya ha empezado a controlar parte de sus reacciones y movimientos mientras camina y se aleja y él no hace nada por impedirlo.

 

 

 

 

Ryutaro es un tipo de decisiones comunes, claras y precisas mientras da sus pasos cortos, abrumado y todavía confundido por la razón por la cual llamó un taxi cerca de las cuatro de la mañana para pedir que lo sacaran de ahí y lo llevaran hasta su casa, se recostó entre sus sábanas con cuidado sabiendo que sus padres estaban fuera de la ciudad, que Shintaro ni se fijaría.

 

Se sumió en los estragos de su fiebre mal curada y el cuerpo de Yabu que todavía lo sentía cerca del suyo mientras planeaba en lo primero que haría apenas se medio recuperara, no quería a Kota cerca, confundiendo y desplantando sus pocas emociones mientras su cabeza solo giraba en torno a un solo nombre que ya no parecía tan fijo como antes.

 

Era una necesidad molesta e imperiosa por verlo y comprobar que las cosas no estaban cambiando a pesar de que su boca buscara otra que no le correspondía. Se fundía en sus confusiones y se lamentaba como niño pequeño, necesitaba verlo, solo para comprobar que seguía siendo él. Y que el Ryutaro de antes seguía presente.

 

Así que luego de haber dormido casi toda la mañana se sentía listo, recuperado y con la ropa recién puesta dispuesto a salir directo a la casa de Yuma que no se encontraba tan lejos de la suya, sus pasos bajaban las escaleras, siendo más audibles las voces en la entrada de la casa que se asemejaban a unas conocidas.

 

—Shintaro— Era Yuma, única y exclusiva voz que la reconocía a pesar de la distancia –Esto no es gracioso.

—Lo es, déjame demostrarte cuan divertido puede ser.

 

Lo supuso y cuando sus ojos lo captaron fue justo como unas nauseas que lo hicieron erguirse con la barbilla en alto mientras terminaba de bajar los escalones y el estómago le dolía horrores, por que no iba a ser escándalo y no le iba permitir a Shintaro saborear el triunfo mientras continuaba aferrado al cuello de Yuma y lo besaba como el maldito precoz que siempre ha sido.

 

—Te dije que ya basta.

 

Así que Yuma lo empujo, suave y reiterativamente mientras retrocedía y luego parecía posar sus ojos lentamente hasta el lugar donde él se encontraba.

 

—¿Ryutaro?— Esta vez fue Shintaro con los ojos abiertos de par en par, asustado quien caminó hasta él —¿Qué haces aquí?

—Visitarte no es obvio.

 

Su cerebro no razonaba, sus impulsos viajaron hasta su hermano que solo pudo dar un paso hacía atrás cuando el puño de Ryutaro se impactó en su mejilla y provocó esa mancha que luego se volvería un molesto morado en la zona cerca de su ojo, abarcando tanto con su simple puño.

 

—Siempre has sido así— Escupió ácidamente sin tapujos ante la inactividad del menor –Egoísta deseando todo lo que tengo. ¡Un maldito desagradecido, inconforme con lo que posees!

—¡Eres un…!

 

 

—Ya basta.

 

Yuma los interrumpió, justo antes de que Shintaro se lanzara sobre Ryutaro y cuando este quiso tocarlo, Ryutaro únicamente sacudió su brazo, su mirada feroz posada en los ojos de Yuma quien pareció no moverse por un instante.

 

—Tú no me toques— Habló –Inténtalo y a ti se te rompo la nariz.

 

Así que los pasos de Ryutaro avanzaron hasta la salida sin mirar atrás mientras cerraba la puerta y protestaba interiormente por ese fuego que se formaba en la boca de su estómago y lo hacía caminar con mayor velocidad hasta el auto. Notando entonces, que ninguno de los dos los perseguía.

 

Fin Octavo Síntoma