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Precedentes: décimo síntoma


 

Precedentes de una Adicción no Controlada

Defensas bajas

Décimo Síntoma

 

 

 

Shintaro sintió la luz del sol golpear en su cara, hacía calor y de repente el dolor de cabeza le hizo darse cuenta que quizá aquella mañana no iba a mejorar, se revolvió entre las sábanas, y al no encontrar el cuerpo de Hikaru cerca, abrió los ojos pesadamente, el ruido recién entrando por sus oídos y los pasos apresurados del mismo Yaotome que guardaba sin orden alguno un par de cosas en la maleta.

 

—Solo digo que te desapareciste… Necesitaba hablar contigo.

 

Keito, a unos pasos de Hikaru hablaba distraídamente, peinaba su cabello con tranquilidad y su voz parsimoniosa que no logró engañar lo suficiente a Shintaro, se movió sin cuidado y pudo sentarse en la cama. La imagen de Yuma golpeó su cabeza vertiginosamente y por un instante, pequeño y leve, sintió haberse equivocado.

 

—Creí que te levantarías tarde —comentó Hikaru, Shintaro entonces no dejó pasar el hecho de que el mayor estuviera ignorando deliberadamente a Okamoto, y por la mirada del otro, al parecer Keito también se percató—. Aunque si quieres hablar con Ryutaro tendrías que apurarte.

 

—No lo necesito —de pronto la voz perdida de Shintaro se escuchó amortiguada—. Solo quiero irme de aquí.

—Por cierto —habló Keito, con sus pasos lentos hacía los dos—. ¿Qué hacías ayer en la noche por aquí?

 

—En realidad creo que sí tengo que hablar con él.

—Oh, vamos Shintaro. Ya déjate de juegos —de pronto Hikaru estaba colocando su maleta en la espalda, sin la menor intención de regalarle una mirada—. Ir y venir constantemente hará que tu hermano se aburra y adiós trato.

 

—No es como si las cosas fueran a ser diferentes si hablamos.

—Al menos si lo intentas…

—No —se negó inmediatamente—. Creo que solo quiero ir a casa.

 

Keito lo miró por un largo rato, esperando que Shintaro dijera algo más mientras jugaba con sus manos y luego dejaba el tiempo escapar. Suspiró lentamente y terminó por arreglar sus cosas velozmente. Casi distraído de su interés por preguntarle lo que había sucedido, sabiendo a la perfección que Morimoto no hablaría.

 

—Ten cuidado. Ya sabes, no puedes entrar y salir como si fuera tu casa.

—Siempre puedo violar la privacidad ajena.

 

La sonrisa juguetona en los labios hizo tanto a Hikaru como Keito sonreír, esa personalidad tan propia del menor cuando se sentía confiado de algo, pero Shintaro estaba ahí, un poco encogido todavía mientras esperaba porque sus amigos abandonaran la habitación y el tiempo se le hacía diminuto.

 

 

 

 

—Mañana tendré que ir a hablar con mis padres sobre esto. ¿No te parece emocionante? —Inoo miró distraído el pequeño panfleto en sus manos, aún adormecido por la reunión a primera  hora que había mantenido con el director mientras su compañero de salón hablaba y hablaba sin cesar—. Si hacemos las cosas bien, quizá hasta nos den créditos para una universidad en el extranjero.

 

Kei lo miró un instante. Sus ojos pequeños y su cabello oscuro. Ni siquiera recordaba su nombre, así que asintió concentrándose una vez más en el papel que tenía aquellas letras molestas de algún concurso de matemáticas en el que no le placía verse involucrado, pero al otro le brillaban los ojos y Kei solo pudo aburrirse un poco más.

 

—Inoo~

 

La voz de Daiki causó un relámpago interno, trayendo color a ese momento incómodo de debate interno en el que luchaba por la manera adecuada de decirle al otro muchacho que no contara con él, y que mejor se buscara otro compañero.

 

—¿Qué haces por aquí?

 

Si bien su voz apagada y su expresión un poco cansada fue lo único que recibió Arioka como buenos días, eso no pareció molestarle, porque únicamente alzó un poco sus hombros y le sonrió todavía un poco más amplio de lo normal, con toda esa vitalidad y regocijo que hasta ahora únicamente había encontrado en esos ojos.

 

—Bueno, decidí levantarme temprano —Daiki caminó hasta él con las manos en su espalda y a una prudente distancia porque bueno, aquel muchacho de mirada seria se encontraba cerca de ellos y los observaba como si fueran completos desconocidos de repente —Pensé que podíamos desayunar juntos. Hola Okina—. Le sonrió lo menos falsamente que pudo, mirando a aquel muchacho con el que compartía un par de clases y tratando de evitar esos impulsos suyos por pegarse a Inoo cada que lo tenía cerca.

 

—Hola Arioka —el otro muchacho miró fijamente a Daiki y luego deslizó su mirada hacía Inoo, que parecía todavía concentrado en el papel que le habían entregado—. No sabía que ustedes fueran cercanos.

—Oh, bueno —Daiki tomó velozmente la palabra, especialmente porque Inoo levantó la mirada tan rápidamente que incluso para Okina fue extraño—. No tanto así, más bien somos algo así como amigos.

 

—Vaya, siempre pensé que eras de esos que guardan bastante sus amistades —esta vez Okina se dirigía en exclusividad a Kei y Daiki incluso sintió esa rabia tan suya borbotar por todos lados queriendo gritar y si era posible exigirle a empujones al otro para que le explicara el porqué de sus palabras—. Ya sabes, no te ofendas Arioka —lo miró desdeñosamente, con aquella sonrisa más falsa que la suya—. Pero no tienes la mejor reputación que digamos, y alguien como Inoo pues…

 

—Lo pensaré.

 

La repentina aparición de la voz de Kei tomó por sorpresa a ambos, Kei levantaba un poco el panfleto entre sus dedos y sonreía brevemente antes de darles la espalda y continuar caminando como si nada hubiera pasado en realidad, pero Daiki solo esperó a que Inoo se alejara un poco y luego encaró al muchacho que aún miraba sorprendido la tela de duda en que Kei había dejado su participación para las Olimpiadas.

 

—No vuelvas a repetir eso —sus palabras pronunciadas con lentitud llamaron la atención del otro que parpadeó un par de veces antes de sonreír y arreglar mejor su camisa.

—No sé de qué hablas. Que Inoo Kei te tenga pena  y acepte que lo vean a tu lado, no quiere decir que el resto omita tu… divertida vida dentro y fuera del internado.

 

—Pues mi divertida vida te importa un carajo. Así que ve cerrando esa linda boquita tuya —Daiki se atrevió incluso a pasar la yema de su pulgar debajo del labio inferior del más alto—. Si no quieres que yo te la cierre a golpes y tú y tú divertida competencia de números se vaya a la mierda.

 

Daiki sonrió un poco más, solo como advertencia mientras le quitaba de las manos el dichoso panfleto y se lo estrellaba con brusquedad contra el pecho. El sujeto guardó silencio mientras Daiki se alejaba y procuraba alcanzar a Inoo en el lugar que se encontrara, su cabeza daba vueltas, incluso podía sentir las ganas intensas que tenía por golpear a alguien. Sin embargo, cuando se encontró a Inoo apoyado en una de las paredes cerca del comedor, su rostro perdió todo rastro de emoción y repentinamente, cuando canalizó la idea, volvió a sonreír.

 

—Tardaste —comentó el más alto—. Creí que habías dicho que desayunaríamos juntos.

—Si —reconoció alegre una vez más—. Solo quería aclararle unos puntos a tu compañero de Olimpiada.

 

—¿Cómo sabes de eso? —Inoo lo miró extrañado.

—Ese panfleto soso habla por sí solo, Kei.

 

Inoo retomó el paso a su lado y la gente y su bulla hizo al mayor respirar profundo mientras se adentraba en el lugar y metía las manos dentro del pantalón.

 

—Bueno —comentó bajito—. En realidad aún no me decido a participar.

 

Y Daiki por un momento no supo definir, si eso era bueno o no.

 

 

 

 

—¿Has perdido la razón?

 

Inoo sintió que incluso podía sonreír un poco mientras Daiki revoloteaba a su alrededor con ideas locas en su cabeza, y Kei mientras tanto se dedicaba a buscar ese libro de química que no encontraba por ningún lado dentro de su diminuto casillero.

 

—Tienes que admitirlo es una buena idea —al fin Daiki dejó de moverse, cruzándose de brazos, con esa expresión tan llena de seguridad que le quedaba tan bien en el rostro. —Nadie tiene por qué darse cuenta que no estoy.

—No, para nada. Excepto por la lista de asistencia que toman los profesores a diario. Y –oh, por supuesto– por el hecho de que Okina estará dando vueltas por todas partes. Pueden descubrirnos.

 

—Olvídate de Okina, yo me encargo de él.

—Deja de amenazar gente, Daiki —la sonrisa en el rostro de Inoo hizo que Daiki no se tomara tan en serio la pequeña advertencia e incluso se acercara suavemente, esperando que a nadie se le ocurriera pasearse por ahí—. Hablo en serio.

 

—Pero será divertido. Serán como vacaciones.

—Es una olimpiada de matemáticas, dudo que te vayas a divertir.

 

Daiki movió un poco su cuello, sonriendo nuevamente y arreglando un poco la corbata del mayor que repentinamente se le antojó se encontraba desarreglada.

 

—Yo lo haré divertido —habló en susurros, lo suficientemente bajo para que Inoo sintiera su cuerpo entero sacudirse por esa mirada que Arioka le envío directo a sus ojos—. ¿Qué tienes ahora?

—Química.

 

—Bueno… —Daiki sonrió un poco más, mirando de un lado a otro—. Es una clase patosa de todos modos.

 

Cuando Inoo pudo reaccionar, Daiki ya jalaba de su brazo y lo llevaba por pasillos por los cuales él no había caminado, recordó a mitad del camino que tenía una clase a la que asistir, que el timbre ya había sonado y sin embargo dejó que los pasos de Daiki lo guiarán. Sin importar el lugar que fuera.

 

 

 

 

—Creo que voy a ingresar a algún deporte.

 

Cuando Takaki soltó aquel comentario de la nada, y en medio de la clase de Literatura, Yabu no pudo evitar soltar el bolígrafo entre sus manos y abrir sus ojos de par en par como si a Yuya le hubiera salido otra cabeza repentinamente y ambos le hablaran al mismo tiempo.

 

—¿Tú? ¿Qué? —Estaba asombrado, incluso a pesar de que Yuya lo miró con aquel gesto despreocupado y aburrido mientras mantenía las manos bajo su quijada, tratando de disimular que le prestaba atención a la profesora de turno—. ¿Esto no es por Chinen, verdad?

 

—¿Yuri? —Por un momento Yuya no pareció entender, pero luego torció un poco sus gestos y viró los ojos—. Claro que no, Yuri no es el eje de mi vida ¿sabes? Además él está en el club de baile. Yo tengo pensado meterme en natación.

—¿Yuya si estás cien por ciento consciente de que meterte a un deporte implica esfuerzo físico, entrenamiento después de clases y obviamente reducción de una de tus múltiples siestas?

 

La ironía de Yabu hizo al otro fruncir el ceño antes de que golpeara duramente su muslo y Kota se quejara bajito, antes de que la profesora notara su pequeño escándalo.

 

—No seas borde Yabu, por supuesto que lo sé. Es solo que… He pensado que hacer algún deporte me mantendrá ocupado y así no andaré pensando en tonterías.

—Como Chinen Yuri.

 

Takaki le envío una dura mirada que para el otro fue suficiente para que se decidiera por dejar el sarcasmo fuera de la conversación al menos por un instante.

 

—¿Tú cómo vas con Morimoto?

 

La pregunta de Yuya lo tomó desprevenido. Kota empezaba a acostumbrarse a levantarse y ya no encontrar a Ryutaro por ningún lado, apretó un poco el lápiz que reposaba junto al cuaderno y mordió su labio inferior pensando seriamente en buscarlo durante la hora de receso. Porque ese vaivén descontrolado que mantenían de algún modo debía aplacarse. Su inestabilidad con Ryutaro era aún más fuerte que con Shintaro. Y se sentía más vulnerable por eso.

 

—¿Sin palabras? —Takaki lo miró sonriente y burlón por igual—. Al parecer fue una buena noche. No llegaste al dormitorio.

—Ryutaro estaba mal, solo lo acompañé. Es todo.

 

Yabu al principio no entendió el por qué Takaki había girado por completo hacía él y esta vez ni siquiera disimulaba mientras lo miraba expectante y con sus ojos sumamente abiertos.

 

—¿Ryutaro?

 

Y cuando aquel nombre salió de los labios de Yuya, Kota comprendió que había cometido un grave error.

 

 

 

—¿Dónde estás?

 

En esta ocasión Ryutaro no se había tomado la molestia de siquiera disimular que se encontraba deambulando entre los jardines cuando se suponía que debería estar en clases. Pero ni siquiera llevaba el uniforme puesto, y solo cargaba una pequeña maleta sobre la espalda con aquella expresión indescifrable mientras esperaba por la respuesta de Shintaro que estaba demorando más allá de lo esperado.

 

—No esperaba que me llamaras.

—Shintaro ¿dónde estás?

 

Lo tajante de su voz hizo al menor suspirar mientras él continuaba por su camino esperando que Shintaro se dignara a responderle aunque luego de un instante escuchó su voz otra vez y esta sonó demasiado cerca de sus oídos.

 

—Creo que atrás de ti.

 

Shintaro estaba a unos pocos pasos, con su mirada dedicada por entero hacía él y parecía no haber dormido demasiado bien, porque después de todo Shintaro no solía ser de esos que se mostraron exhaustos a primera hora de la mañana a pesar de lo mucho que odiara despertar temprano.

 

Ryutaro respiró hondo, sin tomarse la molestia de preguntarse siquiera porqué su hermano se encontraba ahí, solo caminó en dirección a donde se encontraba y fue como si el odio insano se reviviera y de repente se encontró golpeando su barbilla y recibiendo en esta ocasión varios golpes de vuelta, como si en realidad fuera necesario. Como si eso calmara un poco la inestable tabla sobre la cual se encontraba su hermandad.

 

 

 

Finalmente lo había llevado a una de las azoteas tan desprovistas de privacidad que Inoo tanto evitaba, y cuando la puerta se cerró detrás de él, Daiki había tomado su rostro con apremio, encerrando sus manos sobre ese rostro suave y limpio que solo el mayor poseía, apoderándose del espacio corto que quedaba entre sus labios y el aire que desapareció entre sus bocas esa mañana.

 

Los besos de Daiki eran justo como él, llenos de pasión y adrenalina. De esa sensación asombrosa que sacude el cuerpo de Inoo y lo hace aferrarse al menos a su cintura, porque Arioka es como un torbellino de emociones y sensaciones a su alrededor. Un mundo nuevo que sigue descubriendo mientras para Daiki todo parece ser un juego.

 

—Espera —habla luego de unos minutos cuando los labios de Daiki ya están seguramente muy rojos por la fricción de sus bocas juntas y este le regala una sonrisa impresionante —¿Me has traído aquí solo para besarnos? Entérate que estamos perdiendo horas de clases.

 

Daiki ríe ampliamente, sin molestarse en ocultar lo barata que le parece su excusa. Y por un momento Inoo piensa que un rostro como el de Daiki está hecho para regalar sonrisas todo el tiempo.

 

—Te traje aquí para demostrarte lo que podemos hacer durante el viaje a tus Olimpiadas.

—Mis horas libres debería ocuparlas en practicar matemáticas entonces.

 

Daiki se aferra a su cuello, esa desventaja leve entre sus estaturas pesa un poco mientras Kei puede darse cuenta que a Daiki le gusta mucho hablar cerca de su boca.

 

—Claro, puedes practicar tus números todo lo que quieras. Siempre y cuando yo haya quedado satisfecho.

—¿Satisfecho respecto a qué?

—A tantas cosas…

 

La frase de Daiki queda volando por el aire, porque ha acercado su boca nuevamente y Kei no se niega, ni un poco, recibe los labios de Daiki y procura apoderarse de ellos justo como hace un minuto Arioka lo hacía, con esa burbujeante sensación dentro del pecho nuevo.

 

Pero Inoo la mata, de la misma forma que revive cada vez que se besan. Mata cualquier meticulosa sensación que amenace su tranquilidad mientras deja que el aroma de Daiki se quede prendado a él. Porque Inoo acaba de percatarse tantos días después que la fragancia de él es fresca y masculina.

 

Está descubriendo tanto de él, que involucrarse demasiado, empieza a ser una opción poco consciente.

 

 

 

 

Yuto pelea una vez más contra la computadora, rasca un poco su cabeza y exaspera volátil mientras ve con frustración esa tonta escala de programación que finalmente no ejecuta como debería. Odia la clase de computación o como sea que se llame, porque en realidad no le ha prestado más atención de la necesaria en las pocas semanas que tienen desde que se hubieran iniciado las clases.

 

Pero las dos chicas junto a él ríen lo más bajo que pueden mientras se acomodan la una a la otra y de vez en cuando le lanzan miradas que repletan de confianza el pisoteado ego que Okamoto Keito deja a su paso cada que se encuentran, pero esta vez las risitas y las miradas son menos disimuladas de lo normal y Yuto muere en curiosidad.

 

—Hola —habla despacio y tratando de sonar incluso amable—. ¿Sucede algo?

 

Las dos ríen un poco más mientras niegan un poco y señalan la pantalla de su computador.

 

—Solo mirábamos las nuevas fotos de tu revista.

—Oh, ¿ya salieron?

 

Luce incluso animado de nuevo, a pesar de estar en medio de una tarea que él ya ha olvidado en tanto se acerca un poco al monitor de las dos muchachas que le dan un pequeño espacio mientras él deambula un rato y observa lo bien que ha salido en las dichosas fotos y las muchas que hay de él.

 

Eran un grupo bastante numeroso y Yuto en verdad siente su pecho refulgir de orgullo cuando ve la cantidad de fotos publicadas que hay de él, y de Okamoto, claro. Hay tantas de él, como suyas, y casi sin pretenderlo hace un pequeño puchero con sus labios mientras baja en la página y continúa encontrándoselo en cada foto como la peor de las plagas.

 

—Estúpido Okamoto…

 

 

 

—Pensé que podríamos salir juntos este fin de semana —Keito no está muy acostumbrado a planear las salidas o siquiera organizarlas, porque en realidad Hikaru es el bueno en eso, pero en esta ocasión siente a Yaotome tan disperso, que se ve en la obligación de hacerlo mientras caminando por los pasillos, a la hora del receso—. Al cine y quedarnos a dormir en la casa de mis padres.

 

—No lo sé… —Hikaru parece bastante entretenido con ese tonto juego de piezas que encontró en el salón de artes y Keito empieza a fruncir el ceño porque se siente completamente ignorado—. Escuché que habría una fiesta este sábado. ¿No sería genial ir?

 

—No suelo ir a fiestas y lo sabes.

—Sí, pero es bueno relacionarse con otras personas.

 

—Ya tuvimos nuestra pésima experiencias con una de esas fiestas y…

—Ah, pero es que está fiesta no va a ser aquí. Va a ser fuera en la casa de Kimaro si no me equivoco.

 

Hikaru parece concentrado en recordar de quien es la casa que le habían mencionado y Keito respira hondo, se lo merece, probablemente. Ha dejado a Hikaru de lado durante mucho tiempo, y quizá su amigo únicamente esté jugando con él, pero a veces lo ve tan simple, que se rehúsa a la idea y entonces concluye que en verdad Yaotome solo lo está ignorando.

 

—Me pregunto si Ryosuke irá…

 

La voz suave de Hikaru es baja, aun perdido en sus pensamientos, Keito está a punto de preguntarle por qué lo ha mencionado cuando el muchacho alza su brazo por completo y luce una gran sonrisa en el rostro. Igual de escandaloso que siempre, abriéndose paso entre la gente que hay alrededor.

 

—¡Hey, Ryosuke!

 

Keito lo mira únicamente irse, acercarse a Yamada con la mayor de la tranquilidad mientras el otro muchacho con los libros en la mano sonríe y parece asentir un par de veces mientras Hikaru habla y habla como suele ser su costumbre, en medio de bromas tontas y ese movimiento de manos que Keito reconocería de aquí al fin del mundo. Hikaru es tan transparente para él, que en ocasiones se sorprende así mismo.

 

Siente una nebulosa extraña a su alrededor y se percata, que tal vez Hikaru ha estado haciendo algo más que esperar por él mientras se desaparecía, por más egoísta que eso suene en su cabeza.

 

 

 

 

Tal y como se lo había propuesto, Yabu espera que el timbre que anuncia el receso suene para poder salir directo hacía la habitación de Ryutaro, esquivando por completo a Takaki y su interminable interrogatorio sobre: ¿quién es Ryutaro? Que él ha esquivado hábilmente diciendo que solo se le habían cruzado los nombres. Pero Yuya no era tan fácil de despistar y con una sonrisa solamente lo había atosigado ahora con la razón por la cual había pensado en él mientras hablaban de Shintaro.

 

Y Kota en verdad no estaba muy convencido de si Yuya le había creído la excusa de que había sido sencillamente espontaneo. No estaba seguro aun de confesarle que Shintaro tenía un hermano gemelo y mucho menos contarle sobre el intercambio que los hermanos Morimoto habían realizado.

 

Pero Yuri y su sonrisa adorable hicieron acto de aparición en el momento indicado. Rodeado de personas como era su mala costumbre, Chinen había aparecido sin razón alguna frente al salón de tercer año y reía en voz alta mientras su mirada se deslizaba por cualquier otro lugar excepto las personas con las cuales supuestamente se encontraba conversando.

 

Takaki había sido veloz, apenas lo había visualizado había girado en la primera esquina que encontró y había huido cobardemente sin darle tiempo a Kota de preguntarle el porqué de sus acciones. Como fuera, Takaki había escapado de la dulzura mal disfrazada de Yuri y con eso había terminado el incómodo interrogatorio sobre Ryutaro.

 

Ahora, Kota caminaba los pocos pasos a la puerta de Ryutaro y respiraba hondo, planeando seriamente en hablar con él y matar esa inestabilidad profunda que ambos tenían. En realidad de la manera más amable Yabu pretendía mandar al demonio la sombra de Shintaro y pedirle a Ryutaro que intentaran una relación, por más amorfa que esta fuera, o sonara.

 

Sin embargo cuando abrió la puerta Ryutaro estaba de espaldas arreglando un poco de su ropa y ni siquiera se había dignado a girar ante su ingreso, cuando generalmente siempre saltaba ante la invasión a su privacidad. Pero Yabu decidió ignorar aquello y cerró la puerta tras de él, moviendo un poco el cuello porque de pronto se sentía estresado.

 

—Ryutaro.

 

El rostro molesto de él fue lo primero que recibió, observando su ceño fruncido, y el terrible morado debajo de su barbilla y otro muy cerca de su ojo. Yabu se tomó un par de segundos para analizarlo, incluso su peinado desordenado y esos refulgentes de una rabia insensata que lo hizo sentirse agotadoramente vacío.

 

—¿Shintaro?

 

Verlo ahí de nuevo fue como sentir que Ryutaro se había marchado. Sin despedirse ni preocuparse por él y sus intenciones.

 

 

..:: Fin del décimo síntoma ::..

Muchas gracias  a todas las que leen , espero que disfruten el capitulo.

Se las ama ♥

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Precedentes: Octavo síntoma


 

Precedentes de una Adicción no Controlada

El infortunio de la nada

Octavo Síntoma

 

 

 

Aquella noche Ryosuke tuvo un mal presentimiento.

 

De esos que inutilizan al resto de emociones mientras sus manos cortaban la carne con aquellos cubiertos que habían sido puestos a su disposición en tanto los otros tres miembros de la mesa únicamente paseaban sus miradas y hacían conversaciones breves, sobre cosas sin sentido que mantenían a Ryosuke lo suficientemente intranquilo como para fingir que eso no estaba sucediendo y que Yuya frente a él, junto a su padre no formaban parte de su familia.

 

De vez en cuando, Ryosuke posaba la  mirada en su madre, ella tan hermosa y radiante a su lado mientras miraba al padre de Yuya con ojos de enamorada que hacían al menor torcer los gestos y mascullar cosas sin sentido que se perdían entre sus dientes y al final no abandonaban sus labios.

 

Podía escuchar el sonido del violín dentro de aquel restaurante de lujo, veía a los  meseros andar de un lado a otro, prefería mirar a cualquier lado en vez de estar ahí, fingiendo que eso realmente le importaba o al menos se sentía cómodo. Ryosuke extrañaba a su padre en momentos como estos, y odiaba que hubieran tenido que separarse.

 

—Ryosuke— La voz de ella sonaba suave, como una caricia a los sentidos –Yuya— Así que levantó la mirada en cuanto notó a los mayores tomados de la mano, con una sonrisa enorme en los labios que hizo a Ryosuke empezar a temer lo peor –Hemos decidido casarnos. Y esperamos contar con su apoyo.

 

No era una consulta, y en su mente era hasta ridículo pensar que ambos adultos decidieran consultar algo que al parecer era tan personal mientras lo involucraba de una manera que personalmente, Ryosuke sentía impensable. Desde su lugar Yuya se movió incómodo, apretó la copa entre sus manos y bajó la mirada. Expectantes ambos adultos esperaban una respuesta mientras Ryosuke, todavía inmóvil solo mantenía su mirada en los mayores.

 

—Yo…— Pero era adusto, imposible de aceptar, sin embargo Takaki había empezado a sonreír, tan mínimamente que más bien era mera complacencia –Me siento feliz por ustedes.

 

El sabor amargo en las palabras de Takaki jugueteaba asombrosamente mientras su rostro luchaba por enmarcar una sonrisa que al final de cuentas nunca llegó, así que Ryosuke tomó una decisión, por que no iba a ser tan hipócrita como Yuya y sonreír mientras fingía que nada pasaba.

 

Agarró la servilleta sobre sus piernas, dejándola caer sin el más mínimo cuidado sobre la mesa, logrando que su madre lo mirara sorprendida y la gente a su alrededor los notara.

 

—Ryosuke— Lo llamó ella —¿Qué estás haciendo?

—Acabo con esta sarta de estupideces.

 

—Ryosuke— Y esta vez su voz sonó severa, sus ojos lo capturaron con fiereza y sin embargo él no se vio intimidado –Toma asiento.

—¿Para qué?— Sonrió —¿Para que juguemos a la casita feliz cuando ambos saben a la perfección que Yuya y yo ni nos soportamos? Discúlpame, madre. Pero hasta que no recuperes la sensatez prefiero no estar cerca.

 

La silla provocó el ruido molesto, dejándole campo abierto al menor para levantarse en medio de las miradas que justo ahora lo importunaban, pero Ryosuke solo apretó los puños y caminó, con su rostro enojado y los pasos llevaderos que lo jalaron hasta la salida.

 

 

 

 

—Daiki…

 

Arioka se había acostumbrado a que su nombre sonara en diferentes tonalidades de acuerdo a la voz que lo llamaba, se había acostumbrado tanto a los matices extraños de la voz que cuando alguien pronunciaba su nombre era tan solo un llamado ahogado y bastaba con eso para que Daiki supiera exactamente qué es lo que quería la otra persona de él,  y sin embargo Yuto siempre había sido la excepción a la regla.

 

—Dime.

—Estás muy extraño últimamente.

 

Sonrió, por que le parecía asombrosa la repentina preocupación que el otro le mostraba mientras se sentaba a su lado en la cama y pasaba una mano por su espalda, un gesto de cortesía, un simple gesto que le permitía abrirse ante él, aunque Daiki supiera a la perfección que eso no sucedería.

 

—No es nada.

—Pues para ser ‘nada’, esa ‘nada’ logra que te veas fatal.

 

—Yuto…— Esta vez lo ignoró, soltando sus palabras como un juego —¿Tú en verdad crees que luego del colegio la vida para nosotros cambiará definitivamente?

—Nosotros ni siquiera hemos empezado a vivir, Daiki— Yuto sonrió, pasando una mano por su rodilla, tratando de capturar su atención –Empezaremos a vivir justo después de graduarnos, entonces o nos sumimos a las órdenes o armamos una vida.

 

El cuentagotas empezaba a sonar en su cabeza, despacio y arrítmicamente, lo suficiente como para que sintiera esa molestia desagradable que lo hacía fruncir el ceño mientras lo demás en su vida sucedía.

 

—¿Vas a hacer lo que te de la gana, verdad?

Nakajima se permitió reír en ese instante –Así es.

 

Daiki apretó los puños casi sin cuidado “¿Qué vas a hacer tú Inoo?” La imagen reflejada en sus pupilas como si fueran perennes y otra vez la mano de Yuto, en esta ocasión sobre su brazo logró desconcentrarlo.

 

—Daiki…— Murmuró despacio –En serio ¿qué sucede?

—Nada…— Se apresuró en contestar, aunque luego las palabras lo abandonaron como una culpa en medio de confesión –Desde el comienzo solo fue nada.

 

 

 

 

Su padre alguna vez le dijo que los amigos se preocupaban por los amigos, que el afecto en mayor o medida era demostrado por aquellos espacios de tiempo en lo que uno se comprometía a velar por la seguridad del otro, a su manera o como supiera manejarlo, pero sin involucrarse demasiado a menos que esa persona lo permitiera.

 

Hikaru se preocupa por Keito.

 

Por su mirada que de repente huye de la suya, por el poco tiempo que comparten de repente y lo renuente que se muestra para hablar con él sobre lo que le preocupa y acaba acaeciendo en medio de sus prioridades. Ve su espalda amplia, recostado sobre la cama, justo del otro lado de la habitación. Keito respira suave y rara vez se mueve, no duerme, por que Hikaru lo conoce tanto que puede hasta predecir sus movimientos.

 

Pero Okamoto no va a pronunciar palabra y Yaotome no cree poder adivinar lo que pasa por esa cabeza, por esos instantes en los que se sume entre las sábanas y oculta su rostro en la almohada, como si se avergonzara de algo, o estuviera atormentado. Sabe que algo le preocupa, pero no puede ayudarlo si Keito no va hasta él, ya lo persiguió lo suficiente. Aún así, teme perderlo.

 

 

 

 

—Ya hablé con tu madre.

 

Ryosuke se hundió un poco más en el sillón, con el ceño fruncido y las manos apretadas, tiene el cabello alborotado por que ha pasado la mano por entre su cabello bastantes veces y sin embargo no puede dejar esa tensión en su espalda, mientras escucha la voz de su padre y el ambiente a hogar que se respira en ese departamento lo alberga.

 

—La has dejado muy preocupada.

—Ha sido ella quien ha salido con tremendas tonterías.

 

Su padre es ese tipo de hombres que cuando sonríe le regala una pequeña gota de esperanza, es amable y cariñoso con él, lo protege y lo entiende. Sabe decir las palabras adecuadas, es la persona ideal, es con quien le gustaría compartir su vida ahora que su madre ha decidido compartir la suya con el insulso padre de Yuya.

 

—Ryosuke no puedes esperar realmente que tu madre no encuentre alguien más en su vida— Lo abrazó, sutilmente pasando una mano por sus hombros, con su voz lo más conciliadora que podía –Un día tú te irás de casa y ella se quedará sola, tienes que entender.

 

—No quiero que se quede sola— Reconoció bajito, mirando de soslayo al hombre que lo sostenía con un brazo –Pero ese hombre que ha escogido no es el indicado.

—Hijo, confía en el buen juicio de tu madre.

 

Yuya jamás le había agradado y ese hombre que parecía ser la esencia viva del mayor nunca terminaría de aceptarlo, su vena interna pugnaba por no hacerlo y se negaba a aceptarlo en su vida, en su mundo, en su declive de fantasías heridas mientras los otros parecían compenetrarse en un mundo en el que él no encajaba.

 

—Él no es el indicado— Repitió, como si de un mantra se tratara –No lo quiero en mi vida, no quiero a nadie más que tú como padre.

—Ryosuke, es mejor para ti que tengas una figura paterna.

 

Los ojos del menor se abrieron de par en par, de repente su padre lo miraba con cariño y acariciaba su rostro, anticipándolo a algo que él no esperaba.

 

—¿Qué estás queriendo decir?

—Me han ofrecido un trabajo en América.

 

—¿Qué?— Se levantó, escapando de sus brazos y mirándolo con resentimiento, nuevamente con los puños apretados y su ceño fruncido, no dejándolo pronunciar otra palabra —¿Vas a dejarme? ¿Te has vuelto loco?— Capturó el sentimiento que había albergado desde el inicio de esa noche y se conjugó con fuerza en el resentimiento —¿Por qué me haces esto?

 

—Ryosuke, por favor. No eres un niño pequeño. Tienes que entender que tu madre y yo nos hemos separado— Trató de abrazarlo de nuevo, pero esta vez Ryosuke se escapó de sus brazos –Jamás voy a abandonarte, pero esto es importante para mi.

 

—Por eso te dejó mamá— Rezongó de repente –Todo es más importante para ti que tu familia.

 

Entonces sus pasos se escucharon contra el piso, encerrándose en aquella habitación de reserva que su padre había adecuado desde hace muchos años para él, no lo necesitaba, no necesitaba nada de nadie. Por que al final, a quienes querían siempre terminaban dándole la espalda, abandonándolo en la intemperie entre la soledad y el resentimiento.

 

 

 

 

Cuando finalmente los ojos de Yabu se abrieron, la mañana había aparecido y la molestia en su garganta persistía a pesar de que la fiebre había disminuido y su malestar, aunque menor, persistía. Buscó por instinto a Ryutaro, estiró su brazo hacía el lado vacío de la cama y sin embargo no lo encontró.

 

—¿Ryutaro?

 

Tenía la habitación que no le pertenecía en  completa soledad, casi vacía de no ser por el hecho que se encontraba ahí, se suponía que Ryutaro debía amanecer junto a él, en medio de una conciliación extraña que habían encontrado la noche anterior, cuando los labios del menor lo habían buscando a pesar del odio que le profesaba.

 

Se suponía que había derrumbado una barrera en Ryutaro.

Y ahora simplemente no aparecía.

 

 

 

 

—No puedo irme si sigues comportándote de esta manera.

 

Ryosuke no estaba dispuesto a cruzar más palabras de las necesarias en cuanto hubiera despertado esa mañana y su padre le hubiera comunicado que lo iría  dejar hasta el internado, apretaba descuidadamente la tela de su pantalón mientras el hombre lo miraba y finalmente, con el paso de los segundos suspiraba.

 

—Ryosuke…

—Es tarde, tengo que ir a cambiarme antes de ir a clases.

 

Se deshizo del cinturón con más velocidad de la esperada y el hombre al volante únicamente suspiró, mirándolo empezar a abrir la puerta del auto mientras se acomodaba un poco mejor la camisa.

 

—Cuídate.

 

No hubo respuesta por parte de Ryosuke, únicamente su cabeza en alto caminando hacía el interior de uno de los edificios, encaminado como si de pronto nada más allá que él le importara.

 

 

 

 

Para la primera hora de clases, Takaki se había empezado a hartar de la actitud repentina que Kota había tomado en respecto a Morimoto, sus ojos lo buscaban de un lado a otro y de vez en cuando tosía  por que no se había recuperado por completo después de todo y aún así se la pasaba susurrando las misma molestas palabras.

 

‘¿Dónde puede estar?’

‘Es extraño que sencillamente halla desaparecido’

 

Y empezaba a cansarse de esa actitud adusta que no lo llevaba a ningún lado ya que el menor después de todo tampoco le contestaba las llamadas, Yuya de vez en cuando lo veía de reojo, notaba su inquietud, preocupación y molestia, pero a ratos también se preguntaba ¿por qué su mejor amigo podía dejar pasar de lado el hecho de que él tampoco se encontraba mejor?

 

Luego Kota volvía a sus murmullos extraños, dejando escapar su mente y la mirada y Takaki entonces suspiraba, harto de esa situación en círculos mientras Yabu buscaba a alguien, que sencillamente no quería ser encontrado.

 

 

 

 

Antes del receso Daiki ha perdido las ganas de seguir asistiendo a clases y sus ojos no han podido identificar por ningún lado a Kei. Como si de pronto lo hubiera abandonado a su suerte en medio de una intemperie de desconocidos, aunque sabe que anda por alguno de los pasillos de clase en clase, sabe que anda por ahí, pero aún así no tiene el valor para encontrarlo.

 

Verlo hoy no parece ser tan buena idea.

 

—¿Arioka Daiki?— La voz a su espalda lo hace girar. La muchacha es bella y su rostro se le hace conocido tan inevitablemente que siente un espesor extraño en la boca del estómago, así que mientras tanto solo asiente y ella sonríe, con un pequeño asentimiento a modo de reconocimiento –Mucho gusto, soy Seung OhDara ¿tienes un momento?

 

La respuesta que grita su cerebro es que no.

No, de ninguna manera y sin embargo su boca se mueve sola cuando puede percatarse y ella le ha regalado otra de sus espectaculares sonrisas.

 

—Si, claro.

 

Así que se enrumba junto a ella en medio de los pasillos mientras la mira de soslayo y parece reconocerla, aunque sus instintos gritan ahora que se de media vuelta, se inventa una excusa y simplemente se vaya. Pero no puede, por que la duda lo invade y de pronto necesita saber el por que de esas sensaciones que repentinamente lo invaden.

 

—¿Te conozco de algún lado?

—Me imagino— Suelta ella, con un pequeño suspiro, avanzando por los pasillos –Soy la prometido de Inoo Kei.

 

Entonces Daiki no se mueve más, detiene sus pasos y la mira como si su cuerpo entero quemara y se maldice, una y otra vez, por no haber escuchado a sus sentidos a tiempo, por querer irse con más intención que antes aunque es ahora su orgullo el que se lo impide.

 

Se regocija, como un maldito masoquista mientras la mira y observa lo bella que es, lo mucho que de repente quiere besarla por que su parte retorcida de repente la desea. Pero no, es más que eso. Daiki la quiere, por que quiere que Inoo no la vea, con la misma adoración que seguramente la mira.

 

—¿Arioka?

 

Pero siente nauseas de repente. No puede, su voz, sus ojos, todo en ella de pronto le resultan airoso, pretencioso y colmado de un ego que el quiere destruir a patadas, así que sonríe, con la mejor de sus sonrisa, por que un buen jugador planea estrategias antes de mostrar emociones, sacude la mano y amplía su sonrisa un poco más.

 

—Con razón te me hacías conocida— Pronuncia cuidadosamente –Eres más bonita de cerca, OhDara.

 

Ella parece consternada, pero a él no le importa.

 

—Vamos a uno de los bares, seguramente quieres hablar de algo importante conmigo ¿no?

—Si, así es.

 

Hace mucho que ella ha dejado de importarle.

 

—Perfecto, vamos entonces.

 

Inoo es lo único que ocupa su cabeza.

 

 

 

 

—¡Yaotome!

 

Chinen corrió, como pocas veces cuando vio al muchacho alto que usualmente se perdía entre la gente, Hikaru giró para encontrarse de frente con Yuri y él solo pudo estirar un poco su mano mientras le pedía que esperara un rato. Sonrió, por que de pronto Chinen se veía adorable.

 

—¿Qué sucede?

—Ryosuke— Y el nombre del muchacho lo atraviesa como un rayo de repente —¿Lo has visto?

 

Pero Hikaru no entiende por que Chinen ha venido a preguntarle por Yamada justo a él, de entre tanta gente.

 

—No, pero…

—Diablos— Musita el menor entre dientes, mientras desvía la mirada y aprieta los puños –Ayer salió con su madre a cenar y desde anoche no contesta mis llamadas. Me tiene preocupado.

 

—Hikaru…— Takaki aprieta el hombro de Yaotome con cuidado, robando su atención un minuto –El profesor de Física te está buscando.

—¿En serio?— Yaotome parecía decidido a acompañar a Chinen en su búsqueda –Iré, luego te hablo Chinen, para ver si supiste algo de él.

 

Yuri asiente casi por inercia mientras lo ve alejarse con los pasos rápidos y Takaki se queda frente a él, con las manos entre los bolsillos y su mirada cansada, luego suspira y Yuri siente escalofríos.

 

—¿No ha hablado contigo?

—¿Quién?

 

—Yamada ¿no ha hablado contigo?

—No, desde ayer, y hoy no lo he visto.

 

Takaki se remueve incómodo un instante, vuelve a suspirar –Acompáñame— Y se encamina hacia algún lado que Chinen desconoce, pero aún así lo sigue, por que de repente siente que debe ser así. Finalmente se detienen en medio de los pasillos y Takaki le da la espalda, luce cansado, con sueño y sin muchos ánimos de nada precisamente.

 

—Nuestros padres se van a casar— Confiesa en un momento, ahora que los pasillos están desolados y Yuri levanta la mirada, Ryosuke ni siquiera le había mencionado que saldría con Takaki y su padre –Él no pareció tomarlo de muy buena manera.

 

—¿Y tú?

 

La palabra sale casi sola, sorprendiendo al más alto e incluso a él mismo.

 

—Si mi padre cree que es lo correcto, es asunto suyo.

 

Yuya lo mira de repente y la perspectiva de su mundo es una sacudida impredecible, cuando por primera vez no juegan y no hay palabras de más que los interrumpen. Chinen vuelve a ver esos ojos que los traspasan y su pecho siente esa calidez que le provoca un cosquilleo extraño en el cuerpo.

 

—Creo… que iré a buscarlo.

 

Huye por que los nervios no se compadecen de sus sentidos que franquean con traicionarlo en cualquier momento. Huye por que es más fácil que admitir que en algún momento Yuya ha empezado a controlar parte de sus reacciones y movimientos mientras camina y se aleja y él no hace nada por impedirlo.

 

 

 

 

Ryutaro es un tipo de decisiones comunes, claras y precisas mientras da sus pasos cortos, abrumado y todavía confundido por la razón por la cual llamó un taxi cerca de las cuatro de la mañana para pedir que lo sacaran de ahí y lo llevaran hasta su casa, se recostó entre sus sábanas con cuidado sabiendo que sus padres estaban fuera de la ciudad, que Shintaro ni se fijaría.

 

Se sumió en los estragos de su fiebre mal curada y el cuerpo de Yabu que todavía lo sentía cerca del suyo mientras planeaba en lo primero que haría apenas se medio recuperara, no quería a Kota cerca, confundiendo y desplantando sus pocas emociones mientras su cabeza solo giraba en torno a un solo nombre que ya no parecía tan fijo como antes.

 

Era una necesidad molesta e imperiosa por verlo y comprobar que las cosas no estaban cambiando a pesar de que su boca buscara otra que no le correspondía. Se fundía en sus confusiones y se lamentaba como niño pequeño, necesitaba verlo, solo para comprobar que seguía siendo él. Y que el Ryutaro de antes seguía presente.

 

Así que luego de haber dormido casi toda la mañana se sentía listo, recuperado y con la ropa recién puesta dispuesto a salir directo a la casa de Yuma que no se encontraba tan lejos de la suya, sus pasos bajaban las escaleras, siendo más audibles las voces en la entrada de la casa que se asemejaban a unas conocidas.

 

—Shintaro— Era Yuma, única y exclusiva voz que la reconocía a pesar de la distancia –Esto no es gracioso.

—Lo es, déjame demostrarte cuan divertido puede ser.

 

Lo supuso y cuando sus ojos lo captaron fue justo como unas nauseas que lo hicieron erguirse con la barbilla en alto mientras terminaba de bajar los escalones y el estómago le dolía horrores, por que no iba a ser escándalo y no le iba permitir a Shintaro saborear el triunfo mientras continuaba aferrado al cuello de Yuma y lo besaba como el maldito precoz que siempre ha sido.

 

—Te dije que ya basta.

 

Así que Yuma lo empujo, suave y reiterativamente mientras retrocedía y luego parecía posar sus ojos lentamente hasta el lugar donde él se encontraba.

 

—¿Ryutaro?— Esta vez fue Shintaro con los ojos abiertos de par en par, asustado quien caminó hasta él —¿Qué haces aquí?

—Visitarte no es obvio.

 

Su cerebro no razonaba, sus impulsos viajaron hasta su hermano que solo pudo dar un paso hacía atrás cuando el puño de Ryutaro se impactó en su mejilla y provocó esa mancha que luego se volvería un molesto morado en la zona cerca de su ojo, abarcando tanto con su simple puño.

 

—Siempre has sido así— Escupió ácidamente sin tapujos ante la inactividad del menor –Egoísta deseando todo lo que tengo. ¡Un maldito desagradecido, inconforme con lo que posees!

—¡Eres un…!

 

 

—Ya basta.

 

Yuma los interrumpió, justo antes de que Shintaro se lanzara sobre Ryutaro y cuando este quiso tocarlo, Ryutaro únicamente sacudió su brazo, su mirada feroz posada en los ojos de Yuma quien pareció no moverse por un instante.

 

—Tú no me toques— Habló –Inténtalo y a ti se te rompo la nariz.

 

Así que los pasos de Ryutaro avanzaron hasta la salida sin mirar atrás mientras cerraba la puerta y protestaba interiormente por ese fuego que se formaba en la boca de su estómago y lo hacía caminar con mayor velocidad hasta el auto. Notando entonces, que ninguno de los dos los perseguía.

 

Fin Octavo Síntoma

Publicado en Fanfics

Precedentes : séptimo sintoma


 

Precedentes de una Adicción no Controlada

No es tan malo como parece

Séptimo Síntoma

 

 

 

Daiki sabía muchas cosas sobre como ser un buen amante.

 

La forma en que debía mover sus manos, dónde tocar, cómo hacerlo, que decir y cómo decirlo. Sabía tantas cosas que en su corta edad era un poco difícil aceptarlo, pero le gustaba saberse bueno en lo que hacía, y definitivamente estar sobre las piernas de Inoo, con él gimiendo cada que besaba el lóbulo en su oreja eso, era algo que verdaderamente le encantaba.

 

No estaba muy seguro de cómo se habían desencadenado las cosas ni mucho menos como terminarían, pero había descubierto que le gustaba pasar esos ratos con él, en un silencio cómodo, en la pequeña habitación de Daiki mientras las manos de Kei de vez en cuando se colaban bajo su camisa y los labios hinchados se cansaban de tanto besar.

 

Pero a Daiki le gustaba besar a Inoo.

Le gustaba su aroma, su cuerpo, sus manos, su voz, su sonrisa.

 

Daiki estaba empezando a hacer una lista preocupante de todas las cosas que le gustaban de Inoo Kei, casi como si fuera una de sus eternas enamoradas y él tan burdo como para caer ante los pies de aquel sujeto que simplemente lo estaba usando como una distracción momentánea.

 

—Daiki tenemos clases.

 

Inoo intentó alejarlo, con las manos sobre su pecho y tratando de perder el contacto con sus labios, pero Arioka solo sonrió divertido, podía ver la inseguridad plasmada en esos ojos. Inoo no quería irse, no todavía.

 

—Es en serio Daiki, no me mires así.

—¿Así cómo?

 

Las caderas de Daiki se movieron sutilmente sobre Inoo y al mayor no le quedó más que cerrar los ojos fuertemente, sentía las manos de Daiki alrededor de sus hombros y su rostro nuevamente demasiado cerca.

 

—¿En serio quieres que salgamos ahora?

 

Resultaba que la voz de Daiki, cuando la modulaba a su antojo era verdaderamente masculina, grave en un sentido desconocido cuando sus narices se rozaban e Inoo descubría que ese era un aliciente para terminar haciendo lo que Arioka quisiera.

 

—Daiki…

 

Susurró tan cerca, entre sus rostros y el aliento que se perdía, aún más cuando esos dedos fríos de Daiki estuvieron jugando con el borde de su camisa hasta finalmente dejarlo sin ella. Había ocasiones en las que Inoo se sentía tan desprotegido frente a Daiki que  no le quedaba más que la resignación, luego luchaba por entender que las cosas no deberían ser así ni consagrarse enteramente a un movimiento de su cuerpo.

 

Pero cuando Inoo analizaba las cosas, sus manos ya se habían movido solas y también levantaban la camisa de Arioka, lo despojaba de ella y sentía su piel. Esa piel de repente tan fría de Daiki que le placía abrazarse a él para brindarle un poco de calor. Pero se encontraba de nuevo con sus labios, con esa pasión que lo caracterizaba y lo confundía.

 

Inoo quería brindarle un poco de calidez, pero Daiki lo besaba y él olvidaba lo demás.

Como si fuera un imán eterno que no podía dejar completamente de lado.

 

 

 

 

Yaotome Hikaru es un buen amigo, de esos que se preocupan mucho y tratan de animarte en los momentos difíciles. Es un buen amigo que calma los dolores y procura que el mundo no te dañe o al menos que no te toque cuando más débil te encuentras, Yaotome Hikaru es de esos tipos con tanta empatía y sonrisas amables que encapsulan a cualquiera en un vórtice de necesidad del que uno no es consciente hasta que el momento de su ausencia llega.

 

Pero hoy Yaotome está firmemente preocupado, Keito se ha mantenido callado durante todo el desayuno y mastica su manzana con molestia, tiene el entrecejo arrugado mientras murmura un par de cosas que no llega hasta los oídos de Hikaru y eso en definitiva lo tiene preocupado.

 

Keito es un tipo demasiado parsimonioso y pragmático, verlo enojado no es usual y mucho menos de algo que sucedió el día anterior y aún hasta ahora haga mella en el carácter de Okamoto. Sabe que ha ido a ayudar a su madre con alguna campaña y sabe por supuesto lo mucho que le molesta hacer esas cosas a Keito, pero está más que seguro que no es eso lo que lo mantiene en ese estado.

 

—Keito…— Lo llamó y su amigo apenas pronunció algo inentendible mientras deslizaba su mirada hacía él con la manzana a medio comer todavía en las manos —¿Todo bien?

—Más o menos, en serio Hikaru no quiero hablar de eso.

 

Y lo que más le preocupaba a Hikaru era precisamente eso, su renuencia a querer hablarle en ese instante, los dos siempre hablaban, de todo. Eran amigos, mejores amigos. No había secreto entre ellos y ahora parecía que Keito los tenía. Su mirada estaba ensombrecida. En realidad, Okamoto parecía más bien dominado por alguna emoción extraña más que por el enojo, y Hikaru sentía que no podía ayudarlo demasiado.

 

Las risas de un grupito en las mesas logró llamar la atención de ambos, Nakajima Yuto reía abiertamente junto a Takaki y Yabu, a muchas mesas de distancia de ellos, pero eso pareció bastar para que Keito soltara la manzana y acentuará todavía más su expresión molesta, su ceño fruncido.

 

—Creo que se me quitó el apetito.

—Pero…

 

No tuvo tiempo de detenerlo o al menos agarrarlo por el brazo, siquiera pedirle que lo esperara. Keito se había movido tan rápido que cuando Hikaru pudo girar hacía él, Keito ya se encontraba abandonando el comedor, con sus pasos firmes y una mano pasando por entre su cabello. Algo lo estaba angustiando, algo que Hikaru no podía adivinar, pero quizá si averiguar. Regresó su mirada a Nakajima su sonrisa tonta mientras hablaba con sus amigos y sus ademanes constantes.

 

Algo en ese muchacho no le terminaba de agradar, y Hikaru sabía que entre ellas estaba el hecho de que parecía posar su atención constantemente en Keito.

 

 

 

 

—¿Otra vez falta Inoo a clases?

 

Kota lo comentó como algo relevante, observando el espacio vacío junto a la ventana mientras Yuya parecía prestar atención a lo que el profesor de química quería explicarles desde la pizarra.

 

—¿No debería preocuparte más, que Daiki no halla llegado?

—Daiki falta regularmente— Analizó Yabu luego de soltar un suspiro y masajear un poco su sien –No conozco mucho a Inoo pero sé que no es de faltar a clases.

 

—A lo mejor está enfermo.

—Pues últimamente falta los mismos días que lo hace Daiki.

 

Yuya recién pareció captar lo que Kota intentaba decirle desde hace un buen rato, miró de soslayo al muchacho a su lado y este parecía entretenido con masajear su sien, presa al parecer de un fuerte dolor de cabeza. —¿Estás insinuando que…?

 

—No lo sé Yuya, solo sé que este dolor de cabeza me está matando.

—¿No dormiste bien anoche?

 

Kota negó levemente, entre todas las tonterías que sucedían con Ryutaro al cual a propósito no había visto desde el día anterior, y luego con la manipulación certera de Shintaro, la cabeza de Yabu daba vueltas tantas veces, como un torbellino inestable que había terminado en ese dolor molesto y agudo.

 

—¿Por qué no pides permiso y vas a descansar?

 

Takaki siempre había sido muy cuidadoso con él, su tono de voz preocupado lo hizo sonreír ligeramente, pensar que hubiera sido bueno que al menos se hubieran aprendido a querer bien entre ambos y que ni Chinen ni Morimoto entraran en sus vidas hubiera sido lo mejor. Yabu a veces creía firmemente que lo mejor para ambos era permanecer juntos lejos de lo que pudiera hacerles daño, pero luego veía a Ryutaro y esa necesidad de él iba en aumento.

 

No podía terminar de identificar si era el recuerdo de Shintaro lo que lo hacía fijarse más en el muchacho o simplemente la esencia total de Ryutaro que lo atraía de una manera en la que no creyó posible, por que bueno, después de todo era Shintaro quien le atraía en sobre manera.

 

—Kota.

 

La voz de Yuya de pronto se escuchó tan lejana, tan etérea.

 

—¡Kota!

 

Luego de eso, todo fue oscuridad.

 

 

 

 

Ryutaro había tenido un pésimo día, de esos en los que placía volver el tiempo hacía atrás para ni siquiera levantarse de la cama. Entre deberes, Shintaro, Yuma y Yabu. Todo agolpado en su cabeza, sin contar con las lecciones y lo abrumado que se sentía. Había rogado tanto porque las clases se terminaran ese día, que cuando por fin se encontró saliendo de su última clase solo sintió paz.

 

Los estudiantes deambulaban de un lado a otro, entre planes y pretensiones que Ryutaro había reducido a pasarla durmiendo ese día, por que después de todo no se sentía muy bien que digamos, incluso parecía tener un poco de fiebre. Así que mientras el resto hacía planes, él se dedicaba a pensar en su almohada y recostarse un rato aprovechando el hecho provechoso de no haberse cruzado con Yabu en lo que iba del día.

 

—¿Escuchaste?— Las voces de las estudiantes detrás de él eran lo suficientemente claras, pero Ryutaro solo se abrazó un poco más a los libros que llevaba y suspiró –Dicen que Kota sufrió un accidente durante una de las clases. Que está muy delicado de salud.

 

Ryutaro por un instante se detuvo haciendo que las chicas detrás de él chocaran con su cuerpo y chillaran un poco.

 

—Oh, Shintaro. Discúlpanos— Ese nombre, sino fuera estrictamente necesario, él preferiría no escucharlo –Pero ¿por qué te detuviste así?

—Es que de pronto recordé algo.

 

—Últimamente actúas muy extraño Shintaro.

—Es que me siento un poco mal, nos vemos luego.

 

Apenas se despidió, caminando en dirección hacía donde se encontraba, con pasos lentos y escurridizos entre las demás personas que por ahí andaban. Luego simplemente se detuvo, ¿por qué tenía que él ir a buscar a Kota y lo que le estuviera sucediendo?

 

Sacudió su cabeza con fuerza, Kota era un ente aislado que carecía de sentido e influencia, él no tenía por que buscarlo, mucho menos cuando había unido fuerzas con el idiota de su hermano ahora que él se sentía más desprotegido que antes.

 

Cuando llegó a su habitación, la fiebre se instaló por completo en su cuerpo y solo pudo echarse en la cama y arroparse poco. Con un suspiro de sus labios, que afloró con un halo cálido que lo hizo cerrar los ojos mientras se aferraba a la manta sobre su cuerpo y se encogía en el pequeño lugar de la cama que ocupaba.

 

—…Yuma.

 

Si lo recordaba lo suficiente volvía a extrañarlo, la soledad que había ido desapareciendo gracias a él y que ahora volvía a instalarse en su ser con eficiencia. Le dolía vagamente el estómago y también había empezado un dolor de cabeza que lo mareaba y lo hacía sumirse en el más profundo de los sueños.

 

 

 

 

Fue durante el pequeño receso que tuvo, un momento exacto en medio de espacios vacíos cuando Yuto, con un par de libros entre las manos caminó por el pasillo que lo llevaba hasta su casillero, dispuesto a guardar esos libros que por el momento no le servían para nada y que lo absorbían el buen tiempo que el podría ocupar en otras cosas.

 

Caminaba tranquilo,  con sus pensamientos volando en la próxima lección de física que tendrían y a la cual él no tenía la menor idea de cómo afrontar, fue en ese instante cuando pensaba en alguno de sus viejos amantes y que estuviera en tercer año, cualquiera que fuera con tal de que lo pudiera ayudar con ese montón de fórmulas que no sabía cuando aplicar, que Hikaru Yaotome se posó ante sus ojos, con una mirada firme y descarada.

 

El muchacho no escondía lo poco que le gustaba tener que cruzar palabras con él, pero al mismo tiempo parecía dispuesto a hablar por horas si eso fuese necesario. Yuto los vinculó de inmediato, con una sonrisa aventurera en los labios y un suspiro mientras ajustaba mejor los libros a sus brazos.

 

—¿Qué sucede Yaotome?

—No sé por que estoy preguntándote esto, pero sé que tienes algo que ver— Empezó Hikaru con su mirada un poco ida y una exhalación que supo más bien a resignación —¿Sabes qué le pasa a Keito?

 

Yuto respiró hondo.

Explicaciones que odiaba tener que dar y mucho más cuando las exigían.

Aunque bueno, Yaotome estaba siendo amable.

 

—No sé a qué te refieres. Okamoto es tú amigo, no mío.

—Pero él parece molesto contigo. Y sé que coincidieron en esa campaña de la mamá de Keito.

 

Keito. Keito. Keito.

Yuto empezaba a odiar esa confianza que emanaba de la boca de Yaotome, con tanta calidez  y fraternidad que lo hacía fruncir el ceño y cambiar su estado de ánimo.

 

—Pues pregúntaselo a él ¿no crees?— Sonrió levemente, moviendo un poco la cabeza para que ese mechón de cabello que lo molestaba se moviera –Yo tengo cosas importantes que hacer.

 

Caminó con paso ligeramente rápido. No huía, solo quería dejar de sentirse tan terriblemente molesto por esa presencia de Hikaru que más bien evocaba una confianza extrema, de una amistad que le provocaba nauseas, él no poseía amigos así, o quizá lo que no tenía era una amistad tan afianzada como la de esos dos, así que fue en ese momento que Yuto se percató, de que si él algún día se encontraba mal, no tendría quien fuera a tragarse el orgullo por él y tratar de averiguar lo que pasaba.

 

Se sintió solo, devastado y odiando con más fervor a Okamoto Keito.

¿Por qué el tenía que poseer todo lo que a él le hacía falta? ¿Por qué alguien tan presuntuoso y arrogante como Okamoto, podía tener cosas tan importantes?

 

 

 

 

Habían tantas personas fuera de la enfermería que Takaki solo pudo pensar que eso solo lograba que la fiebre de Yabu solo emporara, era una cantidad de chicas pidiendo ingresar en la enfermería par verlo, y Yuya solo podía sentir pena por su amigo, seguramente por el ruido no podría dormir, mucho menos descansar. Tenía pensado sacarlo de ahí, pero era muy difícil con la estricta enfermera y el montón de gente que había fuera.

 

—Es sorprendente lo popular que es tu amigo.

 

Yuri estaba apostado en uno de los pilares, casi al final de la enfermería cuando Takaki pasó a su lado y la voz del menor logró detener sus pasos, trayéndolo de regreso al mundo, como si sus pasos hubieran caminado sin dirección durante un minuto.

 

—¿Qué haces aquí?

—¿No puedo venir a ver a mi jefe de dormitorio?

 

Takaki estaba cansado, preocupado y sin muchos ánimos de soportar el cambio constante de humor de alguien como Chinen que justo para ese rato solo le provocaba un profundo dolor de cabeza. Como si la enfermedad de Yabu hubiera llegado hasta él y todo lo demás le provocara fastidio.

 

—¿Necesitas algo?

 

Yuri entonces había arrugado el entrecejo, descruzado sus brazos y caminado hasta él como si las indiferentes palabras de Yuya fueran casi una ofensa.

 

—¿Te estás burlando de mi? ¿O es tu plan retorcido para hacerme enojar?

—Mira Chinen, créeme que no tengo ánimos de lidiar contigo. Vete a jugar con Yamada.

 

Las emociones de Chinen variaban mucho en ese instante, por un lado estaba ese jueguito de ir y venir que se había instalado entre ambos desde hace un tiempo, y por otro el enojo que le causaba el hecho de que ahora Takaki parecía más que dispuesto a dejarlo de lado.

 

—Yamada y yo no jugamos, estamos saliendo.

—Entonces ¿qué haces buscándome?

 

Yuri mordió su labio inferior, tenía el orgullo herido y el ceño fruncido, los puños apretados de una manera en que sus pequeñas uñas fácilmente se clavaban en las palmas de sus manos y su mirada hacía el  mayor no podía ser de ninguna manera alentadora.

 

—Eres un imbécil…

 

La necesidad de él colapsó cuando Chinen parecía dispuesto a marcharse, Takaki ni siquiera pensó bien las cosas cuando lo agarró por el brazo en un intento furtivo por gritarle un par de cosas que le vendrían bien dichas a la cara, pero finalmente su boca rozó en la necesidad de tocar la contraria.

 

Y su cuerpo se pegó al de él, subsanó heridas cómo siempre lo hacía, olvidaba sus otros sentidos para ahogarse en los labios de Yuri y esa extraña sensación de llenura que lo abarcaba cuando estaba cerca de él y Chinen de pronto parecía perder todo ese orgullo y toda esa confianza, por que se volvía débil entre sus brazos. Olvidaba y se aferraba.

 

Takaki a veces pensaba que ambos eran dos personas completamente diferentes cuando se besaban.

Parecía que ambos querían huir de algo y solo cuando estaban juntos hallaban la manera.

 

—Tú también lo eres Chinen— Habló cerca de su boca, tan cerca que el aliento de ambos esparcía un calor amortiguado entre sus rostros y la distancia –Ambos lo somos en realidad.

 

Pronto Chinen se había soltado, confundido y aturdido por ese mar de emociones que habían sido despertadas de repente, que habían sido acrecentadas con la noticia de que Yabu y Yuya en algún momento tuvieron una relación y que lo hicieron sentirse desplazado, temeroso.

 

Solo caminó por el pasillo hacía la salida del pequeño edificio, con una mano por su cabello, aumentando el paso cada que se alejaba y necesitaba a cada momento más y más de esa distancia que luego le afectaba, y lo hacía correr de regreso a Takaki como un imán adverso e infinito.

 

 

 

 

—¿Hikaru?

 

A Ryosuke le había parecido que la silueta de Hikaru había pasado cerca de él, no le gustaban las clases extracurriculares y había encontrado en esa llamativa silueta la excusa perfecta para salir del salón al que empezaba a entrar junto con los demás estudiantes.

 

Yaotome caminaba a un paso algo apresurado, con el rostro un poco molesto o confundido, Ryosuke a esa distancia no podía distinguirlo muy bien y ni si quiera entendía por que de pronto eso le preocupaba o por qué estaba caminando tras de él, como si fueran amigos.

 

—¡Hikaru!

—Oh, hola Ryosuke.

 

Detuvo sus pasos en cuanto se encontró con el rostro desanimado del mayor que había suspirado cansado y para Ryosuke no fue difícil unir ese estado de ánimo con algo que seguramente le sucedía con Okamoto. Yamada no pudo entender muchas cosas en ese instante, quizá por que Hikaru le preocupaba más de lo normal.

 

—¿Todo bien?

—No en realidad— Admitió Hikaru, con una sonrisa pequeña que pretendía calmar un poco lo tenso de la situación –Solo estoy un poco preocupado, nada grave.

 

Ryosuke nunca había sido una persona de amabilidades, había algo en ese muchacho que lo llamaba y simplemente lo hacía caminar sin que él se diera cuenta que lo estaba haciendo.

 

—¿Y te puedo ayudar en algo?

—No lo creo— Hikaru suspiró de nuevo, rascando su nuca y pareciendo más bien desconcentrado –Pero muchas gracias, Ryosuke. Nos vemos más tarde, tengo que ir a hablar con Keito.

 

Y a medida que Hikaru se alejaba, Ryosuke entendía menos de ese anclaje que el muchacho había colocado en su vida sin percatarse de ello. Es como si Hikaru estuviera eternamente dedicado a una persona, y esa persona fuera Keito. Ryosuke todavía no podía entender esa motivación ni esa amistad tan fuerte, que empezaba a sospechar era algo más, al menos por parte de Yaotome.

 

Su mente dejó de pensar en él en ese instante cuando el celular en su bolsillo vibró y él empezó a luchar por sacarlo de ahí lo antes posible.

 

—Dime mamá— Su contestación parca había enojado a la mujer que seguramente ya se encontraba con los ánimos elevados  y que le había hecho cambiar de oído el celular.

—¿Qué te sucede ahora para que me hables de esa manera, Ryosuke?

 

—Lo siento mamá, es que no he tenido un buen día— Caminó un poco entre los pasillos con su mirada perdida y la voz dulce de su madre del otro lado del teléfono —¿Sucede algo?

Si, necesito que estés listo y bien vestido para las sietes de la noche. Iré a recogerte para salir a cenar esta noche.

 

Ryosuke no era de ningún modo ingenuo y sabía que la bella mujer seguramente tenía algo entre planes.

 

—¿En serio? ¿Y a qué se debe la ocasión especial?

Eso será sorpresa, no lo olvides siete en puntos. Nos vemos hasta esa hora, cuídate mucho amor.

 

La mente de Ryosuke aún podía viajar a ese sujeto que era el novio de su madre. El padre de Takaki que de ningún modo podía ser alguien merecedor siquiera de una mirada de su madre, pero que al parecer ella no pensaba lo mismo, apretó el celular con fuerza y prefirió ir a encerrarse a su habitación. Molesto y abrumado con lo mal que le había ido en ese día.

 

 

 

 

Lo primero que sintió cuando fue medianamente consciente de lo que sucedía a su alrededor, fue una calidez cómoda, se sentía complacido con el poco frío que hacía, y con la delgada sábana que abrigaba su cuerpo, se movió apenas para a la izquierda, acurrucado como se encontraba, con los cabellos cayendo por su frente y una serenidad que apenas había alcanzado con el pasar de los minutos.

 

Sin embargo casi de inmediato pudo sentir el peso de otro cuerpo a su lado, tumbado junto a él en la cama de su habitación sin que él lo hubiera percibido antes. Sin embargo Ryutaro estaba tan cansado, tan débil, que apenas levantó la mirada y frunció el ceño al identificar el perfil fino de Yabu, su cabello levemente caído y sus párpados cerrados.

 

—¿Qué haces aquí?

 

Su voz en cambio sonaba rasposa, tuvo que toser un par de veces antes de notar que se sentía verdaderamente mal y que el cuerpo y la cabeza dolían lo suficiente como para no gritar ni hacer demasiado escándalo. Entonces lo empujó suavemente, lo sacudió un poco como para que Kota abriera los ojos y mirara confundido de un lado a otro.

 

—Vaya, ya despertaste— Murmuró el mayor con una pequeña sonrisa en los labios y una de sus manos recorriendo el rostro de Ryutaro, Morimoto pudo sentir lo caliente de esa piel de Kota, y su propio malestar le impidió negarse al gesto de afecto –Me preocupé cuando te llamé y no despertabas.

 

—No me siento bien.

—Lo sé.

 

Kota volvió a acariciar su rostro y contra su propia voluntad, Ryutaro cerró los ojos, la sonrisa en los labios del mayor fue evidente, tanto silencio que se había colocado acérrima de repente entre ambos mientras Kota lo miraba y Ryutaro por primera vez se dejaba hacer.

 

—Tienes fiebre, Kota.

—Si— Admitió tranquilo –Igual que tú, Ryutaro. Creo que de algún modo te contagie el resfrío.

 

Ryutaro sabía, las muchas maneras en que pudo haberle contagiado ese resfrío, entre besos y caricias que el mayor insistía en robarle. ¡Dioses! Ryutaro tenía tantas ganas de echarlo de su cama, por presionarlo, por acorralarlo, por intentar saber de Yuma y su pasado, por meterse en lo que no debería. Ryutaro quería gritarle, pero a cambio se retorcía de gusto entre sus brazos mientras se sentía rodeado, mientras lo abrazaba en medio de esa falta de calor que poseía. Y es que Kota de pronto era tan cálido.

 

—Te odio…

 

Murmuró como un lamento y casi hasta pudo adivinar la clase de sonrisa que el mayor tenía mientras rebuscaba algo en la mesita de noche junto a la cama.

 

—Es mejor que tomes un poco de medicina.

 

Ryutaro apenas levantó la cabeza un poco, aceptando la pastilla que Yabu le daba y tomando un poco de agua, sintiendo por fin algo refrescante en la garganta, como un momentáneo alivio que al fin le era otorgado, se recostó casi de inmediato con el frío internamente borrando el calor que sufría hace un instante.

 

Yabu volvió a abrazarlo y él siguió sin negarse, era demasiado pronto como para que la pastilla hiciera su efecto, así que mientras se aseguraría de que Kota siguiera brindándole un poco de ese calor que él tan escasamente conocía.

 

—¿Qué era eso?

—La medicina que me están administrando en enfermería.

 

La voz de Kota era suave, sonaba muy cerca de su oído, igual de cerca que su cuerpo.

 

—¿Y por qué no estás allí?

—Mucha gente haciendo bulla. Y no me placía ver a nadie, así que pensé en ti y supuse que también estarías enfermo.

 

Ryutaro nunca se movió hacía él, pero Yabu si lo hizo, terminó por abrazarlo por completo, por sus brazos rodeándolo, por su boca tan cerca que cuando Ryutaro pudo levantar la mirada los ojos de Kota lo observaban directamente al rostro, cómo si hubiera duda en su mirada.

 

—¿Por qué me gustas tanto?

 

Morimoto para ese momento no tuvo tiempo de analizar lo que Kota había soltado tan de repente, los labios finos del mayor se posaron en su boca, en contacto apenas sutil mientras él cerraba los ojos y se recriminaba así mismo por haberlo hecho. Por las manos de Kota que se metieron bajo su camisa y tocaron la piel que no debería.

 

Pero hacía tanto calor, estaba débil, y era como una droga extraña, como si su cuerpo se moviera por inercia y respondiera a las caricias sutiles, con movimientos apasionados, por que sus manos viajaron bajo la sábana, donde la camisa de Yabu se encontraba y fueron hasta esa piel blanca y suave que lo esperaba, haciendo que Kota cortara el beso con su tacto.

 

—Ryutaro, espera— Pero eso no lo había detenido, se había movido lo suficientemente hábil como para sentarse sobre el estómago de Yabu, lo suficiente para que sus manos acariciaran ese cuello largo y níveo mientras su boca buscaba la contraria nuevamente, entre besos que le robaban a Kota parte del habla —…No hagas esto.

 

Si Ryutaro lo obedeció o simplemente cayó vencido ante la gripe, Yabu nunca lo supo. El menor finalmente se apoyó sobre su pecho, con el rostro escondido entre el cuello del mayor y con suspiros livianos que esparcían más calidez de la necesaria. A Yabu ni siquiera le incómodo el peso de él sobre su pecho, en algún momento sus ojos se cerraron y sus brazos lo abrazaron.

 

Por que ambos eran plenamente conscientes de la fiebre que tenían, el malestar en el cuerpo y la extraña paz, que de algún modo se había hecho presente en aquella pequeña habitación.

 

 

 

 

—Daiki…

 

Si cerraba los ojos un instante, probablemente su mente augurara escasos instantes en los que pensar en Inoo no acaparara su mente y bloqueara al resto de las personas, su nombre pesaba sobre la espalda de repente, por primera vez Daiki no se estaba tomando la molestia de solo vivir y dejar que el resto siga su curso. Pensaba con anticipación, se angustiaba con premeditación, como un factor inmune a aquello que sacudía su mente y la esparcía en milímetros de resonación.

 

—¿Me estás escuchando?

 

En el último recoveco de su mente, donde nadie más llegaba se atravesaba ese futuro incierto, esas ganas por salir huyendo y dejar las cosas a medio camino. Jugar ese juego con Inoo no solo era peligroso era angustiante, y lo desgastaba, debió saberlo desde que le dio el primer beso.

 

—¡¿Se puede saber que demonios pasa contigo últimamente?!

 

Esta vez el grito eufórico de uno de sus tantos amigos lo trajo de vuelta a la realidad Haku era de esos muchachos de rostro aniñado y voz sofisticada. La nariz pequeña y los labios rosados. Era bello, inmensamente bello. Quizá mucho más que Inoo y aún así, teniéndolo a su lado él solo podía pensar en que Inoo le traería dolores de cabeza a su vida y en lo imposible que le resultaba echarse para atrás si eso sucedía.

 

—¿Es que ya  no quieres que esté aquí contigo?

 

No”

 

Siendo sincero Daiki sabia que esa era su respuesta, eran las tres o cuatro de la tarde, pero su habitación aún guardaba la esencia de Kei y no se desvanecía. Las manos de Haku subieron por sus hombros y acariciaron sus brazos como si buscaran un poco de refugio.

 

—Haku.

—Dime…

 

Sonaba tan dulce, de una  manera tan entregada que Daiki temía por escucharse de la misma forma cuando estaba con Kei y su mente se nublaba.

 

—Por favor déjame solo.

 

Los ojos del muchacho meses menor a él se abrieron de par en par, sorprendidos y llenos de una confusión que Daiki conocía muy bien pero no pensaba subsanar, luego esa gama de emociones cambió a un enojo impredecible mientras arrugaba el entrecejo y se bajaba de la cama, entre murmullos que sonaban a insultos y dejaban un mal sabor de boca.

 

—Sea quien sea, Daiki— Había hablado Haku, con la puerta ya abierta, dispuesto a irse cuanto antes de ahí –Tú solo serás su diversión. Las personas valiosas no dejan a personas valiosas, por gente como tú.

 

Y el encanto fue roto cuando la puerta se cerró con fuerza, sacudiendo un poco los estantes junto a la puerta y dejando a Daiki sentado sobre la cama con los puños apretados, esperando por que regresara, por tumbarlo contra la cama y hacer que se retractara. Por ese malestar que se había instaurado, que no daba señas de marcharse, que lo enloquecía y frustraba su melancolía.

 

 

 

 

Keito necesitaba un poco de tranquilidad, un espacio en ese basto internado donde algo no le recordara a Yuto o cuando menos alguien no se lo recordara. Era como si todo el día anterior evocara en cada respiración de ese día y su mente no dejara de atormentarlo a cada paso.

 

La preocupación de Hikaru era tan apreciada por él que sus ojos solo podían mirarlo y casi caer en la tentación de contarle todo lo sucedido, pero la verdad se atoraba en su garganta, se aferraba a los pliegues de su vergüenza y finalmente no podía exteriorizarla. Entonces el enfado aparecía y lamentablemente remontaba justo en él y su preocupación justificada.

 

Tenía que disculparse con él, y lo haría más tarde cuando su propio enojo disminuyera, cuando no se odiara tanto por las reacciones de su cuerpo. Por su juventud latente que lo excedían de cometer errores.

 

—Okamoto Keito.

 

Apareció, como una maldición mientras rondaba por sus pensamientos, justo girando en una de las esquinas en los pasillos, con su porte elegante y firme. Nakajima Yuto jugaba con las copias entre sus manos, con esa sonrisa burlona en el rostro mientras se acercaba y sus pasos sonaban como estacas a cada segundo. Keito incluso sintió su estómago revolverse, las nauseas pegadas a las paredes de su garganta.

 

“¿Por qué has cerrado la puerta?”

“Siempre me he preguntado cosas… Sobre la gente como tú.”

 

Sin embargo Keito solo pudo revivir una a una esas frases y la incomodidad plausible en cada uno de sus recuerdos mientras Yuto sencillamente se mostraba victorioso, eufórico por haberlo humillado de la forma en que lo había logrado.

 

—Piérdete Nakajima.

—Oh, ¿es qué ahora me tienes miedo?

 

Así que ese fue el término en su paciencia, Keito ni siquiera supo cómo, pero su mano se aferró a ese cuello, níveo y largo a su disposición mientras su mano derecha se cerraba en él y Yuto sonreía como si estuviera ganándole, cuando era él quien lo tenía contra una pared, con un puño en alto dispuesto a estrellarse en su cara.

 

—¿Qué sucede Okamoto, no te atreves?

—Estás tan sobrevalorado, que crees que eres lo suficientemente importante como para que te mantengan en mi cabeza más de dos segundos.

 

Iba a soltarlo, en verdad iba a hacerlo, sino fuera por que Yuto lo agarró por el brazo, ese que sostenía con fuerza el cuello del mismo.

 

—Pues tú amigo Hikaru no parece pensar lo mismo. Está tan preocupado por ti.

 

Los ojos de Keito mostraron sorpresa, y Yuto tuvo que admitir que era la primera vez que le mostraban algo. Y al parecer era evocado únicamente por la mención del otro muchacho. Keito de pronto se mostraba diferente, mucho más débil que cuando se veía sumido en la vergüenza.

 

—Aléjate de él.

—Yo no me he acercado, fue él quien me buscó.

 

La manera en que lo soltó fue brusca. Como si de pronto su tacto le quemara y prefiriera alejarse, Yuto sonrió divertido, controvertido, pero sumamente divertido al descubrir esa extraña faceta en el muchacho mientras se alejaba con una mano por su cabello, pensando en algo que le preocupaba que evidentemente no era él, su sonrisa desapareció a cada paso. Keito siempre tenía cosas en su cabeza, y al parecer siempre rondaban alrededor de ese tal Hikaru.

 

—Imbécil…

 

Keito podía fácilmente romperle la nariz a Yuto, y meterse en problemas otra vez. Pero sabía que no debía, mucho menos si su madre ya lo tenía bajo amenaza y la cercanía con Nakajima únicamente le traía recuerdos de la tarde anterior, que le provocaban ganas de tirarse un tiro, a su cuerpo por traicionero.

 

—Ya… deja el juego… estúpido…

—¿En serio  Keito? Tu cuerpo me odiaría si hago eso…

 

Su nombre había sonado como un gemido en los labios de Yuto cuando tenía su cuerpo casi encima del suyo, cuando esas manos tocaban lo que no debieron y su propio cuerpo solo yacía arrimado en el pequeño mesón tras ellos en el camerino. Quería olvidarlo, fingir que no había pasado y dejar que Nakajima se pudriera en su odio unilateral hacía él.

 

—Suél…tame.

—Pero si ya estás abrazando el clímax, mi querido Keito.

 

Aunque para estos momentos, Keito empezara a odiarlo también.

 

—Sería muy cruel dejarte a medias…

 

 

 

…:: Fin del Séptimo Síntoma ::..

 

 

 

 

Hola, luego de mi semana sabática, después de haber terminado Primera plana. Pues retomo la publicación de mis fics, como sabrán Precedentes quedó como ganador en la encuesta y por tanto se actualizará semanalmente a partir de hoy, junto con uno de mis fics más antiguos (Si tu me quisieras) Así que muchísimas gracias a todos los que participaron en la votación. Y espero que hayan disfrutado del capítulo, particularmente amé el YabuTaro fueron lindos~

 

 

Publicado en Fanfics

Precedentes: segundo sintoma


 

 

Precedentes de una Adicción no controlada

Mentira, predecesor del imponente sentimiento fundido

Segundo Síntoma.

 

 

 

 

Estoy drogado de amor, ebrio en mi odio.

Y justo cuando pienso que estoy a punto de ahogarme, él viene y me resucita.

 

 

 

 

Era de suponer que Inoo Kei le resultara indiferente.

 

Daiki suponía que debía ser así. La lógica dictaba que entre sus manos tenía el poder absoluto de poder lograr que aquel muchacho de cabellos negros pasara desapercibido por completo ante sus ojos, igual que Kei lo ignoraba a él.

 

Excepto por el hecho consciente de que ambos gozaban cierto grado de popularidad dentro del internado.

 

La única diferencia era que Kei siempre había estado en el salón ‘C’ y Daiki en el ‘A’ pocas veces lo había visto. Y aún así Daiki siempre terminaba recriminándose por que sus ojos inevitablemente se redirigían a ese muchacho alto que cuando pasaba a su lado parecía tener la misma expresión vacía en el rostro.

 

O por lo menos Daiki en todos estos casi seis años en el internado, jamás había podido ver otra.

 

Resultaba interesante saber que el nombre de aquel muchacho tintineaba en la boca de todos cada que se abría camino entre la gente, casi sin tener que mirar a alguien en particular, la gente simplemente se abría a su paso, rindiéndole una absurda pleitesía.

 

Inoo era considerado el príncipe intocable del internado. Y siempre había sido así.

 

Distaba tanto de su carácter. Por que Daiki siempre había destacado como el muchacho animado, entusiasta repleto de vida, jugando a que nada le importa, con cada una de sus pequeñas aventuras, que la vida se encargaba de ponerle enfrente.

 

Por eso, Arioka decide sacudir la cabeza y regresar la mirada al interior de su vacío casillero, guardando los libros en aquel lugar, lejos del hecho obvio que este año Kei tiene un casillero a apenas unos metros del suyo. Con ese aire etéreo, con los audífonos en los oídos y guardando un par de cosas ahí.

 

Daiki se siente como un estúpido. Tal vez mucho más que eso.

 

—¿Se puede saber que haces por aquí? Las clases empiezan mañana.

 

Es Yuto, quien coloca uno de sus brazos sobre sus hombros. A Daiki no le molesta, pero Nakajima se ha vuelto más alto que él, más musculoso también. Producto tal vez de ese incesante deseo de convertirse en modelo, pero Yuto es un año menor a él, está en segundo. Y Daiki piensa que debe de empezar a acompañar a Yuto al gimnasio.

 

—Solo dejo un par de cosas en el casillero.

—Moh~ Que aburrido, Daiki… ¿Por qué no vamos por un poco de dulce a la cafetería?

 

—¿Quieres dulces?

—Algo así…

 

Y la sonrisa en los labios de Yuto centellea de una manera asombrosa que provoca que las ganas de ordenar las cosas en el casillero de Daiki desaparezcan, así que termina por lanzar los pocos libros que le quedan en la mano dentro del locker y cerrarlo sin cuidado.

 

—¿Tienes idea de que eres un muchacho muy precoz?

—No fastidies, Daiki. Que vi la rapidez con la que decidiste olvidarte de tus libros.

 

Daiki ríe, aún con el brazo de Yuto sobre él. Absorto por la cándida sensación que Yuto provoca con su cercanía, inconsciente por supuesto de que de pronto la mirada de Inoo se ha deslizado hacía ellos y se ha posado breves segundos en la distancia que marcaron.

 

Atenuante a ningún motivo en particular.

 

 

 

 

—¿Qué sucede contigo?

 

La voz de Yabu sonó llena de reproche, Ryutaro supo que empezaba a hacer las cosas mal.

 

Pero el imbécil de su hermano no le había advertido que al parecer tenía una especie de relación con aquel muchacho al que de pronto había alejado con su pie en el pecho contrario, tan solo para marcar distancias y que ese beso no siguiera aturdiendo sus pensamientos.

 

—Solo me tomaste por sorpresa.

—¿Y desde cuando eso es un inconveniente?

—Desde que no me gusta que invadan mi habitación como si nada

 

Inmediatamente Kota entrecerró los ojos, clavándolos en aquel rostro que de pronto lucía muy serio, muy diferente al rostro travieso de Shintaro. Y lo que más lo desconcertaba era el hecho claro de que Shintaro y él en una cama, jamás estaban sentados sin hacer nada.

 

Justo como ahora…

 

—¿Ahora vas a decirme que maduraste de pronto durante las vacaciones?

—¿Por qué no?

 

Hubo una sonrisa, una sonrisa que se extendió más en uno de los lados del rostro de Morimoto, mientras agachaba un poco más la cabeza y Yabu sintió una sacudida interna por esa expresión en el rostro del menor que hasta ahora no había podido divisar.

 

—Shintaro no juegues conmigo… Ayer te vi con un muchacho, muy similar a ti. ¿Por qué nunca me habías dicho que tenías un hermano gemelo?

 

Inevitablemente el pulso de Ryutaro se aceleró, la diferencia era que no lo había demostrado y apenas había pasado una mano por su cabello, restándole importancia al asunto. Sabiendo de sobra la forma que tenía Shintaro de escapar de las preguntas incómodas que no le convenían.

 

Distrayendo a los demás con su atractivo, que sencillamente era el mismo en esta ocasión.

 

—No recordaba que tuviera que mantenerte informado acerca de todo lo que pasa en mi vida.

—No tienes que, pero sería útil que al menos lo mencionaras para no agarrar a besos a tu hermano en alguna calle de Shibuya cuando me lo encontrara.

 

Ryutaro en ese momento pensó, que de no haber sido por qué tenía que fingir ser Shintaro, hace rato que le hubiera roto la cara a aquel muchacho alto, pero a cambio de eso decidió levantar un poco los hombros, pareciendo despreocupado.

 

—Eso no me preocupa, Ryutaro te hubiera roto la nariz. Eso tenlo por seguro.

 

Yabu parecía no estar dispuesto a seguir conversando, así que había empezado a gatear sobre la cama para llegar hasta su boca una vez más. Y Ryutaro tuvo que recordar que no era Ryutaro en estos momentos, que no debía golpearlo, por más provocadora que fue la idea.

 

El problema radicaba en que los besos de Kota tenían un extraño aliciente, confortante y devastador al mismo tiempo, por que Yabu se movía con astucia sobre él, dejando a Ryutaro sin la posibilidad de escape, cada que posaba sus manos en aquel cuerpo y Ryutaro terminaba recostado sobre la cama otra vez.

 

Las manos del mayor eran cálidas, calientes al tacto con su piel cuando se posaba en su cuello y profundizaba el beso con movimientos constantes de sus bocas unidas y el juego sensual entre sus lenguas. Y una cosa era que esos besos extrañamente le parecieran embriagadores y casi enviciante.

 

Otra cosa era, cuando la mano de Yabu empezaba a desabotonar su camisa y el tacto de esa mano sobre su estómago provocó una corriente eléctrica en todo su cuerpo, que hizo que el cuerpo de Ryutaro casi se levantara de la cama, y empujara a Yabu en el proceso.

 

—¿Sabes algo? Estoy cansado, además tengo que terminar de empacar. ¿Te parece si nos vemos en la fiesta?

 

De que fiesta hablaba, Ryutaro no tenía la menor idea, pero todo el mundo parecía hablar de ella en el poco tiempo que llevaba en el internado, y sería esa misma noche. Sin contar con que Yabu, a pesar de sorprendido por el repentino alejamiento, pareció conforme con verlo luego.

 

—¿Vas a ir entonces?

—Si, Yabu. Nos vemos en la noche.

 

Kota no parecía muy seguro. Aún así, decidió darle un voto de confianza al menor que lo había empezado a empujar fuera de la habitación. Justo antes de que eso pasara, Yabu en el resquicio de la puerta había tomado a Morimoto por la camisa y lo había jalado de ella.

 

Con sus labios serpenteando sobre aquellos finos y con un pequeño movimiento que consistía en jalar su labio inferior con una sonrisa en los labios. Marcando así que más le valía a Shintaro en verdad aparecerse por ahí.

 

—Nos vemos.

—Si… claro.

 

La inseguridad plasmada en las palabras de Ryutaro fue algo que Yabu no determinó, por que terminó por irse, y una vez solo y con la puerta cerrada pudo apoyarse en la puerta, con los ojos cerrados y recuperar el aire en sus pulmones.

 

—Estúpido Shintaro…

 

Arrugó el entrecejo, por que no solo le tocaba fingir ser un muchacho alborotador, molesto y popular sino que ahora cargaba con el peso sobre su espalda de una relación que a él no le constaba y que Shintaro no había mencionado.

 

¿Era eso tan malo?

 

 

 

 

—¿Has perdido la cabeza?

 

Keito fue cortante. Mirando a Shintaro frente a sus ojos, en aquella cafetería a varios kilómetros del internado, mientras Hikaru veía a sus dos amigos, con la pequeña bebida en sus manos.

 

—No me interesa, necesitaba salir de esa cárcel o me volvería loco. Quería ver a mis antiguos amigos, disfrutar de la libertad de poder ir donde me de la gana luego de clases. Y si mis padres no quisieron por el lado correcto no es mi culpa.

 

Hikaru entonces decidió hablar.

 

—Pueden darse cuenta Shintaro, además ¿tú no tienes un arrejunte raro con ese chico de tercero?

—¿Yabu?

 

Keito sacudió la cabeza antes de que Hikaru asintiera.

 

—¿Arrejunte? ¿Dónde demonios aprendes ese vocabulario Hikaru?

—Ese no es el punto. Contesta Shintaro.

 

El menor de la familia Morimoto suspiró, jugando con el tenedor en su mano sobre la pequeña torta de chocolate en su plato.

 

—Lo mío con Yabu… es indescifrable. Me gusta como besa, es sexy. Pero no me llama la atención estar junto a él todo el tiempo.

—Solo cuando estas ebrio o tienes ganas de sexo, ¿cierto?

 

Shintaro soltó una carcajada ante la brutal sinceridad por parte de Keito quien solo rodó los ojos, cuando Hikaru empezó a atorarse con su bebida.

 

—De cualquier forma lo único que quiero pedirles es que lo ayuden.

—¿Por qué deberíamos hacerlo?

 

—¿Por qué tienes que ser tan prejuicioso Keito?

—No es prejuicio, es precaución. No sé que clase de persona es tu hermano. Si tu eres… una joyita. Imaginar a tu hermano, asusta.

 

De algún modo Shintaro sonrió orgulloso, y dio un pequeño suspiro. Moviendo un poco sus cabellos y logrando que Hikaru negara levemente.

 

—Hoy es la fiesta que se realiza antes de las clases, procuren que no se comporte nada bien y por supuesto por nada del mundo le hagan creer que Yabu y yo tenemos algo serio. Solo eso les pido, además solo será un semestre.

 

Con la servilleta en sus manos, Keito jugó con ella, doblándola un poco y pareciendo distraído por ello. Miró a Shintaro y levantó los hombros, cuando aquello pasó Shintaro sonrió todavía un poco más, por que ya tenía  a sus aliados.

 

 

 

 

Resultaba que a Yuya no le agradaba Ryosuke.

 

Por que su padre, pretendía a la madre de Ryosuke, y el niñito hijito de mami había decidido que el padre de Yuya Takaki no le llegaba ni a los tobillos a la millonaria y reconocida familia Yamada, entonces el odio desmedido había empezado.

 

Takaki no soportaba al mocoso ese, creyéndose superior, pretendiendo humillarlo con palabras burdas sin fundamentos. Pero eso era algo que Yuya podía manejar, por que finalmente su familia tenía prestigio, y después de todo era su madre la que decidiría al final si deseaba o no quedarse con su padre.

 

Lo que más odiaba de Ryosuke, era el instante en el que había cometido el error de dejarse tan al descubierto frente al muchacho ese. Fue una tarde durante uno de los recesos del año escolar pasado. Como siempre Chinen Yuri pasaba con el violín en sus manos, dispuesto a ensayar como cada día.

 

Y sus ojos se posaron en aquel muchacho, de rostro aniñado y sonrisa fugaz.

 

La veneración flotó entre sus pupilas como cada vez que lo veía. Y Ryosuke lo descubrió.

 

El estúpido plan de Ryosuke por joderle más la vida, ocurrió precisamente al día siguiente. Cuando Chinen optó por almorzar con sus amigos. Todo fue demasiado evidente, por que Yuya desde su mesa los observaba, Yamada se acercó al oído de Chinen, hablándole muy de cerca.

 

Y esos ojos se posaron brevemente sobre él, con una sonrisa extraña en el rostro. Compartieron miradas, palabras y risas. La sangre de Yuya hervía por dentro, carente de vergüenza o pena. Pugnaba dentro de él, el ferviente desprecio que sentía por Ryosuke, por querer usar a Yuri solo para fastidiarlo.

 

Y peor aún, que Chinen se lo permitiera.

 

Entonces, esos dos comenzaron a salir, con sonrisas superiores plasmadas en los labios. Con besos compartidos que se habían vuelto su tortura. Y es que desde siempre el grupito de Yamada y el suyo, jamás se habían llevado bien, pero a partir de lo de sus padre todo empeoró.

 

Y cuando Chinen se prestó para el jueguito sucio de Yamada, todo se elevó a niveles insospechados.

 

Entendía de algún modo las ganas de Yamada por destruirlo, por provocar de algún modo que él fuera a decirle a su padre que dejara a Rye, la madre de Ryosuke en paz. Pero eso no ocurriría por que Yuya no era tan estúpido como para rendirse con cosas como esas.

 

Lo que estaba fuera de su campo de entendimiento era la maldita razón que había orillado a Yuri a aceptar el juego de Ryosuke, ¿amistad? ¿ganas de joderlo? Yuya no entendía. Y Yuri tenía un retorcido gusto por llamar su atención. Como si saber que lo miraba elevara su ego y se valiera de eso para vivir.

 

—Te veo en la noche.

 

Esa de ahí había sido la voz de Ryosuke, Yuya optó por terminar de anotar las ubicaciones de cada habitación. Este año le había tocado jefe de dormitorio, la tarea más odiosa de todas y cuando vio a Chinen entrar en una de las habitaciones y sus miradas se cruzaron, él solo sintió un retorcijón  en su estómago.

 

—Hola, Yuya.

 

Su voz fue insinuante, una parte dentro de Takaki no sabía por que de pronto le hablaba. Y aunque sus sentidos gritaban ‘Trampa’ su instinto solo pudo sonreír y acercarse un paso más. Por que Ryosuke ya no estaba.

 

—El gran Chinen Yuri, ¿dirigiéndome la palabra? ¿Se puede saber por qué tal honor?

—Soy cortés, eres mi jefe de dormitorio ahora.

 

El dedo índice del menor golpeteó la placa roja en su puerta aquella que distinguía a Takaki como su jefe durante ese año. Hubo una sonrisa en aquellos labios finos antes de entrar en su habitación. Yuya no podía definir a lo que Yuri estaba jugando.

 

Pero sin duda alguna le gustaba, demasiado.

 

 

 

 

Yuto mordió su cuello y Daiki se sintió complacido con aquello.

 

Tanto que el pequeño gemido que salió de sus labios hizo que el menor sonriera y se dedicara a pasar sus manos grandes y frías por debajo de su camisa, entrando en contacto con su espalda. Y no es que Daiki le gustara estar sentado sobre aquel escritorio.

 

Pero que Yuto hubiera crecido tanto, seguía incomodándolo, su altura era algo que no le terminaba de cerrar, pero sus besos bastaban para que Daiki olvidara sus estúpidos complejos. Y buscara esos labios, pendiente de cada sabor y sensación que recorrían a su cuerpo entero.

 

Le gustaba jugar a los besos con Yuto.

 

Como punzadas contra su pecho que se plasmaban dentro de cada pensamiento. La ventaja de que su amistad jamás se confundiera y Daiki sabía que Nakajima jamás cometería el error de enamorarse. Por eso le gustaba Yuto, por que era igual a él.           Igual de desalmado y desprovisto de las intenciones absurdas de encontrar el amor.

 

Piel y pasión. Era lo único que buscaba cuando llegaba hasta sus brazos y era lo único que recibía. Y bajo esos parámetros. Todo marchaba a la perfección. Yuto de pronto se alejó, con sus rostros cerca y una sonrisa en los labios.

 

—Es tarde, Daiki. La fiesta comenzará en cualquier momento. Mejor ya vamos a ducharnos, o llegaremos tarde.

—Nadie llega tarde a una fiesta Yuto.

 

Cuando el menor sonrió. Daiki aprovechó para un último beso, de sus bocas jugando y sus lenguas entreverándose con cuidado, con sensualidad y un último apretón entre sus cuerpos.

 

—Nos vemos en la fiesta.

—De acuerdo.

 

La puerta se abrió y cerró con la salida de Yuto, Daiki sacudió su cabello y miró su ropa desarreglada. Optó por una ducha a sabiendas de que definitivamente esa, ya no era ni de cerca una ropa que pareciera recién planchada o arreglada.

 

 

 

 

Cerca de las diez de la noche, finalmente Ryutaro salió de su habitación.

 

No estaba acostumbrado a la ropa de su hermano y no le hacía mucha gracia tener que ir a una fiesta donde no conocía a absolutamente nadie. Pero se suponía que Shintaro no faltaba a ninguna fiesta y sobre todo, no quería al tal Yabu encima suyo acusándolo por dejarlo plantado.

 

Oh, Dios… Y apenas al día siguiente empezaban las clases.

 

¿Quieres dejar la histeria Ryutaro?

—Claro, yo me calmo, en cuanto tú me expliques. ¡¿Por qué rayos no me dijiste nada del sujeto ese?!

 

Incluso escuchó a su hermano bufar. Como si él tuviera el derecho para estar molesto. Por lo que apretó el teléfono en sus manos con fuerza. Y detuvo sus pasos.

 

—Escúchame bien remedo de hermano menor, o hablas ahora, o sencillamente me regreso y veremos a quien le va peor.

 

Y si Shintaro finalmente iba a decirle algo o no, Ryutaro ya no lo podía comprobar, por que a unos pasos de llegar a la habitación donde se celebra la dichosa fiesta, en medio del pasillo no tan inundado de gente, un muchacho de cabello castaño, le quitó el celular y lo cerró con fuerza. Con una estúpida sonrisa en el rostro.

 

—…Y yo soy Yaotome Hikaru, mucho gusto Ryutaro.

 

El muchacho se acercó a él, extendiéndole el celular de vuelta y Ryutaro no necesitaba ser un genio para saber que era uno de los amiguitos de su hermano.

 

—Si, hola…

 

Guardó el celular en su bolsillo molesto, frunciendo el ceño ante la mirada divertida del más alto.

 

—Evita estar tan serio todo el momento, eso no es para nada en Shintaro. Aunque en realidad se parecen mucho… Demasiado diría yo.

—Aléjate de él, Hikaru. O terminaras espantándolo.

 

Y cuando el muchacho de cabello algo levantado, que venía con las manos en los bolsillos lo hizo girar, Ryutaro tuvo que evitar alguna expresión en su rostro, aún más cuando aquel muchacho vestido de negro le sonrió.

 

—Soy Okamoto Keito, Shintaro nos contó todo así que trataremos de estar de tu lado.

—¿Trataremos?

—Si no resultas un verdadero imbécil, trataremos.

 

Ryutaro sonrió. Por algún motivo levemente a gusto con la llegada del tal Keito que de pronto había llamado su atención y que por supuesto al menos ya tenía alguien de su parte que lo llamara por su verdadero nombre.

 

—Lo importante aquí es que no olvides JAMÁS, que por ningún motivo, Kota Yabu, puede controlar tu tiempo o vida.— Hikaru pasó un brazo por sus hombros, y Ryutaro se preguntó si sería prudente contar que habían concretado un encuentro ese día. –Su relación es más como un juego de poder, para ver quien lleva el control o no.

 

Ryutaro tomó nota. De esa forma podría mantenerlo a raya sin que pareciera sospechoso, ni permitirle invadir su boca a cada segundo.

 

—Solo diviértete, es una fiesta como cualquier otra. Mientras no se salga de control y los directivos nos descubran todos estaremos bien.

—¿Nadie sabe de esta fiesta?

 

Hikaru rió, soltándolo y apoyándose en el hombro de Keito.

 

—¡Por supuesto que no! Las fiestas dentro del internado están prohibidas, a menos que sean autorizadas por el director. Y él obviamente nunca aprobaría una fiesta demente como la de inicio de año, con tanto alcohol de contrabando que fácilmente pareceríamos una licorería.

 

Keito sonrió, negando levemente y por un momento empezó a pensar en las múltiples razones por las que su hermano no parecía tan mala influencia justo ahora.

 

—¿Dónde es la fiesta este año? ¿Dónde Yamada o Hisuke?

—Creo que es donde Yamada.

 

Cuando esos dos se pusieron a discutir sobre aquello, para Ryutaro resultó más sencillo, seguir la bulla de aquel pasillo, no era muy fuerte en un inicio. Pero al parecer, todos los estudiantes en realidad se confabulaban para que nadie se enterara de eso.

 

Prácticamente estaban todos ahí, excepto los de los tres primeros años y eso probablemente por que ellos estaban en otros edificios más alejados.  Cuando la música fue lo suficientemente audible como para reconocerla.

 

Vio a los muchachos con botellas en las manos, riendo, apoyándose en otros. Algunos ya en el piso. Y sus ojos se abrieron con sorpresa, los que no reían, se besaban como si su vida dependiera de ello. Y Ryutaro no terminaba de entender por que Shintaro odiaba tanto el internado, si ese parecía ser su estilo de vida.

 

—¡¡Shintaro!!

 

Cuando un chico se lanzó a su espalda, abrazándolo con fuerza, inevitablemente Ryutaro giró y lo alejó.

 

—Yuri, deja en paz. A Shintaro.

—Oh~ Déjenlo que hoy se tiene que divertir conmigo…

 

Keito intentó interponerse otra vez, cuando Chinen lo jaló por la camisa atrayéndolo hacía donde él se encontraba, pero afortunadamente Hikaru lo agarró por la cintura y lo detuvo.

 

—Oye, Chinen… ¿Por qué no vamos por un poco de whisky a la mesa?

—¡De acuerdo!

 

Una vez los vio alejarse, Keito suspiró y Morimoto volvió a arreglar un poco su camisa.

 

—Chinen Yuri, trata de alejarte de él. Por si solo hay una disputa muy extraña entre Takaki y Yamada, no quieres meterte en eso. Por lo menos mientras no seas el verdadero Shintaro y no sepas manejar la situación.

 

La canción cambió y vio a lo lejos a un muchacho de cabello largo y negro sobre una de las mesas semi bailando y lanzando botellas de vodka por todo el lugar, para que los demás las agarraran. Ryutaro pensó que eso era peligroso, si es que alguna de esas botellas le daba a alguien en la cabeza. Pero a nadie parecía importarle.

 

—Y ese es Yamada Ryosuke. Alma de la fiesta, cómo siempre.

 

Ryutaro iba a agregar algo, cuando Keito colocó una mano en su pecho. Empujándolo tras él, hacía un lugar un poco más apartado, como intentando esconderlo.

 

—Yuya, Yuto, Daiki y a Kota ya lo conoces.

 

Los cuatro chicos que ingresaban por la puerta, inmediatamente llamaron la atención de las chicas. Que se amontonaron en la entrada para saludarlos y llamar su atención como podían.

 

—Se supone que las chicas están en un bloque sumamente lejano, ¿cómo llegaron hasta acá?

—Eso es un misterio hasta para ellas. Solo hasta a la idea de que la próxima fiesta es la del cumpleaños de Hikaru y este año será en tu habitación.

 

—¡¿Qué?!

—Luego te explico eso.

 

Okamoto movió un poco su mano. Y mientras el grupo recién llegado avanzó hasta la mesa principal. Ryutaro se encargó de mirar el lugar, donde una que otra chica ya estaba bailando sobre las mesas y parecía demasiado divertida como para darse cuenta de que mañana se arrepentiría por todo eso.

 

Inoo Kei estaba en el balcón, con un cigarro en la mano absorto a todo y mirando el cielo de esa noche. A él si lo reconocía. Su familia intentaba firmar una sociedad con la familia Inoo, entrecerró los ojos y se sorprendió al descubrir que el tal Kei parecía más calmado a lo que había esperado.

 

—¿Qué miras?

—No, nada.

 

Keito volvió a agarrarlo por el brazo, jalándolo hacía la otra mesa en sentido contrario. Y cuando Yamada se les puso enfrente, tuvieron que detenerse.

 

—¡Hey, Shin! No te veía desde la fiesta de fin de año.

—Si… estaba ocupado, desempacando… ya sabes.

 

Ryosuke sonrió estirando un vaso con licor a sus manos y Ryutaro arrugó el entrecejo. Recordando que a lo mucho el licor que había probado en su vida era vino, y solo para la cena.

 

—¿Shintaro?

—Toma el maldito vaso.

 

Okamoto lo codeó suavemente y Ryutaro tuvo que poner la mejor de sus sonrisas mientras tomaba el dichoso vaso entre sus manos. Y cuando Yamada levantó la mano, indicándole que bebiera, su estómago se comprimió.

 

—…Por tu fiesta.

 

Levantó el vaso en sus manos, y Ryosuke sonrió complacido. Cuando el sabor amargo quemó su lengua y luego su garganta, Ryutaro pensó que hubiera sido bueno preguntar que porquería era esa que estaba tomando.

 

Arrugó la nariz y decidió beber de una sola vez todo el contenido. Desvainando su poco interés por el licor, y rasgando de a poco su cordura. Y si, Ryutaro jamás había probado un licor tan fuerte como ese, además le quedaba el resto de la noche para seguir descubriendo algún licor que le gustara.

 

Entonces… ¿Qué tan malo podía ser?

 

 

 

 

 

Horror…

 

Era el horror en carne propia.

 

La cabeza le dolía horrores, todo le daba vueltas, tenía nauseas, le dolía el cuerpo. Y no recordaba nada después de ese primer trago que Yamada le hubiera ofrecido.

 

¿Había seguido bebiendo?

 

¿Por qué tenía nauseas cada dos minutos?

 

Oh, Dios… en serio necesitaba un  baño.

 

Pero eso no era lo peor de todo, no. Lo peor era ese profesor que había ido a sacarlo de su cama a las siete de la mañana para su entrevista con el director por su indebido comportamiento de la noche anterior, ya desde ahí Ryutaro empezaba a barajar más y más posibilidades para nada alentadoras.

 

Así que cuando llegó al pasillo de la dirección. Y vio en las sillas sentados a varios estudiantes, al menos suspiró aliviado. No era el único. La puerta de dirección se abrió y por ella salió aquel hombre alto, con entrecejo arrugado, quitándose los lentes de la cara y visiblemente molesto.

 

—Hay tantas violaciones al reglamento del internado que no sé por donde pensar. ¡¿En que estaban pensando todos ustedes?!

 

Y aquel grito pareció hacer mella en los diez muchachos ahí presentes, por que todos hicieron muecas de dolor, con las manos en la cabeza.

 

—Lamentablemente solo alcanzamos a agarrar de todo el grupo a ustedes diez. Pero luego del interrogatorio encontraré a los demás. Debería expulsarlos, pero la ley no me lo permite. Yaotome y Yamada, sacando licor de la habitación del mismo Yamada sin contar con que era su propia habitación la del epicentro de todo ese caos.

 

Ryutaro solo deseó marcharse de ahí. Directo a un baño a vomitar.

 

—Okamoto y Nakajima agarrándose a golpes en pleno pasillo. Inoo y Arioka haciendo sabrá Dios qué en la parte trasera del edificio. Takaki y Chinen encerrados en una habitación, ¡y usted Morimoto! ¡¿Por que diablos esposaba a Kota en uno de los barandales de las escaleras?!

 

Sus ojos se abrieron en extremo.

 

¡¿Qué el, qué?!

 

No podía ver las expresiones de todos, difícilmente los recordaba. Pero él JAMÁS haría algo como eso. Apenas divisó a Keito negando con la cabeza, y a Hikaru tapando la sonrisa burlona en su rostro. El director siguió despotricando en contra de todos.

 

Pero Ryutaro solo podía forzarse a recordar.

 

El momento aquel, en que toda esa fiesta se le había salido de control.

 

Y no recordaba, absolutamente nada.

 

¡Maldición!

 

 

 

Eres lo mismo que yo, y está bien.

Por que me gusta la forma en que mientes.

 

 

 

Fin del Segundo Síntoma.

 

 

 

Wow… había demorado en publicar el siguiente capítulo. xD

Mil disculpas. Muchas gracias por la corrección de lo del nombre de Kei, supongo que se me confundieron los nombres. Gracias por el interés en la historia. =)

Y en el próximo tendremos la fiesta en todo su esplendor. Si lo ponía en este capo, me salían como cuarenta páginas. xDD

La frases de la canción en esta ocasión es ‘The way you lie’  de Eminem & Rihanna.

¡Hasta el próximo capo!~