Sabores
Tendencia a lo inexorable
Cuarta Parte
Dos días después, Ryutaro abandonó el hospital.
Habían ido un par de empleados a visitarlo y Oeda incluso le había enviado una canasta con frutas, que nunca comió, Akira sin embargo se pasaba un par de horas al salir de la oficina para ponerlo al tanto con todo lo que ocurría.
Y aquel día sábado, Akira lo ayudó al salir del hospital. Por qué aún no podía asentar el pie correctamente y tenía que afirmarse en alguien para poder caminar, lo que le hizo pensar que debía comprar un bastón por lo menos por los días en que su pie estaría así de delicado.
Le había pedido expresamente a Akira que no le comunicara nada a sus padres y mucho menos a Shintaro de lo ocurrido, solo para no preocuparlos de más. Y no estaba seguro de si por suerte o no, pero Chinen no había vuelto a aparecer frente a sus ojos.
—Listo, jefe. Toma asiento, iré a prepararte un poco de te.
—No es necesario, Akira.
—Tranquilo, no me molesta.
Akira lo ayudó a sentarse en uno de los muebles de su sala de estar, por fin en su departamento, que aunque Ryutaro no tenía mucho viviendo en él, lo había extrañado. Después de todo, dormir en un hospital, jamás es cómodo.
—Hay te verde en la alacena con la puerta azul.
—Ok.
La voz de Akira sonó desde la cocina con entusiasmo y Ryutaro se permitió mover con dificultad su pie, solo para comprobar que de a poco y con las terapias, volvería a moverlo con la agilidad de siempre.
Cuando el teléfono en el departamento sonó, Ryutaro apenas se estiró un poco para alcanzarlo y contestar la llamada.
—¿Si?
—¡Ryu! ¿Dónde has estado metido? Te he llamado estos días y nunca me contestaste. Y tu asistente solo me decía que estabas en no sé que reunión, haciendo no sé que planos, pero jamás podías atenderme.
—No grites, Shintaro. Pero si, he estado muy ocupado estos días.
—Oh… ¡pero eso no es excusa para que te olvides de nosotros! ¿Cómo han estado las cosas por Japón?
Ryutaro se permitió un momento para suspirar y mirar el televisor apagado frente a él, mientras los movimientos de Akira en su cocina, apenas lo distraían.
—Bien, acostumbrándome a la ciudad supongo. ¿Y ustedes?
—Bueno, papá bien en el trabajo. Mamá tranquila esperando que la llames ochocientas veces al día y por supuesto yo te tengo una gran noticia.
—¿En serio, de que se trata?
—¡Obtuve el papel en un drama! Bueno, no soy el protagonista, soy más bien el chico popular del que todas las niñas se enamoran y por supuesto la protagonista se enamora de mí, hasta que descubre que en verdad está enamorada del protagonista, ¡y todo el etcétera que te puedas imaginar!
Shintaro rió emocionado. E inevitablemente Ryutaro se sintió contagiado por esa vertiginosidad de entusiasmo y emociones que el muchacho le transmitía.
—Me alegro por ti, Shin. Espero que ese drama sea lo suficientemente bueno como para que lo transmitan en Japón.
—¡Y lo será! Ya verás, además los protagonistas son geniales y muy profesionales, y están dispuestos a ayudarme y aconsejarme. Va a ser genial Ryutaro en serio estoy emocionado con todo esto.
—Vas a ver que todo sale bien, Shintaro.
Cuando el timbre del departamento sonó, Ryutaro pensó que se trataría de Oeda, así que intentó sentarse adecuadamente, mientras veía el te que Akira colocaba frente a él, en la mesa.
—Yo abro, no te preocupes.
Asintió tranquilo, viendo a su asistente dirigirse a la puerta y pensando en serio esta vez en darle un aumento. Pero por el momento debía terminar la llamada con Shintaro, así que con una despedida breve, prometiendo que llamaría en la noche. Ryutaro dejó el teléfono en su lugar.
Lo extraño fue cuando su departamento de pronto estuvo casi invadido por un grupo de ocho muchachos que habían entrado y hablaban casi todos entre todos provocando un escándalo molesto. Así que Ryutaro solo arrugo el entrecejo.
Reconoció entre el grupo a Yuto y a Keito, así que no fue problema deducir que el resto de muchachos que estaban ahí eran también integrantes del grupo que hace unos día había estado en la televisora.
—¡Que vaya Yuya, es el más descarado de todos!
—¿Y yo por qué? Que hable Yabu, por algo es el mayor.
—Insisto, deberían ir Yuto o Keito.
Akira lo miró apenado, colocándose a su lado en el sillón, mientras el grupo aquel seguía debatiéndose en quien le hablaría o no. Ryutaro sintió un dolor de cabeza reanudarse y por supuesto llevó una mano a su sien.
—De acuerdo, ¡basta!
Los ocho muchachos guardaron silencio. Ryutaro suspiró algo más tranquilo y miró a los ocho que medio se habían acomodado en algún sillón y otros permanecían parados. Fue Yuto el primero en dar un paso hacía él.
—Ryutaro, antes que nada queremos aclararte que lo de la venta de desayunos frente a tu edificio por ningún motivo era…
—Eso me intriga. ¿Por qué lo hacían?
Yuto sonrió nervioso, rascando un poco su brazo y desviando la mirada. Así que fue Keito el encargado de responderle.
—En realidad… No podemos decírtelo, no aún al menos. Pero te prometo que no era para algo malo.
—Como sea…
Daiki noto la displicencia por parte de Ryutaro, así que se acercó para estar en el mismo lugar que Yuto, con la expresión más calmada que pudo encontrar.
—Escucha, sé que en este momento hay muchas cosas pasando por tu cabeza. Pero lo que más debes tener en cuenta es que Yuri jamás quiso hacer algo en tu contra o que te perjudicara.
—Oh, genial. ¿Han venido a abogar por él?
En esta ocasión, el tono de Ryutaro fue menos condescendiente. Estaba molesto y confundido, especialmente por que no tenía ni la menor idea de quienes eran los otros seis. Sin embargo. Cuando uno de lo muchacho altos de cabello azabache se levantó, inevitablemente Ryutaro lo miró con atención, como si su presencia le transmitiera una paz que desconocía.
—Creo que antes que nada deberíamos presentarnos. Yo soy Inoo, ellos son Yuya, Yabu, Hikaru, Daiki, Ryosuke. Y bueno, me imagino que a Keito y a Yuto ya los conoces. No se trata de justificar lo que pasó en la constructora, pero en tal caso Yuri jamás haría algo que te perjudicara.
Y la paz murió en ese momento, por que Ryutaro solo rodó los ojos y se cruzó de brazos, provocando que el escándalo volviera por que todos querían hablarle maravillas de Chinen y él solo los ignoraba hasta que claro, afortunadamente el tal Ryosuke se levantó y estiró un poco sus brazos.
—¡Ya, por favor! Guarden silencio todos, solo estamos empeorando las cosas. Hablemos con calma, como Yabu dijo.
—Pues Yabu no ha abierto la boca desde que llegamos.
Hikaru entrecerró los ojos, mirando directamente al líder del grupo quien solo bufó algo reticente a seguirle la pelea al otro muchacho.
—Escuchen esto se está saliendo de control, Ryutaro acaba de salir del hospital, ¿por qué no lo dejan descansar esta noche y mañana hablan todos con más calma?
Akira intentó intervenir, lo más calmado que podía menguar dentro de una conversación que no le correspondía, pero Ryutaro puso una mano sobre su hombro, pidiéndole que esperara un momento.
—Miren, los ocho. Voy a ser lo más claro posible. Lo admito, quizá no fue culpa de Chinen, pero sencillamente tampoco lo quiero cerca de mí. Así que dejemos las cosas como están, ni él cerca de mi trabajo ni yo cerca del suyo. Estamos mejor de lejos y siempre debió ser así.
Yuya fue el primero en levantarse, con el rostro molesto y apretando los puños, señalándolo descaradamente.
—¡Tú, pedazo de mocoso! ¿Cómo te atreves a referirte con tanta frialdad de Yuri? Siendo que al sido capaz de tantas cosas solo por ti. Estas siendo egoísta, desconsiderado, prepotente… Parece como si de verdad fueras otra persona luego del accide…
—Yuya, basta.
Kota finalmente se levantó, colocando una mano en el hombro de Takaki, calmándolo de algún modo y con una expresión seria en el rostro. Sin embargo Morimoto estaba mudo, con los ojos muy abiertos, incapaz de comprender como es que esos muchachos sabían de su accidente tantos años atrás.
—El día que ocurrió el accidente en la constructora, Yuri no quiso alejarse de ti. Nosotros teníamos una presentación muy importante y él desistió de venir con nosotros por quedarse a tu lado. Como sabrás o no, eso acarrea demasiados problemas, muy graves para cualquier artista. Por que a los que contratan es a los nueve y si uno falta la agencia se mete en problemas, y por tanto, es sobre los hombros de Chinen que cae todo el peso de la culpa.
Ryutaro abrió un poco más sus ojos, sorprendido y un poco contrariado, por que ese mismo día había gritado, y echado a Chinen de su vida. Y aún así, solo desvió la mirada.
—Yo no le pedí que se quedara.
—Él tampoco te pidió que saltaras sobre él para salvarlo.
De pronto Ryutaro sintió que odiaba a ese tal Yabu, por que lo atacaba directamente, mirándolo a los ojos, con las palabras necesarias como para desestabilizarlo, y él sentía de algún modo que no tenía el valor suficiente como para contrarrestarlo, al menos no a él.
—No tenemos nada más que hacer aquí. Nosotros ya cumplimos con ponerte al tanto de todo, vámonos muchachos.
Aunque hubo un pequeño momento de silencio e indecisión en el resto, finalmente todos optaron por obedecer a la voz de su líder y empezar a abandonar el lugar, aunque Takaki fue el último en salir, se encargó de dejarlo aún más confundido.
—Chinen cumple años mañana, nosotros salimos de viaje hoy en la noche y él esta suspendido por lo de su ausencia en el concierto de Shibuya sin previo aviso. Sus padres tampoco están en el país y no llegan hasta pasado mañana. ¿No crees que sería considerado al menos visitarlo una hora? Estará solo ese día y no es justo ni para él, ni para nadie.
Ryutaro solo miró la espalda amplia del mayor mientras cruzaba el umbral de la puerta y antes de cerrarla lo miraba directo a sus ojos.
—Es extraño, ¿sabes? Antes solían gustarte las cosas dulces y las flores.
Confundido, Ryutaro vio al mayor cerrar la puerta del departamento, dejando el departamento una vez más en silencio. Sin terminar de entender por que a pesar de todo el escándalo y media discusión de por medio.
Se había sentido terriblemente cómodo y feliz de estar todos ahí.
—Creo que voy a calentar el te. Se debe haber enfriado.
Akira se levantó, con la taza en las manos seguramente directo al microondas, y la verdad a Ryutaro no le hubiera molestado, sino fuera por que de repente en vez de te, se le había antojado un poco de un café recién preparado.
…
…
De alguna manera, al siguiente día. Ryutaro pensó que sería imposible visitarlo al menos una hora, por que sencillamente no sabía donde vivía, su número de teléfono o al menos donde podía encontrarlo.
Así que era un intento inútil querer al menos reivindicarse.
Y ese molesto vendaje en su pie que lo fastidiaba, sin contar con el pequeño bastón que debía utilizar para caminar decentemente, hasta que recuperara su movilidad normal.
Ah, Ryutaro odiaba su vida en estos momentos.
Bueno, no tanto como nueve años atrás. Pero no se sentía precisamente feliz en ese instante. Sin embargo, cuando un mensaje firmado por Yuto llegó a su celular, pensó en echarse para atrás con respecto al aumento para Akira.
Por que, ¿quién más les daría SU número a ese tumulto de locos escandalosos?
Akira y su buen corazón, a veces lo exasperaban.
El punto es que solo ‘por si acaso’ Yuto le informaba sobre el lugar donde Yuri había dicho que estaría ese día almorzando. Y la verdad como se encontraba, medio cojo por al menos dos días más. Ryutaro pensó que sería muy mala idea buscarlo.
Pero luego recordó que no iría al trabajo hasta la siguiente semana, así que entre encerrarse en el departamento o al menos ver la luz del día un rato. Optó por lo segundo y tomó las llaves y billetera sobre el mesón.
Suficiente que los dos días que había pasado en el hospital para estar encerrado.
…
…
Lastimosamente Chinen ya no estaba en el restaurante que Yuto le había dicho y Ryutaro pensó que no debió haberle pedido al taxista que se detuviera en aquella pastelería para comprar el pequeño dulce más caro y llamativo que había visto.
Así que balanceo la pequeña caja roja, con un lazo plateado en las manos. Y miró de un lado a otro a expensas de encontrarlo por algún lado. Definitivamente la culpa obraba milagros, por que en otro momento, Ryutaro jamás hubiera estado buscando a Chinen con una caja de colores cursis en la mano.
Y ahí estaba como un reverendo estúpido en una de las veredas, con la idea de que al menos ese día ya no lo encontraría. Debía cruzar la calle para poder tomar otro taxi, y cuando lo hizo su suerte volvió a brillar.
Por que justamente en el parque de aquella calle, en una de las solitarias bancas del parque estaba sentado Chinen, con un jugo de naranja en las manos, viendo distraídamente el estanque a uno pasos de él.
Sus pasos vacilaron un poco, inseguro de acercarse o no, pero pensó que había llegado hasta ahí, y retractarse era cobarde. Así que respiró profundo y se sentó junto a él, logrando que se sorprendiera y luego se relajara al reconocerlo.
Por un momento la fija mirada de Yuri taladró sus pensamientos, así que optó por extenderle la caja cursi y suspirar.
—Supongo que si te salvé la vida. No te he de odiar demasiado, ¿verdad?
Hubo un corto silencio antes de que la expresión nostálgica en el rostro de él se borrara y cambiara por una gran sonrisa en los labios que calmó un poco a Ryutaro mientras Yuri tomaba el regalo entre sus manos.
—¿Es para mí?
—No, simplemente me equivoque de que hoy no era mi cumpleaños así que te lo doy para que no se desperdicie. ¡Por supuesto que es para ti!
Yuri rió divertido, abriendo emocionado la caja roja y desatando el lazo plateado en sus manos. El olor dulzón llegó hasta la nariz de Ryutaro e inevitablemente arrugó el entrecejo.
—¡Oh, me encanta este dulce Ryutaro! ¡Muchas gracias!
Fue un momento breve, en el que Chinen se lanzó contra él en un abrazo intoxicante. Por que el aroma de Yuri lo rodeó por completo casi instantáneamente y la calidez de su cuerpo rodeó al suyo de una manera inexplicable que hizo que las mejillas de Ryutaro inexplicable y brevemente se colorearan.
—Ya, ya… Deja el contacto físico que no me gusta.
—Está bien… Pero en serio, muchas gracias.
Ryutaro interpuso sus brazos como barrera, pero a Yuri pareció no molestarle por que solo siguió sonriendo, deleitándose con el pequeño pastel en sus manos y esa sonrisa bobalicona que no parecía querer desaparecer.
—Lo siento, no debí gritarte así en el hospital.
—Tienes razón, no debiste.
Yuri sonrió y Ryutaro encontró agradable el hecho de que esa sonrisa lo calmara. Que de pronto una invasión extraña en su pecho y estómago le provocara un estremecimiento que Chinen ignoró por completo, para su suerte.
…
…
El motivo por el cual terminaron conversando tanto rato en aquella banca para luego medio pasear por un lugar que Chinen consideraba desprovisto de fans. Es inexplicable aún para él.
El sentimiento de culpa debía llegar hasta conversar un rato con él, una disculpa implícita y el dichoso regalo de adorno. Sin embargo estaba ahí, caminando junto a él, dejándose arrastrar por Chinen.
Por esa sonrisa que en su rostro de la nada lo había invocado a un sentimiento de profunda tranquilidad. Era como sentirse en casa, como estar junto a una persona a la que has extrañado.
Como si de pronto Yuri formara parte de las constantes de su vida. Sus sonrisas, había quedado estúpidamente prendado de esas sonrisas, de esa expresión. Del brillo apasionado en sus ojos.
Ryutaro se sentía peligrosamente hipnotizado…
—Extrañaba esto.
—¿Esto?
Chinen asintió, respirando profundo ante la confusa mirada de Morimoto.
—Extrañaba salir a caminar y conversar… Te extrañaba a ti.
Luego el tiempo se detuvo, Chinen cerró los ojos, con la cabeza hacía arriba, ante ese límpido cielo azul que estaba sobre ellos, como si disfrutara de ese sublime momento de paz, y Ryutaro lo observó… Y se perdió.
Cuando sonrió ante la imagen etérea de Yuri lo comprendió, tal vez, solo tal vez. No era seguro, pero tal vez Yuri empezaba a lograr su cometido. Quizá empezaba a derrumbar sus barreras e introducirse en su vida como el vil entrometido que es.
Lo contempló y descubrió, que su corazón estaba agitado, solo un poco. Y su mano estaba cerca de la de él, tan cerca que podía tomarlo de la mano y empezar a caminar, alegando que no se quedaran en un solo lugar, pasando desapercibido el contacto de sus manos.
Sería tan fácil… Y Yuri no se daría cuenta de cuanto anhelaba ese sencillo contacto. Por que solo sería un jalón.
—¿Me invitas a comer?
Yuri abrió los ojos, fijando su mirada de inmediato en él. Y Ryutaro sonrió.
—Claro.
—Pero quiero que sea en tu departamento, quiero que cocines para mí.
Ryutaro abrió mucho sus ojos y elevó una ceja.
—¿Tú como sabes que cocino?
—Lo sospechaba.
Yuri empezó a caminar otra vez, el tiempo volvió a andar. Su mundo empezó a girar en torno a esa sonrisa que gobernaba el rostro de Chinen. Y de pronto Ryutaro pensó que no era tan malo quedarse un rato más en la orbita de Chinen Yuri.
…
…
Su departamento prontamente se llenó del exquisito olor de su comida.
Ryutaro cortaba un poco de zanahoria, cuando levantó la mirada y divisó a Yuri cerca de su estantería de libros, observando las fotos que había, las pocas que tenía, las de su familia y un par de amigos de la universidad.
Parecía entretenido, Yuri parecía verdaderamente encantado con las imágenes, como si encontrara imágenes que hace mucho no veía. Y sabiendo que aún faltaba para que se terminara de cocina la comida. Decidió limpiar sus manos y acercarse a él.
Los ojos de Chinen estaban en una foto sencilla, una que sostenía entre sus manos, una foto de Shintaro y él.
—¿Es tu hermano?
—Si.
—Se parecen mucho.
Ryutaro asintió y Chinen sonrió, dejando la foto en su lugar. Atrevidamente metiendo la mano en el bolsillo del pantalón de Ryutaro, sacando su celular y apretando un par de botones.
—¿Qué haces?
—Quiero que tengas una foto mía aquí también.
—Pero…
Antes de que pudiera negarse, Yuri había pasado un brazo por su hombro y lo había acercado, con sus mejillas muy cerca la una de la otra y el flash del celular dándole directo en los ojos.
En la foto Yuri sonreía, Ryutaro apenas parecía mirar de soslayo a Chinen.
Y la imagen le encantó.
—¡Es fabulosa!
Chinen incluso dio un pequeño saltito desde su lugar con una gran sonrisa en los labios, presionando un par de teclas más para enviarla a su celular. Ryutaro pretendía mirarlo un rato más, por que de pronto se le había vuelto adictivo.
Pero recordó la comida y regresó a la cocina.
Pero sobre todo entendió, la razón por la que había saltado sobre él para salvarlo días atrás.
…
…
—¿Estas seguro de que no quieres que te lleve?
Yuri movió su cabeza negativamente y Ryutaro respiró hondo, apoyado en la puerta de su departamento, viendo a Yuri colocarse aquella gorra sobre la cabeza, ajustándola bien a su cabeza y con otra de esas sonrisas en los labios.
—Estaré bien. No te preocupes.
—De acuerdo…
Le costó un poco de tiempo decidirse por cerrar la puerta, fue extraño. Por que de repente estar junto a Chinen no fue molesto, solo fue cómodo. Y fue como si el tiempo reviviera ante él, de una manera que no terminaba de comprender.
Caminó hasta su habitación, con el olor de la comida aún esparcida por el lugar, con sus pasos suaves y calmados hasta el lugar indicado. Olvidando por un momento lo molesto de su pie.
Cuando se sentó en la cama y recordó la foto, sus manos se movieron solas hacía el celular, buscando la imagen aquella donde sus ojos se posaban en Chinen y él sonreía abiertamente.
Ryutaro no estaba muy acostumbrado a las fotos, no solían gustarle demasiado, pero esa particularmente le encantaba. Sus ojos se entornaban en ella y se descubrió perdiendo las pocas fuerzas en pocos minutos.
Al punto de quedarse dormido, en un momento desconocido para él.
…
…
Unos días después, Ryutaro regresó al trabajo.
Se sentía maravillosamente renovado, de un estupendo ánimo y un poco nostálgico al notar que su usual café ya no estaba ahí como cada día, pensando en lo mucho que lo extrañaría y que de una manera u otra se había acostumbrado incluso a sus encontrones con Chinen.
Esa mañana subió a su oficina más lentamente de lo habitual, la gente se acercaba a preguntarle por su salud, por cómo se encontraba. Y un par de osados preguntaban por el tipo de relación que mantenía con Chinen.
Eso lo extraño…
—Muy buen día, Ryutaro. ¿Cómo está ese pie?
Akira sonreía entusiasta. Dentro de la oficina de Ryutaro, con una taza con café en las manos, colocándola apenas sobre el escritorio y en la otra el periódico de ese día. Ryutaro se sintió complacido ante la eficiencia del menor.
—Muy bien, Akira. ¿Por qué la oficina parece revolucionada?
—Oh, eso…
Akira rascó un poco su nuca y sonrió nervioso. Ryutaro comprendió que algo bueno no podía ser bueno, pero en respuesta lo único que obtuvo fue el periódico, ahora en sus manos.
—Mejor míralo tú mismo, Ryutaro. La sección de sociales.
Confundido, Morimoto abrió el periódico, intentando buscar algo que delatara la extraña reacción de todos. Y la encontró, en primera plana. En esa imagen de Chinen y él sentados en el parque.
En el momento exacto en el que Yuri lo abrazaba, con el regalo de cumpleaños en las manos, sus ojos se abrieron, apretó con fuerza el periódico en las manos. Su mente trabajó rápido.
Por que algo así no podía ser bueno para Chinen, no mientras estaba en medio de aquel problema con la falta de días atrás. Sus impulsos fueron los primeros en actuar, y casi sin decir palabra alguna, se levantó.
Directo hacía el ascensor, tenía que hablar con Chinen.
…
…
—¿En qué estabas pensando?
Chinen bajó la cabeza, la voz seria y reacia del hombre frente a él, lo hizo encogerse un poco y apretar los puños.
—Fue solo una salida, por mi cumpleaños.
—¿Recuerdas lo que la familia Morimoto pidió luego del accidente? Se te pidió una sola cosa por Ryutaro, y haces todo lo contrario. Sin contar con el escándalo que has provocado.
El hombre lanzó sobre el escritorio y Yuri solo suspiró.
El titular era conciso y escandaloso.
“Chinen Yuri en actitud sospechosa con otro hombre.
¿Estaremos viendo al desaparecido ex integrante, Morimoto Ryutaro?”
—Yo… pensé que no había nadie ahí… yo…
—¡Esto no se puede volver a repetir! ¡¿Qué vas a hacer si Ryutaro te pide una explicación?!
Repentinamente todo empezó a dar vueltas para Chinen, la fuerza en él trastabillo y sus manos viajaron a su rostro, tapando las lágrimas que pugnaban por salir. Ablandando un poco al hombre frente a sus ojos.
—Lo siento… lo arruiné todo… arruiné su vida otra vez… lo siento…
…
…
Fue una media hora después, que Chinen se pudo calmar.
Y caminar por los pasillos de aquel lujoso edificio en ese momento fue más difícil que nunca, por que todos lo miraban, y aunque nadie hablara, sabía lo que pasaba por esas cabezas.
Tuvo que respirar profundo, para acelerar un poco más el paso y tratar de llegar a su auto. Solo quería esperar por sus amigos que llegaría en la noche a Japón, solo quería un poco de paz.
Cuando su mirada se alzó, el auto de Ryutaro se estacionaba del otro lado de la calle, justo frente al edificio. Los nervios corrieron por su cuerpo entero. Las explicaciones divagaron confusas por su mente. Y retrocedió.
Pero Ryutaro lo ubicó de inmediato, como si de repente buscarlo le resultara fácil. Chinen solo lo vio caminar hasta él, sin mirar a los lados. Y sus ojos viajaron asustados hacía el lado derecho de la calle, donde aquel taxi corría a toda velocidad.
Y su corazón saltó bruscamente, sus ojos se abrieron en extremo y su cuerpo intentó lanzarse hacía él.
—¡¡Ryutaro!!
Su gritó rompió el escaso silencio que había, la mirada de Morimoto cayó sobre el auto que un par de segundos después impactaba sobre su cuerpo, alzándolo de una manera poco suave.
Los ojos de Chinen volvieron a llenarse de lágrimas, asustado corrió hacía él, arrodillado junto al cuerpo de Morimoto que yacía inconsciente en el suelo, con la gente amontonándose a su alrededor.
Escuchando a los lejos a los demás pedir por una ambulancia.
—Ryutaro por favor resiste… por favor…
Y su mano apretó la de él, con fuerza, con toda la que podía, con su último grito de esperanza en esos ojos que no lo miraban, en que quería explicarse, quería solo una última oportunidad.
Una sola más.
…
Fin de la Cuarta Parte
…