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Sabores: cuarta parte


 

Sabores

Tendencia a lo inexorable

Cuarta Parte

 

 

 

Dos días después, Ryutaro abandonó el hospital.

 

Habían ido un par de empleados a visitarlo y Oeda incluso le había enviado una canasta con frutas, que nunca comió, Akira sin embargo se pasaba un par de horas al salir de la oficina para ponerlo al tanto con todo lo que ocurría.

 

Y aquel día sábado, Akira lo ayudó al salir del hospital. Por qué aún no podía asentar el pie correctamente y tenía que afirmarse en alguien para poder caminar, lo que le hizo pensar que debía comprar un bastón por lo menos por los días en que su pie estaría así de delicado.

 

Le había pedido expresamente a Akira que no le comunicara nada a sus padres y mucho menos a Shintaro de lo ocurrido, solo para no preocuparlos de más. Y no estaba seguro de si por suerte o no, pero Chinen no había vuelto a aparecer frente a sus ojos.

 

—Listo, jefe. Toma asiento, iré a prepararte un poco de te.

—No es necesario, Akira.

—Tranquilo, no me molesta.

 

Akira lo ayudó a sentarse en uno de los muebles de su sala de estar, por fin en su departamento, que aunque Ryutaro no tenía mucho viviendo en él, lo había extrañado. Después de todo, dormir en un hospital, jamás es cómodo.

 

—Hay te verde en la alacena con la puerta azul.

—Ok.

 

La voz de Akira sonó desde la cocina con entusiasmo y Ryutaro se permitió mover con dificultad su pie, solo para comprobar que de a poco y con las terapias, volvería a moverlo con la agilidad de siempre.

 

Cuando el teléfono en el departamento sonó, Ryutaro apenas se estiró un poco para alcanzarlo y contestar la llamada.

 

—¿Si?

 

¡Ryu! ¿Dónde has estado metido? Te he llamado estos días y nunca me contestaste. Y tu asistente solo me decía que estabas en no sé que reunión, haciendo no sé que planos, pero jamás podías atenderme.

 

—No grites, Shintaro. Pero si, he estado muy ocupado estos días.

Oh… ¡pero eso no es excusa para que te olvides de nosotros! ¿Cómo han estado las cosas por Japón?

 

Ryutaro se permitió un momento para suspirar y mirar el televisor apagado frente a él, mientras los movimientos de Akira en su cocina, apenas lo distraían.

 

—Bien, acostumbrándome a la ciudad supongo. ¿Y ustedes?

—Bueno, papá bien en el trabajo. Mamá tranquila esperando que la llames ochocientas veces al día y por supuesto yo te tengo una gran noticia.

 

—¿En serio, de que se trata?

 

¡Obtuve el papel en un drama! Bueno, no soy el protagonista, soy más bien el chico popular del que todas las niñas se enamoran  y por supuesto la protagonista se enamora de mí, hasta que descubre que en verdad está enamorada del protagonista, ¡y todo el etcétera que te puedas imaginar!

 

Shintaro rió emocionado. E inevitablemente Ryutaro se sintió contagiado por esa vertiginosidad de entusiasmo y emociones que el muchacho le transmitía.

 

—Me alegro por ti, Shin. Espero que ese drama sea lo suficientemente bueno como para que lo transmitan en Japón.

—¡Y lo será! Ya verás, además los protagonistas son geniales y muy profesionales, y están dispuestos a ayudarme y aconsejarme. Va a ser genial Ryutaro en serio estoy emocionado con todo esto.

 

—Vas a ver que todo sale bien, Shintaro.

 

Cuando el timbre del departamento sonó, Ryutaro pensó que se trataría de Oeda, así que intentó sentarse adecuadamente, mientras veía el te que Akira colocaba frente a él, en la mesa.

 

—Yo abro, no te preocupes.

 

Asintió tranquilo, viendo a su asistente dirigirse  a la puerta y pensando en serio esta vez en darle un aumento. Pero por el momento debía terminar la llamada con Shintaro, así que con una despedida breve, prometiendo que llamaría en la noche. Ryutaro dejó el teléfono en su lugar.

 

Lo extraño fue cuando su departamento de pronto estuvo casi invadido por un grupo de ocho muchachos que habían entrado y hablaban casi todos entre todos provocando un escándalo molesto. Así que Ryutaro solo arrugo el entrecejo.

 

Reconoció entre el grupo a Yuto y a Keito, así que no fue problema deducir que el resto de muchachos que estaban ahí eran también integrantes del grupo que hace unos día había estado en la televisora.

 

—¡Que vaya Yuya, es el más descarado de todos!

—¿Y yo por qué? Que hable Yabu, por algo es el mayor.

—Insisto, deberían ir Yuto o Keito.

 

Akira lo miró apenado, colocándose a su lado en el sillón, mientras el grupo aquel seguía debatiéndose en quien le hablaría o no. Ryutaro sintió un dolor de cabeza reanudarse y por supuesto llevó una mano a su sien.

 

—De acuerdo, ¡basta!

 

Los ocho muchachos guardaron silencio. Ryutaro suspiró algo más tranquilo y miró a los ocho que medio se habían acomodado en algún sillón y otros permanecían parados. Fue Yuto el primero en dar un paso hacía él.

 

—Ryutaro, antes que nada queremos aclararte que lo de la venta de desayunos frente a tu edificio por ningún motivo era…

—Eso me intriga. ¿Por qué lo hacían?

 

Yuto sonrió nervioso, rascando un poco su brazo y desviando la mirada. Así que fue Keito el encargado de responderle.

 

—En realidad… No podemos decírtelo, no aún al menos. Pero te prometo que no era para algo malo.

—Como sea…

 

Daiki noto la displicencia por parte de Ryutaro, así que se acercó para estar en el mismo lugar que Yuto, con la expresión más calmada que pudo encontrar.

 

—Escucha, sé que en este momento hay muchas cosas pasando por tu cabeza. Pero lo que más debes tener en cuenta es que Yuri jamás quiso hacer algo en tu contra o que te perjudicara.

 

—Oh, genial. ¿Han venido a abogar por él?

 

En esta ocasión, el tono de Ryutaro fue menos condescendiente. Estaba molesto y confundido, especialmente por que no tenía ni la menor idea de quienes eran los otros seis. Sin embargo. Cuando uno de lo muchacho altos de cabello azabache se levantó, inevitablemente Ryutaro lo miró con atención, como si su presencia le transmitiera una paz que desconocía.

 

—Creo que antes que nada deberíamos presentarnos. Yo soy Inoo, ellos son Yuya, Yabu, Hikaru, Daiki, Ryosuke. Y bueno, me imagino que a Keito y a Yuto ya los conoces. No se trata de justificar lo que pasó en la constructora, pero en tal caso Yuri jamás haría algo que te perjudicara.

 

Y la paz murió en ese momento, por que Ryutaro solo rodó los ojos y se cruzó de brazos, provocando que el escándalo volviera por que todos querían hablarle maravillas de Chinen y él solo los ignoraba hasta que claro, afortunadamente el tal Ryosuke se levantó y estiró un poco sus brazos.

 

—¡Ya, por favor! Guarden silencio todos, solo estamos empeorando las cosas. Hablemos con calma, como Yabu dijo.

—Pues Yabu no ha abierto la boca desde que llegamos.

 

Hikaru entrecerró los ojos, mirando directamente al líder del grupo quien solo bufó algo reticente a seguirle la pelea al otro muchacho.

 

—Escuchen esto se está saliendo de control, Ryutaro acaba de salir del hospital, ¿por qué no lo dejan descansar esta noche y mañana hablan todos con más calma?

 

Akira intentó intervenir, lo más calmado que podía menguar dentro de una conversación que no le correspondía, pero Ryutaro puso una mano sobre su hombro, pidiéndole que esperara un momento.

 

—Miren, los ocho. Voy a ser lo más claro posible. Lo admito, quizá no fue culpa de Chinen, pero sencillamente tampoco lo quiero cerca de mí. Así que dejemos las cosas como están, ni él cerca de mi trabajo ni yo cerca del suyo. Estamos mejor de lejos y siempre debió ser así.

 

Yuya fue el primero en levantarse, con el rostro molesto y apretando los puños, señalándolo descaradamente.

 

—¡Tú, pedazo de mocoso! ¿Cómo te atreves a referirte con tanta frialdad de Yuri? Siendo que al sido capaz de tantas cosas solo por ti. Estas siendo egoísta, desconsiderado, prepotente… Parece como si de verdad fueras otra persona luego del accide…

 

—Yuya, basta.

 

Kota finalmente se levantó, colocando una mano en el hombro de Takaki, calmándolo de algún modo y con una expresión seria en el rostro. Sin embargo Morimoto estaba mudo, con los ojos muy abiertos, incapaz de comprender como es que esos muchachos sabían de su accidente tantos años atrás.

 

—El día que ocurrió el accidente en la constructora, Yuri no quiso alejarse de ti. Nosotros teníamos una presentación muy importante y él desistió de venir con nosotros por quedarse a tu lado. Como sabrás o no, eso acarrea demasiados problemas, muy graves para cualquier artista. Por que a los que contratan es a los nueve y si uno falta la agencia se mete en problemas, y por tanto, es sobre los hombros de Chinen que cae todo el peso de la culpa.

 

Ryutaro abrió un poco más sus ojos, sorprendido y un poco contrariado, por que ese mismo día había gritado, y echado a Chinen de su vida. Y aún así, solo desvió la mirada.

 

—Yo no le pedí que se quedara.

—Él tampoco te pidió que saltaras sobre él para salvarlo.

 

De pronto Ryutaro sintió que odiaba a ese tal Yabu, por que lo atacaba directamente, mirándolo a los ojos, con las palabras necesarias como para desestabilizarlo, y él sentía de algún modo que no tenía el valor suficiente como para contrarrestarlo, al menos no a él.

 

—No tenemos nada más que hacer aquí. Nosotros ya cumplimos con ponerte al tanto de todo, vámonos muchachos.

 

Aunque hubo un pequeño momento de silencio e indecisión en el resto, finalmente todos optaron por obedecer a la voz de su líder y empezar a abandonar el lugar, aunque Takaki fue el último en salir, se encargó de dejarlo aún más confundido.

 

—Chinen cumple años mañana, nosotros salimos de viaje hoy en la noche y él esta suspendido por lo de su ausencia en el concierto de Shibuya sin previo aviso. Sus padres tampoco están en el país y no llegan hasta pasado mañana. ¿No crees que sería considerado al menos visitarlo una hora? Estará solo ese día y no es justo ni para él, ni para nadie.

 

Ryutaro solo miró la espalda amplia del mayor mientras cruzaba el umbral de la puerta y antes de cerrarla lo miraba directo a sus ojos.

 

—Es extraño, ¿sabes? Antes solían gustarte las cosas dulces y las flores.

 

Confundido, Ryutaro vio al mayor cerrar la puerta del departamento, dejando el departamento una vez más en silencio. Sin terminar de entender por que a pesar de todo el escándalo y media discusión de por medio.

 

Se había sentido terriblemente cómodo y feliz de estar todos ahí.

 

—Creo que voy a calentar el te. Se debe haber enfriado.

 

Akira se levantó, con la taza en las manos seguramente directo al microondas, y la verdad a Ryutaro no le hubiera molestado, sino fuera por que de repente en vez de te, se le había antojado un poco de un café recién preparado.

 

 

 

 

De alguna manera, al siguiente día. Ryutaro pensó que sería imposible visitarlo al menos una hora, por que sencillamente no sabía donde vivía, su número de teléfono o al menos donde podía encontrarlo.

 

Así que era un intento inútil querer al menos reivindicarse.

 

Y ese molesto vendaje en su pie que lo fastidiaba, sin contar con el pequeño bastón que debía utilizar para caminar decentemente, hasta que recuperara su movilidad normal.

 

Ah, Ryutaro odiaba su vida en estos momentos.

 

Bueno, no tanto como nueve años atrás. Pero no se sentía precisamente feliz en ese instante. Sin embargo, cuando un mensaje firmado por Yuto llegó a su celular, pensó en echarse para atrás con respecto al aumento para Akira.

 

Por que, ¿quién más les daría SU número a ese tumulto de locos escandalosos?

 

Akira y su buen corazón, a veces lo exasperaban.

 

El punto es que solo ‘por si acaso’ Yuto le informaba sobre el lugar donde Yuri había dicho que estaría ese día almorzando. Y la verdad como se encontraba, medio cojo por al menos dos días más. Ryutaro pensó que sería muy mala idea buscarlo.

 

Pero luego recordó que no iría al trabajo hasta la siguiente semana, así que entre encerrarse en el departamento o al menos ver la luz del día un rato. Optó por lo segundo y tomó las llaves y billetera sobre el mesón.

 

Suficiente que los dos días que había pasado en el hospital para estar encerrado.

 

 

 

 

Lastimosamente Chinen ya no estaba en el restaurante que Yuto le había dicho y Ryutaro pensó que no debió haberle pedido al taxista que se detuviera en aquella pastelería para comprar el pequeño dulce más caro y llamativo que había visto.

 

Así que balanceo la pequeña caja roja, con un lazo plateado en las manos. Y miró de un lado a otro a expensas de encontrarlo por algún lado. Definitivamente la culpa obraba milagros, por que en otro momento, Ryutaro jamás hubiera estado buscando a Chinen con una caja de colores cursis en la mano.

 

Y ahí estaba como un reverendo estúpido en una de las veredas, con la idea de que al menos ese día ya no lo encontraría. Debía cruzar la calle para poder tomar otro taxi, y cuando lo hizo su suerte volvió a brillar.

 

Por que justamente en el parque de aquella calle, en una de las solitarias bancas del parque estaba sentado Chinen, con un jugo de naranja en las manos, viendo distraídamente el estanque a uno pasos de él.

 

Sus pasos vacilaron un poco, inseguro de acercarse o no, pero pensó que había llegado hasta ahí, y retractarse era cobarde. Así que respiró profundo y se sentó junto a él, logrando que se sorprendiera y luego se relajara al reconocerlo.

 

Por un momento la fija mirada de Yuri taladró sus pensamientos, así que optó por extenderle la caja cursi y suspirar.

 

—Supongo que si te salvé la vida. No te he de odiar demasiado, ¿verdad?

 

Hubo un corto silencio antes de que la expresión nostálgica en el rostro de él se borrara y cambiara por una gran sonrisa en los labios que calmó un poco a Ryutaro mientras Yuri tomaba el regalo entre sus manos.

 

—¿Es para mí?

—No, simplemente me equivoque de que hoy no era mi cumpleaños así que te lo doy para que no se desperdicie. ¡Por supuesto que es para ti!

 

Yuri rió divertido, abriendo emocionado la caja roja y desatando el lazo plateado en sus manos. El olor dulzón llegó hasta la nariz de Ryutaro e inevitablemente arrugó el entrecejo.

 

—¡Oh, me encanta este dulce Ryutaro! ¡Muchas gracias!

 

Fue un momento breve, en el que Chinen se lanzó contra él en un abrazo intoxicante. Por que el aroma de Yuri lo rodeó por completo casi instantáneamente y la calidez de su cuerpo rodeó al suyo de una manera inexplicable que hizo que las mejillas de Ryutaro inexplicable y brevemente se colorearan.

 

—Ya, ya… Deja el contacto físico que no me gusta.

—Está bien… Pero en serio, muchas gracias.

 

Ryutaro interpuso sus brazos como barrera, pero a Yuri pareció no molestarle por que solo siguió sonriendo, deleitándose con el pequeño pastel en sus manos y esa sonrisa bobalicona que no parecía querer desaparecer.

 

—Lo siento, no debí gritarte así en el hospital.

—Tienes razón, no debiste.

 

Yuri sonrió y Ryutaro encontró agradable el hecho de que esa sonrisa lo calmara. Que de pronto una invasión extraña en su pecho y estómago le provocara un estremecimiento que Chinen ignoró por completo, para su suerte.

 

 

 

 

El motivo por el cual terminaron conversando tanto rato en aquella banca para luego medio pasear por un lugar que Chinen consideraba desprovisto de fans. Es inexplicable aún para él.

 

El sentimiento de culpa debía llegar hasta conversar un rato con él, una disculpa implícita y el dichoso regalo de adorno. Sin embargo estaba ahí, caminando junto a él, dejándose arrastrar por Chinen.

 

Por esa sonrisa que en su rostro de la nada lo había invocado a un sentimiento de profunda tranquilidad. Era como sentirse en casa, como estar junto a una persona a la que has extrañado.

 

Como si de pronto Yuri formara parte de las constantes de su vida. Sus sonrisas, había quedado estúpidamente prendado de esas sonrisas, de esa expresión. Del brillo apasionado en sus ojos.

 

Ryutaro se sentía peligrosamente hipnotizado…

 

—Extrañaba esto.

—¿Esto?

 

Chinen asintió, respirando profundo ante la confusa mirada de Morimoto.

 

—Extrañaba salir a caminar y conversar… Te extrañaba a ti.

 

Luego el tiempo se detuvo, Chinen cerró los ojos, con la cabeza hacía arriba, ante ese límpido cielo azul que estaba sobre ellos, como si disfrutara de ese sublime momento de paz, y Ryutaro lo observó… Y se perdió.

 

Cuando sonrió ante la imagen etérea de Yuri lo comprendió, tal vez, solo tal vez. No era seguro, pero tal vez Yuri empezaba a lograr su cometido. Quizá empezaba a derrumbar sus barreras e introducirse en su vida como el vil entrometido que es.

 

Lo contempló y descubrió, que su corazón estaba agitado, solo un poco. Y su mano estaba cerca de la de él, tan cerca que podía tomarlo de la mano y empezar a caminar, alegando que no se quedaran en un solo lugar, pasando desapercibido el contacto de sus manos.

 

Sería tan fácil… Y Yuri no se daría cuenta de cuanto anhelaba ese sencillo contacto. Por que solo sería un jalón.

 

—¿Me invitas a comer?

 

Yuri abrió los ojos, fijando su mirada de inmediato en él. Y Ryutaro sonrió.

 

—Claro.

—Pero quiero que sea en tu departamento, quiero que cocines para mí.

 

Ryutaro abrió mucho sus ojos y elevó una ceja.

 

—¿Tú como sabes que cocino?

—Lo sospechaba.

 

Yuri empezó a caminar otra vez, el tiempo volvió a andar. Su mundo empezó a girar en torno a esa sonrisa que gobernaba el rostro de Chinen. Y de pronto Ryutaro pensó que no era tan malo quedarse un rato más en la orbita de Chinen Yuri.

 

 

 

 

Su departamento prontamente se llenó del exquisito olor de su comida.

 

Ryutaro cortaba un poco de zanahoria, cuando levantó la mirada y divisó a Yuri cerca de su estantería de libros, observando las fotos que había, las pocas que tenía, las de su familia y un par de amigos de la universidad.

 

Parecía entretenido, Yuri parecía verdaderamente encantado con las imágenes, como si encontrara imágenes que hace mucho no veía. Y sabiendo que aún faltaba para que se terminara de cocina la comida. Decidió limpiar sus manos y acercarse a él.

 

Los ojos de Chinen estaban en una foto sencilla, una que sostenía entre sus manos, una foto de Shintaro y él.

 

—¿Es tu hermano?

—Si.

—Se parecen mucho.

 

Ryutaro asintió y Chinen sonrió, dejando la foto en su lugar. Atrevidamente metiendo la mano en el bolsillo del pantalón de Ryutaro, sacando su celular y apretando un par de botones.

 

—¿Qué haces?

—Quiero que tengas una foto mía aquí también.

—Pero…

 

Antes de que pudiera negarse, Yuri había pasado un brazo por su hombro y lo había acercado, con sus mejillas muy cerca la una de la otra y el flash del celular dándole directo en los ojos.

 

En la foto Yuri sonreía, Ryutaro apenas parecía mirar de soslayo a Chinen.

 

Y la imagen le encantó.

 

—¡Es fabulosa!

 

Chinen incluso dio un pequeño saltito desde su lugar con una gran sonrisa en los labios, presionando un par de teclas más para enviarla a su celular. Ryutaro pretendía mirarlo un rato más, por que de pronto se le había vuelto adictivo.

 

Pero recordó la comida y regresó a la cocina.

 

Pero sobre todo entendió, la razón por la que había saltado sobre él para salvarlo días atrás.

 

 

 

 

 

 

—¿Estas seguro de que no quieres que te lleve?

 

Yuri movió su cabeza negativamente y Ryutaro respiró hondo, apoyado en la puerta de su departamento, viendo a Yuri colocarse aquella gorra sobre la cabeza, ajustándola bien a su cabeza y con otra de esas sonrisas en los labios.

 

—Estaré bien. No te preocupes.

—De acuerdo…

 

Le costó un poco de tiempo decidirse por cerrar la puerta, fue extraño. Por que de repente estar junto a Chinen no fue molesto, solo fue cómodo. Y fue como si el tiempo reviviera ante él, de una manera que no terminaba de comprender.

 

Caminó hasta su habitación, con el olor de la comida aún esparcida por el lugar, con sus pasos suaves y calmados hasta el lugar indicado. Olvidando por un momento lo molesto de su pie.

 

Cuando se sentó en la cama y recordó la foto, sus manos se movieron solas hacía el celular, buscando la imagen aquella donde sus ojos se posaban en Chinen y él sonreía abiertamente.

 

Ryutaro no estaba muy acostumbrado a las fotos, no solían gustarle demasiado, pero esa particularmente le encantaba. Sus ojos se entornaban en ella y se descubrió perdiendo las pocas fuerzas en pocos minutos.

 

Al punto de quedarse dormido, en un momento desconocido para él.

 

 

 

 

Unos días después, Ryutaro regresó al trabajo.

 

Se sentía maravillosamente renovado, de un estupendo ánimo y un poco nostálgico al notar que su usual café ya no estaba ahí como cada día, pensando en lo mucho que lo extrañaría y que de una manera u otra se había acostumbrado incluso a sus encontrones con Chinen.

 

Esa mañana subió a su oficina más lentamente de lo habitual, la gente se acercaba a preguntarle por su salud, por cómo se encontraba. Y un par de osados preguntaban por el tipo de relación que mantenía con Chinen.

 

Eso lo extraño…

—Muy buen día, Ryutaro. ¿Cómo está ese pie?

 

Akira sonreía entusiasta. Dentro de la oficina de Ryutaro, con una taza con café en las manos, colocándola apenas sobre el escritorio y en la otra el periódico de ese día. Ryutaro se sintió complacido ante la eficiencia del menor.

 

—Muy bien, Akira. ¿Por qué la oficina parece revolucionada?

—Oh, eso…

 

Akira rascó un poco su nuca y sonrió nervioso. Ryutaro comprendió que algo bueno no podía ser bueno, pero en respuesta lo único que obtuvo fue el periódico, ahora en sus manos.

 

—Mejor míralo tú mismo, Ryutaro. La sección de sociales.

 

Confundido, Morimoto abrió el periódico, intentando buscar algo que delatara la extraña reacción de todos. Y la encontró, en primera plana. En esa imagen de Chinen y él sentados en el parque.

 

En el momento exacto en el que Yuri lo abrazaba, con el regalo de cumpleaños en las manos, sus ojos se abrieron, apretó con fuerza el periódico en las manos. Su mente trabajó rápido.

 

Por que algo así no podía ser bueno para Chinen, no mientras estaba en medio de aquel problema con la falta de días atrás. Sus impulsos fueron los primeros en actuar, y casi sin decir palabra alguna, se levantó.

 

Directo hacía el ascensor, tenía que hablar con Chinen.

 

 

 

 

—¿En qué estabas pensando?

 

Chinen bajó la cabeza, la voz seria y reacia del hombre frente a él, lo hizo encogerse un poco y apretar los puños.

 

—Fue solo una salida, por mi cumpleaños.

 

—¿Recuerdas lo que la familia Morimoto pidió luego del accidente? Se te pidió una sola cosa por Ryutaro, y haces todo lo contrario. Sin contar con el escándalo que has provocado.

 

El hombre lanzó sobre el escritorio y Yuri solo suspiró.

 

El titular era conciso y escandaloso.

 

“Chinen Yuri en actitud sospechosa con otro hombre.

¿Estaremos viendo al desaparecido ex integrante, Morimoto Ryutaro?”

 

 

—Yo… pensé que no había nadie ahí… yo…

—¡Esto no se puede volver a repetir! ¡¿Qué vas a hacer si Ryutaro te pide una explicación?!

 

Repentinamente todo empezó a dar vueltas para Chinen, la fuerza en él trastabillo y sus manos viajaron a su rostro, tapando las lágrimas que pugnaban por salir. Ablandando un poco al hombre frente a sus ojos.

 

—Lo siento… lo arruiné todo… arruiné su vida otra vez… lo siento…

 

 

 

 

Fue una media hora después, que Chinen se pudo calmar.

 

Y caminar por los pasillos de aquel lujoso edificio en ese momento fue más difícil que nunca, por que todos lo miraban, y aunque nadie hablara, sabía lo que pasaba por esas cabezas.

 

Tuvo que respirar profundo, para acelerar un poco más el paso y tratar de llegar a su auto. Solo quería esperar por sus amigos que llegaría en la noche a Japón, solo quería un poco de paz.

 

Cuando su mirada se alzó, el auto de Ryutaro se estacionaba del otro lado de la calle, justo frente al edificio. Los nervios corrieron por su cuerpo entero. Las explicaciones divagaron confusas por su mente. Y retrocedió.

 

Pero Ryutaro lo ubicó de inmediato, como si de repente buscarlo le resultara fácil. Chinen solo lo vio caminar hasta él, sin mirar a los lados. Y sus ojos viajaron asustados hacía el lado derecho de la calle, donde aquel taxi corría a toda velocidad.

 

Y su corazón saltó bruscamente, sus ojos se abrieron en extremo y su cuerpo intentó lanzarse hacía él.

 

—¡¡Ryutaro!!

 

Su gritó rompió el escaso silencio que había, la mirada de Morimoto cayó sobre el auto que un par de segundos después impactaba sobre su cuerpo, alzándolo de una manera poco suave.

 

Los ojos de Chinen volvieron a llenarse de lágrimas, asustado corrió hacía él, arrodillado junto al cuerpo de Morimoto que yacía inconsciente en el suelo, con la gente amontonándose a su alrededor.

 

Escuchando a los lejos a los demás pedir por una ambulancia.

 

—Ryutaro por favor resiste… por favor…

 

Y su mano apretó la de él, con fuerza, con toda la que podía, con su último grito de esperanza en esos ojos que no lo miraban, en que quería explicarse, quería solo una última oportunidad.

 

Una sola más.

 

 

Fin de la Cuarta Parte

 

 

 

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Sabores: tercera parte


 

 

Sabores

El difuso sentimiento entre los sueños y los recuerdos

Tercera Parte

 

 

 

 

Ese día le había sido imposible ir por su café matutino.

 

Había tenido que ir a la obra por un asunto de los planos y uno de los ingenieros civiles que requería su autorización para algo importante. Así que Ryutaro estuvo ese día sin su café, siquiera hasta las once de la mañana.

 

Y ya para esa hora, no placía un café, por más delicioso que este fuera.

 

Así que cuando llego a la oficina, subió directamente por la puerta del estacionamiento y por tanto agarro de inmediato el ascensor que lo llevaría hasta el piso de su oficina. Akira al verlo a penas hizo un asentimiento hablando por teléfono.

 

Y Ryutaro supuso que sería un buen día.

 

Hasta que claro, llegó la hora del almuerzo.

 

—Señor, Ryutaro. Hay alguien esperándolo allá afuera.

 

Akira se removió nervioso, con sus manos algo enrojecidas y la sonrisa temblando en sus labios.

 

—¿A ésta hora? ¿Es alguien importante? Por que le prometí a uno de los socios inversionistas que almorzaría con él esta tarde.

—En realidad… No sé que tan importante sea para usted.

 

Ryutaro entrecerró los ojos, empezando a caminar con paso firme hasta la puerta de su oficina, con Akira siguiéndole los pasos y la mirada arrepentida.

 

—Lo siento, señor. Pero es que ayer se veía tan apenado por el suceso de las rosas que me preguntó la hora del almuerzo y yo no pude negarme…

 

Cuando salió, Yuri estaba ahí, parado frente al escritorio de Akira, observando curioso el montón de planos que hasta hace un rato su asistente había estado revisando. Ryutaro arregló su traje y enfrío sus expresiones.

 

—Lamento decirte que no puedo atenderte, tengo un almuerzo muy importante con uno de los socios. Y de todas formas si vuelves también estaré ocupado, así que por favor ya desaparece.

 

Sintió la mirada de Akira, posarse sobre él. Seguramente algo sorprendido por la rigidez en sus palabras, y sin embargo Chinen solo sonrió.

 

—Lamento lo de la vez pasada, un amigo me hizo entender, que a un chico no le gusta que otro chico le regale rosas. Así que pensé que invitarte a almorzar sería algo más discreto y cómodo para ti.

 

—El problema es que a mi no me interesa nada, que venga de ti.

 

Y sus pasos viajaron hasta el muchacho y Yuri solo evocó una pequeña risa mientras tapaba su boca y lograba calmarse.

 

—¿Por qué eres siempre tan arisco?

—Por que no me agradas, ya vete.

 

Para ese momento, ya estaba exasperado. Con la mano señalando directo a los ascensores, indignado por que parecía ser que cada ‘no’ que salía de su boca, era una nota de aliento para él.

 

—Morimoto Ryutaro. Que bueno que te alcanzo antes de que te me vayas.

 

La voz de Oeda, uno de los socios más importantes. Hizo que Akira se irguiera con un saludo respetuoso. Aquel hombre de caminar seguro y un ánimo impresionante se acercó a Ryutaro, palmeando un poco su espalda.

 

—¿Señor Oeda? Que gusto verlo.

 

Cuando Chinen se quitó las gafas y la gorra que llevaba Ryutaro abrió mucho los ojos, especialmente por que Oeda amplió su sonrisa y rió gustoso a reconocer a Chinen.

 

—Pero si eres ese niño que mi esposa tanto buscaba para su concierto de caridad. Que gusto volver a verte Yuri.

—Un gusto señor.

—El gusto es mío, muchacho. ¿Cómo va el mundo de la fama?

 

Yuri rió, internándose en una pequeña conversa que de dejó de lado a Ryutaro, cosa que Akira aprovechó, arrimándose un poco sobre su hombro.

 

—¿Conoce a Chinen Yuri? Oh, por Dios… Dígame que no fue a él a quien rechazo.

 

Cualquier otra palabra fue detenida por la severa mirada que Ryutaro le envío a su asistente. El cual se alejó discretamente, prefiriendo mirar directo a sus zapatos.

 

—¡Por supuesto que si muchacho!— Oeda entonces giró hacía él, con un brazo sobre los hombros de Yuri. –Por cierto Ryutaro, Yuri nos va a acompañar a almorzar. ¿No te parece fantástico? Es toda un celebridad, te agradará comer con él, es un magnifico muchacho.

 

 

 

 

—¿Y recuerdas cuando mi hija dijo que te amaba cuando mi mujer te presentó?

—¡Si! Estaba tan nerviosa al verme, es una niña adorable.

 

Oeda y Chinen rieron. Ryutaro medio masticó su comida, con la mirada dispersa y aburrido. Corrección, sumamente aburrido. La idea de este almuerzo era poder sacarle un poco más de  presupuesto a Oeda, pero a este paso eso sería imposible.

 

Limpió su boca, lo que menos le gustaba a él era perder el tiempo.

 

Y él ya no tenía nada que hacer ahí.

 

—Mis disculpas, pero la hora del almuerzo está a punto de terminar y yo tengo un par de asuntos pendientes.

 

Se levantó entonces, con la mirada sorprendida de Yuri y la comprensiva de Oeda.

 

—Pero… No es necesario, ¿verdad Oeda? Él puede llegar un poco tarde.

—Podría si quisiera, Yuri. Pero tal vez tenga planes de visitar a una linda noviecita. No le arruines los planes muchacho.

 

Oeda rió, palmeando la espalda de Chinen y con tal de huir de ese almuerzo, estaba dispuesto a dejar que pensara que era por eso.

 

—¡No es cierto! Ryutaro no tiene novia.

—¿Y tú como sabes que no?

 

Yuri se sonrojó inmediatamente, bajando un poco la cabeza. Por primera vez Ryutaro tuvo que estar agradecido con el hombre frente a él. Quien solo rió. Ryutaro entonces, con una pequeña venia, se terminó por alejar.

 

¡Maldita mirada de Yuri que lo persiguió hasta que terminó de salir!

 

 

 

 

La mañana siguiente fue hermosa.

 

Compró su café, lo bebió con tranquilidad, caminó hasta su edificio y Chinen no apareció en lo que restó del día. Pensaba entonces que todo marcharía bien el resto de ese día.

 

Excepto hasta el momento en que Akira dijo que almorzaran en la cafetería del edificio y Ryutaro había aceptado.

 

La comida era aceptable y el ambiente no era tan ruidoso como había esperado, era ruidoso en efecto, si. Pero no lo suficiente como para que lo fastidiara. Pero había un gran televisor, justo frente a él y su mesa.

 

—Oh, es Chinen Yuri.

 

La voz de Akira había sonado casual, mirando el televisor con el tenedor en la mano. Y Ryutaro instintivamente había dirigido su mirada a la pantalla. Había nueve chicos en el escenario riendo, jugando, contando historias tontas.

 

Y si la mirada no le fallaba, dos de los que estaban ahí. ¡Eran los chicos que preparaban su café cada mañana! Ryutaro podía reconocerlos a la perfección a pesar de que siempre se ponían un montón de cosas encima.

 

Si eran tan famosos, ¿cómo es que nadie se había percatado de que esos que vendían desayunos frente a su edificio eran esos chicos?

 

—¡Yuto! No digas tonterías…

—¡Es verdad! Keito se cayó esa mañana y Yuya tuvo que ayudarlo.

 

Todos en la pantalla rieron alegres. Ryutaro arrugó el entrecejo.

 

¿Cómo era posible que siendo famosos estuvieran ahí afuera vendiendo café?

 

Luego quiso ser razonable no se trataba de él, no podía ser así. ¿Para qué?

 

Sacudió un poco su cabeza y se dedicó a comer ignorando la absurda conversación de aquellos muchachos. Hasta que claro, Akira golpeó un poco su brazo sorprendido por lo que veía en televisión.

 

Pero haber muchachos, uno de nuestros reporteros los descubrió vendiendo café en una modesta carretilla, ¿por qué hacían eso?

 

Tanto Keito como Yuto, que aparecían en las imágenes lucieron sorprendidos, compartiendo miradas levemente. Y como era de suponerse todos dentro, del comedor se alborotaron, acercándose al televisor.

 

Arrepentidos por no haberse percatado antes.

 

Ryutaro ya no pudo ver más la televisión.

 

Pero si alcanzó a escuchar la última frase proveniente de Nakajima Yuto.

 

En realidad… Era parte de un pequeño proyecto, ya sabe… Para convivir como personas normales en un puesto como cualquier otro. Era solo un juego para nosotros, nada importante.

 

Debió suponerlo.

 

A nadie pareció molestarle, excepto por la parte en la que se lamentaban por no haberse dado cuenta de aquello antes. Eran juegos de niños famosos repletos de una inmadurez que Ryutaro no compartía, cuando él era incluso unos años más joven que esos nueve muchachos en pantalla.

 

Por que le sorprendió incluso que Chinen fuera dos años mayor a él. Pensó que tenía que ponerse más al tanto de las bandas japonesas solo por preocupación de daños a tercero, o confusiones.

 

Pero lo que más le afectó, fue saber… Que no volvería a probar ese delicioso café que le sabía a un poco de déjavù por las mañanas.

 

 

 

 

A las tres de la tarde, ese mismo día Ryutaro se había dirigido a la construcción.

 

En un segundo piso dónde solo se podía caminar por entre las vigas, con un equilibrio impresionante, Ryutaro llegó hasta el ingeniero a cargo de esa parte. Explicándole unos pequeños cambios.

 

Manteniendo muy lejos de su mente a Chinen Yuri.

 

Y el caos que había causado él y su grupito de amigos en las oficinas de la constructora.

 

—Entonces, ¿solo eso hay que verificar?

—Así es, con mucho cuidado por favor. No quiero errores.

—Despreocúpate Ryutaro, yo mismo verificaré todo.

 

Accedió entonces, depositando los planos en las manos del hombre que se retiró hacía la planta baja para revisar lo que le había pedido. Desde aquella altura, Ryutaro metió las manos en los bolsillos, contemplando la hermosa vista que tenía en frente.

 

El casco naranja en su cabeza pesaba un poco, pero aún así. Ryutaro respiró profundo y suspiro. Por que siempre le había agradado esa paz que sentía cuando estaba en una altura considerable, cuando se disponía a escoger una carrera, fue a un lugar así, que decidió lo que quería estudiar como carrera universitaria.

 

—Disculpe, ¿ha visto a Morimoto Ryutaro?

—Si, está ahí…

 

Ryutaro dirigió su mirada hacía aquellas voces, dónde un hombre lo señalaba. Y por supuesto Chinen Yuri, con casco de seguridad encima se dirigía hacía él. No tenía ni que preguntar como había ingresado en plena construcción.

 

Conocía a Oeda y con eso bastaba para arruinarle la existencia.

 

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar grabando algún programa con tus amiguitos?

—Oh, viste el programa…

 

Chinen entonces parecía un poco contrariado. Sonrió por primera vez apenas levemente y Morimoto decidió regresar su mirada a aquel paisaje fantástico y relajante ante sus ojos.

 

—Lo que viste… Bueno, los muchachos, ellos solo querían trabajar un poco, alejarse de la fama unos días. No fue para nada malo, te lo juro.

—¿Y por qué crees que necesito explicaciones?

 

Esta vez intentó no sonar cruel, pero al parecer no funcionó por que Yuri bajó la mirada y suspiró.

 

—Escucha, no fue por eso que vine a hablar contigo.

—Realmente me he dado cuenta de que tú no necesitas una excusa para hablarme, así que no creo que necesites explicar esa parte.

 

Chinen sonrió, esta vez como siempre. Con una sonrisa amplia y deslumbrante. Ryutaro se asustó al descubrir que incluso reconocía los tipos de sonrisas de aquel muchacho.

 

—¿Tienes o no novia?

 

Justo en ese momento, Ryutaro volvió a mirarlo.

 

—Disculpa, ¿qué?

—¡Que si tienes novia o no!

 

Y cuando el grito llegó, Ryutaro arrugó el entrecejo.

 

—Repito: Disculpa, ¿qué?

 

Yuri rodó los ojos con un bufido de sus labios que logró que Ryutaro elevara una de sus cejas, ahora cruzado de brazos.

 

—¿Tengo que volver a repetir la pregunta?

—¿Tienes alguna razón valedera para hacerme ESA pregunta?

—Creo tenerla, tú solo contesta.

 

Para ese momento Ryutaro ya había girado completamente hacía él, sorprendido por la demostración de confianza que el muchacho le demostraba y por supuesto con un resoplido que no hacía desde que era un adolescente.

 

—¿Has perdido la cabeza, quién te crees para venirme a pedir explicaciones?

—Tengo más derechos implícitos, de los que tú crees. Que no los recuerdes es otra cosa. ¡¿Por qué no me contestas?!

 

—¡Por que no me da la gana!

 

Chinen afiló la mirada, caminando hacía la zona dónde estuviera lejos de la viga y por lo menos pudiera pisar el cemento del piso a medio armar, no es que le molestara la altura, pero conversar en esas condiciones no era recomendable.

 

Peor aún cuando en realidad discutían.

 

—¡Eres un inconsciente Ryutaro! Yo solo me preocupo por ti.

—¿Y quien te pidió que te preocuparas? ¡No eres nadie en mi vida!

 

Chinen se detuvo, de forma abrupta ante las palabras de Ryutaro, girando hacía él. Olvidando la razón por la que ahora se encontraba ahí, dolido con lo furioso que habían sonado sus palabras.

 

Pero más por lo sincero que había sentido.

 

Por que Ryutaro lo sentía como un extraño.

 

—Ryutaro…

—¡Ryutaro nada! ¡Estoy cansado de ti! No sé en       que maldito momento te metiste en mi vida, pero por si no lo sabías yo NO te quiero aquí.

 

—¡Ya cállate!

 

Yuri hizo algo que Ryutaro no esperaba, tapó sus oídos y cerró los ojos, como si sus palabras en realidad lo lastimaran. Ryutaro incluso llegó a sentirse terrible al ver aquel rostro tan dolido, retrocediendo hasta que su espalda dio contra uno de los pilares de madera.

 

No fue demasiado el tiempo en que la mirada de Morimoto se elevó y vio los sacos de cemento sobre la cabeza de Chinen, moviéndose ante la débil estructura, y cuando la espalda de Yuri chocó contra el pilar. Su cuerpo autómata corrió hasta él.

 

Sus brazos abrazaron el cuerpo del menor con fuerza, empujándolo lo más rápido que podía, siendo Chinen apenas consciente cuando abrió los ojos y cayó al suelo con el cuerpo de Ryutaro encima y los sacos de cemento a unos centímetros de ellos.

 

Aunque uno de esos sacos si cayó y rozó una de las piernas de Ryutaro.

 

 

 

 

El olor del hospital jamás le había agradado o siquiera soportado.

 

Chinen mantuvo la cabeza baja, en aquel piso blanco correctamente limpio, afuera de la habitación que ya tenía el nombre de Morimoto Ryutaro inscrito. Oeda se había movido rápido apenas llegó a sus oídos lo del accidente en la construcción.

 

La ambulancia no había demorado y los empleados se había movido lo suficientemente rápido como para que embarcaran con cuidado a Ryutaro en aquel transporte y un preocupado Chinen subiera también, aparentemente él intacto, aunque Ryutaro siguiera sin recuperar el conocimiento.

 

Akira y Oeda habían sido los primeros en llegar, el doctor había sido el primero en dar la paz a los presentes cuando anunció que el golpe no había fracturado al pierna de Ryutaro, pero si podía haberla lesionado un poco.

 

Y que la razón por la que aún no despertaba. Era por que tal vez se había golpeado un poco la cabeza y necesitaba solo descanso. Aún así Chinen se preocupaba. Por que se había lanzado para salvarlo y por que de no ser por Ryutaro, probablemente estaría incluso en coma.

 

—Creo que es hora de irnos, Yuri. El doctor ha dicho que está bien.

 

Chinen levantó la mirada directo hacía Takaki quien le sonreía levemente y parecía muy atento a sus reacciones pero Yuri tenía una idea en mente. No moverse de ahí, al menos no, hasta que Ryutaro despertara.

 

—No, yo pienso quedarme.

 

—Yuri…— Fue Yabu el primero en acercarse, rompiendo las distancias colocando una mano sobre su hombro. –Todos quisiéramos quedarnos hasta que se levante, pero entiende que tenemos que viajar a Hokaido para la presentación, si incumples te meterás en problemas.

 

Chinen se removió incómodo en su lugar, pero luego de unos segundos solo movió su cabeza negativamente, sacudiendo en el proceso un poco sus cabellos.

 

—¡Chinen, por Dios! Es una presentación grupal, si alguno de nosotros incumple te puedes meter en serios problemas. Ya sabes como son en la empresa con esas cosas. No puedes hacer esto. Ryutaro entenderá que…

 

—No Inoo, tú no entiendes. Quiero quedarme, debo y tengo que hacerlo.

 

Hubo un corto silencio, Yamada se cruzó de brazos observando con escepticismo a su compañero, los ocho rodeando a Chinen en aquel pasillo del hospital, mientras Oeda y Akira permanecían dentro de la habitación.

 

—La prensa no tardará en llegar, ¿lo sabes, verdad?

—Si Ryosuke, lo sé. Y me atengo a las consecuencias.

 

—No solo a eso, sino a cuando el manager se entere, peor aún cuando el presidente se de cuenta de que no fuiste a Hokaido

 

Y las palabras de Daiki parecieron pesar sobre todos, provocando un ambiente tenso que únicamente el suspiró de Hikaru eliminó.

 

—Bien, supongo que ya no podemos convencerlo. Solo ten mucho cuidado, ¿ne, Yuri?

—Si, no se preocupen tanto por mí, estaré bien. Den lo mejor de ustedes en la presentación.

 

Yuri levantó su puño y sus amigos se marcharon, con Yuto sacudiendo sus cabellos. Dejándolo solo, con la sonrisa disminuyendo de sus labios cada que los perdía más y más de vista.

 

Cuando regresó a la habitación y abrió la puerta, Akira hablaba por el celular, parado cerca de la ventana, seguramente cancelando citas de Ryutaro para ese y los próximos días.

 

—Bien, dejo a Ryutaro en buenas manos. ¿Seguro que no te meterás en problemas muchacho?

—No, señor Oeda, vaya tranquilo.

—Bien, estaré en la oficina cualquier cosa, le dices a Akira que me mantenga informado.

 

Yuri asintió viendo como el hombre también se marchaba, y él se quedaba en la habitación junto a Akira. Ryutaro parecía más bien dormir pacíficamente, se sentó junto a la cama y suspiró.

 

Apenas rozó su mano con cuidado. Y otro suspiró abandonó sus labios.

 

 

..::..::..::..

 

 

Estaba soñando, Ryutaro estaba seguro de eso.

 

…Soñando o recordando.

 

Pero ese clima de absoluta tranquilidad, era algo que simplemente no había experimentado antes. Por que estaba en una cama, con las cortinas siendo sacudidas por el viento y un extraño malestar, parecido a la gripe.

 

—Ya hablé con el manager, me permitió quedarme contigo el día de hoy. Supongo que solo se presentaran Ryo, Yuto y Keito.

 

Fue la voz de Yuri, sonando parsimoniosamente mientras caminaba hacía él con una bandeja y una toalla blanca en las manos. Ryutaro apenas pudo reincorporarse, cansado y agotado por la fiebre.

 

—¿Manager?

—¿Cómo te sientes? Dime que al menos mejor, por qué sino los muchachos me asesinan por no cuidarte bien.

 

Y el problema radicaba en que Chinen se veía incluso más joven, de unos quince años aproximadamente, con su sonrisa de siempre y Ryutaro en realidad apenas podía moverse o hablar, sobre aquella cómoda cama en la habitación.

 

—Tengo sueño…

 

Sus palabras salieron solas, ni siquiera transmitiendo la mitad de las cosas que pasaban por su mente, y Yuri solo sonrió un poco más, remojando la toalla en el agua y exprimiéndola con cuidado.

 

—Te pondrás mejor, Ryutaro, te lo prometo. Yo cuidaré de ti.

 

Sonaban a promesas, a hermosas y valiosas promesas que provocaron en Ryutaro el ferviente deseo de que fueran reales, de que se tratara de un recuerdo. Aunque podía adjudicar ese delirio al estado en el que se encontraba en su sueño / recuerdo, lo que fuera.

 

Chinen puso la toalla fría sobre su frente. Y Ryutaro tuvo que cerrar los ojos con fuerza, inspirando hondamente ante el contraste que recibió su cuerpo con el frío de aquella toalla.

 

Pensó que dormiría, o al menos descansaría un rato. Pero Yuri se fue metiendo en su cama, con delicados movimientos hasta abrazarlo con fuerza, provocando un sentimiento cálido en vez de fastidiarlo con el contacto.

 

Ryutaro cerró los ojos, era cómodo. El tacto de Chinen era cálido y reconfortante.

 

 

..::..::..::..

 

 

Abismalmente, como cayendo de a poco. Ryutaro sintió poco aire llegando a sus pulmones hasta que finalmente la luz de la habitación penetró forzosamente en sus parpados y lo hizo abrir los ojos de a poco, hasta que la respiración se regularizó y descubrió que el sueño / recuerdo había terminado.

 

Lo primero que sintió fue un mareo, un dolor de cabeza intenso y un sabor amargo en la boca, como si la bilis hubiera subido de repente, así que cuando intentó sentarse, descubrió que eso no era lo peor, por que su pierna derecha dolía horrores, y estaba siendo ajustada por varias cosas que su vista no muy firme le impedía reconocer.

 

Oh, genial~

 

Ryutaro empeoró su estado de ánimo al notar el precario estado en el que se encontraba, aún más por que sus sentidos no terminaban de estabilizarse cuando a unos pasos de su cama, cerca de la venta enfocó a la perfección a Chinen y Akira, sentados frente a frente jugando algún juego con el mazo de cartas azules.

 

—¿Qué me sucedió?

 

Y su voz algo rasposa y ronca logró que los dos muchachos dirigieran sus miradas a él. Akira fue el primero en reaccionar, levantarse y correr a su lado, con una expresión de alivio en el rostro. Yuri sin embargo se mantuvo a distancia, a unos pasos de la cama.

 

—¡Jefe! Dios… Creí que no despertaría hasta mañana. Ya oscureció, son casi la nueve de la noche. Tuvo un accidente en la construcción, ¿lo recuerda?

 

La verdad era que no, Ryutaro llevó una mano a su cabeza y notó que la tenía vendada. ¿Qué tan fuerte pudo haber sido ese golpe? La presencia de Chinen ahí ni siquiera los sorprendió, ni siquiera cuando sus miradas se cruzaron y los recuerdos galoparon intempestivamente en las paredes de su cerebro.

 

La discusión, el arrepentimiento, el miedo, el golpe. La inconsciencia.

 

Ryutaro abrió los ojos con fuerza, mirando a Akira de inmediato y Yuri pareció apretar sus manos incómodo.

 

—¿Qué pasó con el trabajo en la construcción?

 

Akira abrió la boca, dispuesto a hablar en ese momento, pero casi de inmediato la cerró y rascó un poco su nuca. Sin embargo la mirada de Ryutaro lo obligó a hablar, aunque habló en un tono bajo y suave.

 

—La verdad es que esos sacos de cemento provocaron que el piso al estar inestable todavía por estar en etapa de construcción se rompiera y por tanto varias vigas tuvieran que desarmarse, además cuando los bomberos llegaron con el apuro y por más que intentaron, al estar en una zona peligrosa, pues… hubieron que hacer unos cuantos cambios para poder sacarlo con cuidado.

 

Ryutaro arrugó el entrecejo. Con una expresión seria y peligrosa en el rostro.

 

—¿Cuánto?

—Aproximadamente, en dólares. Doce mil quinientos.

 

El dolor de cabeza se intensificó, Ryutaro cerró los ojos por un breve instante en el que tuvo que empezar a masajear su sien.

 

—¿Cuánto tiempo?

Akira volvió a removerse incómodo. –Hay un tiempo estimado de retraso en la obra de tres semanas.

 

Yuri no sabía mucho de esas cosas, en realidad apenas y entendía la conversación. Pero con lo poco que sabía y lo que había escuchado, podía entender claramente, que Ryutaro había perdido dinero y tiempo. Y los arquitectos, ingenieros y todos los encargados eran muy extractos con el tiempo en que se comprometían.

 

Chinen bajó la cabeza, por que Ryutaro dirigió su mirada hacía él, más molesto que alguna vez. Y sintió que morder su labio inferior estaba provocando ese sabor metálico en los labios.

 

—Y todo es tú culpa. ¡Tú y tu maldita obsesión por seguirme los pasos!

—Jefe…

—¡Calla Akira! Esto es entre él y yo.

 

Ryutaro miró severamente a su empleado y él solo se encogió un poco, apenado por la expresión que Chinen tenía en esos momentos.

 

—Desde que apareciste en mi vida, lo único que he tenido han sido problemas, ¡y más problemas! No te alejaste cuando te pedí que lo hicieras, ¿podrías hacerlo ahora que has arruinado incluso mi trabajo?

 

—Yo solo….

—Si ya sé, solo quiero almorzar contigo, solo quiero cuidarte, solo quiero ayudarte. Pues, ¿sabes cuál es la mejor forma de ayudarme? …Desapareciendo.

 

Fue un tono aislado de cualquier emoción o sentimiento, que provocó un frío atravesando el pecho de Chinen, más el rostro de Ryutaro, desprovisto de alguna emoción excepto la de una molestia genuina e impasible.

 

—Yo… lo siento.

 

Chinen apretó las manos, en un puño que lastimó su propia piel antes de cerrar los ojos, respirar con fuerza y marcharse de aquella habitación con la mirada alicaída, seguramente directo donde aquellos reporteros fuera del hospital lo esperaban.

 

Y cuando la puerta se cerró, Ryutaro solo bufó con molestia, apoyando los codos en sus rodillas semi flexionadas, tapando su rostro y cansado, con la misma molestia en su pecho que sintió cuando vio a Chinen tapar sus oídos y cerrar los ojos pidiendo que se callara.

 

—Ryutaro… Eso fue cruel y no estuvo bien.

 

Para ese momento, Ryutaro solo ignoró las palabras de Akira y suspiró, con ese dolor de cabeza intenso aún golpeándolo como si se tratara de un martillo. Esperando por que se detuviera en algún momento.

 

Y la imagen de Chinen Yuri soltando esa lágrima, se borrara de su mente de inmediato.

 

 

 

Fin de la Tercera Parte

 

 

 

Publicado en Fanfics

Sabores: segunda parte


 

Sabores

Fragancia a dulces y flores

Segunda Parte

 

 

 

 

 

Lo normal para Ryutaro hubiera sido relajarse en su departamento, leer el diario, ver alguna película, comprar algo de comida para la nevera, llamar a sus padres, beber alguna cosa recién preparada que no fuera café, por que el café se había vuelto una bebida exclusiva de aquella carretilla frente a su trabajo.

 

Pero curiosamente esa mañana, Ryutaro había optado por dar una vuelta por el centro de la ciudad. Tenía casi un mes en Tokio y apenas conocía la ciudad. En realidad casi ni sabía lo que pasaba por ese país, a parte de las noticias de política y economía.

 

Así que entro en un centro comercial, compró algo de ropa, un delicioso helado que Akira en alguna ocasión le hubiera recomendado, un repuesto para su celular. Y observó las vitrinas del lugar. Sintiendo de vez en cuando miradas curiosas sobre él.

 

Desde que había llegado a Japón, eso se había vuelto una habitualidad desagradable.

 

Pero igual que lo había notado, había optado por ignorarlo. Así que continuó con su paseo, quedándose varios minutos en una librería, compró un libro de cocina, una novela y finalmente un libro turístico de Japón, tenía que conocer el país de alguna forma, ¿no?

 

Así que con los ánimos renovados, una sonrisa en el rostro, y otra funda en las manos. Ryutaro abandonó la librería, a pesar de que la joven cajera se lo había quedado mirando por un largo rato, dudando entre preguntarle algo o no.

 

Por suerte, la muchacha prefirió callar.

 

Ryutaro entonces decidió que sería buena idea comprar un par de CD’s no escuchaba mucha música japonesa, y pensó que sería una buena oportunidad. Camino hasta la disquera más cercana según el centro de información y miró curioso que habían varias personas fuera.

 

—Lo siento, no pueden entrar.

—Pero díganme, ¿quién esta ahí? ¡Por favor! ¿Es alguno de Hey Say Jump ó NYC? ¡Somos fans queremos saber!

 

Las muchachas intentaban por todos los medios alzarse para mirar al interior de la disquera, pero los dos guardias parecían reacios a dejarlas entrar.

 

—Se está grabando un comercial común y corriente para promocionar la disquera. Nada fuera de lo normal, no hay ningún famoso dentro.

 

Las muchachas luego de unos segundos suspiraron decepcionadas, alejándose varios pasos del lugar, y Ryutaro continuó curioso con la mirada fija en aquel lugar, en especial por que uno de sus guardias, trabajaba también para él en la construcción de su nuevo centro comercial.

 

—¡Oh, señor Ryutaro!

 

El hombre algo robusto le sonrió. Y él solo asintió a modo de respuesta.

 

—¿Qué lo trae por acá?

—Bueno, estoy reconociendo la ciudad, pensaba comprar unos CD’s pero por lo visto no es posible.

 

—Oh, la entrada es restringida en efecto. Pero solo pueden pasar gente de confianza, ya sabe por lo que hay tres chicos famosos dentro en una pequeña sesión de fotos para la disquera y eso.

 

No muy interesado, Ryutaro asintió. El hombre frente a él levantó su dedo índice cauteloso, como si una idea hubiera cruzado de ponto por su mente.

 

—¿Es usted fan de los NYC boys?

—¿Los qué…? Pues, no; Supongo.

 

El guardia sonrió.

 

—Eso es perfecto, entonces lo puedo dejar pasar. Compre su CD’s sin problemas señor Ryutaro, pero que sea rápido. Ya ve que no hay mucha gente con acceso, la sección de fotos es en lado este por si le interesa.

 

En realidad Ryutaro no estaba muy seguro, pero decidió disfrutar de la comodidad de tener el lugar casi a solas para él, ojear los CD’s sin problema. Y le pareció buena idea después de todo.

 

—Muchas gracias.

 

Tal y como lo había imaginado, cuando entró el lugar estaba casi vacío, excepto por un par de personas que probablemente estaban en el tumulto de las estrellas que estaban siendo fotografiadas.

 

Ryutaro se dedicó a ver los CD’s despreocupadamente, sin ningún interés en particular. Escogió unos tres que encontró y notó a un muchacho de cabellos castaños muy sonrientes, asentir  ante el fotógrafo, probablemente terminando su trabajo.

 

—Yamada por favor, dile a Yuma que no demore, luego de Chinen sigue él.

—De acuerdo.

 

Miró, deteniéndose con tranquilidad mientras la gente en aquel lugar se movía, preparándose para el siguiente chico que vestido con una chaqueta negra y camisa blanca empezaba a buscar la mejor forma de posar.

 

Su cabeza se movió inquieta, pensando que sería mejor si se apoyara en una de las repisas. Y el pensamiento le sorprendió, por que era bien supuesto que él apenas y se tomaba fotos para los reportajes de diario que halagaban su trabajo como arquitecto.

 

Estaba a punto de retomar el paso cuando el muchacho vestido casi totalmente de negro giró y sus cabellos oscuros llamaron su atención, los ojos oscuros y la sonrisa que tenía en los labios, impactó a Ryutaro.

 

Por que era el muchacho desagradable.

 

Era ese muchacho que siempre pedía jugo de frutas.

 

Yuri, si no mal recordaba su nombre.

 

Por un momento lo observó posar, reír, sacudir su cabello. Con aquel CD de colores brillantes en las manos, colocándolo cerca de su rostro, en su cintura, con miradas dulces y distraídas.

 

Ryutaro nunca lo admitiría, pero se embeleso por un breve instante.

 

Luego esa mirada oscura viajó hasta él, tan directamente, que el corazón de Ryutaro lo traicionó y se presionó con fuerza contra su pecho. Pero fue la acción de Chinen quien lo sorprendió un poco más.

 

Por que Yuri soltó el CD en sus manos, dejándolo caer súbitamente, con un ruido molesto que sorprendió a algunos. Sintió esa intensa mirada otra vez, como cada mañana. Y Ryutaro tuvo que desviar la mirada para comprender que se estaba comportando como un idiota.

 

Aunque la razón por la que el tal Chinen se había sorprendido tanto lo intrigaba, avergonzado por el embelesamiento que había sufrido al mirarlo. Decidió dejar los pocos CD que había escogido, y se concentró en salir de ahí.

 

Sin embargo, su plan no fue tan efectivo. No terminaba de cruzar el umbral de la salida, medio despidiéndose del guardia que le había permitido entrar, cuando la voz de aquel muchacho pronunció su nombre, con una necesidad que sacudió el resto de alma que le quedaba pasiva.

 

—¡Ryutaro, espera!

 

La duda volvió a carcomerlo, ¿por qué ese muchacho sabía su nombre?

 

—¡Kyaa! ¡¡Es Chinen Yuri!!

—¡¡Yuri!!

 

Medio giró para ver hacía la entrada cuando vio al muchacho rodeado de un montón de chicas a su alrededor que le impedían avanzar, siendo rescatado por los guardias de seguridad.

 

Ryutaro entonces aprovechó para huir.

 

Por que su fin de semana pacífico había sido arruinado por aquel muchacho de cabellos oscuros e intensa mirada, que pronunciaba su nombre tan anhelantemente que lo habían hecho perder el aire por varios segundos.

 

 

 

El lunes en la mañana Ryutaro dudó de ir por su café.

 

Pero luego se percató que era muy tonto privarse de algo que le gustaba tanto, solo por que había descubierto que el muchacho ese que se paraba a su lado cada mañana era famoso.

 

Y si lo pensaba concretamente, seguramente Chinen quería hablar con él, para pedirle que no lo dejara al descubierto frente al resto de clientes de su desayuno matutino. Ahora Ryutaro entendía por que siempre iba con tantas cosas encima, como ocultándose de los demás.

 

—Buen día Ryutaro, ¿lo mismo de siempre?

—Claro, gracias.

 

Se adelantó a buscar el dinero suficiente para su café matutino mientras Keito lo preparaba con la misma sonrisa encantadora de cada mañana, miró de un lado a otro. Algo intrigado por si Yuri llegaría o no.

 

Cerró los ojos, aliviado. Cuando percibió el olor del café y descubrió que ese día correría con suerte y se marcharía a su trabajo sin cruzar palabras o miradas extrañas con aquel muchacho.

 

—Hola, Yuri. Llegas tarde, ¿tu jugo de frutas?

—Si, Yuto. Muchas gracias.

 

Y su voz algo aniñada atravesó a sus oídos y paz interior tan fuerte que Ryutaro abrió los ojos bruscamente, por suerte enfocando directamente hacía el frente donde Yuto había empezado a preparar la orden de Chinen.

 

Ignorar… Su mente se enfocaba solo en eso.

 

Hacer como que el exabrupto del fin de semana, solo había sido eso. Un exabrupto y nada más.

 

—Tu orden Ryutaro, ten un buen día.

—Muchas gracias.

 

Entonces tomó su café y empezó a caminar hacía su edificio con el paso un poco más rápido de lo habitual, con la carpeta azul bajo sus brazos. Bebiendo un poco de ese delicioso café.

 

—Apresúrate Yuto, gracias.

 

Ryutaro ya suponía lo que sucedía a sus espaldas. Chinen tomaba como podía su bebida recién preparada y corría justo detrás de él. No necesitaba ser adivino para saberlo.

 

—¡Hey! Espera, ¡Ryutaro!

 

Aplicó la mejor táctica de todas, fingir que no lo había escuchado en realidad, así que como si nada continuó con su camino, hasta que finalmente atravesó el umbral de la entrada, con un leve asentimiento al guardia y caminando hasta la zona de ascensores.

 

—¿No me oíste cuando te llamé?

 

Giró sorprendido, por que Chinen estaba a su lado, con el jugo de frutas en las manos, el entrecejo arrugado y ese aroma dulzón esparciéndose por todas partes. Inconsciente, Ryutaro arrugó un poco la nariz.

 

—¿Por qué me estás hablando?

 

Y Chinen se mostró visiblemente ofendido.

 

—¡No tienes que ser tan mal educado! Solo quería un minuto de tu tiempo para hablar.

—Si es para que no le diga a nadie que tus famosos pies paran por acá, despreocúpate.

 

No quiso admitir que había pasado el resto del fin de semana pensando en por que Chinen lo había llamado al salir de la disquera, por eso decidió continuar caminando. Pero Yuri lo siguió.

 

—¡No! Yo solo… ¿A qué hora sales a almorzar?

 

Las mejillas del muchacho se habían teñido graciosamente de un color rojizo, bebiendo ese juego de frutas de olor insoportable. Y Ryutaro solo exhaló brevemente.

 

—De la manera más educada, eso no es de tu incumbencia.

 

Seguro de que eso calmaría de alguna forma el interrogatorio por parte del muchacho famoso, o que al menos se sentiría lo suficientemente ofendido como para perseguirlo. Ryutaro avanzó.

 

Consciente de que atrás se quedaba un boquiabierta Chinen mirándolo partir ante su descortesía, a pesar de que había empezado a hablar con un cortés ‘De la manera más educada’

 

 

 

 

Para la hora del almuerzo, con los cubiertos en la mano, y observando la pasta en su plato, Ryutaro por fin había llegado a la conclusión de por qué Yuri sabía su nombre.

 

Y es que si bien, ellos jamás habían cruzado palabras antes, excepto aquella veces que se dedicaron palabras no tan agradables. Él sabía el nombre de Chinen por las veces que había escuchado a Keito o Yuto llamarlo.

 

Así que siguiendo esa línea de lógica. Por esa misma razón, Yuri sabía su nombre.

 

—Eh… Ryutaro, ¿te encuentras bien?

 

Akira lo miró un poco confundido, con la cabeza ligeramente hacía adelante, con su filete a medio probar. Preocupado por la manera en que su jefe se había perdido en sus pensamientos, apenas tocando la pasta en su plato.

 

—¿Qué?— Ryutaro entonces sonrió un poco. –Oh, nada. Olvídalo, solo pensaba en una pequeña parte de las escaleras eléctricas que aún no tengo muy claro.

 

Akira pareció creerle y le sonrió, iniciando una conversación leve acerca de lo que pensaba al respecto y Ryutaro gracias a eso, por lo que restó del día, no pensó más en Chinen Yuri.

 

Y solo por eso, pensaba aumentarle el sueldo a Akira.

 

De acuerdo, eso no pasaría. Pero al menos había tenido la intención.

 

 

 

 

Y sus mañanas hermosas de café.

 

Habían sido arruinadas gracias a ese muchacho de cabellos oscuros y mirada penetrante.

 

Por que ahora no solo tenía que encontrárselo en el puesto de café, sino que ahora había tomado la mala costumbre de sonreírle de vez en cuando, de abordarlo con palabras que no deberían ser.

 

Y Ryutaro estaba confundido.

 

—No lo entiendo, ¿por qué arquitecto? No tienes pinta de arquitecto. Yo diría más bien de alguien artístico.

—La arquitectura también es una forma de arte.

 

Entonces Ryutaro se había sorprendido, a unos pasos del ascensor que lo llevaría hasta su oficina. Por que era la primera vez que le contestaba al muchacho desde que había empezado a seguirlo hasta las puertas del ascensor cada mañana.

 

Inclusive Chinen lucía sorprendido y ambos se habían detenido. Siendo Ryutaro el primero en reanudar el paso.

 

—Entonces, ¿ahora si piensas decirme a que hora sales al almorzar?

—¿No tienes trabajo que hacer? Que se yo… Grabar algún comercial, filmar una serie, cantar en algún lugar. Lo que sea, menos fastidiarme cada mañana.

 

Yuri en ese momento lo había mirado fijamente. Morimoto Ryutaro podía decir palabras sencillas, pero hacerlas sonar del modo que le daba la gana. Y en esta ocasión, había intentado ser ofensivo.

 

Pero Yuri tan solo elevó un poco la mirada, mordió su labio inferior y sonrió.

 

—No, en realidad. Ahora estamos en un pequeño stand by con respecto a todo eso. Por eso me gusta molestarte, ¿qué dices salimos a almorzar?

—No.

 

Y cómo cada mañana Ryutaro había huido gracias al ascensor, dejando a Yuri en el hall del edificio. Planeando seguramente como abordarlo al siguiente día. Y en realidad, Morimoto no estaba muy seguro de cómo habían llegado a esa situación.

 

 

 

 

Ese mismo día, Morimoto Ryutaro planeó convertirse en asesino.

 

Chinen Yuri en toda su expresión estaba frente a su carro, por supuesto tapado con un gorro en la cabeza, una bufanda y un par de gafas. Pasando desapercibido gracias al invierno que sufrían y el frio que congelaba hasta los huesos.

 

Pero el muchacho ese estaba ahí. A las cinco de la tarde en punto, casualmente el día que Ryutaro había escogido para salir un poco más temprano. Y Ryutaro tan solo hubiera rodado los ojos, sino fuera por que el muchacho tenía un ramo de rosas en las manos.

 

Esa tarde de invierno, Morimoto Ryutaro supo lo incómodo que era poseer un tic en el ojo. Y hubiera pensado que Yuri se encontraba ahí, para hacerle un regalo a su novia de turno, sino fuera por que el muchacho estaba apoyado en SU auto y cuando lo vio, pareció brillar, con una sonrisa enorme en los labios.

 

—¡Ryutaro!

 

Yuri agitó su brazo con fuerza, y la gente, que por suerte no era demasiada. Lo miró de inmediato. Ryutaro apresuró el paso, con el entrecejo arrugado y planeando no romperle la cara al niño bonito que incluso pareció dar un pequeño brinco al tenerlo cerca.

 

—¿Qué demonios haces aquí?

—Vine a traerte un presente.

 

Y Ryutaro conoció el infierno cuando Chinen extendió el ramo de rosas hacía él y hubo un silencio sepulcral; Lo miraban, con extrema cautela de no ser descubiertos por sus ojos. Pero Ryutaro sabía, que todos esperaban una acción de su parte.

 

—¿De qué estás hablando? No tienes por qué regalarme nada.

—Pero solo quería tener un detalle contigo y…

 

—¡¿Y por que diablos tienen que ser rosas?! ¡Por si no te has dado cuenta antes NO SOY UNA CHICA!

 

Sin pretenderlo su rostro se había ido acercando amenazante al del cantante, Chinen se había encogido un poco, con su espalda pegada al auto tras él y los ojos ensanchados por la sorpresa.

 

—Lo…Lo sé, pero… Es un detalle lindo. La gente me regala rosas, y me siento halagado por eso. Es un gesto muy bello, pensé que…

—Pues pensaste muy mal. No me gustan las rosas.

 

Ryutaro en ese momento apartó a Yuri de su auto con relativa fuerza, lanzando su maletín dentro como si quisiera descargar la frustración y la vergüenza que el muchacho aquel le acababa hacer pasar.

 

Cuando el auto de Morimoto se hubo alejado, Chinen exhaló un poco de aire de sus pulmones, con el ramo de rosas colgando de sus manos. Y una expresión cansada en el rostro.

 

—No te gustan las rosas, ni las cosas dulces… ¿Qué es lo que te gusta ahora Morimoto Ryutaro?

 

 

 

A la mañana siguiente, Ryutaro no fue por su preciado café.

 

Pero como tampoco pretendía quedarse desprovisto de aquel que era su nuevo vicio, tuvo que pedirle a Akira que hiciera el favor de ir a comprar uno por él. Y como siempre, su asistente estuvo dispuesto a complacerlo hasta en el más mínimo capricho.

 

Ryutaro a veces pensaba que debía sentarse a conversar con Akira para explicarle que no debía ser tan servicial y obediente. Que había tenido de cruzar con alguien como él en su primer empleo. Pero que generalmente los jefes solían aprovecharse de sus empleados por ello.

 

Sin embargo decidió relegar esa conversación para más adelante, cuando Akira y él tuvieran un poco más de confianza.

 

—Su café recién preparado. Yuto y Keito dicen que esperan que vuelva pronto y no se consuma demasiado en el trabajo.

 

Ryutaro se había sorprendido por el mensaje que los dos muchachos del puesto le habían enviado. Seguramente pensando que no había ido ese día por algo del trabajo. Ryutaro en ese momento se sintió estúpido, evitando a Chinen como si fuera un niño de quince años.

 

—Gracias, Akira.

 

Destapó el café matutino de ese día y el olor volvió a calmarlo, bebiendo un poco y notando que Akira lo miraba más allá de lo necesario.

 

—¿Sucede algo?

—Eh… yo… es que al parecer usted es el chisme del día de hoy, ¿sabe?

 

Ryutaro sintió que ese día, el café matutino no lo calmaría lo suficiente. Lo dejó sobre el escritorio, masajeó un poco su sien y finalmente suspiró.

 

—Haber, Akira ilumíname. ¿Qué es lo que dicen de mí?

—En realidad incluso hasta tiene un nuevo apodo. El príncipe del hielo.

—¿El qué?

 

—Bueno es que ayer, varios de los empleados lo vieron rechazar a un chico lindo que había venido a traerle flores, aunque nadie vio bien al chico lindo por qué estaba medio tapado pero dicen que era lindo y su voz era bonita. Así que dijeron que usted había sido muy cruel y que al parecer tiene estándares muy altos.

 

El culpable, de absolutamente todo. Tenía nombre y apellido: Chinen Yuri.

 

Ryutaro prefirió ignorar todo lo que hablaban ese día de él. Las miradas de las secretarias que suspiraban al verlo pasar, y se lamentaban por que imaginaban que sería imposible conquistar al nuevo arquitecto.

 

Incluso llegó a enterarse de varias especulaciones de quienes podían ser aceptados por Morimoto Ryutaro. Había escuchado desde famosos hasta princesas. ¡Que ridiculez! Y todo era culpa de Chinen Yuri.

 

 

Fin de la Segunda Parte

 

 

 

 

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Sabores: primera parte


 

Sabores

Amargo y súbito sabor a café

Primera Parte

 

 

 

“Quiero renovar no solo mi cuarto sino la casa entera. Quiero cambiar todos los colores, desde el patio al jardín. Quiero diseñar eso, y construir un edificio profesionalmente.”

 

Morimoto Ryutaro, revista Wink Up.

 

 

 

 

Desde que tenía dieciocho años, Ryutaro ha vivido en Seúl.

 

Junto con su familia, en un ambiente cálido, que siempre lo ha rodeado, una vida pacífica sin llamar demasiado la atención. Siempre fue el estudiante modelo, excelente conducta, perfectas calificaciones.

 

Ryutaro nunca hizo gala de ello, pero desde siempre se sintió orgulloso por eso, aunque le costó un poco aprender el idioma, que resultó más complicado de lo esperado. Pero desde el accidente, sus padres siempre se han esforzado por darle una vida cómoda.

 

Y ahora, a sus veinticinco años. Su vida es lo que esperaba.

 

Arquitecto, graduado con honores, y al fin con un proyecto propio. Lo único malo es que ha tenido que ir a realizarlo a Japón, y Ryutaro hace muchos años que no pisa su país natal y de cierta forma se siente incómodo.

 

Cuando se ha bajado del avión, apenas ha tenido tiempo para salir del aeropuerto y agarrar el primer taxi que lo llevara al edificio con el que la compañía para la que trabaja, ha cerrado una sociedad y él es el representante de la empresa coreana, aunque suene un poco irónico al ser japonés.

 

Pero Ryutaro se siente más coreano que japonés, así que mucho no le ha importado.

 

El imponente edificio de matices negros y plateados se impone ante los demás, con elegancia y prestigio. Ryutaro se asombra con la majestuosidad del enorme edificio, por que aquel arquitecto debió tener una visión estratosférica que en su momento no debió haber tenido muchos adeptos.

 

Pagó la carrera con los pocos billetes que había cambiado antes de viajar, recordando que tenía que pasar por algún banco para seguir cambiando el dinero, ahora que prácticamente viviría en Tokio siquiera un par de años mientras concluía el proyecto.

 

Su traje elegante y costoso, combina a la perfección con el resto de empleados. Que lo miran pasar, como si de repente dudaran entre conocerlo o no. ¿Tanto ha precedido su fama como arquitecto? De cierta forma le parece extraño. Pero decide caminar hasta el ascensor y subir los pisos que necesita para reunirse con los ejecutivos japoneses que lo esperan.

 

 

 

—¿Estás seguro de esto?

 

Yamada aún mira a Chinen con algo de duda, como si el muchacho en realidad pudiera captar el tono preocupado en su voz, aunque sabe en el fondo, que a si se percatara, Chinen de todas formas lo ignoraría.

 

—En realidad, no. Pero estoy cansado de esperar. Y he decidió que arreglaré esa cabeza suya a como de lugar.

—Te estás arriesgando mucho con esto Yuri, recuerda que eres un personaje público.

 

Desde uno de los sillones, recostado en él. Takaki únicamente muerde el caramelo en sus manos, observando a los dos más jóvenes que se encuentran discutiendo frente a él.

 

—No insistan, saben que de todas formas lo haré.

—Han pasado muchos años, ¿por qué crees que este tonto plan va a funcionar?

—Por que es mi última oportunidad… Yo… De verdad lo extraño.

 

Ryosuke suspira. De alguna manera su empatía despierta y decide que ya que Yuri no se va a echar para atrás. No le queda de otra que apoyarlo, aunque la idea sea media estúpida e infantil.

 

Pero cuando Chinen le refutó que si tenía un mejor que se lo dijera, y por obvias razones él calló. Pues ahora en realidad no le quedaba de otra más que precisamente, apoyarlo.

 

—Solo promete que no descuidarás el trabajo, mañana tienes la filmación de esa nueva serie, y hoy en la tarde es la sesión de fotos.

—Tranquilo, Ryo. Prometo que nada saldrá mal.

 

Yuya dejó escapar una pequeña risa, tratando de calmarla de inmediato, especialmente cuando sintió la mirada de los otros dos sobre sí.

 

—Yo prometo ayudar no quejándome demasiado.

 

Chinen rodó los ojos, quisiera creerle. Pero sabía que para Takaki, aquella promesa era difícil de cumplir.

 

 

 

 

—Y este será el departamento que nuestra empresa ha dispuesto para los diseñadores y arquitectos extranjeros.

—¿Arquitectos?

 

La voz de Morimoto sonó evidentemente seca, y la mujer rápidamente revisó la carpeta en sus manos, soltando una pequeña risa tonta cuando vio el nombre de aquel hombre solitario en la lista de arquitectos a la cabeza del proyecto.

 

—Oh, mis disculpas. Usted será el encargado de todo. Pero en general, varios ingenieros civiles, diseñadores y otros colaboradores que trabajaran con usted en la nueva obra del centro comercial. Estarán hospedados aquí, es una zona exclusiva de vivienda temporal, tiene todas las comodidades necesarias.

 

Ryutaro asintió, no muy entretenido con la idea de revisar el departamento que le habían asignado. Y si, era grande, elegante y con varios lujos quizá innecesarios, pero no se quejaba.

 

—¿Desea algo más?

—¿Cuándo llegaran mis pertenencias?

 

La mujer revisó velozmente algo en la palm en sus manos.

 

—Su equipaje estará aquí, aproximadamente a las cuatro de la tarde, lo correspondiente a las cosas pesadas, y su auto llegaran el día de mañana a las dos de la tarde.

—De acuerdo, muchas gracias.

 

La mujer asintió, despidiéndose con una educada venia antes de dejarlo completamente solo en el inmenso departamento. Caminó hasta el balcón y el aire fresco de la tarde llegó a su rostro.

 

Sentía, como si fuera la primera vez que pisaba Japón.

 

Y una aprensión en el pecho, le trajo borrosos recuerdos inexistentes para él.

 

 

 

El primer día de trabajo. Ryutaro llegó en taxi otra vez.

 

Durante la reunión del día anterior, Morimoto había comprendido entre varias cosas, que no le molestaba en absoluto la forma de trabajar de aquella empresa, después de todo, la puntualidad, y la eficacia era algo a lo que personalmente estaba acostumbrado.

 

En la entrada un muchacho de unos veinte años lo recibió, con un saludo efusivo, y una sonrisa grande en los labios. Oh, Ryutaro no era precisamente adepto a las sonrisas, pero había aprendido a bloquear esa parte algo insociable de su ser.

 

—Buen día señor Ryutaro. Yo soy Akira, y seré su asistente durante el tiempo que dure el proyecto, un gusto conocerlo.

—Igualmente, ¿sabes dónde mi oficina?

 

Si el muchacho esperaba que le respondiera con una sonrisa, estaba muy equivocado. O eso es lo que pensó cuando vio la emoción del menor decaer un poco ante su parca respuesta.

 

—Claro, está en el décimo piso. Sígame por favor.

 

Justo en ese momento, camino al ascensor Ryutaro sintió una pequeña punzada en la cabeza.  Por supuesto, no había desayunado. Esa maldita mala costumbre suya. Tenía que cambiarla.

 

—¿Le sucede algo señor?

—¿Sabes en que piso está la cafetería? Necesito un poco de café.

 

—Oh, no se preocupe. ¡Yo le traeré uno! Suba hasta el piso diez y le pregunta a la recepcionista por su oficina.

 

Y con el entusiasmo renovado el muchacho salió del ascensor antes de que las puertas se cerraran. Ryutaro apenas estiró la mano cuando ya el muchacho corría hacía alguna parte, ¿cómo iba a traerle un café si ni siquiera le había preguntado como le gustaba?

 

Oh, demonios… Ya hasta sentía que ese asistente le iba a traer más dolores de cabeza que soluciones.

 

Y singularmente, toda esa efusividad le recordaba a alguien.

 

Solo que no estaba muy seguro de a quien.

 

 

 

Acomodado en su oficina, revisando un par de planes. Ryutaro se entretuvo unos largos minutos antes de que un par de golpes en la puerta llamaran su atención.

 

—Adelante.

—Siento la demora, pero la señora de la cafetería ya no tenía café y tuve que salir a comprar un poco.

 

Ryutaro prefirió no hacer ningún gesto en particular, especialmente cuando el aroma del café llegó hasta sus fosas nasales, imprescindible y demasiado agradable para su propio gusto.

 

—No tenías que tomarte tantas molestias.

—Es mi trabajo, además lo compré en un pequeño puesto que han puesto cerca de aquí, frente a la salida del estacionamiento.

 

El muchacho, que Ryutaro ya no recordaba el nombre parloteó algo que tampoco escuchó, solo miró el pequeño vaso que despedía un humo con aroma fabuloso, bebió el café y fue exquisito. Sus papilas gustativas disfrutaron de un café que lo hizo sentir un regocijo que hasta ahora no había percibido.

 

Por un momento Ryutaro se preguntó, si aquel sabor del café le provocaba un déjavù desconocido para él. Pero cuando terminó de beberlo, descubrió sorprendido que su asistente seguía hablando.

 

—…Y lo atienden dos chicos muy jóvenes, aunque se me hicieron algo conocidos, pero no sé de donde. Se ve que será un puesto exitoso no sé como nadie no había visto que era un excelente lugar para poner una carretilla de desayuno rápido.

 

Morimoto estuvo a punto de soltar un ‘Que interesante historia, ¿no tienes trabajo acumulado por hacer?’ repleto de un sarcasmo digno de su experiencia, pero estaba de tan buen humor debido a ese delicioso café, que optó por sentarse y asentir cuidadosamente.

 

Tal y como Shintaro se lo había aconsejado antes de viajar a Japón, solo para no ganarse enemigos en la empresa, al menos no tan pronto.

 

 

 

 

Al siguiente día, llevado por la curiosidad y por que afortunadamente ya tenía a su auto en su poder otra vez. Ryutaro estacionó el auto y decidió salir por la parte externa en vez de entrar por el interno del estacionamiento directo al edificio.

 

Tal y como Akira se lo había dicho, por que sí, ahora si recordaba su nombre.

 

Había un par de personas, esperando por su bebida, y el olor a tostadas recién preparadas le abrió el apetito, aunque curiosamente, nunca había sentido la necesidad de desayunar como justo ahora.

 

—Buen día, ¿qué desea desayunar?

 

Uno de los muchachos, el castaño par ser exactos le sonrió amablemente, o al menos eso supuso, por que ambos llevaban una gorra que tapaba probablemente demasiado en su rostro. Y un abrigo de cuello alto, como si planearan pasar desapercibidos.

 

Pero Ryutaro decidió no prestarle mucha atención a aquello, por que otra duda llenó su mente, ¿cómo era el café que Akira le había llevado el día anterior?

 

—¿Señor?

—Eh, deme el mejor café que tengan.

—Claro de inmediato.

 

El muchacho se movió rápidamente dentro de la pequeña carretilla mientras su amigo servía un jugo de frutas dentro de un colorido vaso. Suponer que esas eran las palabras que Akira pudiera haber utilizado no fue difícil.

 

Por que complacer a tu jefe en el primer día, era el primer paso de cualquier empleado. Así que decidió guiarse por su instinto.

 

—¡Chinen! Buenos días.

 

El otro muchacho saludó efusivamente a un muchacho de cabellos oscuros que acababa de pararse junto a él. Pero Ryutaro no le prestó mucha atención, por que ya estaba embelesado con el aroma del café que le estaban preparando.

 

—Buen día, Yuto, Keito.

—¿Lo mismo de siempre?

—Si, por favor.

 

El que al parecer se llamaba Keito se acercó hasta él, con el delicioso café en sus manos, y Ryutaro no quería contar los segundos hasta volver a probar. Como si de pronto se tratara de una droga para sus sentidos.

 

—Listo, ¿algo más?

—No, solo eso. ¿Cuánto es?

 

Pronto estuvo esperando nada más por el vuelto del billete que le había extendido al muchacho castaño. Y sintió entonces la penetrante mirada del muchacho de cabello oscuro a su lado, y Ryutaro sintió que la emoción por su café disminuía.

 

—¿Sucede algo?

 

El muchacho solo elevó una ceja, y regresó la mirada a su celular. Por la paz, Ryutaro optó no acotar algo más.

 

—Su vuelto, muchas gracias por comprar aquí.

 

Asintió tranquilo y volvió a aspirar el aroma del café, con tanta calidez familiar que provocó que la sonrisa en sus labios resurgiera, y que al entrar al edificio, todos le correspondieran con una sonrisa igual de amable.

 

Morimoto Ryutaro acababa de descubrir que el sabor de ese café obraba milagros en él, por que lo ponía de un excelente humor.

 

 

 

 

Para el fin de semana laborable, se había vuelto una costumbre.

 

Ryutaro se levantaba unos diez minutos antes, por cualquier contrariedad de encontrar mucha gente en el puesto, compraba su adictivo café con sabor a déjavù, se encontraba con el tipo desagradable que lo miraba demasiado para su gusto, pagaba por el café y luego entraba a su trabajo.

 

Cuando le tocaba, casi la mayoría del tiempo estar supervisando la obra en campo real, Ryutaro solo anhelaba poder regresar a la oficina y comprar otra tasa con café que le calmara el estrés que le provocaba que no todos entendieran sus planos como debía ser.

 

Pero siempre ese sabor amargo y cálido lo calmaba.

 

—Muy buen día, Ryutaro. ¿Lo de siempre?

 

Había una duda, que se venía planteando cuando ya surcaba la tercera semana visitando aquel discreto puesto. Tanto Keito como Yuto habían tomado una confianza con él, que le sorprendía por que usualmente él no brindaba su confianza a nadie.

 

Pero ellos eran lo que preparaban su reciente vicio, y pues él cordialmente había cedido a esa confianza. Y le agradaba la ventaja de tan solo asentir o responder con un si, en vez de pedir cada mañana un café.

 

—Ryutaro dame un minuto extra, algo pasó con la maquina, ¿puedes esperar?

 

Morimoto contempló la hora en su reloj y calculó el tiempo en que su asistente empezaría con la llamadera por que no llegaba.

 

—Si, pero no demores mucho, por favor.

—Oh, no te preocupes. Si demora demasiado te lo voy a llevar hasta la oficina.

 

Yuto levantó uno de sus pulgares con una sonrisa en los labios. Y ahí estaba nuevamente ese sentimiento de déjavù apoderándose de su ser. Desde que había pisado Japón le ocurría recurrentemente.

 

Pero suponía que en su estado, eso sería algo normal.

 

—Tu jugo de frutas Yuri.

 

Keito extendió el vaso colorido hacía ese muchacho que como cada mañana, se paraba a su lado, cuando Yuri destapó su bebida el olor dulzón que llegó hasta él lo hizo arrugar un poco la nariz.

 

A Ryutaro no le gustaban las cosas dulces desde hace mucho.

 

—¡Oye! ¿Por qué me has mirado de esa forma?

 

Y si bien a Ryutaro algo interiormente le dijo que no respondiera, sus labios se movieron solos, y su boca pronunció aquellas palabras sin reparo, casi sin despegar la mirada del muchacho junto a él.

 

—Por que los tipos como tú me desagradan.

 

El silencio que hubo en ese momento fue claro, por que incluso Yuto y Keito se detuvieron en sus labores cuando escucharon la pasmosa voz del recién aparecido y Yuri apretó con fuerza el celular en sus manos.

 

—Eh… Ryutaro, aquí está tú café.

 

Morimoto giró, observando como Keito le ofrecía en una pequeña bolsa de papel su pedido. Y estaba dispuesto a marcharse, como si nada hubiera pasado, cuando Yuri arrugó el entrecejo, muy molesto en realidad.

 

—Eres un mocoso desagradable y mal educado.

 

Si estaba dispuesto a irse, luego de las palabras de Chinen eso no ocurrió, por que Ryutaro giró para poder mirar al muchacho, a pesar de que había un par de empleados a su alrededor.

 

—¿Mocoso? ¿Es que no te has dado cuenta que soy más alto que tú?

—Eso no te quita lo desagradable y mal educado.

 

El momento de tensión duró, exactamente un par de minutos.

 

En los que Yuto se vio forzado a intervenir, tapando un poco su boca y tosiendo discretamente, intentando no mirarlos demasiado.

 

Ryutaro decidió recordar que no era ningún niño para estarse peleando a palabras con un desconocido, y ajustó un poco el traje a su cuerpo, pasando de largo, directo al edificio donde trabajaba.

 

Su café matutino lo calmaría.

 

 

 

 

Akira en el poco tiempo que venía conociendo a Ryutaro, había podido descubrir varias cosas interesantes en él, como que era una persona tranquila, sumido en el trabajo y que no ocasionaba problemas.

 

Pero al mismo tiempo no se trataba de una persona distraída.

 

Y casualmente el día de hoy su jefe se encontraba pensativo, aunque visiblemente molesto también. El valor de Akira no era tanto como para atreverse a preguntar, pero cuando Ryutaro le pidió que se sentara frente a él, sus alertas se despertaron.

 

—Akira… A la gente estúpida, la puedes detectar desde que los conoces. ¿Verdad?

 

Akira un poco curioso de cómo contestar, levantó la mirada, dejando los papeles en sus manos por un momento ante la aventurera pregunta por parte del mayor. Y por supuesto pensando que en realidad algo interesante había sucedido.

 

—¿A que se refiere?

—Es solo que me han llamado desagradable y mal educado. Y solo la gente estúpida puede mentir con cosas tan poco realistas. ¿Cierto?

 

Akira sonrió levemente, casi sin pretenderlo, jugando con el bolígrafo en sus manos.

 

—¿Y?

—¿Y, que?

 

—¿Y cuando le mintió?

 

Ryutaro entrecerró los ojos, y luego agarrando su celular, se lo lanzó por la cabeza al menor quien lo tomó en un hábil movimiento y se dedicó a reír abiertamente, mostrándole que solo era una gran estupidez.

 

Y ahí estaba algo que lo venía mortificando, ¿cómo es que ese muchacho le había tomado también tanta confianza? Ryutaro bufó algo contrariado y debió la mirada por que de una manera a otra, entendió que si, todo lo relacionado con aquel sujeto era solo una gran estupidez.

 

Fin Primera Parte

 

 

 

 

Bueno, espero que haya sido de su agrado.

 

Amalia, tu sabes que no estoy muy familiarizada con los fics, de este fandom, pero ahí estoy, dando lo mejor que puedo.

 

Particularmente, me gusta como va a terminar la historia. Bueno, eso ya lo verán más adelante. Se cuidan, bye~

 

 

 

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Precendentes: primer sintoma


 

Precedentes de una Adicción no controlada

Conociendo las habituales inconsistentes.

Primer Síntoma.

 

 

 

 

Sé que no voy a cambiar mis hábitos,

Si no me resigno a aceptar en lo que me has convertido.

 

 

 

No había una consistencia de actitudes, como para que Ryutaro pudiera asegurar, que era cierto.

 

Su hermano actuaba desde hace algún tiempo sumamente extraño.

 

Pero estaba el hecho próximo de que de una forma u otra. Nadie podía, cada que venía de vacaciones simplemente actuar con una expresión de alivio. Y por su puesto empezar a insinuar que volver al instituto de antes era una buena recompensa para su buen comportamiento de los dos últimos dos años.

 

Buen comportamiento del cual Ryutaro aún dudaba que fuera cierto. Que Shintaro se hubiera vuelto hábil a la hora de que no lo descubrieran en medio de sus actos medio vandálicos, sardónicos y desprovistos de moral. Era algo completamente diferente.

 

—Entonces, ¿han pensado en la idea que les plantee el otro día?

 

Shintaro tenía una cualidad muy particular, que de alguna manera Ryutaro envidiaba. A pesar de ser gemelos. Shintaro tenía esa cara de niño bueno. Y él en cambio una expresión seria y madura a pesar de que ambos estuvieran todavía a dos años de graduarse.

 

—La verdad, hijo. Luego de ese escándalo que ocasionaste hace dos años. Donde el apellido de la familia se vio seriamente involucrado, tu padre y yo hemos llegado a la conclusión de que lo mejor es que continúes en el internado.

 

Los ojos de Shintaro se habían abierto más de lo normal, su sonrisa se había borrado por completo. Y se había levantado de la mesa de aquel restaurante, indignado y molesto. Soltando bruscamente la servilleta de tela en la mesa.

 

Ryutaro entonces se había acomodado en su silla, cruzado de brazos y levantando una ceja. Dispuesto a observar el escándalo que su hermano ocasionaría.

 

—¡Estoy harto! Eso ya pasó, quiero volver a mi instituto. ¿Por qué Ryutaro si puede seguir en el instituto?

—Por qué el no provoca que la prensa entera este sobre nuestra familia por meses.

 

—¿Él no los avergüenza como yo, es eso lo que quieres decir?

 

Fue inmediato, su padre endureció la mirada sobre Shintaro, pero eso solo logró enfurecer al menor quien solo terminó por mover la silla en la que había estado sentado para empezar a abandonar el restaurante. Las miradas de todos se posaron sobre su mesa.

 

Y su padre, ofuscado como se encontraba había empezado a levantarse.

 

—Tranquilo, padre. Iré yo, ustedes intenten calmarse.

 

Ryutaro, previsor de otro posible escándalo en las calles de aquel lujoso barrio, se había levantado. Limpiando un poco sus manos antes de salir del lugar. Mirando como su madre tomaba de las manos a su padre y trataba de calmarlo.

 

Shintaro siempre ocasionaba ese tipo de problemas.

 

 

 

 

—¿Te has vuelto loco? ¿Por qué has armado todo ese escándalo?

 

Shintaro había sentido la mano de su hermano agarrándolo por el brazo, e instantáneamente se había soltado. Con el entrecejo fruncido y un bufido saliendo de sus labios.

 

—Genial… Mandaron al perfecto Ryutaro a controlarme.

—Si sigues así, jamás volverás a casa. Eres patético.

 

El puño de Shintaro se había levantado de inmediato, con la intención clara de estrellarse violentamente en el rostro de su hermano mayor. Pero conociendo cada uno de esos movimientos, Ryutaro simplemente lo había atrapado con fuerza, cerrando su puño en aquella mano.

 

—Lo repito, eres patético Shintaro. Deja de comportarte como un niño. Tienes dieciséis años, estudias en uno de los mejores internados del mundo. Y tienes todo el dinero que pudieras desear, ¿por qué siempre te andas quejando?

 

—Tú no entiendes, ese internado es un infierno.

 

Shintaro se había soltado, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo, buscando algo al parecer. Y cuando sacó una cajetilla de cigarrillos, con un encendedor que permanecía en el otro bolsillo, Ryutaro solo pudo rodar los ojos.

 

—¿Ahora fumas? Ese internado en vez de corregirte solo te pega malas costumbres. No sé como te han permitido ir allí, claramente no sabrás buscar buenos vínculos.

—¿Vínculos, de que demonios hablas?

 

Shintaro le dio una larga calada a su cigarrillo y Ryutaro solo arrugó un poco la nariz cuando aquel humo llegó hasta su nariz.

 

—Las personas más influyentes tienen a sus hijos en el internado al que tú vas. Esas personas que hoy son tus amigos o compañeros, mañana serán igual de poderosos que sus padres. Y cuando estemos a cargo de las empresas de nuestros padres, esos vínculos nos servirán.

 

—Hablas como si estudiaras en un instituto público, estás en uno privado. Uno exclusivo.

—Si, pero el tuyo es mejor. Y tú no sabes cultivar amistades futuras Shintaro.

 

Justo en ese momento, el menor de los Morimoto solo bufó, con el humo esparciéndose por el lugar, logrando que Ryutaro volviera a poner esa mueca desagradable.

 

—En primera, yo no soy igual de falso que tú, Ryutaro. Que solo busco amistades por lo que valen, no por lo que representan. Segundo, ¿cuántos años tienes? ¿Cuarenta? ¡Vive un poco! Y tercero; no desees algo que no conoces. Ese internado es un asco. Todos son igual de falsos que tú. ¡Oh! Pero que coincidencia, de seguro tú encajarías a la perfección ahí.

 

Shintaro volvió a arrimarse en los barandales de seguridad, con el cigarrillo en las manos. Mirando el reflejo de su imagen en aquel escaparate de ropa en el que se había detenido. Cuando vio el perfil de Ryutaro que aún lo miraba como si fuera un niño. Su mente tuvo una pequeña sacudida.

 

—¿De veras veneras tanto ese internado?

 

Las cejas de Ryutaro se habían levantado. Poniéndose alerta ante el tono insinuante de su hermano y la mirada cargada de manipulación que le acababa de poner.

 

—Lo que sea que se te esté pasando por esa cabeza, Shintaro. NO.

—¿Quieres o no cultivar esas falsas amistades?

—No me interesa.

 

Ryutaro había empezado a caminar de regreso al restaurante y Shintaro sabía que no podía dejar escapar esa oportunidad. Agarró a su hermano por el hombro y lo hizo girar.

 

—¿Por qué siempre eres tan cobarde?

—Soy previsor, en especial contigo. Tú solo pones el nombre de la familia en malos comentarios.

—¡Entonces cambia eso!

 

El grito desesperado del menor había tomado por sorpresa a Ryutaro. Entonces se había soltado de la mano de Shintaro y había optado por cruzarse de brazos y escuchar.

 

—¿Quieres cambiar? ¿Eso es lo que quieres?

—Lo hicimos esa vez que no querías ir a Europa, y nadie se dio cuenta.

 

—No voy a dejar que pongas en tela de duda mi…

—¿Tu perfección? Tranquilo, hermano. Si me sacas ese infierno de encima. Te prometo que seré un angelito bajado del cielo.

 

Ryutaro rodó los ojos, no muy convencido aún. En especial por que Shintaro en verdad parecía emocionado con poder salir del internado. Y Shintaro difícilmente podía comportarse adecuadamente.

 

—No confío en ti.

—Oh, vamos Ryutaro. ¿No quieres rodearte de todos esos futuros herederos?

 

—No es lo único que me interesa.

—¿Qué quieres a cambio?

—El collar de la familia.

 

Inconscientemente Shintaro llevó una mano al collar que justo en ese momento colgaba de su cuello y que era vistoso gracias a la camisa a medio abrir que llevaba puesta bajo el abrigo negro.

 

—Tú ya tienes, el anillo del abuelo. ¿Para que quieres el collar?

—¿Qué te puedo decir? Soy ambicioso.

 

La seguridad parecía haber abandonados los ojos de Shintaro, sostenía aún el collar en sus manos, sobre su pecho, mirando fijamente la expresión confiada de su hermano mayor. Su sonrisa ladina mientras estiraba una mano hacía él.

 

—Pero nadie puede saber que eres Ryutaro.

—Sabré arreglármelas.

 

Inseguro aún. Shintaro empezó a quitarse el collar, lo sostuvo entre sus manos unos segundos más. Sus padres se los habían obsequiado cuando cumplieran los quince. A Ryutaro el anillo, a él, el collar. Las joyas más invaluables de la familia.

 

—Eres un maldito extorsionador.

—Es un intercambio justo si el internado es el infierno que dices que es.

 

El collar, frío y pesado se posó en la mano de Ryutaro con lentitud, logrando que ampliara la sonrisa en su rostro. Y el sentimiento de poder se instara en el pecho. Observando con atención, como Shintaro se despoja de su objeto más valioso solo por él.

 

—Bien, en la noche hablaremos de lo que haremos con exactitud. Volvamos al restaurante.

 

Shintaro no emitió comentario alguno, pero siguió a Ryutaro de regreso al restaurante. Lo conveniente de estar en un lugar tan exclusivo como ese, es que podían usar ese tipo de joyas sin problema alguno. Cuando entraron, Ryutaro sonreía con amabilidad y sus padres lo miraban con reproche.

 

Pero Shintaro solo había suspirado hondamente, al menos no tenía que volver junto a Yabu otra vez.

 

 

 

 

Kota pocas veces andaba por Shibuya.

 

Su padre se lo tenía casi prohibido y las pocas veces que iba era por que simplemente, sus padres se encontraban fuera del país, como el día de hoy. Casualmente Takaki lo había llamado, estaba en una de las discotecas con Yuto.

 

Su mente había espabilado de inmediato, recordando que no era un santo para permanecer en casa durante el último día de vacaciones. Cuando el carro frenó debido al semáforo, ocupado en el celular, Yabu demoró en levantar la mirada y mirar por el vidrio polarizado de su auto  mientras el chofer concentrado en la calle ni le prestaba atención.

 

Justo frente a una tienda de ropa, Yabu reconoció a aquel muchacho que caminaba tras otro, tomándolo por el hombro y haciéndolo girar. Era sin duda Shintaro, con un abrigo negro y una expresión extraña en el rostro hablando con aquel sujeto, que cuando puso su atención en él, hizo que sus ojos se abrieran sorprendidos. Repletos de suspicacia.

 

—¿Shintaro… Tiene un hermano gemelo?

 

Antes de que si quiera pudiera pensar en algo más, el auto había retomado su camino y Kota solo se había quedado observando a aquellos dos hasta que finalmente le fue imposible continuar observándolos. Kota había arrugado el entrecejo y cruzado de brazos.

 

Molesto.

 

Sumamente molesto.

 

Por que Shintaro seguía ocultándole cosas, seguía poniéndolo al margen de su vida. Y eso se tenía que acabar. Por que no, Takaki no tenía razón, no estaba obsesionado con él. Solo no podía soportar el hecho de que para Shintaro sencillamente todo fuera un juego.

 

 

 

 

Chinen miró la imagen que el espejo le devolvía.

 

Y una gran sonrisa atravesó por sus labios, prepotente, altanera, fulminante.

 

—¿Has oído de la historia de Narciso?

 

Las manos de Yamada estuvieron en su cintura, ciñéndose con fuerza a él, apoyando la quijada sobre su hombro y viendo la imagen de los dos reflejada ahí.

 

—¿Aquel que se amó demasiado?

—Exactamente, mí querido Yuri. Deberías controlar ese eufemismo tuyo.

 

Cuando Yuri empezó a reír, presa de las palabras de su amigo, Ryosuke entendió que era en vano intentar razonar con él.

 

—Las vacaciones se acaban hoy. Que aburrido~

—Mírale el lado positivo, Ryo. De esa forma podrás volver a sentirse superior a Yuya.

—Yuya y su séquito de inútiles ya me tiene sin cuidado.

 

Por un breve instante en el que Chinen volvió a entretenerse con la imagen del espejo, no pensó en lo mucho que aquello le importaba. En que Yamada día con día, parecía más interesado en cualquier otra cosa que en destruir al grupito de Takaki, y que él único empeñado en aquello ahora era él.

 

En que podría estarse convirtiendo en una obsesión y quizá no quería admitirlo.

 

—¿Vamos a cenar?

 

Sin esperar respuesta de su parte, Ryosuke lo había tomado por la mano y lo había empezado a jalar fuera de aquella habitación, logrando que los pensamientos de Yuri se desviaran de inmediato. Y olvidara por esos momentos lo preocupante que resultaba que Yuya viajara por sus pensamientos todos los días.

 

Así fuera únicamente para recordar lo mucho que lo detestaba.

 

 

 

 

—Alguna vez escuché que si acaricias a un dragón, tu más ferviente deseo será cumplido.

 

Hikaru sin demasiado interés soltó sus palabras, mirando hacía el oscuro cielo de esa noche y mordiendo la manzana que tenía en sus manos. Como si en realidad no le importara mucho que Keito estuviera a su lado y rodara los ojos despreocupadamente.

 

—¿Tienes una idea que los dragones son seres míticos?

—Lo sé, Keito. Y eso lo vuelve un reto interesante.

 

En esta ocasión, Keito se cruzó de brazos y bufó. Viendo el perfil de su amigo que parecía muy interesado en ver las estrellas de esa noche.

 

—Odio la idea de tener que regresar a esa cárcel.

—No es una cárcel, es un internado.

 

—Una vez que entramos no podemos salir hasta los fines de semana y eso si es que no nos castigan, ¿no es eso una cárcel?

—Te castigan por que no puedes comportarte como un ser racional y te la vives peleando.

 

Al fin Yaotome despegó su mirada del cielo y lo miró, afilando la mirada antes de soltar un bufido sonoro y mirar esta vez hacía adelante, dándole otra breve mordida a su manzana. Compartiendo un silencio extraño en Hikaru pero que Okamoto, agradeció.

 

—Escuché que Nakajima saldrá en otra portada para una revista muy importante.

 

En esta ocasión, Keito a pesar de que intentó no demostrarlo, prestó atención, mirando a Hikaru que ya había cruzado sus piernas y apoyaba los codos en su rodilla derecha, comiendo aquella fruta roja.

 

—Mira que es idiota, sus padres ni ningún padre que manda a su hijo a nuestro internado aprobaría que uno de sus herederos tuviera ese tipo de vida pública.

—Yo creo que es muy valiente.

 

—¿Te has golpeado la cabeza, Hikaru?

—No, pero en serio lo creo. Nosotros tenemos una vida estructurada, podemos hacer lo que queramos, pero al final de nuestro camino nos espera un futuro inevitable. Él esta luchando contra eso.

 

Keito bufó indignado, cruzándose de brazos. No muy seguro de por qué aquel muchacho molesto había llegado a ser su tema de conversación.

 

—Hablas de él como si fuera alguien admirable, pero Nakajima Yuto no es más que un idiota. ¿Acaso no has visto como se comporta en el internado? Es un reverendo imbécil.

 

—Puede que su actitud sea un asco, pero él está haciendo lo que quiere, lo que le gusta. A pesar de tener a toda su familia en contra. A pesar de ser el heredero de una gran cadena de hoteles, le gusta modelar, lo hace, y punto. Eso es admirable.

 

Por la paz Keito prefirió no ahondar más en el tema. Hikaru observó sorprendido que ya se había terminado la manzana y suspiró jugando con ella por unos segundos antes de visualizar el techo de basura, entrecerrar sus ojos y con un solo tiro lograr que esta cayera dentro.

 

—Me he quedado con hambre, ¿vamos por unas hamburguesas?

—Así te diga que no, me vas a arrastrar por ellas, así que ¿para qué preguntas?

—Puro formalismo.

 

Hikaru lo agarró del brazo y Keito renegó unos minutos más antes de que se diera cuenta de que en realidad habían caminado varios metros, Hikaru agarrándolo por el brazo y él dejándose llevar. Keito se soltó inmediatamente, Hikaru lo miró extrañado y luego sonrió.

 

Escondiendo las manos en los bolsillos, Hikaru recordó lo muy poco que le gustaba a Keito que otras personas lo tocaran.

 

Mira que es extraño…

 

 

 

 

Esa mañana de domingo, Daiki se bajó de la limosina en que su padre lo había enviado con una sonrisa orgullosa en el rostro. Arreglando el cuello de la camisa y mirando a su alrededor como el resto de sus compañeros se encontraba reuniéndose de un lado a otro.

 

—Señor, ¿dónde dejo su equipaje?

 

El chofer se había colocado delante de él, Daiki solo había regresado por su celular y arreglado un poco su cabello.

 

—En el edificio este, bloque D.  Pregunta por mi habitación y el tipo que está en la entrada te dará lo necesario, cuando tengas todos los datos me avisas.

 

El hombre había asentido y divertido con encontrar a sus amigos deambulando por ahí, Daiki se marchó, sin despedirse o molestarse en regalarle alguna mirada más a aquel hombre. Y aunque no tuvo que buscar demasiado para encontrarlos, aprovechó el momento para regocijarse con las miradas que robaba al pasar y que agrandaban su ego.

 

Su cabello ahora castaño parecía llamar demasiado la atención y su sonrisa a cada paso se hacía más amplia. Orgulloso de ser él en estos instantes. Cuando divisó a Yuya, Kota y Yuto sentados sobre las mesas del jardín principal, caminó un poco más rápido hasta poder lanzarse sobre la amplia espalda de Yuto quien apenas soltó un jadeo de sorpresa.

 

—Mis buenos amigos, que gusto verlos.

 

Yuya fue el primero en asentir, sacudiendo sus cabellos y Kota solo negó levemente.

 

—Mira que eres desconsiderado Daiki, largarte todas las vacaciones a Europa, y no aparecer hasta ahora.

—Ah… Ese es el resultado de la buena vida. Además mi ausencia seguramente no le impidió que se divirtieran, ¿verdad?

 

Tomó a Yuto de la quijada logrando que lo mirara, y él solo le sonrió ladinamente. Daiki acortó las distancias, en un breve beso que consistió en juntar sus labios y jalar apenas un poco el labio inferior del menor que en esos momentos volvía a sonreír divertido.

 

—Bienvenido, Arioka.

—Ya te he dicho que no me llames por el apellido.

 

Yuya volvió a rodar los ojos, exhalando un poco de aire, logrando que el cabello en su frente se levantar un poco.

 

—¿No vas a saludarnos?

 

Y Daiki comprendió las palabras de Yuya como una petición disimulada, así que soltó a Yuto y caminó hasta el mayor, colocando las manos en su cuello y besándolo igual de brevemente que lo hubiera hecho con Yuto, repitiendo el mismo proceso con Kota.

 

—Camino para acá, vi tu imagen en un par de vallas, ¿cómo así no te han desheredado Yuto?

—Soy su hijo único no les conviene.

 

El comentario despreocupado por parte del menor del grupo logró hacerlos reír, observados como siempre desde lejos por los demás estudiantes. Uno de los grupos más populares del internado permaneció ahí. Presas de adoración y veneración que conscientemente se atribuían.

 

 

 

 

Shintaro se removió un poco incómodo dentro del auto.

 

Callado como pocas veces y con aquella gorra en la cabeza y sus gafas oscuras, ocultando el leve nerviosismo que lo recorría, mientras Ryutaro se veía sumamente tranquilo frente a él, mirando el camino repleto de árboles que su viaje hacía el internado le proporcionaba.

 

—¿Estas seguro de que esto va a funcionar?

—Shintaro, sinceramente él más preocupado aquí debería ser yo. No puedes dejar que nuestros padres se den cuenta del cambio, sería bueno que empezaras a dejar de vestir tan… Informalmente.

 

—Entonces tú deberías dejar de vestir TAN formalmente.

—Nuestros padres no van a estar en el internado.

 

—Como sea… De todas formas ellos salen el martes de viaje por un buen tiempo. Siempre es así, prácticamente vivías solo, así que creo que puedo arreglármelas hasta que se vayan.

 

Ryutaro no pareció muy convencido, pero aún así solo levantó los hombros y siguió con la quijada apoyada en su mano derecha, observando el camino hasta el internado que su hermano tanto detestaba.

 

—¿Tus amigos no se darán cuenta?

—¿Keito y Hikaru? No lo sé, tampoco he hablado con ellos, solo ten cuidado con Keito es muy perspicaz. Pero generalmente esos dos siempre andan en su mundo.

 

Cuando el auto se estacionó, Shintaro respiró profundo, antes de abrir la puerta del auto y bajar. Escuchando como el chofer se encargaba de bajar el equipaje.

 

—¿Qué hay de tus amigos, Ryutaro?

—Gente sin importancia, no soy muy cercano a alguien. Pero si se conservar la suficiente conexión entre amistades que me serán importantes, así que mantente a la altura. Y compórtate.

 

Shintaro solo rodó los ojos y vio como su hermano empezaba a arreglar el cuello del largo abrigo negro que llevaba puesto. Observó la cadena que llevaba y soltó un pequeño suspiro, con un solo pensamiento en mente.

 

Valió la pena… Con tal de salir de este infierno… Lo vale

 

Fueron unos pocos minutos tratando de cuadrar comportamientos y costumbres. Personas cercanas y profesores para que nadie sospechara. Minutos agregados a su charla de la madrugada en la que casi no habían dormido planeándolo todo.

 

Cuando el chofer bajó del edificio, acotando que ya había dejado todo el equipaje en la habitación del joven ‘Shintaro’ ambos lograron respirar profundo, asintiendo débilmente para que el chofer volviera a ingresar al auto.

 

No acostumbraban a tocarse o demostrar cariño más allá del necesario, pero impulsivamente Shintaro había optado por abrazar a su hermano mayor y aferrarse a aquel gesto unos segundos, tragándose el ‘gracias’ que pugnaba por salir de su boca.

 

—Nos vemos en las vacaciones semestrales.

 

Ryutaro nunca le devolvió el abrazo, únicamente le contesto con aquellas frías palabras y Shintaro creyó que eso era lo mejor. O todo hubiera sido muy extraño. Dispuesto a ingresar al auto una vez más, Shintaro apretó con fuerza la puerta y decidió girar una vez más hacía su hermano mayor.

 

—Ryu…Shintaro.  Solo ten cuidado con un tipo llamado Kota Yabu, ¿de acuerdo?

—¿Quién es?

—Un tipo de tercero. Último año, es un tanto… Insoportable.

 

Ryutaro no pudo medir muy bien el peso de aquellas palabras, especialmente por que Shintaro al final únicamente subió al auto y este arrancó casi de inmediato. Ajustó el abrigo a su cuerpo y suspiró, esperando no encontrarse con nadie conocido y que la situación de paz que tenía fuera arruinada por tener que fingir ser el desobligado, impulsivo y sociable Morimoto Shintaro.

 

 

 

 

-¿Lo escuchaste? Dicen que Inoo Key se fugó con una tipa seis años mayor a él en las vacaciones.

 

Yuto se había inclinado un poco, observando la expresión de sus amigos, mientras caminaban por los pasillos del instituto. Yuya había soltado una pequeña risita. Kota solo había arreglado su cabello y Daiki había arrugado en el entrecejo antes de rodar los ojos.

 

-Por favor… ¿Inoo? ¿Ese muchacho casi antisocial que no habla con nadie más que con sus patéticos amigos?

-No lo subestimes Daiki, a lo mejor ese aire misterioso llamó la atención de esa mujer. Pero se imaginan, ¿salir con alguien de veintitrés? De seguro una universitaria

 

Yuya empezó a hablar de lo poco emocionante que eso le resultaba, con Kota explicando las razones por las que era mejor pervertir a alguien que ser pervertido a pesar de la inminente oportunidad de aprender cosas nuevas que podían resultar interesantes. Logrando en Yuto risas esporádicas ante la extraña conversación.

 

Conversación, en la que inusualmente, Daiki no quiso estar muy involucrado.

 

Pero justo en el momento en que sus pies se colocaban en la entrada del instituto, aquel auto azul convertible se estacionaba frente a ellos. Key venía conduciendo, con aquellas gafas de sol en el rostro, y una expresión fría que denotaba el poco interés que su presencia le provocaba.

 

Atrás venían Ryosuke y Yuri, conversando animadamente aún sin fijarse en que todos los observaba y que por supuesto los cuatro frente a ellos también se habían detenido un momento para observarlos. No fue hasta que Takaki empezó a bajar los pocos escalones de la entrada cuando finalmente aquellos tres optaron por bajar del auto.

 

Inoo sencillamente continuó con su expresión parca, colocando el seguro al carro y caminando hacía el interior del instituto, pasando entre ellos sin detenerse a mirarlos un segundo. Como si fueran invisibles de repente.

 

Fue Ryosuke quien se ganó la mirada de odio por parte de Takaki, cuando al pasar entre ellos tomó la mano de Chinen y la apretó con fuerza, con la seguridad de saber que no sería rechazado y que Yuri incluso hasta le regalaría una sonrisa.

 

Satisfecho con la mirada que recibió, Ryosuke caminó por el mismo camino que Key hubiera atravesado, suponiendo que justo en ese momento, Kota estaría colocando una mano en el hombro de Yuya, pidiéndole que guardara la calma.

 

E internamente, Chinen disfrutaba también de ese retorcido regocijo.

 

 

 

 

Un par de horas después, Ryutaro miraba satisfecho su habitación.

 

Le había tomado una hora más o menos arreglar todo, pero había sido todavía más difícil no tener que abrir la puerta, colocar una sonrisa y saludar a todo cuanto llegaba para saludarlo e informarle de sabrá Dios que fiesta de bienvenida.

 

Así que en eso, se le habían ido más o menos dos horas.

 

-Lo extraño es que los dichosos amiguitos de Shintaro no hubieran llegado.

 

Murmuró sus palabras cuidadosamente, lanzándose en la cama boca arriba y respirando hondamente debido al cansancio que tenía, pero con una sonrisa en los labios. Cuando escuchó la puerta abrirse se sentó inmediatamente, nadie había osado abrirla sin tocar antes.

 

Y cuando aquel muchacho alto y de cabellos castaños estuvo frente a él, arrugó el entrecejo.

 

-Mira que eres un desconsiderado Shintaro, te hubiera agradecido una sencilla llamada diciendo ‘Kota ya estoy en el internado, ¿nos vemos?’ Tuve que enterarme por otros que ya estabas instalado.

 

Las memorias de Ryutaro se sacudieron velozmente ¿Kota? ¿Él era el Kota Yabu del que su hermano le había advertido? Pronto, descubrió el por qué de esa advertencia, Yabu se escurrió entre sus piernas, arrodillado sobre la cama, demasiado cerca de su rostro y con una sonrisa seductora y sus cabellos oscuros ya algo entreverados con los de ese muchacho.

 

-Te extrañe pequeño Shintaro.

 

Todavía no terminaba de reaccionar a esa extraña cercanía, cuando los labios de aquel muchacho lo tomaron desprevenido y empezaron a apoderarse de su boca con una experiencia abrumante que lo hizo cerrar los ojos y comprimir un gemido que estuvo por escapársele cuando una mano se coló por debajo de su camisa y tocó lascivamente su espalda.

 

Por que estaba experimentando algo tan sensual, que por un instante sus instintos se nublaron, antes de caer en cuenta que aquel que lo besaba voraz y sensualmente. Era un chico, aquel chico que su hermano le había advertido que tuviera cuidado.

 

 

Soy adicto a ti, necesito una dosis.

Te has apoderado de mí. Y  he dejado de ser yo.

 

 

Fin del primer Síntoma.

 

 

 

Primer capítulo! xD

 

Espero que les haya gustado. La canción es de Kelly Clarkson. Addicted.