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La soledad del ángel: capitulo 1


 

La soledad del ángel

 

Capitulo 1: Todos los días, rezo por ti.

 

 

Afuera llovía.

 

Tan fuerte que el solo escuchar de la lluvia golpetear contra las ventanas distraía a cualquiera dentro del salón. Era de esos días que habían amanecido oscuros, con poca luz, en que las nubes se posaban como única vista de ese amplio cielo.

 

De esos días en los que placía vestirse lento y ni siquiera empezar con la rutina diaria.

 

Desde su asiento, en aquel cuarto puesto, junto a la ventana Kibum podía ver distraído el caer de las gotas de lluvia, mientras el patio se enlodaba y los juegos se volvían resbaladizos ante el contacto de la misma lluvia. Ensimismado en aquello, Kibum encontró interesante que el día de hoy no hubiera escrito nada en aquel cuaderno de líneas que su hermano mayor había augurado era el mejor de todos.

 

Acostumbrarse a un nuevo estilo de vida era difícil para todos, y Kibum con apenas ocho años de edad, consideraba incluso demasiado complicado acostumbrarse al hecho de que ahora su ‘hogar’,  era aquel orfanato, que los había acogido a Hyun Joon y a él, luego de aquel fatal accidente meses atrás.

 

Era curioso ver como sus dos tíos, con familias ya formadas habían decidido que viajaban mucho, y los otros simplemente no daban señas de vida. Y entre el abandono y el dolor, ambos habían terminado en aquel orfanato a la salida de la ciudad.

 

Kibum solo tenía a Hyun Joon, era su única familia.

 

Con ocho años de edad, Kibum había entendido que eso era todo lo que necesitaba. El resto dejaba de importar, y perdía sentido en medio de esa maraña de hipocresía a la que alguna vez llamó familia.

 

—¿Kibum?— La voz aterciopelada de aquella mujer de hermosa cabellera que era su profesora de Lenguaje lo hizo salir de su letargo momentáneo, regresando la mirada al salón y viendo a aquella mujer cerca de su rostro. —¿Estás bien? ¿No quieres salir un rato del salón a tomar aire?

 

Le resultaba incluso molesto esa lástima con la que lo miraban, esos tonos de falsa empatía con la que cada adulto lo miraba luego de conocer su triste historia. Kibum había llorado noches enteras, aferrado al cuerpo de su hermano cuando supieron de la muerte de sus padres.

 

Días sin dormir, sin comer. Escuchando la voz de Hyun Joon como único aliciente.

 

Pero pocas personas sabían eso, y Kibum prefería que nadie más se enterara. Por que detestaba la lástima de las demás personas, dibujó entonces una sonrisa en su rostro. Algo débil y contemporánea. De esas que acostumbraba a poner cuando Hyun Joon lo descubría demasiado metido en sus pensamientos.

 

—Estoy bien, solo me distraje un rato. Discúlpeme profesora.

 

La mujer entonces le sonrió, mostrando un par de hoyuelos en las mejillas. Kibum sintió brevemente que aquella sonrisa le recordaba a su madre. La campana sonó sorpresivamente para Kibum, quien ni siquiera se había percatado que el día había acabado tan pronto.

 

—Bueno niños, mañana seguimos con la clase. No olviden hacer su tarea.

 

Entre los muchos cambios que había tenido que afrontar, recoger sus cosas del salón e ir a las habitaciones que compartía con otros niños, era uno de los más difíciles. No se acostumbraba a no poder salir de esas cuatro paredes, y mostrarse como el mejor postulante ante parejas que buscaban ser padres.

 

Llevaba apenas dos meses en aquel lugar, y Kibum quería creer que terminaría por acostumbrarse, que tan solo necesitaba un poco más de tiempo.

 

—Oh, Kibum.— La mujer, que extrañamente casi nunca recordaba su nombre habló un poco alto. Llamando su atención, logrando que se detuviera. –Noté que no escuchaste nada del libro que leí. Sería bueno que te tomaras un poco de tiempo para leerlo, es muy lindo.

 

La pasta café de aquel grueso libro estuvo a su disposición, un poco inseguro. Kibum asintió, tomándolo entre sus manos y acostumbrándose a su peso.

 

—Muchas gracias, profesora.

—Solo cuídalo mucho, ¿de acuerdo?

 

Asintió, en medio de esa atmosfera un poco más cómoda, al notar que la mujer y no lo miraba con lástima o tristeza. Kibum guardó el libro dentro de su pequeña maleta y emprendió el paso fuera de aquel salón, dispuesto a lavarse las manos antes de que la hora del almuerzo llegara.

 

 

 

 

Usualmente, los niños solían ir a jugar al patio, un poco de distracción dentro de ese mundo hostil al que se habían acostumbrado. Pero ese día llovía, y la mayoría prefería quedarse dentro, vagando por los corredores, o intentando idear algo que los sacara de ese aburrimiento.

 

Kibum había optado por sentarse en su cama, aquella litera en la que él ocupaba el lugar de arriba, en aquella habitación que compartía con siete niños más. Había tomado el libro de pasta café y flexionando un poco las rodillas, se había dedicado a empezar a leer. Cuidadosamente de no equivocarse.

 

No era difícil leer, incluso le gustaba. Pero a veces sentía que debía leer cada palabra con sumo cuidado, para no perder el hilo de la historia y poder internarse dentro de ese ambiente que podía transportarte a mundos maravillosos. Su padre amaba leer, y Kibum quería creer que leyendo, podía sentirlo un poco más cerca.

 

—¡Hey, niño lindo! ¿En que te hallas?

 

Hyun Joon apareció sorpresivamente, apenas trepando las escaleras y subiendo a la cama, con una aventurera sonrisa en los labios, y mirando con atención el libro que sostenía.

 

—Joon ya te he dicho que no me digas niño lindo, es odioso.

—Pero si eres un niño lindo.

 

Hyun Joon agarró sus mejillas, estirando un poco de ellas. Y Kibum visiblemente molesto solo golpeó esa mano de su hermano mayor e hizo una mueca de molestia mientras cerraba el libro y sentía el brazo de su hermano pasearse por sus hombros.

 

—¿Por qué estás aquí? El resto de tus amigos andan por los pasillos haciendo enojar a la enfermera.

 

Joon rió divertido, pero Kibum arrugó el entrecejo.

 

—Ellos no son mis amigos, ni siquiera hablo con ellos.

 

Ante la respuesta, el mayor únicamente suspiró. –Kibum, te estás relegando mucho. Deberías juntarte más con alguien aparte de mí.

—No me interesan todos son o muy infantiles, o muy agresivos.

 

La mano de Hyun Joon pronto estuvo acariciando las hebras del cabello de Kibum, de ese espeso cabello azabache que todavía tenía esos tonos de suavidad que placía envolver los dedos en él y perderse entre ese pequeño momento de relajación.

 

Inconsciente del momento en que lo hizo, Kibum se apoyó en el pecho de su hermano, cerró los ojos y dejó que continuara haciendo aquello tan agradable. Una pequeña sonrisa surcó a sus labios, de esas pocas que últimamente lo habían abandonado.

 

Y el libro de pasta café rodó de sus piernas a las sábanas.

 

Afuera llovía, pero Kibum había encontrado su momento de ser feliz.

 

 

 

 

—¡Lo han traído de vuelta!

 

Kibum escuchó el grito dentro de sus sueños, arrugó un poco la nariz e incluso movió su rostro sobre la almohada bajo su rostro. Arropado con la fina sábana y con su respiración pausada.

 

—¿En serio? ¿Cómo? ¿Quién lo trajo?

—¡No lo sabemos! Está con la directora justo ahora.

 

Cuando escuchó los pasos apresurados de sus compañeros de habitación saliendo de ahí, pesadamente Kibum abrió los ojos. Notando que el libro reposaba a un lado de su angosta cama, y que aún llovía. Hyun Joon seguramente se había marchado hace mucho.

 

Buscó por instinto el reloj en la pared. Eran las cinco y algo más de la tarde, había dormido varias horas, quizá más de las necesarias, limpió un poco sus ojos y las risas que se escuchaban desde el patio lo hizo girar hacía la ventana, pero era difícil ver desde ahí.

 

Cuando bajó y logró asomarse pudo ver a su hermano mayor jugando bajo la lluvia, junto a sus amigos un partido de soccer, una sonrisa iluminó su rostro. Hyun Joon siempre parecía estar repleto de vida. Decidió que quería mirarlo un poco más de cerca y se colocó los zapatos, dispuesto a al menos asomarse desde la puerta.

 

Corrió lo mejor que pudo, con sus pasos alertando a los que pudieran estar cerca, y la cantidad de gente acumulada en dirección lo hizo detenerse. Trató de abrirse paso entre las niñas y niños que había, pero todos parecían entretenidos esperando por que la puerta volviera a abrirse.

 

—….Y no quiero volver a tener esta charla contigo, Soohyun. Por favor. Ya tienes once años, debes entender que no ganas nada escapando de aquí, estudia para que cuando cumplas dieciséis puedas salir a un lugar mejor.

 

La mirada de Kibum se perdió por un momento en aquel muchacho que salía de dirección, su cabello alborotado y aún empapado por la lluvia, el rostro severo de la directora. Enmarcado por un pequeño tono maternal que casi podía pasar desapercibido.

 

Pero Soohyun solo miraba a cualquier otro lugar que no fuera la mujer vestida con aquel elegante traje. Rendida, la directora solamente movió negativamente su cabeza y suspiró.

 

—Puedes marcharte a tu habitación, estarás más vigilado que antes Soohyun. Así que por favor compórtate. Y deja de causar tantos problemas.

 

Soohyun exhaló, con su mirada perdida aún en cualquier otro lugar, cuando la puerta de dirección volvió a cerrarse, todo ese cúmulo de niños que había fuera, se aproximó a Soohyun, rodeándolo de preguntas, de expectativas. Preguntándole como habían sido estos tres meses fuera del orfanato. Del por qué se había dejado agarrar luego de su estupenda fuga.

 

Brevemente, Kibum se encontró con esos ojos, esa mirada adyacente que de repente no se despegó de la suya. Como si el tiempo se hubiera detenido en un momento que fue extraño para ambos, Soohyun rodeado de gente y él sencillamente intrigado por esos ojos que nunca había visto, pero que lo habían anclado ahí.

 

—Kibum, ¿cuándo despertaste?

 

Las ropas húmedas de Hyun Joon lo tomaron por sorpresa, su hermano pegándose a él, y pasando otra vez su brazo por encima de sus hombros, como fiel costumbre se le venía haciendo, llevando a un lado de su cuerpo aquel balón con el que jugaban hace un par de minutos.

 

—Hace poco, planeaba verte jugar.

—Pues llegas muy tarde, niño. Dormiste mucho tiempo.

 

Kibum se perdió entre la conversación con su hermano, en esa sonrisa y esa alegría que siempre lograba transmitirle, entre las bromas tontas de los amigos de su hermano. Esa admiración que se colaba con fuerza en su piel, y que lograba que mirar a su hermano, fuera lo único necesario en su vida.

 

 

 

 

—Dicen que está en este orfanato desde que era un bebé, al igual que muchos de aquí.

 

Yoochun, uno de los amigos de su hermano, comentó sin problemas, mientras miraba discretamente al muchacho en la mesa siguiente frente a ellos. Hyun Joon pareció prestar atención, levantando la mirada mientras llenaba su boca de comida. Pero Yunho solo bebió un poco de agua, del otro lado de Yoochun.

 

—Pero es un problemático, vive escapándose del orfanato. Y siempre lo regresan.

 

Kibum miró a su hermano, Hyun Joon había dejado de comer, como si analizara sus palabras  con cuidado.

 

—Pues más bien es un tonto, si yo lograra escaparme de aquí, jamás dejaría que me regresaran.

 

Yunho levantó un poco los hombros. Desentendiéndose del tema. Particularmente Kibum se sentía más cómodo con aquellos amigos de Hyun Joon que compartían la misma edad de su hermano. Con sus ocho años de edad, Kibum lograba sociabilizar mejor con aquellos de doce años que ahora habían decidido hablar sobre el partido de Corea que sería en unos días.

 

Miró a la siguiente mesa, allí donde el tal Soohyun reía a viva voz debido a la atención prestada. A las historias contadas durante su ausencia, Kibum llevó un poco de verduras a su boca y suspiró. Regresando su atención a la mesa donde él se encontraba. Con una pequeña sonrisa en los labios, principalmente por ver a su hermano tan feliz.

 

 

 

 

—¡Kibum, despierta!

 

La voz de su hermano se escuchó demasiado cerca, con un poco de dificultad, Kibum logró abrir los ojos y enfocarlo, en medio de esa oscuridad abrumante. Arrugó el entrecejo, un poco confundido y despistado aún. El silencio dentro de la habitación, era la señal fiel de que todos dormían, y Hyun Joon junto a él le pedía que guardara silencio.

 

—Hermano, ¿qué sucede?

—Guarda silencio Kibum, agarra lo que puedas. Tenemos que irnos.

 

Los ojos del menor se abrieron, en medio de la sorpresa y la anticipación.

 

—¿Irnos, a dónde?

—Lejos de aquí. No quiero estar en este lugar un día más.

 

Fue como si de pronto todo perdiera perspectiva, Hyun Joon estaba guardando en una pequeña maleta sus pertenencias, lo más rápido que podía, Kibum apenas podía ver, la mochila que su hermano ya llevaba a su espalda y la que ahora armaba con las pertenencias de él.

 

¿Escaparse?

¿Cómo?

¿Cuándo había empezado a planear todo esto?

 

—¡Vamos!

 

La mano de Hyun Joon se cerró sobre su brazo, y Kibum apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sus pies tocaron el suelo. Velozmente Hyun Joon se encargó de colocarle los zapatos y amarrar las agujetas. Un poco perdido aún, Kibum solo lo observaba, estupefacto y afectado por la velocidad en la que todo ocurría.

 

—¡Joon, apresúrate!

 

Yunho apareció en la puerta de la habitación, sin hacer demasiado ruido agitando su mano en señal de que se acercaran. Kibum recordó el libro, aquel libro que había empezado a leer. Intentó girar para tomarlo, se encontraba debajo del colchón, pero Hyun Joon solo agarró su brazo con más fuerza.

 

—¿A dónde vas? Ya no hay tiempo.

—Pero…

—Salgamos de aquí, Kibum.

 

Sus cejas se juntaron, apenado, mientras salía de la habitación, de la mano de Hyun  Joon viendo su cama vacía donde el libro permanecía escondido. Sin que el resto de sus compañeros se percatara de la salida.

 

 

 

 

Los pasillos a oscuras del orfanato se habían convertido en una imagen aterradora. Kibum apenas podía identificar algo, solamente se dejaba guiar por la mano de su hermano, que junto a Yunho avanzaban por los vacíos, procurando hacer el menor ruido posible.

 

—Yoochun ya nos está esperando en el  muro, hay que salir cuanto antes.

 

Joon asintió, mirando a Yunho con determinación mientras seguían avanzando. Kibum miró con preocupación a su hermano, pero él solo le sonrió inyectándole un poco de confianza.

 

—Tranquilo, Kibum. Todo va a salir bien.

 

Kibum asintió, apretando la mano de su hermano mayor con fuerza. Caminando junto a él, con un poco de dificultad ante los pasos grandes que los dos mayores daban. En algún momento, dentro de la oscuridad, Kibum pudo empezar a ver por donde andaba, reconocer los pasillos y ser lo suficientemente hábil como los otros dos.

 

Cuando salieron, el patio se encontraba lleno de lodo. Las lluvias lo habían afectado por completo, y tanto los zapatos como la ropa se vieron afectados también. A lo lejos junto a uno de los grandes muro se encontraba Yoochun, Kibum incluso pudo identificar la parte superior de ese muro, donde la cerca eléctrica había sido doblegada.

 

Sus ojos se abrieron con fuerza, con razón no habían sonado las alarmas y no había una sola luz en el orfanato, pasando el efecto desapercibido al ser tan altas horas en la noche. Habían eliminado la energía eléctrica en el lugar.

 

—¡Apresúrense!

 

Ahora fue Yoochun el que agitó sus manos, mirando de un lado a otro. Unas cuantas cajas amontonadas en la pared fue el indicativo para que Kibum apretara la mano de su hermano con más fuerza. Yoochun trepó las cajas sin problemas. Valiéndose de sus brazos para sostenerse de la pared y poder traspasarla.

 

Yunho fue solo un poco más ágil. Saltó lo más rápido que pudo y mientras él mayor brincaba, Kibum escuchó unos pasos apurados sobre la madera del interior del orfanato.

 

—¡Han arrancado los fusibles! ¡Vigila que todos se encuentren en sus habitaciones!

 

Hyun Joon también giró, con su pulso acelerado, y lanzando las maletas sobre el muro, Kibum de inmediato se soltó, negando fuertemente con la cabeza.

 

—No, hermano. Nos vamos a meter en problemas.

—Kibum no me hagas esto ahora, vamos.

 

El mayor lo sostuvo por el brazo, pero Kibum solo se sacudió, nervioso prendado de esa mirada repleta de desesperación por pate de Joon.

 

—¡Que no!

—¡¡Hay niños en el patio!!

 

El grito de la mujer lo alertó por completo. Hyun Joon trepó las cajas. Manteniéndose con una habilidad casi sorprendente sobre el borde del muro, con su mano estirada hacía abajo. Mirando a su hermano que solo parecía asustado en ese instante.

 

—Vamos Kibum, toma mi mano.

 

Muchas ideas cruzaron por la cabeza del menor en ese instante, ninguna que le diera un buen resultado. Y al escuchar más pasos alrededor, solo pudo pensar en que seguiría ciegamente a su hermano. Y saltó las cajas. Pero su cuerpo pequeño no logró alcanzar la mano que el mayor mantenía estirada.

 

—¡No alcanzo Joon!

—Intenta saltar Kibum, rápido, ya vienen.

 

Kibum obedeció, empezó a saltar lo mejor que pudo, pero el lodo en sus zapatos lo hizo resbalar, una de las cajas se desdobló. Y su cuerpo se alejó unos centímetros más de la mano de Hyun Joon, la desesperación lo recorrió en ese instante, saltaba por tomar esa mano, por volver a sentir la calidez que solo su hermano podía transmitirle. Saltaba por esa gota de vida que le quedaba.

 

—¡Kibum, salta un poco más!

 

Hyun Joon se agachó, lo más que pudo, estirando su cuerpo, casi perdiendo el equilibrio, escuchando también los gritos alarmados de sus amigos que le decían que incluso escuchaban las sirenas de la policía que empezaba a alertar al vecindario entero.

 

—¡¡Kibum toma mi mano, por favor!!

 

Y el último salto ocurrió, Kibum saltó lo más fuerte que sus piernas se lo permitieron, rozando apenas la punta de los dedos de Hyun Joon, y fue el último roce, la última caricia de sus pieles que pudo experimentar, por que al caer, su cintura fue apresada por uno de los guardias; impidiendo su huída.

 

—¡Tengo a uno de ellos!

 

Kibum se sacudió con horror, viendo la mirada de desesperación de su hermano, las luces empezaron a encenderse y la sirena de la policía se escuchaba cada vez más cerca. Todo ocurrió demasiado rápido para Kibum, en un momento mordía el brazo de aquel hombre para que lo soltara, sin surtir efecto siquiera.

 

Entonces se había sacudido con vehemencia, cerrando los ojos con fuerza. Gritando que lo dejaran alcanzar a su hermano, y un breve instante en que sus ojos se abrieron. Hyun Joon ya no estaba ahí, ni en el muro, ni dentro del orfanato siquiera.

 

La luz del lugar lastimó un poco sus ojos y la sirena empezó a ser molesta a sus oídos, seguramente la patrulla ya se había estacionado fuera del lugar. Kibum sintió su respiración agitada, sus ojos empezar a llenarse de lágrimas. Y su pulso acelerado marcó el ardor en su garganta ante su enloquecido grito.

 

—¡¡Hyun Joon!!

 

Pero su hermano mayor, no volvió a aparecer.

 

 

Fin Capitulo Uno.

 

 

 

 

Bueno ahora si, como sabrán Kim Hyun Joon, de SS501, es el hermano mayor de Kibum. Y si no lo sabían, ahí les dejo el dato. ;D

 

Estamos apenas empezando con el fanfic, estoy emocionada con la idea, que irá de a poco subiendo de tono. Dejen que crezcan un poco más. Mientras tanto espero que este primer capitulo de introducción les haya gustado. Alejandra suele ser muy exigente con lo que lee, y ya que este fic es para ella, ¡me estresa! Jajaja, mentira amiga de mi alma, tu sabes que te amo, asi que espero que te haya gustado, y si no te jodes.. por que igual lo voy a seguir… xD

 

Bueno, ahora si un beso con todas, y nos vemos en la actu de la noche.

 

Por cierto, como dato adicional el titulo del capitulo es una frase de la canción Everyday, obviamente de UKISS.  Nos vemos~

 

 


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Retazos de Amor


Retazos de Amor

 

 

El amor es un poco más.

A veces amar es un deseo tan fuerte e intenso que deseas quedarte a vivir envuelto en él.

Pero el amor es peligroso, como el más vil de los sentimientos, es tan poderoso que puede volverse en tu contra.

¿Has llorado por amor alguna vez?

Ese amor que se escapa de las manos.

Con espacios de paciencias, y los retazos de un alma enamorada.

A ti que no has sentido el amor, encontrarlo a él, fue lo más sublime que te pudo haber pasado.

Por que él, si conocía el significado del verdadero amor.

…Y eso solo dolía un poco más…

{{ ~ YunJae ~}}

~ Capitulos ~

Primera Parte: Un corazón enamorado.

Segunda ParteEl reflejo de unos ojos apasionados.

Sé que incluso deben estar esperando alguna de mis actualizaciones, pero necesitaba escribir esto. Una pequeña liberación y algo que venía rondando en mi cabeza desde hace un par de días. No tengo más explicaciones, sencillamente necesitaba escribirlo… 🙂

 

Les advierto, antes de que empecen a leer, que no se tratara de una historia de amor muy normal que digamos, incluso podía clasificarlo dentro de Angst; espero que disfruten de esta nueva lectura.

 

La primera parte la subo en una media hora más o menos…~

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Precedentes: tercer sintoma


 

 

Precedentes de una Adicción no Controlada

Rechazo con sabor a traición

Tercer Síntoma

 

 

 

 

 

Deshazte de esas palabras inútiles, tus excepcionales historias, tú amor egoísta.

Las mentiras repetidas arrójalas a la basura. Y llévate también esas lágrimas de odio y pasión.

 

 

 

 

 

Vodka, whisky, cerveza…

 

Y sabrá Dios que otra bebida más, Daiki había roto la regla esencial de beber durante una fiesta. Mezclas indiscriminadas sin aparente control, solo lo emborrachaban con más facilidad de la debida y poco a poco había empezado a sentir que todo el mundo le daba vueltas.

 

Las risas y conversaciones de los demás se escuchaban a lo lejos en un panorama diferente al suyo. Y cuando vio a Kei en el balcón, fumando aquel cigarrillo entre sus manos, la sola visión le resultó extremadamente sexy, colmando sus emociones y lo aficionado que le parecía el hecho de que alguien como Inoo le pareciera tan inalcanzable.

 

Aunque nadie, fuera inalcanzable para él.

 

Entonces caminó. Lo más firme que pudo directo a ese balcón, dispuesto a decirle lo que pasaba exactamente por su cabeza “Hey chico, sexy. ¿Por qué me ignoras? ¿No ves que soy sexy también? Las personas como nosotros solo podemos estar en un lugar, en medio de las sabanas en alguna habitación”

 

Si, en ese preciso instante, decir aquello no soltaba tan mal. Pero como casi siempre Inoo se le escapó de las manos, de pronto entre la multitud que había lo perdió de vista un segundo y ya no estaba, su vista se había nublado, confundido con lo que pasaba.

 

Pero Kei no estaba lejos, apenas y se abría paso entre la gente contestando una llamada en su celular. Y la sonrisas vacilante en los labios de Daiki no se hizo esperar, y lo siguió.

 

No tenía ni la menor idea de hacía donde iba, solo seguía a Kei mientras avanzaba por los pasillos hasta salir del edificio, gritando que no escuchaba y que hablaran más fuerte. Él seguía mareado con la firme convicción de alcanzarlo y decirle aquella preparada frase.

 

Pero cuando Kei bufó molesto, cortando la llamada y guardando el celular, Arioka se detuvo, de pronto ya no le parecía tan buena idea. Sin embargo Kei lo miró, con sus ojos grandes y esa mirada intensa que por primera vez lo captaba, haciendo sentir a Daiki como un vil entrometido.

 

—¿Me estás siguiendo?

—Si, tenía algo que decirte… pero ya no recuerdo que era.

 

Sus expresiones debieron ser muy absurdas, por que Inoo incluso sonrió, levemente mientras desviaba la mirada.

 

—No me gusta que me sigan, no lo vuelvas a hacer.

—¡Oh, si ya recordé!

 

El grito de Daiki sonó con fuerza, mientras estiraba los brazos hacía arriba, entusiasmado con aquella sonrisa bobalicona en los labios.

 

—¿El qué?

—Lo que iba a decirte: Tú eres sexy, yo soy sexy. Seamos sexy juntos.

 

De pronto Inoo se vio acorralado contra la pared del edificio, con las manos de Arioka a un lado de su cabeza y con su aliento a licor muy cerca de su rostro. Él abrió los ojos un poco más de lo debido, en especial por que Daiki era más bajo que él y aún así tenía la seguridad para acorralarlo de una forma.

 

—Aléjate…

 

Daiki lo sintió, no era ningún tonto. La sorpresa, hizo a Inoo temblar descaradamente, un poco, a pesar de que sus palabras sonaban seguras. Y una sonrisa bailó en sus labios, acercando sus labios a los de él, era un aroma extraño a licor y cigarrillo el que los envolvía.

 

A Daiki no le gustaba besar unos labios que supieran a nicotina, pero justamente esos labios que ahora se posaban frente a su cara, se veían demasiado incitantes como para ignorarlos así como así.

 

—¿Estás sordo? He dicho que te alejes.

 

Y antes de que pudiera lograrlo; Inoo colocó las manos en el pecho de Daiki, haciéndolo retroceder torpemente hasta que su espalda chocó contra la otra pared. Exhalando un poco de aire durante el frío de esa noche.

 

—Eres un ser extraño Inoo, ¿sabes cuantos adorarían tenerme en este estado?

—¿Borracho a morir? No gracias, yo paso.

—Eres pretencioso, crees que vales más de lo que en realidad mereces.

 

Y Kei descubrió un desprecio instantáneo ante aquel muchacho de cabellera alborotada que ahora lo miraba sonriente. Pujante de provocarlo a como diera lugar, y Kei tenía que admitir que lo estaba logrando, por que ahora sentía deseo, aunque fuera deseo por romperle la cara, pero deseo al fin y al cabo.

 

—¿Y tú que te crees Arioka? Es la primera vez que hablamos, no debería permitirte ni siquiera hablarme.

—¿Arioka? ¿Y cómo es que sabes mi apellido, oh gran príncipe de las alturas?

 

Inoo frunció el ceño. Molesto y corriendo el riesgo de perder la poca paciencia que le quedaba si Arioka seguía abriendo la boca. Afortunadamente su celular volvió a sonar, e Inoo pensó que todo sería un poco más fácil si se alejaba entreteniéndose en cualquier otra cosa que no fuera ese muchacho.

 

Pero Daiki parecía inspirado en joderle la existencia, por que agarró su celular y lo guardó en su bolsillo. Inoo apretó los puños, molesto por no haber reaccionado a tiempo cuando Daiki le quitara el celular de las manos.

 

—¿Qué pretendes? Ve a molestar a alguno en la fiesta, a mi déjame en paz.

—Un beso a cambio de tú celular.

 

E Inoo soltó una risa, pasando una mano por su cabello ante la sonrisa suficiente en el rostro de Daiki mientras se apoyaba en la pared. Seguro de sus palabras y aquella imagen que proyectaba con la camisa abierta en los primeros botones, aquella camisa blanca que Inoo apenas notaba.

 

—¿Por qué quieres un beso?

—Me intrigas, hay algo en ti que me dice que no puedo terminar el instituto sin haberte besado. Tus labios, me gustan.

 

Algo le decía que ese descaro para hablar en Arioka no solo era producto de licor, sino parte de su extravagante personalidad también, pero se mantuvo reacio a creer en ello. Y solo rascó un poco su nuca.

 

—Devuélveme el celular.

—¿Vas a besarme?

—¡NO!

 

Y ahora fue el turno de Daiki para reír, divertido con las expresiones que el rostro de Inoo le mostraban cada tanto. Empezando a creer seriamente ese rumor de que Inoo salía con una mujer mayor, siendo enteramente heterosexual. Y la sola idea, solo provocó más sus ganas por besarlo.

 

—Oh, mira… están llamando de nuevo.

 

Sacó el celular de su bolsillo, mostrándole a Kei el nombre que él no había alcanzado a leer pero que hacía encender las luces del celular, y aquella llamada pareció ser importante por que el altivo Inoo incluso se lanzó contra él, aunque Daiki lo hubiera esquivado rápidamente.

 

—¡Dame el celular!

—Dame un beso entonces.

 

Kei parecía exasperarse, pasó una mano por su cabello y finalmente, con un movimiento veloz y fuerte agarró a Daiki por el rostro, levantándolo un poco, acercando sus rostros lo suficiente como para que sus labios se rozaran y su valentía llegó hasta ahí.

 

Por primera vez sintió el aroma de Arioka, esa fragancia extraña que seguramente provenía de algún perfume extremadamente caro. Y su aliento que golpeaba contra la cara, recién entonces pudo darse cuenta de las facciones ligeramente aniñadas que el menor aún poseía.

 

—¿Lo sabes, Inoo?

—¿El qué?

 

Los susurros entre ellos morían en palabras apenas pronunciadas. Tan bajas que Inoo por un momento se perdió en los labios de ese muchacho. Aún tocando su piel. De ese rostro extrañamente suave.

 

—Cada vez que alguien me besa, termina enamorándose de mí.

 

Iba a refutar aquello, pero antes de hacerlo, las manos de Arioka se deslizaron por su espalda, apretándolo un poco más contra su cuerpo, juntando sus labios y contrario a lo que esperaba entre el licor y el tabaco que podían comandar el sabor del beso, Inoo se perdió.

 

Por que esos labios eran algo sublime, un contacto delicado que parecía casi no existir, que lo hizo cerrar los ojos, y apretar esos labios con fuerza. Con un latido extraño proveniente de su pecho. Y fue Daiki quien comenzó a mover los labios con más intensidad, con pasión recorriendo cada uno de sus sentidos.

 

Esas manos que se paseaban apenas por su espalda y que agarraban con fuerza su camisa, en medio de ese frío enloquecedor, Inoo de pronto sintió el calor, corría por sus venas y se calaba entre su piel. Hasta el punto de pegar el cuerpo de Daiki un poco más contra la pared y su cuerpo.

 

—¡Hey! Ustedes dos, ¡¿qué están haciendo?!

 

La luz de una linterna los iluminó de improviso, cegando un poco a Daiki y haciendo reaccionar a Inoo del letargo en el que se había visto envuelto de inmediato.

 

—¡Arioka, Inoo! ¡Muévanse a sus dormitorios! AHORA.

 

 

 

 

Oh, Daiki quería morir.

 

Los recuerdos empezaban a llegar patéticamente a él, mientras el director seguía con su eterno regaño sobre la conducta inapropiada y lo mucho que le gustaría echarlos del internado. Le dolía la cabeza, mucho, y los otros chicos a su alrededor, entre ellos sus amigos, no parecían estar mejor.

 

Divisó a Inoo, sentado varios asientos más lejos de él, y quiso morir con más fuerza. ¿Cómo se había rebajado a rogarle por un beso a Inoo? Que si sus amigos se enteraban iban a joderlo con aquello toda la vida.

 

¿Qué maldito ente lo había poseído para pedir un beso a cambio del celular?

 

Lo poco que recordaba luego de eso, es haberse visto escoltado hasta su habitación, cayó en la cama y durmió hasta que el profesor hasta hace unos pocos minutos fue a levantarlo. El director no dejaba de gritar y el dolor de cabeza solo aumentaba.

 

En serio, moriría de sobredosis de alcohol, o de la poca dignidad que le quedaba.

 

 

 

 

 

—¡Esto es estúpido! ¿Por qué tengo que hacer algo tan vergonzoso como esto?

 

Yamada pateó con fuerza la cubeta a sus pies, Chinen a su lado solo rodó los ojos.

 

—Mira, Ryosuke cállate, que es esto o expulsión. Suficiente ya tengo con todo lo que me han de decir mis padres cuando el director los llame.

—Y a todas estas, Chinen.— Ryosuke pronto cambió su mirada por una fija, y profunda que logró incomodar al menor a su lado. —¿Qué hacías ayer encerrado en la habitación con Takaki?

 

Un poco más calmo, Yuri sonrió, ladinamente, retomando su trabajo de trapear el suelo a sus pies. Sin ningún tipo de problema, como si supiera hacerlo en realidad, desde hace ya un vago tiempo.

 

—No mucho en realidad, solo jugaba con él.

—¿Los dos solos, dentro de una habitación?

 

Ryosuke lo había tomado por el brazo, haciéndolo soltar la escoba y buscando que lo mirara una vez más.

 

—Tú eres mi amigo, Chinen. No se te ocurra traicionarme involucrándote con ese sujeto.

—Es curioso, que me reclames más por el de ser tu amigo, que por que estemos saliendo.

—Eso es solo para fastidiar a Takaki, sabes bien que no salimos.

 

Yuri planteó una sonrisa, una de esas descaradas que usualmente nadie más que Ryosuke presenciaba, colocó una mano en la mejilla de Yamada y besó cortamente sus labios.

 

—Si, lo sé Ryosuke. Así que deja de fastidiar y ponte a limpiar.

 

Cuando Yuri se agachó para tomar la escoba una vez más, Yamada recordó que tenían que encargarse de la limpieza de todo ese piso en los dormitorios. Y rezongó.

 

—Tengo empleados, muchos empleados que hacen este trabajo por mí en mi casa, ¿por qué debo hacerlo yo?

—Por que es parte del castigo, y deja de quejarte por que no voy a hacer este trabajo yo solo.

 

Ryosuke torció un poco la boca, molesto aún. Y mirando los pasillos que ahora más que nunca se le hacían interminables, estaba ahí. Con la mirada fija y la suficiente resaca como para tener ánimos de hacer algo, y sin embargo a Chinen eso parecía no molestarle.

 

A veces, Ryosuke pensaba que le faltaba ese poquito, casi escaso nivel de madurez que a Yuri parecía tener. Por que generalmente a Ryosuke, no le gustaba pagar por sus faltas.

 

 

 

 

—Solo digo que es idiota, tener que pelearse por algo y no recordar el por qué.

 

Keito arrugó un poco la nariz, en una mueca singular mientras Hikaru limpiaba suavemente la comisura de sus labios que no se veía también. Le dolía incluso un poco el lado derecho de su torso, pero eso era algo que suponía, un poco de pomada solucionaría.

 

—No suelo pelearme por absurdos, así que seguramente Nakajima fue el culpable.

 

Hikaru lo miró atentamente, como no terminando de creerse aquella burda excusa que le sabía a mentira pero Keito pareció inmune. Dejándose curar por las manos de su amigo.

 

—Entonces definitivamente, ¿no recuerdas nada de la pelea?

—Ya te dije que no.

 

Cuando Hikaru aparentemente terminó, soltando un pequeño suspiro y sentándose a su lado, Keito por un breve instante sintió que le ocultaba algo, por que había apretado sus manos visiblemente confuso de seguir hablando.

 

—¿Hikaru?

—¿Eh?

 

Y esos ojos lo habían mirado directo, desprovisto de cualquier nivel de duda, que le hizo creer a Keito que estaba imaginando cosas.

 

—Nada… solo estoy un poco mareado todavía, creo.

—Respira profundo. O no soportaras el día de hoy.

 

Keito asintió, levantando un poco la mirada. Ambos sentados en aquel pasillo. Divisando apenas al hermano gemelo de Shintaro parado frente al ventanal al final del pasillo, muy metido en sus pensamientos como para prestarle atención.

 

—¿Qué crees que le suceda?

—No lo sé, Hikaru. Él no es como Shintaro que dice todo lo que le pasa por la cabeza.

 

Y si Ryutaro pretendía no escuchar esas voces a unos metros de él, le resultó imposible. Pero casi de inmediato decidió opacar la voz de su cabeza que le imploraba por que le gritara a esos dos que lo ignoraran. Por que justo en ese instante luchaba contra su memoria para poder canalizar al menos un poco de lo que había pasado la noche anterior.

 

Solo podía medio recordar que de pronto todo se movía vertiginosamente de un lado a otro, Yabu se había acercado diciéndole un para de cosas al oído y luego cuando él había girado, Kota había empezado a reprocharle por que hubiera bebido tanto, siendo que hace mucho no estaban juntos y no le placía hacerlo cuando estaba tan borracho.

 

Algo más había pasado, pero Ryutaro no recordaba qué exactamente. Luego simplemente sus sentidos se habían nublado viendo la camisa color vino de el mayor, los primeros botones abiertos y lo sexy que de pronto lo había encontrado, con el entrecejo arrugado, muy molesto al parecer.

 

Luego había rememorado los besos, lo bien que aquel muchacho besaba y lo sofocaba con un abrazo. De pronto aquello que le había provocado fastidio en la mañana lo había sentido necesario, con tal solo verlo. Había un beso de por medio y luego todo volvía a estar igual de mezclado.

 

Ryutaro seguía divagando, sin terminar de recuperar sus recuerdos debidamente.

 

Kota pasaba por el angosto camino en la planta baja, apenas pudo distinguir su cabello mientras caminaba junto a Inoo escoltados ambos por un profesor seguramente hacía su propio castigo. Y le resultaba un poco inverosímil su comportamiento de la noche anterior, entonces sacudió sus cabellos un poco molesto con todo aquello.

 

—Bien, Okamoto y Yaotome acompáñenme. Morimoto y Takaki se encargaran de este piso ustedes del de abajo.  Así que para ser más específicos, ustedes estarán encargados de este edificio.

 

El hombre, con expresión acentuada y seria, miró la pequeña carpeta en sus manos. Haciéndole pequeños gestos con la mano a los otros dos para que lo siguieran y el muchacho alto, que Ryosuke apenas recordaba en la fiesta de ayer bufó con molestia en cuanto estuvieron solos.

 

—¿Shintaro, cierto?

 

Y recordó, que supuestamente él no era Morimoto Ryutaro, él de conducto excepcional y una buena fama que lo precedía, por que incluso el mismo Yuya torció un poco sus gestos.

 

—Si.

—Pues no tienes muy buena fama que digamos.

 

Ryutaro acalló un ‘Lo sé’ que pugnaba, pero solo rodó los ojos, empezando a tomar la cubeta con agua que estaba cerca de los pies del mayor.

 

—¿Es cierto?

—¿El qué?

—¿Saliste con Chinen por un tiempo?

 

Y de pronto se encontraba en una encrucijada, recordaba vagamente que algo le habían dicho la noche anterior sobre eso. E incluso recordaba al mismo Chinen colgándose de su cuello apenas llegara, pero no podría abducir algo netamente real.

 

—No… solo somos algo así como amigos.

 

Takaki no pareció creerle demasiado, aunque si pareció conforme con la respuesta. Y empezó a tomar la escoba entre sus manos, el resto de los minutos que siguieron, fueron un constante silencio. Que extrañamente no fue incómodo, pero Ryutaro lo agradeció, por que la cabeza la seguía doliendo horrores.

 

 

 

 

Era exasperante.

 

Daiki en verdad empezaba a molestarse. Yuto no hacía otra cosa que mirarse en el espejo e insultar cada tres palabras a Okamoto, por haberse atrevido a golpearlo en la cara y dejarle aquel morado en la mejilla y el labio partido.

 

—Soy modelo, mi rostro es mi imagen, ¿qué voy a hacer si de aquí a mañana me llaman para un anuncio?

—Pues rechazarlo y mientras tanto ayudarme a limpiar, ¡mueve el trasero Yuto que no voy a limpiar todo esto yo solo!

 

Por supuesto, Yuto de inmediato lo miró fijamente, de aquella manera que en cualquier momento hubiera hecho que Daiki rodara los ojos por su impertinencia, pero justo ahora estaba lo suficiente molesto con el castigo y frustrado con su escenita ante Inoo la noche de ayer como para soportar esos arranques de ‘Yo soy más importante que este estúpido internado’

 

—¿Qué sucede Daiki, Inoo no supo cumplir tus expectativas?

—Eso no es de tu incumbencia, y si quieres detalles gustoso te los puedo dar, pero no te van a gustar.

 

Daiki no pretendía provocar a Yuto, claro que no, pero estaba tan acostumbrado que sus peleas murieran antes de empezar con un buen ataque de besos salvajes, que quizá esa era la razón por que casi nunca peleaban, y tal vez eso lo había hecho abrir la boca imprudentemente.

 

—¿Ah, si? ¿Y es que Inoo Kei el príncipe ese de verdad bajó de su trono a tus pies?

 

Sonrió, descaradamente, de tal forma que Yuto no pudiera refutar lo evidente.

 

—¿Insinúas que yo no estoy a su altura?

—Insinúo que tu yo sabemos perfectamente que somos algo así como lo terrenal, con experiencia incitante, algo que alguien como ese disque príncipe no está dispuesto a aceptar.

 

—Soy terrenal, algo así como lo más cercano al infierno.

 

—Exacto, él esta en las alturas, y tú eres pecado Daiki. Alguien como Inoo se casara tendrá mocosos desagradables y seguirá las empresas de su familia. Alguien como él antepone a su destino predestinado desde antes de ser concebido a alguien como tú, alguien como él no pondría en riesgo su futuro por ti.

 

Y el fuero interno de Daiki rebosó en rabia, su orgullo maltratado ante las palabras de Yuto que solo se apoyaba en la escoba en sus manos con la expresión más tranquila que tenía, como si tan solo estuviera diciendo la verdad.

 

—Pues ayer Inoo pecó ayer entonces, por que justo ayer cuando nos encontraron estábamos besándonos cual desesperados.

 

Yuto por un momento borró la sonrisa en sus labios, luego cual temperamento de él mismo, sonrió tentativamente, acercándose lentamente a él, hasta que su espalda chocó contra la pared y Nakajima de inmediato colocó una mano en la pared, juntando sus rostros.

 

—No te confundas Daiki, tú para él solo serás su sucio secreto.

 

Esas palabras calaron dentro, sin repercusiones en este instante, pero quedaron guardadas, hasta el instante en que Yuto acortó las distancias y besó sus labios, en medio del mismo jueguito de eliminar las ínfulas de seguir con la discusión y borrarla a punta de sus labios jugando a llevar el poder.

 

Daiki sabía que mucho de eso era verdad, pero saber que podía tener en sus manos a Inoo, ser capaz de corromper al correcto Kei le sabía tan exquisito, que por ese momento no pensó demasiado, y ajustó sus brazos al cuello de Yuto, solo eso y nada más.

 

 

 

 

Ryutaro se lanzó cansado contra la cama.

 

Sin demasiadas fuerzas luego de su rápida ducha al final de su jornada de castigo, que se cumpliría al parecer saltando un día por las próximas cuatro semanas. Más la obvia llamada a sus padres. Y él que le había advertido a su hermano que no se metiera en problemas, ahora al parecer Shintaro tendría una mirada de superioridad cuando se encontraran.

 

Pero justo ahora, Ryutaro estaba lo suficientemente cansado como para reprocharse algo. Cerró los ojos brevemente. Solo un instante, mientras daban las seis de la tarde y poder bajar a cenar, aunque aún faltaran dos horas para ello.

 

Pronto Ryutaro se encontró cayendo en la inconsciencia sin alcanzar a arroparse o al menos poner una cabeza sobre la almohada.

 

 

..::..::..::..::…

 

 

—…¿Sabes lo mucho que me molesta que bebas hasta el punto de ni siquiera recordar mi nombre?

 

Ryutaro escuchaba las quejas de Yabu, y eso empezaba a ser terriblemente fastidioso.

 

—Kota Yabu, ese es tú nombre.

—Shintaro, beber en una fiesta es normal. Pero hacerlo como justo ahora lo has hecho es ya incómodo.

—¡Entonces vete! No te estoy reteniendo a mi lado.

 

Ryutaro había soltado una carcajada, pero Yabu en cambio había arrugado el entrecejo. Sus amigos bebían y reían como le daban la gana, pero a Kota parecía molestarle que él se divirtiera. Ah, Ryutaro empezaba a entender por que Shintaro lo mantenía lejos.

 

—No es divertido, Shintaro.

—¡Deja de llamarme Shintaro! Y deja de ser tan fastidioso.

 

Estaba dispuesto a marcharse, a seguir divirtiéndose junto a los demás que parecían ser amigos de todos en ese instante, pero Yabu lo había tomado por el brazo, con fuerza deteniendo sus pasos.

 

—Basta Shintaro, voy a llevarte a tu habitación, no estás bien.

—Déjame en paz.

—No me da la gana.

 

Y había empezado a jalar de él. Yabu acentuando esa expresión molesta en su rostro. Y él quejándose cada dos pasos y tratando de sacudirse para que lo soltara. No fue hasta que entraron al pasillo que alcanzó a escuchar un par de gritos de unas muchachas, y ver como Keito era empujado por un muchacho alto, y casi al mismo tiempo Keito le lanzaba un golpe en la cara.

 

—¿Yuto? Oh, Dios… ¡que vea ahí él!

 

Así que el otro muchacho se llamaba Yuto, y parecía ser amigo de Kota por que eso lo había hecho enojar más, jalaba su brazo y empezaba a marcar sus dedos en el brazo. Por lo que logró soltarse, esta vez agitando su brazo con más fuerza.

 

—¿No entiendes? ¡Suéltame!

 

Inmediatamente Yabu había arrugado el entrecejo.

 

—No actúo extraño, solo quiero que me dejes en paz.

 

Giró con su barbilla en alto dispuesto a regresar a la habitación de Yamada donde era el epicentro de la fiesta. No sabía que maldita razón lo llevaba a regresar a aquel sitio que antes había renegado por tener que ir, pero justo ahora se sentía con ganas de divertirse, de bailar, ¡incluso de besar a alguien!

 

Pero Yabu volvió a tomarlo del brazo, siendo más agresivo ésta vez, por que lo azotó contra la pared con fuerza, tal vez con una que no alcanzó a medir, por que su espalda chocó contra ella y un pequeño gemido ahogado se le escapó de los labios.

 

—Me tienes harto, ¿a qué estas jugando conmigo?

—Yo no juego contigo, Yabu. Eres tú el que busca metérseme por entre las piernas.

 

Ryutaro no era muy consciente de lo que hablaba, no analizaba lo que decía hasta que sus palabras sonaban fuertes y seguras; Y por supuesto el rostro de Yabu, expresivo, le mostraba lo mucho que le disgustaba esa brutal sinceridad.

 

Miró apenas de reojo como la poca gente que había por los pasillos los miraba y luego terminaban por entrar de regreso a la fiesta que era donde todo el mundo se encontraba, casi solos. Ryutaro encontró el rostro de Kota, igual de molesto que hace un segundo.

 

—¿Qué sucede, Yabu? ¿No te gustan las verdades dichas a la cara?

—No me gusta la idea de que un mocoso como tú me maneje a su antojo.

—Entonces marca distancias, y ten un poco de dignidad. Por que Morimoto Ryutaro no vale tanto la pena.

 

Y su sonrisa ladina se posó segura en sus labios, viendo esos ojos que lo miraban con algo de intriga y resolución. Como si no supiera a lo que está jugando o ha lo que se atiene en realidad, Ryutaro lo empujó. Lo suficiente para que Yabu retrocediera un par de pasos, y lo viera marcharse por un par de segundos.

 

—¡Shintaro!

 

Aún le costaba acostumbrarse a reaccionar ante ese nombre, pero giró algo tambaleante, deseando sentarse por un instante para recuperar un poco de equilibrio.

 

—¿Qué?

—Dime algo, que me está matando de curiosidad. ¿Por qué de repente luces más seguro ebrio, que cuando estás borracho?

 

—Oh, no lo sé… venía incómodo de mi casa. Tú sabes, la reunión con mis adorables padres y mi amoroso hermano. Necesitaba un poco de licor para despejarme.

 

Yabu entrecerró los ojos, y recordó entonces que había empezado a preguntar por aquel que lucía igual que Shintaro. Y con el sarcasmo palpable en la respuesta del menor, sonrió divertido.

 

—Oh, claro. Esos padres que solo logran reprocharte lo poco que ayudas a la buena reputación de la familia y ese hermano tuyo tan parco y seco.

 

Ryutaro inmediatamente arrugó el entrecejo, borrando esa expresión burlona en el rostro.

 

—No te atrevas a hablar de mi familia.

—¿Por qué? Tú todo el tiempo dices que desde hace un año o más, toda conversación con tus padres se ha reducido a reproches y tú hermano tan solo se hace un lado, no le importas.

 

Se acercó con su paso en esta ocasión firme, lo suficiente como para acentuar con su mano en alto que Yabu guardara silencio.

 

—Te dije, que ahorraras tus comentarios sobre mi familia. No nos conoces y dudo seriamente haber dicho algo como eso.

—Oh, claro. El ímpetu de toda familia de dinero y respetable. ‘Lo que sucede en casa, se queda en casa’ ¿cierto?

 

En esta ocasión Yabu sonrió, con avidez ante lo próximos que se encontraban sus rostros y divertido con lo evidente que era el menor ante sus ojos. Su mano viajo a la nuca de él, sosteniéndolo con fuerza, acercando sus labios a los finos de él.

 

Y fue otra vez el mismo sentimiento extraño, fugaz y acosador. De sus labios jugando una pelea absurda. Yabu cerró los ojos y pegó el cuerpo del menor al suyo, tan acaecido que el gemido que se ahogó entre sus bocas fue devastador.

 

Yabu separó su boca, con su respiración golpeando en los labio de él, y Morimoto por supuesto sonrió. Aún con la mirada un poco desorbitada.

 

—¿Te gustan mis besos…Shintaro?

 

Lo agarró por los hombros y justo antes de que respondiera volvió a pegar la espalda de Morimoto a la pared, atacando su boca con vehemencia, cumpliendo con la estancia de apegar sus cuerpos lo suficientes, y el sabor a licor se colaba en su boca, el olor a cigarrillo que se le había impregnado en la piel a Ryutaro comandaba.

 

Y Yabu sabía que esa ropa le estorbaba, por que agarro el cuello de aquella camisa y la estiró, lo suficiente como para que su boca tuviera amplitud de ese cuello. De ese níveo y largo cuello, que Morimoto se encargó de poner más a su disposición cuando movió el cuello.

 

—Agh… espera…

 

Su mano viajó directo bajo la camisa, directo a aquel estómago que para sorpresa no estaba igual de marcado que la última vez que estuvo con él. Habían apenas pequeñas marcas de abomínales, tan leves que una sonrisa acaparó a sus labios.

 

—Yabu… detente.

—Dime algo Shintaro, ¿cuándo es mi cumpleaños?

—¿Y yo que diablos voy a saber? Tengo muy mala memoria.

 

Yabu sonrió, perfecta respuesta, siendo tan él.

 

 —Vamos a jugar a algo.

—¿Quieres dejar esa maldita manera de jalarme a todas partes?

 

Antes de que Shintaro pudiera replicar un poco más, Yabu había soltado su muñeca,  y la envolvía ahora con una esposa que estaba aferrada a los barrotes. Obviamente Ryutaro sacudió su mano, un  poco molesto mirando fijamente al mayor.

 

—Dime un secreto y te soltaré.

—No me gusta esto, quítame las esposas.

 

Yabu sonrió, con las llaves pequeñas entre sus manos, haciéndolas girar en su dedo índice.

 

—Di algo que me interese, y te soltaré.

 

Ryutaro agachó un poco la cabeza, sin desconectar su mirada de Kota.

 

—Te odio.

—Dije una verdad.

—Esa, es mi verdad.

 

Yabu tomó a Ryutaro de la barbilla, haciéndolo levantar el rostro con esos labios a su alcance. Tan cerca de poder besarlo una vez más. Había encontrado esos labios, mucho más adictivos que cualquier otro que pudiera probar.

 

—¿Te gustan mis besos?

 

Ryutaro entonces sonrió. —…Tal vez.

 

Con un movimiento apenas notorio, Kota volvió a acortar las distancias, apoderándose una vez más de su boca, profundizando el contacto en cuanto notó la espalda de Morimoto chocar contra el barandal, con el sonido de las esposas tamborileando apenas por el lugar.

 

—Eso cuenta como una respuesta para mí.

 

Pronto, Ryutaro sintió su muñeca una vez más libre. Y le resultaba demasiado tentadora la idea de dejar a Kota apresado ahí, mientras él regresaba a la fiesta, solo para cobrárselas un poco. Así que tomándolo desprevenido, lo hizo girar, contra el barandal de las escaleras.

 

Y lo besó, por que resultaba que a Kota le gustan sus besos, podía notarlo en la manera que lo sostenía, lo mucho que al parecer deseaba apresarlo contra su cuerpo, incluso cortando su propia respiración, para cuando se dio cuenta ambos estaban deslizándose por el barandal, hasta que Kota quedó sentado en el frío suelo y fue más fácil para él sentarse sobre sus piernas.

 

Sus manos viajaron por ese cuello, por esa piel que se erizaba a su contacto y esos labios que ya hinchados continuaban buscando su boca, cuando Yabu descuidó sus manos. El pequeño ‘clic’ alertó al mayor quien despegó sus labios y sacudió su mano solo para descubrir que había caído tan idiotamente que hasta daba pena.

 

—¿Quieres decirme una verdad, o puedo regresar  la fiesta?

 

Ryutaro sonrió burlesco, pero Yabu solo agachó un poco la cabeza, con el flequillo cubriendo sus ojos, de repente, muy feliz al parecer.

 

—¿Sabes algo?

 

Yabu levantó la mirada, esta vez acercándose al rostro del menor, casi rozando sus narices, con susurros como comunicación y sus labios moviéndose tan lentamente que a Ryutaro le parecían más bien una invitación, pero todo ese encanto murió, cuando Kota insistió en hablar.

 

—De verdad… ¿Pensabas que no iba a darme cuenta de todo, Ryutaro?

 

Y sus ojos se abrieron apresuradamente, logrando hacer un poco más hacía atrás su cabeza, aún sobre el cuerpo del mayor, con sus piernas a los lados de él, y la suficiencia en el rostro de Yabu marcó el inicio de algo que él suponía, no podía ser bueno para él.

 

—¡Por aquí es! ¡Aquí es la fiesta, director!

 

Pronto varias linternas los apuntaron, y Ryutaro apenas pudo tapar con su antebrazo los ojos. Y recordó, que tenía a Yabu bajo su cuerpo esposado a los barandales de la escalera.

 

Oh, demonios…

 

 

..::..::..::..::..

 

 

Para cuando Ryutaro pudo abrir los ojos, el sol iluminaba su rostro.

 

Le dolía no solo la cabeza, sino también el cuerpo. El frío había sido demasiado fuerte. Y a la parecer, había recordado todo, cuando logró sentarse llevó una mano a su cabeza, y dolió mucho peor que antes.

 

Por que ahora sabía que estaba en un enorme problema.

 

Por que callarle la boca a Kota Yabu, no sería algo fácil.

 

 

 

 

—Shintaro volvió a meterse en problemas.

 

En ese instante, Shintaro, el real, levantó apenas un poco la cabeza. Callado hasta ese entonces como suponía Ryutaro debía ser durante el desayuno. Con la boina del instituto colocada correctamente sobre sus cabellos, evitando de esa manera cualquier contacto visual involuntario o que su rostro quedara tan visual para sus padres.

 

—¿Qué sucedió ahora?

—Estaba en una fiesta ilegal dentro del internado a media noche, y al parecer con una conducta reprobable con uno de sus compañeros.

 

Su madre se sentó, con le rostro un poco contrariado, y una mano en la frente. Shintaro no tenía ni idea que sus padres se preocupaban de esa forma por sus locuras, generalmente él ya los veía en su estado ‘Voy a castigarte y dejarte sin comodidades’

 

Así que era un poco… incómodo estar ahí.

 

Viendo como su padre le pedía a su esposa que se calmara, que pronto se irían al extranjero y podrían calmar un poco el estrés, ella solo asentía, colocando una mano sobre la de su marido. Shintaro luego de eso se sintió un poco más contrariado que sus padres.

 

¿Cuántas posibilidades había de que Ryutaro en verdad hubiera hecho la mitad de lo que les habían dicho a sus padres? Decidió entonces llamarlo más tarde, eso o visitarlo en cuanto sus padres viajaran.

 

 

 

 

Cuando Daiki salió de la ducha, llevaba apenas una toalla cubriéndolo de la cintura hacía abajo. Deambulaba en el desorden de su habitación tratando de encontrar el uniforme que el día anterior no había tenido la oportunidad de dejar a la mano.

 

Y cuando golpearon a su puerta, bufó con molestia.

 

El cabello mojado aún caía inapelable por su rostro y apenas agarrando la toalla en su cintura, logró abrir la puerta. Descubriendo a Inoo frente a él, con su uniforme pulcramente colocado y una mirada extraña en el rostro.

 

—¿Qué haces aquí?

—Ayer… lo olvidé, o al menos esperaba que fueras a darme el celular, pero por lo visto eso no estaba entre tus planes.

 

La voz de Inoo era extraña, insegura y un poco nerviosa. Daiki incluso sonrió complacido con aquello, aún más cuando Kei desvió la mirada, que hasta el momento había clavado directamente en sus pectorales. Luego las imágenes volvieron, en efecto con la llegada del conserje, no había tenido la oportunidad de devolverle el celular.

 

—Entra…

 

Abrió un poco más la puerta de su habitación e Inoo, aunque al principio dudó, ingresó apenas un par de pasos. Observando el lugar y arrugando el entrecejo.

 

—Es el primer día de clases, ¿y ya tienes tu habitación hecha un desastre?

 

Daiki, quien buscaba el celular dentro del pantalón en la ropa sucia, sonrió.

 

—No soy muy ordenado que digamos.— Extendió el pequeño aparato hacía Inoo, y cuando él lo tomo, Daiki lo sostuvo con un poco más de fuerza, sin soltárselo tan fácilmente. –Fue un beso que valió la pena, te lo ganaste.

 

Inoo solo arrugó el entrecejo. Terminando de quitarle el celular de las manos, aún cuando Arioka frente a él, solo sonreía divertido. Recordar el beso no había sido buena idea.

 

—Hey… Inoo, ¿te gustaron mis besos?

—Fue uno en primer lugar. Y prefiero no recordarlo.

—Que extraño usualmente, siempre vienen por más.

 

Inoo levantó la mirada pero Daiki solo había levantando los hombros, despreocupado y con una sonrisa complacida en el rostro.

 

—Yo no soy como los demás, Arioka. Así que ni siquiera… ¿qué haces?— Su voz entonces tembló por que Daiki se había vuelto a acercar, y Kei solo tuvo tiempo de pegar su cuerpo al escritorio y medio apoyarse en él, cuando Daiki con toda la intención de besarlo se acercó. –…Aléjate.

 

—¿Solo eso sabes decir cuándo me acerco?

—Deja de ser tan creído.

 

—Un beso y te dejo salir.

—¿Pides un beso a cambio de todo?

—Tal vez.

 

Y sucedió otra vez, los labios gruesos de Daiki estuvieron sobre los suyos una vez más. El sabor a menta se apodero de su ser, y la respiración de Daiki se filtró en sus sentidos, de repente tuvo ese cuerpo casi desnudo a su disposición, pegándose al suyo. Y el celular en las manos estorbaba.

 

Cuando Daiki escuchó el celular caer al suelo, sonrió, en medio de ese beso y aún más cuando escalofrío entero recorrió su cuerpo en cuanto las manos de Kei estuvieron sobre su espalda desnuda.

 

 

 

 

Todos empezaban a ingresar a los salones, y Ryosuke se permitió pasar por los pasillos con tranquilidad, con Chinen a su lado, escribiendo algo en el celular, su mirada altiva se levantó en cuanto divisó a Takaki cerca a uno de los lockers, y su sonrisa se amplió cuando pasó un brazo por los hombros de Yuri y él pareció no inmutarse.

 

Takaki entonces arrugó el entrecejo y fingió que seguía haciendo lo suyo.

 

Para cuando Keito hubiera sido alcanzado por Hikaru, el muchacho solo le sonrió a modo de saludo, y su mañana hubiera estado perfecta camino a su salón, sino fuera por aquel torpe muchacho que lo empujó con fuerza con el hombro y seguramente le dolería en el pecho por un largo rato.

 

—Oh, lo siento Okamoto…

 

La sonrisa burlona en el rostro de Yuto hizo que Keito apretara los puños. La voz sardónica y la mirada fija hasta que llegó hasta Takaki hizo que continuar a su salón fuera algo vital, ignorando así, incluso si Hikaru seguía a su lado o no.

 

—¿Alguien sabe dónde diablos está Daiki? Las clases empiezan en diez minutos.

 

Takaki solo cerró su locker y levantó un poco los hombros. Con un suspiro en los labios mientras veía al resto de estudiantes deambular de un lado a otro. Por un momento Yuto se quedó mirando a Yuya por un largo rato más.

 

¿Qué podía haber puesto de tan mal humor a su amigo tan temprano en la mañana?

 

 

 

 

No anticipo un solo cambio en ti. ¿Por que debo seguir aguantándote?

Y es que estoy odiándote tanto

 

 

Fin del Tercer Síntoma

 

 

 

Wow… he demorado casi siglos en actualizar, mil disculpas por la demora. Exceso de trabajo y fics.. xDD

 

En serio, mil disculpas por el tiempo en que he demorado. Espero que haya sido de su agrado. Y trataré de actualizar un poco más seguido. =)

 

Oh, por cierto. La canción es “Shut up” de Ukiss.

 

Ya saben, no me odien por demorar tanto 😉 Que horror.. x’D

 

 

 

 

Publicado en Fanfics

Sabores: quinta parte


 

Sabores

Interludio

Quinta Parte

 

 

 

Siete años antes.

 

 

Morimoto Ryutaro había aprendido en sus cortos quince años, el peso de cometer un error que le acarrearía no solo preocupaciones, consecuencias y desmanes. Había aprendido incluso la lección más difícil de todas, no confiar ciegamente en cualquiera.

 

Prueba de ello había sido la foto que había sido publicada en el periódico, él con cigarrillo en mano había sido un escándalo que duró demasiado y que incluso logró que su estabilidad en Hay Say Jump resultara perjudicada.

 

Juzgándolo cual adulto había sido vetado del grupo por un tiempo determinado. Tiempo que pronto se convirtió en meses, luego en años, hasta llegar al día de hoy. Que con diecisiete años encima, Ryutaro ya dudaba poder volver con sus compañeros de banda que ahora formaban tan solo un grupo de nueve.

 

La culpa y el sabor de haber cometido tal error le pesaba más que nunca. Había pasado por todas las etapas, rebeldía, dolor, rabia. Arrepentimiento, pero eso no calmaba el hecho de que incluso la prensa parecía haberse olvidado de él.

 

Luego de que el primer año pasara, poco a poco se fueron disuadiendo las posibilidades en las fans de que Ryutaro volviera. Y el mismo Ryutaro incluso vio esas posibilidades casi nulas.

 

Por lo mismo decidió enfocarse entonces en sus estudios, graduándose en unas semanas del instituto mientras sus amigos continuaban con su carrera. Siendo el menor y último en terminar sus estudios secundarios, Ryutaro se sintió un poco solo a pesar de que sus ex compañeros de banda fueron a visitarlo. Y la prensa pareció recordarlo. Momentáneamente.

 

—¿Te sucede algo Ryutaro?

 

Shintaro parecía contrariado, comiendo un poco de cereal mientras su hermano mayor parecía perdido entre las líneas del periódico.

 

—No.

—¿Seguro?

—Solo estoy pensando en la carrera que debería seguir.

 

No muchas veces Shintaro tenía la oportunidad de ver a su hermano repentinamente tan callado, y concentrado en sus pensamientos. Como si de pronto desde hace dos años, aquello se le viniera haciendo contradictoriamente habitual.

 

—¿Has pensado en regresar al mundo público? No sé… como solista o actor. O algo parecido.

 

Ryutaro levantó la mirada, un poco confundido, pero repentinamente tratando de enfocarse en lo que su hermano le decía. Y la razón por la que de pronto aquella posibilidad le parecía tan descabellada. Como si incluso hubiera perdido los ánimos.

 

—La verdad… no quisiera. Estaba pensando más bien en otras cosas.

—¿Qué cosas?

—Algo como arquitectura, me gustan las matemáticas, el dibujo y todo eso.

 

Shintaro asintió, bebiendo un poco de la leche que tenía en el vaso. Mirando atentamente a su hermano que había vuelto a lectura en el diario en sus manos. Shintaro entonces pensó que llamar a Yuri sería buena idea.

 

 

 

 

Chinen sonrió en cuanto vio a Ryutaro tras él, ofreciéndole una botella con jugo en las manos.

 

—No entiendo por que Shintaro tuvo que llamarte.

—Está preocupado, es normal.

 

Ryutaro rodó los ojos, sentándose junto a Chinen en el pequeño montículo que había en la terraza de su casa. El viento movía la bufanda en el cuello de Yuri y el muchacho parecía un poco melancólico aquella tarde. Casi un adulto, Chinen lucía igual que cuando rondaba los dieciséis años. Y Ryutaro seguía sintiendo esas punzadas en el estómago cuando lo veía así.

 

—A veces… es extraño, ¿sabes?

—¿El que?

 

Yuri jugó un momento con la bebida en sus manos, con una diminuta sonrisa en los labios, con aquella nostalgia reflejada en la mirada.

 

—Es extraño llegar a grabar, o practicar una coreografía y no verte por ninguna parte… tú, ¿nos extrañas de la misma forma?

 

Ryutaro había aprendido con el paso del tiempo, a no ser débil. A no mostrarse precisamente de aquella forma, y de pronto aparecía Chinen y lo miraba tan fijamente. Con toda esa aura que derrumbaba su ser.

 

Agachó la cabeza y apretó sus manos.

 

—Los extraño, demasiado.

 

Chinen lo miró, con el cabello algo largo que ahora se había acostumbrado a llevar, la forma en que el cabello se le agitaba y la manera en que su mirada parecía perderse por el suelo bajo sus pies.

 

Sabía de las pocas posibilidades que habían de poder escuchar algo así de los labios de Ryutaro, tuvo miedo al principio, de que su contacto fuera rechazado, pero con la misma valentía que había expresado desde pequeño. Poco a poco estiró su mano hacía él.

 

En un suave contacto de la palma de su mano con la de Ryutaro, con esa mirada oscura que lo enfocó de inmediato. En el mundo silencio de esa intimidad compartida. Ryutaro acababa de desudar su alma y dolor ante él. Y Chinen se sentía feliz por aquello.

 

Ryutaro le regaló una pequeña sonrisa, una que bastó para que Chinen volviera a respirar normalmente.

 

 

 

 

—Yabu todo el tiempo dice que si estuvieras con nosotros, lo ayudarías a controlarnos.

 

Chinen hablaba tranquilo, era extraño no tenerlo revoloteando por todas partes, entusiasmado, lleno de la vivacidad de siempre. Ryutaro pensó que era por que Chinen al igual que el resto de sus compañeros, era ya un adulto.

 

Su carrera se empinaba cada vez más, y Ryutaro divagó un momento en los ‘hubiera’

 

—¿Ryutaro?

—Disculpa, me distraje.

 

Había una pequeña cosa que Ryutaro no tomaba en cuenta hace mucho, Chinen era muy cercano a él, se había convertido en este cruel paso del tiempo en su amigo más cercano, luego de que lo separaran del grupo.

 

Tenía que decirle, que no volvería al mundo del espectáculo.

 

Chinen merecía saberlo.

 

Entonces se detuvo, con una respiración profunda que hizo que Yuri se colocara delante de él, y arrugara el entrecejo.

 

—¿Qué sucede Ryutaro? Has estado muy extraño.

—No pasa nada, Yuri. Solo quiero llevarte a un lugar.

 

Estiró su mano un poco y Chinen como siempre no dudo en confiar en él y tomar su mano, dejarse guiar por sus pasos y acompañarlo.

 

Ryutaro lo sabía, era un cobarde.

 

Por que no se atrevía a enfrentar a Chinen.

 

 

 

 

 

—¿Recuerdas este lugar?

 

Yuri sintió que sus ojos brillaban, observando el pequeño parque, un poco alejado de la mayoría de las personas, los mismo juegos en los que alguna vez se divirtió. Todo exactamente como unos años atrás, como si el tiempo no hubiera puesto sus manos en aquel lugar.

 

—Es donde veníamos a refugiarnos cuando nos cansábamos de practicar las coreografías.

 

Morimoto asintió, notando la ilusión que rondaba por aquellos ojos de Chinen, mientras rozaba con cuidado los juegos infantiles a su paso, viéndolos con nostalgia, con una gran sonrisa que aumentaba a cada paso.

 

—Vengo aquí cuando me siento presionado.

—Ryutaro, ¿por qué no me dijiste nada hasta ahora?

—Era mi pequeño secreto.

 

Levantó un poco los hombros, con una expresión despreocupada que hizo que Chinen rodara los ojos, y siguiera caminando, por encima del césped. Con la misma mirada de quien descubre un pequeño tesoro.

 

A Ryutaro a veces le sorprendía, lo fácil de complacer que era Chinen.

 

Con las cosas más sencillas.

 

Y su mano viajó por aquella bufanda, quitándola del cuello de él. Con un instinto aventurero que pocas veces tenía, Yuri giró sorprendido, con los ojos muy abiertos. Y una sonrisa indecisa bailándole en los labios.

 

—¿Qué haces?

—¿La quieres? Alcánzame.

 

Antes de que pudiera recibir una respuesta de Chinen, empezó a correr, con la bufanda corriendo el camino del viento, podía incluso escuchar los pasos de Yuri tras suyo, y rió, por aquellos días que extrañaba, que ahora se habían vuelto ocasionales. Rió para no llorar.

 

—¡Ryutaro devuélveme esa bufanda!

—¡Alcánzame! ¿No que eres muy ágil?

—¡Ya verás!

 

Y pronto se encontró subiendo y bajando escalones, saltando pequeñas alturas o escalones que se le presentaban, entreverándose entre los juegos que había con Yuri pisándole los talones.

 

—¡Te tengo!

 

Apenas pudo girar el rostro cuando vio el cuerpo de Chinen saltando hacía él, y aunque el impacto de su cuerpo contra el suelo fue fuerte, el cuerpo de Yuri sobre el suyo pesó un poco más de lo normal.

 

—Auch… Yuri no recordaba que pesaras tanto.

—…Idiota.

 

Lo vio sentarse junto a él, quitándole de las manos la bufanda y limpiándola con cuidado, como si se tratara de lo más importante que tuviera, Ryutaro lo vio con aquel puchero en los labios, concentrado en lo que hacía y suspiró, sin percatarse del frío que empezaba a hacer.

 

—¿Por qué te importa tanto esa tonta bufanda?

 

Yuri levantó la mirada, ofendido y enojado a la vez.

 

—¿No lo recuerdas?

 

Morimoto negó y Yuri entonces arrugó el entrecejo.

 

—Tú me la regalaste, Ryutaro. Cuando cumplí quince.

 

Los recuerdos viajaron repentinamente, la fiesta de cumpleaños de Yuri, la reunión con todos los miembros de Hey Say Jump, cuando él aún pertenecía a ellos, las risas, las bromas, los planes, las metas, los sueños y lo mucho que le había encantado esa bufanda. Lo inmediato que llegó la imagen de Chinen a él cuando la vio.

 

La sonrisa de Yuri cuando se la regaló, aún más cuando escuchó las razones de su regalo. ¿Cómo lo había olvidado?

 

—Oh, es que fue hace tanto… me sorprende que aún la tengas.

 

Yuri sonrió, con un suspiro en los labios que le supo a resignación, bajando la mirada, empezando a sentir las débiles gotas de lluvia empezando a caer. Apretó la bufanda con fuerza y miró el césped a sus pies, con Ryutaro demasiado cerca de él.

 

—Tú no entiendes Ryutaro.

—¿Lo de la bufanda?

—¡Es más que la bufanda en mis manos!

 

Ryutaro arrugó el entrecejo, Yuri jamás gritaba de esa forma. Cuando el cabello de Chinen empezó a pegarse a su rostro. Recién apenas se percató, de la lluvia que caía, y que empezaba a mojar sus cuerpos.

 

—Yuri…

—Ryutaro yo estoy enamorado de ti, ¿cómo puedes no darte cuenta?

 

Y la lluvia desapareció para él, el frío e incluso las múltiples razones que lo obligaban a estar separado de sus amigos de banda. Se fijó en el rostro de Chinen, en sus ojos fijos ahora en los suyos.

 

En su cabello húmedo por la lluvia y lo estropeado que se veía por lo mismo. Y a pesar de todo, a pesar de él encontrarse en igual situación, se paralizó. En medio de un calor que azoró sus mejillas y lo tomó desprevenido.

 

—…¿Qué?

 

Yuri suspiró, desviando la mirada, harto de toda esa situación.

 

—Déjalo así, creo que nos tenemos que ir.

 

Sucedió muy rápido, Chinen apretó la bufanda con fuerza y se levantó. Ryutaro apenas tuvo tiempo de imitarlo y caminar tras él, en medio de la lluvia, de los árboles que apenas cubrían un poco, sosteniendo su brazo, con el tacto acelerando su pulso.

 

Con esos ojos taladrando sus sentidos.

 

…Y lo besó.

 

Un beso frío, ante esos labios húmedos, que pronto se llenó de un vaho cálido, de sus manos apretando por la espalda a Chinen, de los varios centímetros de altura que le llevaba a Yuri, a pesar de ser menor.

 

Y el suspiro que salió de los labios de Yuri se coló entre sus bocas, su mano fría tocó su mejilla, Ryutaro incluso sintió un intenso escalofrío recorrerlo. Ahuyentando sus fantasmas y separando sus labios de los de él.

 

Juntó su frente a la de Chinen y cerró los ojos, con su cuerpo todavía junto al suyo. Con las respiraciones de sus pechos impulsando un vaivén de subida y bajada que solo demostraba los nervios que palpitaban en las palmas de sus manos.

 

—¿Por qué has hecho eso Ryutaro?

 

No podía estar seguro de que Chinen no tenía los ojos abiertos. Pero Ryutaro se concentró en sus propios ojos cerrados, en el tacto de sus manos en la espalda de Yuri, en sus respiraciones entremezcladas y la lluvia sobre ellos dos.

 

—…No lo sé.

 

Podía contar como una confesión insegura. Podía incluso marcar un empujón de parte de Chinen pidiéndole que no jugara, pero Chinen solo lo rodeó con sus brazos y lo abrazó. En todos esos meses, desde que su expulsión del grupo sucedió, Morimoto Ryutaro no encontró tanta paz como esa tarde, casi noche entre los brazos de Chinen.

 

 

 

 

—¿Nos vemos mañana?

 

Ryutaro sonrió, asintiendo suavemente antes de sacar las llaves de su pantalón y ver a Yuri. El camino hasta su casa no había sido extenso. Y si, Yuri estaba tan empapado como él. Pero Chinen había dicho que lo mejor era ir a casa.

 

Lo vio levantar un poco la mano en señal de despedida, antes de subir al carro que ya lo esperaba pacíficamente a unos pasos, Ryutaro dudó de entrar a su casa hasta que el auto de Chinen no estuviera ya muy lejos y apenas aquello sucedió. Suspiró, con una sonrisa tonta en los labios.

 

Una de esas, por las que Shintaro se la pasó preguntando a que se debía.

 

 

 

 

Ya eran dos meses, y Ryutaro aún no lo decía.

 

Yuri a veces se sentía confundido, él había sido claro desde el inicio, desde aquel día cuando sus impulsos lo hicieron gritar lo que sentía, desde que Ryutaro lo besó. Y desde que habían empezado algo así como una relación.

 

Se veían, conversaban, salían de vez en cuando.

 

Todo igual que antes, solo que a veces habían abrazos, diferentes a los de antes, habían besos de por medio, de esos que debilitan la fuerza en las rodillas y cortan la respiración. También habían esos besos que hacen temblar los sentidos.

 

Y estaban esos recientes besos que acaloraban sus cuerpos demasiado pronto.

 

Etapas, eso le había dicho Hikaru. Una relación pasa por etapas, y la mejor forma de darte cuenta en que etapas estás, es por los besos. Y según Hikaru estaban entrando a la parte más peligrosa de una relación. La parte seria.

 

…Pero Ryutaro aún no decía esas dos palabras.

 

—¿Yuri estás viendo siquiera la película?

 

Sacudió un poco la cabeza, saliendo de su letargo, viendo como Ryutaro sentado a su lado en el sillón de la sala de estar, arrugaba el entrecejo, con el tazón con palomitas de maíz en las manos.

 

—Eh… si, seguro. Solo… es que estoy cansado.

 

Nunca había sido bueno para mentir, y por supuesto Ryutaro solo acentuó su seriedad y él se removió incómodo en el sillón.

 

—Yuri…

—Es en serio, Ryutaro. Solo estoy cansado.

 

Sonrió complaciente y cuando Ryutaro sonrió, todo pareció disminuir en el nivel de tensión. El leve pitido de la cantina hizo que Yuri se levantara, apresurado, directo hacía la cocina.

 

Y pronto el olor del café recién preparado inundó el lugar. Habían pocas cosas que a Ryutaro no le gustaban. Principalmente por que le gustaban los dulces, pero el café no estaba entre sus cosas preferidas.

 

Cuando entró a la cocina y vio a Chinen preparar el café. Con una sonrisa en los labios, se apoyó en el alfeizar de la puerta, con los brazos cruzados y recordando por que Chinen era la excepción en su vida.

 

Por que su café, era delicioso, casi enviciante. Justo como él.

 

Por que el sabor de ese café, era espectacular. Ryutaro no tenía la más mínima idea de cómo lo preparaba pero era perfecto. Chinen acotaba que no era nada fuera de lo normal, que su madre le había enseñado. Y Ryutaro solo podía pensar entonces que era la magia que siempre rodeaba a Chinen Yuri, esa magia que lo envolvía en niveles insospechados.

 

—Ya está, toma un poco, hace mucho frío.

 

Chinen tomó ambos jarros con café, extendiéndole uno a Ryutaro, orgullo de saber que solo de sus manos tomaba aquella bebida, disfrutando al ver su rostro de paz cuando lo ingería.

 

—Es como magia, ¿sabes?

 

Yuri rió, sin terminar de comprender a lo que Ryutaro se refería.

 

—¿Magia?

—Si, no te rías, que es en serio. Sabe a magia. De esa que envuelve tus sentidos y puede elevarte a un lugar donde nada más importa.

 

—¿Cómo algo pacífico?

—Exacto, tu café me sabe a paz. A una imprescindible paz.

 

Yuri sonrió, observando a Ryutaro beber del contenido de su jarrón. Con la misma expresión que lo hacía sentirse mejor. Ryutaro cerraba sus ojos, respiraba profundo y disfrutaba de ese sabor embriagante de su café.

 

—Mañana es tú cumpleaños, ¿cierto?

—Como si no lo supieras, Ryutaro.

 

Rodó los ojos, ante la sonrisa burlona en los labios de Morimoto, quien solo se estiró un poco para besarlo en los labios.

 

—Veámonos mañana a las diez, frente al estudio de grabación.

—¿Para qué?

—Yuri, tú solo debes estar ahí puntual. Despreocúpate por el resto.

 

Otro beso acudió a sus labios. Yuri ya no se sentía extraño con esos besos, ahora solo los anhelaba. Un poco menos, de lo que anhelaba, que Ryutaro le diera una señal de que él lo quería siquiera en la misma medida que él a Ryutaro.

 

 

 

 

 

—Te amo…

 

Ryutaro sacudió la cabeza, viendo su imagen reflejada en el espejo. Tratando de encontrar la expresión adecuada. Una en la que no se viera tan idiota. Llevaba días practicando como decirle aquello a Chinen.

 

¿Cómo Yuri había podido soltar esas palabras con tanta facilidad?

 

—Agh… demonios.

 

Logró sentarse en la cama, en medio de su habitación, rendido de intentar no sonreír como idiota cada que lo veía. Sabía que estaba demorando, veía la duda en los ojos del mayor, y cada que intentaba los nervios se acumulaban y decirlo no era tan fácil como demostrarlo o sentirlo.

 

Chinen cumplía años hoy. Y Ryutaro sabía que hoy debía ser.

 

Miró la pequeña cajita en sus manos. Ese pequeño dije que unía su cadena a la que ahora le entregaría a Chinen. Respiró profundo una vez más. Sin miedo, esta mañana lo diría. Y justo ahora deseaba un poco de ese delicioso café de Chinen, solo para relajar un poco sus atribulados nervios.

 

 

 

 

Yuri miró el reloj en su muñeca.

 

Diez y quince…

 

Era extraño, Ryutaro jamás llegaba tarde a ninguna parte, miró de un lado a otro, un poco contrariado por el hecho de que al parecer tampoco le contestaba sus llamadas y un poco preocupado decidió que debía llamar a su casa.

 

Pero antes de que pudiera sacar su celular, un taxi se estacionó frente a él, su sonrisa se amplió y la calma volvió a su ser. En la vereda frente a él, del otro lado de la calle, Ryutaro bajaba del auto, con un pequeño regalo entre las manos.

 

Ryutaro levantó una de sus manos hacía él, y cuando Yuri estaba a punto de levantar la suya, su mirada viajó hacia el inicio de la calle, ahí donde ese auto a toda velocidad venía, descontrolado de un lado a otro.

 

Sus ojos se abrieron asustados. Incluso retrocedió un par de pasos antes que el miedo lo estancara y sintiera que no podía mover un solo músculo, cuando el auto empezó a perder el control aún más y trepara la vereda donde él se encontraba, los fuertes brazos de Ryutaro lo rodearon.

 

Con los ojos cerrados, Yuri solo escuchó el auto colisionar estruendosamente contra el edificio a sus espaldas, el sonido de vidrios romperse por todas partes, podía sentir el perfume de Morimoto rodearlo por completo.

 

Su cabeza se golpeó duramente, los gritos de las personas a su alrededor lo aturdieron. No estaba seguro de donde estaba, incluso escuchó autos detenerse brutalmente cerca de los dos. Y descubrió que estaban prácticamente tirados a la mitad de la calle.

 

Mareado por el golpe en la cabeza abrió los ojos, con el cuerpo de Ryutaro sobre el suyo, con algo resbalando por su frente y mejilla, con movimientos torpes y la mirada algo nublada llevó una mano a su propia cara, sus dedos empapados de sangre lo paralizaron.

 

Tocó su cabeza como pudo, ajeno a algún lugar donde proviniera esa sangre y cuando una gota de sangre calló en su mejilla, pudo ver con horror que la sangre de Ryutaro caía sobre él, desde una apertura preocupante en su cabeza.

 

Y en ese instante fue como si el pequeño minuto de silencio desapareciera, y el mundo entero volvió a girar desgraciadamente para él.

 

—¡Por Dios! ¡¡Que alguien llame a una ambulancia!!

—¡Esos muchachos están heridos!

 

 

 

 

Yuri estaba cansado de ver los días pasar.

 

La herida en su cabeza, que el cabello había tapado adecuadamente. No era nada, apenas una cicatriz, el golpe en su pierna solo lo había tenido cojeando un par de días, y el dolor en su espalda había sido igual de momentáneo.

 

Un par de días había sido el comienzo, luego se cumplió una semana, luego fueron dos. Y eran hoy, ya casi veinticinco días los que Ryutaro llevaba postrado en esa cama sin abrir los ojos.

 

Chinen apoyó una mano en ese cristal que lo separaba de Ryutaro, y como cada día pasó más tiempo en aquel hospital que en esa vida que debía retomar, con su frente apoyada en el vidrio estéril que era tan frío como el clima de esos días.

 

—Ryutaro… por favor, despierta…

 

La súplica moría en sus labios, ya se había cansado de llorar, de esos pocos días que pasó en el hospital, cuando se sacudió con vehemencia pidiendo ver a Ryutaro y todo el mundo se negaba a decirle lo que sucedía.

 

Hasta que finalmente salió y lo vio. Inconsciente en aquella camilla, con su madre junto a la cama cada día, hablándole con cuidado. Con rosas y flores llegando, con el sonido que martillaba sus sentidos y que aferraban a Ryutaro a la vida.

 

 

 

 

—Pareces muerto en vida, Chinen…

 

Ryosuke pasó una mano por el rostro de Yuri, con cuidado y el muchacho apenas sonrió, agachando un poco la cabeza y suspirando ante la mirada del resto de sus compañeros.

 

—Deberías comer mejor, Yuri.

—Estás bajando de peso, aún más y eso es preocupante.

 

Entre Yabu y Takaki no se cansaban de decirle lo mismo, pero Yuri se había vuelto autómata con el pasar de los días, solo sonreía, y asentía con cortas palabras de que no se preocuparan por él.

 

Keito miró a Yuto, con la preocupación plasmada en sus ojos. Pero Nakajima solo levantó un poco los hombros, no muy seguro de que hacer para poder recuperar a su amigo. Cuando Chinen de pronto juntó sus manos y habló compungidamente, Inoo tomó sus manos con fuerza.

 

—Tranquilo, Yuri…

—Cuarenta días… hoy son cuarenta días… y él no despierta.

 

El rostro de Chinen se llenó de lágrimas, tan rápidamente, que para el grupo de ocho muchachos fue inevitable no rodearlo casi en el mismo instante, por que Yuri comenzó a derrumbarse frente a sus ojos. Y Daiki lo rodeó con sus brazos, suavemente.

 

Esa noche, Yuri lloró por mucho tiempo.

 

Despojándose de todo ese dolor acumulado, de la culpa que pugnaba en su ser, que perforaba su corazón y no le permitía respirar.

 

 

 

 

 

Yuri volvió a ver las luces de un escenario dos días después.

 

Convencido de que no podía estancarse, de que Ryutaro no se lo permitiría. La luz daba contra su rostro, la ropa se ajustaba a su cuerpo, y el grito de las fans era ya casi ensordecedor.

 

El nombre de Hey say jump bailó en los nombres del presentador, Yuri cerró los ojos y respiró los más hondamente que pudo. Sintió a Takaki tomando su mano suavemente, dándole un poco de esa fuerza que le podía estar faltando. Y una pequeña sonrisa se posó en sus labios, antes de que fuera completamente visible ante sus fans, una vez más.

 

 

 

 

Shintaro se encontraba apoyado en el mueble.

 

Con su rostro adormilado.  Balanceándose de vez en cuando presa del sueño, con su madre a un lado suyo, hablándole a Ryutaro con la esperanza de que en verdad pudiera escucharla.

 

Hubo un momento en el que abrió los ojos, y vio las manos de su hermano mayor, algo pálidas, sus ojos se cerraban por el sueño, pero de pronto vio aquel índice moverse, tan débilmente, que él se sacudió en su asiento.

 

—¿Ryutaro?

 

Su madre giró hacía él, levantando las cejas, sin comprender lo que sucedía, pero él solo se arrodilló frente a la cama, entonces ya no fue solo el dedo índice, también el pulgar, la mujer ahogó un grito tapando su boca, y cuando la mano de Ryutaro empezó a temblar Shintaro cayó sentado en el suelo, con el rostro apunto de derramar lágrimas.

 

—¡Ryutaro!

 

 

 

 

Tenía una sonrisa satisfecha en los labios.

 

Yuri casi hasta había olvidado lo bien que se sentía treparse en un escenario, hacer lo que le apasionaba y cantar, recibir el amor de sus fans y dejarse envolver por ello, bailar y por supuesto dedicarle una canción y palabras de aliento para su es integrante que ahora pasaba por un difícil momento.

 

—¡Estuviste estupendo Yuri!

—Verás que cuando, Ryutaro despierte se va a sentir orgulloso.

 

Él sonrió, ante las palabras de apoyo de sus amigos, que ahora lo abrazaban.

 

—¡Chinen! ¡¡Chinen es Shintaro!!

 

La asistente, que tenía la orden de pasarle cualquier llamada importante de inmediato corrió hasta él, con el rostro rojo ante la agitación y Yuri casi ni dudó en tomar el celular y llevarlo a su oído, alejándose un poco del montón de gente que había a su alrededor.

 

—¿Shintaro, que sucedió? ¿Ryutaro está bien?

—¡Despertó! ¡Ryutaro acaba de despertar!

 

Y la noticia dicha repleta de entusiasmo opacó todo lo que hubiera sentido antes, su pecho borbotó de emociones y la esperanza volvió a posarse en él, en sus sentidos despiertos y en la sonrisa que iluminó a su rostro.

 

 

 

 

 

Yuri no podía controlar la velocidad a la que corría por entre los pasillos del hospital, con sus amigos siguiéndole los pasos, con algunos gritos de parte de las enfermeras de que tuvieran cuidado, que no corrieran, aún así Yuri no obedeció y continuó.

 

Quería verlo, quería ver sus ojos otra vez.

 

Necesitaba esa mirada que solo Ryutaro podía darle.

 

Llegó hasta su habitación, vio la puerta con el nombre de Ryutaro a un lado y la sonrisa en su rostro se amplió trato de que su respiración se regularizara, por más difícil que eso fuera, y en el último respiro hondo, tomó el pomo de la puerta.

 

 

 

 

—Lo siento, no pueden seguir.

 

Daiki dio un paso atrás, cuando la enfermera estiró su brazo y se interpuso entre ellos.

 

—Pero Yuri acaba de pasar, ¿qué sucede?

—Lo sé, el doctor ya fue por él. Pero nadie puede ver al joven Morimoto en ese estado.

 

Takaki arrugó el entrecejo, confundido. Pero antes de que pudiera replicar, pudo ver a los padres de Ryutaro unos pasos más atrás, Shintaro lucía abatido, y la madre hablaba con el padre de la familia, hasta que finalmente rompió en llanto, abrazada a su esposo.

 

Ellos no entendía, se suponía que deberían estar llenos de felicidad.

 

Cuando Shintaro levantó la mirada y los divisó, suspiró. Susurrándole algo a sus padres y acercándose a ellos. Con el rostro cansado, e indicándole a la enfermera que él hablaría con ellos.

 

—Shintaro, ¿qué sucede? ¿Qué tiene Ryutaro? ¿Está bien?

 

El menor suspiró, con la cabeza gacha y una sonrisa débil en el rostro.

 

—Él está bien, un poco débil y torpe por las semanas que estuvo inmóvil, pero él… no nos recuerda. Ha ninguno de nosotros. No recuerda absolutamente nada, ni siquiera su nombre…

 

 

 

 

 

Yuri dio un paso dentro de la habitación.

 

Ryutaro se encontraba sentado, mirando la ventana dentro de la habitación, la luz que se colaba intrépida, absorto en aquella mirada, como si aún no notara su presencia. Y se sintió nervioso una vez más.

 

—Ryutaro…

 

Él giró con una expresión extraña. Como si se encontrara vacío, como si no pudiera demostrar alguna emoción hacía él, con los ojos grandes y ni una sonrisa en el rostro.

 

—¿Si?

 

Su voz era áspera, y Chinen frunció el entrecejo.

 

—Ryutaro… ¿te sientes bien? ¿qué te sucede? Soy Yuri.

—Oh, lo siento… ¿no te lo dijeron?

 

Estaba a unos pasos de la cama de Ryutaro, unos prudentes pasos lejos de él.

 

—¿Decirme qué?

—No recuerdo, absolutamente nada, ni a nadie.

 

Y esas palabras, repletas de la misma indiferencia, provenientes de ese rostro vacío que lo taladraba con la más despreocupada de las miradas hizo un hueco en su alma.

 

 

 

 

—¡NO! ¡¿Cómo es posible que nos recuerde?! ¡Que no me recuerde!

—Yuri, por favor, guarda calma.

 

Sintió a Hikaru tomándolo por los brazos, el doctor lo acababa de sacar de la habitación, y él solo podía pensar en esa mirada vacía de Ryutaro, en esa mirada tan desprovista de sentimientos que atormentaba su ser.

 

—El golpe que recibió en la cabeza fue demasiado fuerte, es casi un milagro que esté con vida, que haya despertado es sorprendente.

—El va a recordar, ¿verdad? En algún momento nos recordará.

 

Yuto se acercó al hombre, pero él solo ajustó los lentes a su rostro, con un suspiro de sus labios.

 

—Existen las mismas posibilidades de que él recuerde, como de que no recupere la memoria jamás. Y si lo hiciera, eso podría durar días, semanas o incluso años. Y en el peor de los casos, jamás sucederá.

 

Yuri bajó los hombros, dejándose sostener por Hikaru, apesadumbrado, con esa mirada que ahora marchitaba sus pocas esperanzas de alcanzar otra vez la felicidad que antes sobrevoló en su vida sin problemas.

 

 

 

 

Una mañana de enero, Ryutaro abandonó el hospital.

 

El que alguna vez fue representante de Ryutaro pidió a la prensa discreción por su estado, por su familia, por el muchacho joven que aún era. Y la manera en la que todo el caso Morimoto había sido llevado logró que Ryutaro esa mañana abandonara el lugar sin problemas.

 

Ajeno a ese país que había vivido la historia de su accidente casi por completo. Esa misma mañana, desde una prudente distancia. Yuri lo observó, caminar con pasos lentos y torpes, con los músculos algo cansados aún por el estado vegetativo en el que se había encontrado.

 

Con su hermano y su padre a su lado, con su madre unos pasos más adelante y una pequeña maleta en las manos. Directo hacía el auto que los esperaba a la salida del hospital. Para Yuri verlo caminar, estable una vez más fue difícil.

 

Logró ver incluso una sonrisa en su rostro. Una dirigida a su familia, orgulloso de empezar a valerse por si mismo una vez más. Sintió la mano de Yabu en su hombro. Los nueve se encontraban ahí.

 

Observando de lejos a Ryutaro que abandonaba el hospital, dispuesto a continuar con su vida. Chinen mordió su labio inferior. Con el pecho agitado de emoción al verlo sonreír cada vez más mientras sus pasos avanzaban al auto.

 

Y dolió…

 

Tener que ser parte de ello, sin que Ryutaro lo supiera, tener que mantenerse a distancia por su bien. Y dolió sobre todo, saber que él no lo recordaba, y que se había quedado queriendo solo.

 

 

 

 

Yuri iba ya por su segundo libro.

 

Sobre pacientes con amnesia, los recuerdos no debían forzarse, no demasiado, debían ir progresivamente, sin forzar demasiado al paciente y sobre todo hacerlo llevar una vida cotidiana, como la que antes llevaba.

 

Él entendía, que aún podía ser muy pronto para contarle que fue parte de una banda famosa, las razones por las que ya no lo era. Y él estaba dentro de toda esa vida. Pero estaba dispuesto a esperar, y mientras esperaba se iba a informar.

 

Hasta el día en que la familia de Ryutaro decidiera abarcar esa parte de su vida, aunque parecía hacérsele tan lejano con el pasar de los días. Hablaba pocas veces con Shintaro, para poder saber de él, de si por si acaso lo recordaba.

 

—¡Yuri!

 

Hikaru entró corriendo al camerino, y él solo bajó un poco su libro.

 

—¡Los padres de Ryutaro están aquí! Seguramente ya quieren que nos presentemos con Ryutaro. ¡Apresúrate!

 

El muchacho agitó su mano, entusiasmado, sonriente y repleto de energía. Yuri ni lo dudó dejo su libro sobre la mesa y corrió hasta él, unos metros más allá el resto de los Jump los esperaban.

 

La oficina del presidente no estaba lejos, y según les dijeron los padres de Ryutaro tenían ya un tiempo ahí, así que no sería de esperar demasiado, para poder verlo, para armar más memorias.

 

Para volver a estar con él.

 

Cuando la pareja salió, con una expresión apenada en el rostro, con venias y despedidas sutiles, Chinen tuvo un mal presentimiento.

 

—Lo sentimos mucho muchachos, pero espero que nos puedan entender.

 

Chinen quiso ir tras ellos, pedirles una explicación de a lo que se referían, pero pronto el Presidente de la compañía se asomó, pidiéndoles que ingresaran. Haciéndolos sentirse más confundidos aún.

 

 

 

 

Quiero que entiendan, que esto ha sido una difícil decisión para la familia Morimoto. Y entiendo por completo el sentido de protección que los lleva a hacer lo que harán.—

 

 

Yuri corrió, tratando de ahogar ese dolor que se instaba en su garganta, esa pena que recorría su ser y ofuscaba sus sentidos, con el suéter sacudiéndose por el viento. Con su cabello agitándose.

 

Sabía que los demás iban tras él, y no podía, si se quedaba quieto moría, necesitaba correr, cansarse hasta que el dolor de su cuerpo fuera mayor que el de su alma. Y la amplia terraza del edificio fue insuficiente.

 

 

—Ustedes tal vez estén aún muy jóvenes para entender. Pero cuando uno es padre, haría lo que fuera para ahorrarle penas a sus hijos. Ryutaro sufrió mucho, más de lo que se imaginan por la salida del grupo. La vida pública no lo ayudaba después de que salió de Hey Say Jump, solo lo atormentaba más.—

 

 

La voz calmada y seria del presidente golpeaba en su cabeza, como una desesperanza que colgaba frente a sus ojos, y no pudo más cayó tapando rostro, envuelto por las lágrimas que lo atacaban otra vez.

 

Él estaba siendo fuerte, estaba aguardando tranquilo por su momento, ¿con qué derecho venían a quitarle de las manos su futuro, sus planes, sus esperanzas?

 

Las manos de uno de sus amigos se posaron en sus hombros, supo que ellos estaban ahí, que uno a uno, fueron colocándose a su alrededor, con la misma expresión triste, sin sentir el mismo vacío que el sentía.

 

 

—Se irán a Corea, lejos de todo este pasado que rodeó a Ryutaro, que sería tan difícil de explicar, y que solo afectaría más su estado emocional que en este momento es algo inconstante. Todo lo que rodeaba a Ryutaro antes, decírselo ahora, sería muy peligroso.—

 

 

Pudo ver a Yamada flaquear, mordía su labio inferior. Con un par de lágrimas cayendo por su rostro. A Hikaru respirar bocanadas de aire mientras desviaba la mirada, limpiando disimuladamente sus propias lágrimas, y él se aferró al abrazo de Yabu.

 

Era cruel pedirles que dieran un paso atrás. Por los pocos días que les quedaba a la familia Morimoto en Corea, era cruel sacarlos de la vida de Ryutaro solo por que formaban parte de esa parte tan dolorosa. Era cruel mantenerlos al margen para que Ryutaro pudiera ser feliz.

 

 

—Ellos solo quieren un poco de paz para él, que empiece de cero, sin problemas que lo atormenten, sin indecisiones, sin arrepentimientos, sin ese sabor amargo a traición, sin recuerdos que lo hagan llorar. Quieren tomar esto como una bendición para que pueda empezar una vida nueva.—

 

Daiki se había abrazado a sus piernas, hundiendo el rostro entre sus rodillas, ocultando sus expresiones y el sollozo bajo que salía de su boca, la mano de Takaki se posó sobre su cabeza.

 

Y Yuri vivió la desazón de una despedida inexistente.

 

De mi tristeza por el bien de alguien más.

 

Del espíritu altruista que Ryutaro desconocía.

 

Y por el que un día Ryutaro armó maletas, empacó una vida que desconocía, y se aferró a los seres que eran su familia, viajando y dejando atrás un mundo que no recordaba.

 

Morimoto Ryutaro se fue una noche de febrero, entre un montón de gente en el aeropuerto y un muchacho de cabello negro y mirada profunda que chocó contra él, y que se le hizo vagamente conocido. Que lo miró con tristeza, pero luego envuelto entre una bufanda y un sombrero solo se alejó.

 

 

Fin Quinta Parte

 

 

 

 

Wow… tanto sin actualzar este fic, supongo que con esta parte de la historia queda un poco más claro el efecto de por qué le mintieron a Ryutaro y por qué no los recordaba. ¡Creo que esl capítulo más largo que he escrito de este fic! xD

Y este capitulo ha sido mi preferido… >o<

Bien, trataré de colgar el próximo lo más pronto que pueda.  Espero que les haya gustado. =) 

Publicado en Fanfics

Juega Conmigo


El punto exacto, en que lo correcto y la moral quedan en el olvido.

Cuando el pulso se acelera, y la sangre te quema por dentro.

¿Quieres emociones fuertes?

Entonces, juega conmigo.

~ YooMin ~ YunJae ~ SuHo ~

Capitulos

Prólogo:  Escrúpulos

Capitulo 1: Efímero.

….

 

 

¿No se les hacía extraño que no hubiera publicado un nuevo fic? xD

Ya saben que cuando la inspiración se me va, si regresó es por que vengo recargada con un nuevo fic, y muchas ideas para mis capitulos. Así que esta vez mi inspiración se puso sexy y medio perver.. como su dueña.. xDD (Jajaja!~)

En fin, tengo ideas medio retorcidas/sexy/extrañas/medio lemonosas para este fic, ya veremos como sale. No sé que me dio, de pronto pensé en el YooMin todo sexoso o al menos muy sensual. Pero ya veremos que pasa.

Y por la pareja de Junsu no preguntén! No sé que ente extraño me ha poseído que me ha fascinado la idea de Junsu  con Minho… >//< No sé por qué, pero desde ‘Sería Feliz’ le tengo pica a esta pareja.

En fin, espero que disfruten de mi nueva locura, más tarde subo el capi. Bye~