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Nirvana: episodio 3


 

Nirvana

Momentáneo

Episodio 3

 

 

 

—Señor Choi… ¿cuánto tiempo conoció a Lee Jinki?

 

Minho sonrió, por que de repente, en los últimos meses se le había hecho tan fácil sonreír.

Era un regalo, un bello regalo de paz para los demás.

 

—No lo sé, uno no cuenta esas cosas.

—Sin embargo, entre las muchas amistades de Lee, usted figuraba más que los demás.

 

—¿Amistades?— Minho esta vez rió divertido de verdad –Esa sarta de hipócritas no eran amigos de Onew.

—¿Conocía usted a sus amistades?

 

—No— Esta vez Choi mordió su labio inferior –La verdad es que… En tanto más conocía a Jinki, más lejos estaba de Onew.

 

 

 

 

No conocía la costumbre de dormir por las noches. Cabeceaba durante las mañanas y cuando caía la noche era como si su cuerpo por si solo descubriera que se sentía mucho más cómodo entre las sombras y su sonrisa desembocara en una vorágine de buenos causales.

 

Desconocía del cansancio, no importaba cuando estaba tan cerca de llegar.

De alcanzar con la punta de sus dedos eso que tanto había anhelado.

 

Jinki tenía una costumbre, una pastosa costumbre. Contaba su dinero cada mañana cuando llegaba a su casa dispuesto a descansar. Contaba la cantidad que tenía, la que iba en aumento, y por supuesto contaba la cantidad que le quedaba para llegar a sus sueños. Quería comprobarlo, quería ser consciente de que en verdad lo estaba logrando. Necesitaba sentirlo así.

 

Esa tarde, casi noche, cuando llegó al bar la mayoría de los empleados estaban rebosantes de vida, sonreían, reían, hablaban. Eran todo lo que Jinki no era en ese momento, por que se le había ocurrido salir en su día libre con Minho y permanecer despierto durante mitad de la tarde y noche. No había dormido lo suficiente, le faltaban horas, pero al menos su cabeza no volaba en suposiciones estúpidas.

 

—Onew~

 

Luna apareció de la nada, con su sonrisa radiante y su espontaneidad latente.

A veces tan abrumadora.

 

—Hola, Lu. ¿Cómo has estado?

—No tan bien como tú— Ella sonrió, complicadamente para su gusto. Ella sabía algo –Ayer vino a buscarte un chico, muy guapo por cierto.

 

Onew negó suavemente, empezando a colocarse el uniforme mientras la muchacha todavía daba vueltas alrededor suyo y lo miraba con insistencia, como si buscara descubrir algo que no le quedaba muy claro.

 

—¿Qué sucede?

—Oh, nada— Mintió, mientras mordía su labio inferior y se acercaba –Solo tengo una pequeña pregunta.

 

De repente Luna estaba muy cerca, con sus ojos grandes y fijos sobre él, con su aroma dulzón y su sonrisa demoledoramente preciosa, lo asfixiaba, tan repentinamente que se sintió asustado. O es que aún tenía restos de Minho en la cabeza y solo podía pensar en que todo aquel que se acercaba era para besarlo. Buscó rescate hacía el bar, todavía vacío mientras varios acomodaban las sillas.

 

—Tú dirás— Habló, solo por que había callado demasiado y Luna seguía mirándolo como si se divirtiera viéndolo así.

—¿Eres gay, Onew Oppa?

 

Abrió bastante los ojos, maldita su mala costumbre de no saber mentir correctamente.

Un cosquilleo extraño había subido por la espina dorsal y malogrado todo su sistema nervioso en tan solo un segundo.

 

¿Lo era? Ni siquiera lo había pensado.

Le gustaba Minho, como bien le podían gustar Luna o Sully, o cualquier mujer hermosa que se pudiera pasar frente a sus ojos. Entonces ¿lo era?

 

—Oppa…

—Yo, bueno…

 

De repente los ojos de Luna se distrajeron, directo hacía la entrada donde el perfil de aquella mujer alta y de cabello largo lo hizo recordar lo sucedido noches atrás.

 

—Victoria…

 

El nombre salió de sus labios con un halo de gracia, el cuerpo delgado y firme de la mujer mientras hablaba con Seungho y asentía cada tanto, con sus ojos tapados por unas enormes gafas y su cabello suelto. Era hermosa. Bella e imponente.

 

Onew descubrió entonces, que no importaba si era Minho o era Victoria, los dos generaban una atracción fuerte en cualquier persona que los observara. Solo que Minho era diferente, era diferente para él.

 

—No lo eres.

—¿Disculpa?

 

Respondió al corriente, casi al mismo tiempo que las palabras emergieran de la boca de Luna.

 

—No eres gay, Oppa— Admitió la muchacha –No soy ciega, acabo de notar como la miras.

—¿A quien?

 

Onew de pronto parecía perdido.

 

—A Victoria, la mujer que está…— De pronto los ojos de Victoria se posaron sobre ellos, Luna bajó su mano a tiempo antes de señalarla y sonrió nerviosa, mientras posaba su mano discretamente sobre el hombro de Jinki –Bueno, ella— Habló entre dientes mientras la saludaba discretamente –Es demasiado hermosa. Me cae mal.

 

Los susurros de Luna estuvieron a punto de hacerlo reír, Victoria a lo lejos sonreía.

Hasta que su jefe salió de la oficina y recibió gustoso a la mujer de vestido largo y ceñido.

 

 

 

 

—Solo digo que no es tan bonita como para que ustedes babosos solo se la pasen hablando de ella— Victoria había despertado la envidia de varias de las meseras en el lugar, Sully se miraba en el espejo, con sus palabras saliendo cada tanto que sus compañeros se asemejaban a quinceañeros tratando de ver a la bella mujer en la oficina del jefe –Ni que fuera famosa.

 

—Pero es bastante guapa, ¿cómo se dejaba tratar así por ese sujeto?

 

Seungho permanecía sentado, justo frente a Onew que terminaba de acomodar las servilletas que irían en los vasos que se servirían esa noche. El resto de muchachos parecía entretenido con la presencia de Victoria en ese lugar.

 

—Bueno, quien sabe. A lo mejor tanta belleza no le da la inteligencia.

 

Luna sonrió divertida y Sully chocó su mano, en un gesto de complicidad que hizo a Seungho rodar los ojos.

 

—¿Jinki?

 

De pronto, sin que el pequeño grupo lo notara. Victoria había salido de la oficina y había caminado hasta ellos. Con la manta de seguidores detrás de la muchacha.

 

—Eh, si. Hola.

 

Onew se había levantado de inmediato, limpiando sus manos y haciendo una pequeña venia.

 

—¿Podemos hablar un rato?

 

Claro que si Onew hubiera tenido la oportunidad, hubiera detenido el tiempo un rato.

Tan solo para pensarlo mejor.

 

 

 

 

—Ya hablé con tu jefe y Seungho si no me equivoco— Onew asintió de inmediato, observando al mismo lugar que Victoria lo hacía, esperando que le corroborara el nombre del muchacho –Ustedes han sido muy amables conmigo y yo solo quería agradecérselos de la manera adecuada.

 

Un sobre blanco salió del pequeño bolso de la mujer, estirado directo hacía sus manos. Jinki onduló su mirada del sobre a ella, a esa sonrisa pequeña que la mujer tenía entre los labios.

 

—Por favor, acéptalo.

—No es necesario, yo….— Cállate Jinki, su mente pedía a gritos que guardara la decencia para otro rato, le faltaba tan poco para alcanzar su meta —…Lo hice solo por ayudar.

 

Victoria sonrió.

 

—A veces es bueno aprender cosas de las personas que conoces— Empezó la mujer, con su voz serena y su mirada profunda que segundo a segundo lo hacía sentir más al descubierto –Los favores son gratuitos, pero a punta de favores no se consiguen las metas. A veces hay que dejar partes de ti en el camino. Sé que lo vas a usar correctamente.

 

De repente las manos suaves y pequeñas de Victoria tomaron las suyas, con más firmeza de lo que esperaba, lo acogieron con una calidez todavía desconocida para él y se perdió tanto esa sutil caricia que antes de percatarse ya tenía el sobre en las manos. Y la espalda de Victoria a la vista.

 

—Cuídate mucho, Jinki. A lo mejor en el futuro te deba más cosas que una noche en la que todavía fui estúpida.

 

Le permitió ver su rostro, el perfil apenas, una pequeña sonrisa que se dibujo en esos finos labios antes de que el sonido de sus tacones lo alertara y lo hiciera caer en cuenta de que la mujer ya se iba, que lo dejaba atrás y que dejaba en sus manos una cantidad irrisoria de dinero. Una cantidad tan abrumadora, como los latidos apresurados en su corazón.

 

 

 

 

Nada brillaba como él, como su sonrisa o la vivacidad en sus ojos.

 

Nada se le comparaba y nada lograba estar al corriente de eso que Kangta sentí cuando lo miraba y una sonrisa tonta emergía de sus labios, era una apreciación apresurada. Una estatua que emergía desde el fondo del mar, merecía ser contemplada y amada, y hasta hace poco Kangta lo sintió únicamente lejano, como algo que nadie más por más que le rezara, podía tocar.

 

Sin embargo sus esperanzas murieron con el ocaso de esa noche en la que Minho lo conoció, desde el segundo pequeño en que sus ojos lo registraron, como si el mundo se volviera en cámara lenta y nada más quedara. Perdido en medio del espacio con las manos estiradas hacía ningún lugar, así era pretender a alguien como Onew, vivir en un limbo absoluto donde su única recompensa era una sonrisa.

 

Una sonrisa que ocultaba tanto y lo alegraba tanto.

Era triste que sus sonrisas dependieran de él, de una sonrisa ajena y desconocida, de unos labios que no funcionaban a su voluntad, que le eran regalados a todo el que lo mirara, como lo más bello por ser contemplado. Onew quizá no conocía aún el poder de esas sonrisas que tan deliberadamente regalaba.

 

—Si lo supieras…— Susurraba dentro de su pequeña habitación, con las maletas armadas y el techo de la habitación, tan lejos que ni sus manos lo tocaban —¿Harías uso de ella?

 

—¿Kangta?

 

Se levantó de repente, cuando la voz de Minho en el marco de su puerta lo hizo despertar.

 

—¿Si?

—¿Ya tienes todo listo?

—Claro.

 

Minho dudó, tan visiblemente que no fue difícil suponer el por qué.

 

—¿Qué sucede?

—Nada— Respondió rápidamente el menor antes de morder su labio inferior y luego de un pequeño debate interno, cerrar la puerta y acercarse un poco más –Bueno… quizá sería bueno atrasar nuestro viaje un par de día.

 

Kangta apenas movió un poco la cabeza, no cerró los puños por que sería demasiado obvio. No sonrió porque sería demasiado falso, pero a cambio de todo eso fingió ignorancia, junto un poco sus cejas y su voz sonó como una orden disfrazada.

 

—No— Luego trató de ser amable –El lunes empiezan las clases y ya es jueves. Tenemos que llegar con tiempo, lo sabes.

—Pero viajamos esta noche ¿no es muy pronto?

 

No lo era.

Solo era el tiempo que el mismo Minho había establecido, el menor dentro de aquel pueblo perdido del mapa de lo aceptable para Choi.

 

—No, Minho.

 

De pronto sintió la decepción, cuando Minho asintió sin insistir un poco más.

Sin que sus razones fueran suficientes y sin que peleara por un instante más junto a esas sonrisas, que él veía en exclusiva, mientras Kangta solo recibía las estereotipadas para cualquier cliente en el bar.

 

Aún así no dio un paso hacía atrás y Minho pareció recordar de donde venía.

 

 

 

Todavía no era lo suficientemente tarde.

 

Aún los clientes no parecían dispuestos a repletar el lugar y quizá todavía no morían las cenizas del trabajo sobre los pesados hombros en un día cargado de emociones, Jinki sabía que podía equilibrar varias prioridades en su vida, una de ellas eran sus sueños. Esos que parecían tan lejanos todavía.

 

Y cuando cerraba los ojos la voz de su madre sonaba tan cercana, tan viva, tan repleta de amor e ilusión mientras lo peinaba cada mañana, cuando su cabello que le llegaba hasta los hombros era peinado con dedicación y entusiasmo.

 

“Sonríe, Jinki” Decía ella, con ese tono maternal y esos ojos hermosos que parecían la paz perfecta “Que cuando las bendiciones son otorgadas, nacen personas como tú, personas con esa clase de sonrisa. Esa sonrisa que puede cambiarle la vida a alguien…” En esos  días cuando Jinki cerraba los ojos y creía “…Y los milagros son tas escasos hijo mío, que es eso precisamente, lo que te vuelve irrepetible.

 

Forcejeaba entre aquellos tiempos y los anhelos de su madre por que llegara lejos, por que su sonrisa fuera contemplada y subyugara un poco en el alma de alguien. Como las estrellas brillantes en el cielo que son capaces de inspirar a poetas, Onew quería ser una luz que alumbrara ese insípido mundo en el que había crecido, que borrara las sombras que no lo hiciera impío.

 

—¿Has esperado demasiado?

 

Minho…

 

—No tanto.

 

Ni siquiera recordaba que tenían que reunirse ahí.

Su mente había volado tan lejos de repente, que cuando el muchacho se sentó junto a él, Jinki optó entonces por sonreír. Como un movimiento mecanizado en su alma.

 

Si el sol apenas se ponía no importaba a Onew le gustaba aquel lugar, ese pequeño espacio desde donde podía ver al sol marcharse con un hasta luego, como si lo hipnotizara de repente y nada más fuera tan hermoso como eso. Y Minho parecía haberlo comprendido de la misma forma.

 

—Esta noche regreso a Seúl.

 

Los ojos de Onew dejaron de ver el atardecer, aunque su mirada siguiera posada en él, quizá sus ojos se abrieron bastante, eso él ya no lo puede recordar. Pero Minho lo había tomado por sorpresa, con su voz sumisa y bastante tranquila.

 

—Ya veo…— Susurró de repente —¿No estarás pensando en decir algo verdaderamente tonto, cierto?

 

Minho giró hacía él, con un llamado que lo explicaba todo –Jinki.

 

—No deberías atrasar algo inevitable— Empezó, con una sonrisa pequeña y amable en los labios, una que sabía a resignación y soledad –Tampoco deberías dejar cosas atrás, por alguien que solo quiere caminar hacía adelante.

 

Minho había recibido ese consejo en el momento indicado, de la persona indicada.

Aunque no siempre todos los consejos sean aceptados como tal.

 

Los minutos del atardecer se agotaban, Minho se ahorró bastantes palabras, tantas que mordió su labio inferior para callarlas, para retenerlas en el fondo de su ser. Para que no evacuaran penosamente de repente. Y cuando pudo darse cuenta Onew tenía sus ojos posados en ese atardecer, lejano y primario a la vez. Su mano buscó la calidez, esos dedos delgados a centímetros de él.

 

Recibió con sorpresa ese apretón de manos, la mano de Onew cerrándose sobre la suya con fuerza, con una repentina y estable que lo hizo respirar profundo antes de empezar, algo que en aquel momento debió terminar. Inspirado por el hecho, Minho solo lo apretó un poco más, su mano resguardado por el calor de él y el silencio inestable que los había abrigado.

 

 

 

 

Varias horas después, cuando el sol había vuelto a aparecer y mientras Minho seguramente pisaba suelo de Seúl, Onew volvió a su vida de siempre, la que había cambiado apenas por semanas. Salió cuando la gente ya se encontraba caminando por las calles, resguardó en uno de sus bolsillos aquel dinero que Victoria le había entregado y suspiró en cuanto ingresara en el pequeño departamento que lo esperaba cada mañana.

 

Sus pasos se dirigieron con parsimonia, directo a esa pequeña habitación de ventana discreta, mientras el lugar despuntaba en limpieza y los rayos incólumes de luz se metían de contrabando. No había tenido el valor de contar el dinero, de llenarse de ilusiones hasta no comprobarlo.

 

Abrió entonces la caja, ese cofre pequeño donde todo estaba guardado, incluso sus sueños y esperanzas que esporádicamente salían solo para recordarle que estaba vivo, que la vida no se le escapaba en sus trabajos y reunir dinero. Que al menos algo le quedaba de realidad.

 

Y entonces contó, billete por billete. Moneda por moneda.

En el suelo cayó la pequeña tapa que recubría el dinero, como si saltara e hiciera su escándalo propio por él. Por dentro Onew estallaba en fuegos artificiales, tapaba su boca y su sonrisa temblaba, no se definía y sus ojos se movían nerviosos de un lado a otro.

 

—Está completo.

 

Auguró velozmente sus planes, como un remolino de anticipación.

 

—¡Tengo el dinero completo!— Gritó eufórico —¡Seúl!

 

Y lo abrazó, como se abrazan a los seres queridos, como si sintiera los brazos de su madre querida respaldándolo con armonía, felicitándolo por su primer gran paso. Como si su ser se regocijara como no lo hacía en bastante tiempo, como si le debiera la vida entera a Victoria Song.

 

 

 

 

 

—Onew una vez me dijo…— Minho parecía de pronto lo suficientemente comunicativo –Que las personas como yo, jamás deben dar por sentado al amor.

—¿A qué se refiere?

 

—No lo sé— Sonrió –Él nunca me lo quiso explicar.

 

—Pero, él era una estrella bastante conocida, lo suficientemente conocido como para que su vida personal sea un caos, aunque no lo aparentara ¿sabía usted de problemas que halla tenido con alguien en particular?

 

Minho negó suavemente.

 

—Onew no tenía problemas con nadie— Esta vez fue un suspiro, pequeño y aletargado en el tiempo –La gente, lo amaba, lo veneraba, se rendía ante su sonrisa. Él tenía todo lo que siempre había querido. Pero como ley natural, entre más rápido se cumplían sus sueños, más necesitaba soñar. Para sentir que su vida no estaba perdida, no toleraba la idea de que el límite de sueños había sido tocado y que ya no le quedaba nada. Que había sacrificado tanto… por algo que solo lo había dejado vacío.

 

 

Fin Episodio Tres

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Nirvana: episodio 2


 

Nirvana

Simetría

Episodio 2

 

 

—Nombre completo.

—Ahn Kangta.

 

Se encontraba otra vez, entre el suspiro y el peso sobre la espalda que carcomía la poca esperanza que le quedaba ¿Y si lloraba un poco más? ¿Acaso se había cansado de tanto llorar? ¿Acaso el amor que tantas veces había golpeado a su puerta por fin lo iba a dejar descansar? A Kangta ya ni siquiera le importaba hallar una respuesta que al menos convenciera a los demás.

 

—Según tengo entendido, usted y el señor Choi Minho son primos.

—Así es.

 

Y si lo amaba un poco más, seguramente sería un calvario peor.

Su recuerdo lo acosaba, goteaban no solos sus lágrimas sino las partes de su amor no correspondido.

 

—¿Conocía entonces al señor Lee Jinki?

—Por supuesto— Kangta asomó una sonrisa, su nombre. Su bello nombre siempre provoca que su razón se desconectara y el solo recuerdo le diera paz –Onew era…

 

¿La persona más importante?

¿La razón por la que aún se mantuviera en pie?

 

Onew era tantas cosas que… mentir era mucho más fácil.

 

—…Él era un muy buen amigo.

 

Y la mentira quemó en su garganta, tanto que ni siquiera detuvo esa lágrima que evidencio su debilidad, su voz apagada y el susurro de su alma por un poco de paz.

 

 

 

A Minho no le gustaba madrugar, excepto claro cuando salía a correr de vez en cuando por las mañanas, más por su salud y la exigencia de sus padres que por otra cosa. Tenía los ojos cansados de tanto leer durante la época de clases, que disfrutar de sus cortas vacaciones en aquel pueblo se había reducido a despertarse muy tarde, conversar con su madre, salir a pescar con su padre y conversar con Kangta.

 

Nada más le importaba, hasta que él apareció en su vida y de pronto tenía la insana sensación de verlo de nuevo, de escuchar su voz, de que su sonrisa provocara en su interior ese sacudón extraño que le hacía pensar por primera vez en su vida, que el destino no se había equivocado de mano con él.

 

Pero ya no le bastaba verlo por la noche, entre la oscuridad y la escaza luz que había, oír su voz amable cuando lo saludaba y lo reconocía, prefería tenerlo como la vez pasada, fuera de su trabajo, con su voz escuchándose perfectamente, con su rostro fino y sus ojos rasgados que le hacían olvidar a Minho que en algún momento debía volver a Seúl.

 

Un beso lo cura todo.

Y Minho esperaba forzadamente, que un beso curara esa necesidad que Onew había despertado en él. Apretaba sus manos y mordía su labio inferior. Atravesado por la vergüenza y la pena.

 

¿Qué estaba pasando con él?

De pronto conocía a este sujeto y su mente calibraba más allá de lo necesario, se esparcía por minutos como si algo de eso se fuera a hacer realidad y luego huía apesadumbrado.

 

Bufó con más molestia que las veces anteriores, encendió el auto y arrancó.

Por que sus esperanzas por ver a Onew esa mañana se quedaban atrás, y tenía de copiloto a esas dudas, a ese temor infundado por las verdaderas razones por las que ese tipo tan común se le había metido tan fuerte en la cabeza, mejor que cualquiera de esas lecciones que forzadamente debía recordar.

 

 

 

 

—¿Otra vez se fue?

 

Onew trató de asomarse por encima del hombro de Luna; pero la mujer se removió en su lugar, mirando discretamente hacía bajo por el pedazo de cortina que había abierto delicadamente para poder checar lo que desde hace días los venía intrigando.

 

—Si, otra vez se ha ido.

 

Y la desilusión quedó marcada en el rostro de Jinki por unos segundos más, antes de que suspirara un poco y volviera a su expresión afable que más que perenne parecía una costumbre.

 

—Ese tipo es extraño— Acotó Luna mientras cambiaba sus zapatos por unas bellas zapatillas de tacón alto –Viene casi todos los días a nuestra hora de salida, espera un rato y luego se va.

—Como si no agarrará el valor para seguir esperando.

 

Luna asintió, perdida en sus pensamientos, estuvo a punto de preguntar si a quien esperaba era a Sully, la más bella de sus compañeros, pero se mordió la lengua cuando vio a Onew agarrar su bolso y colocárselo cuidadosamente, la manera en que sus movimientos habían perdido voluntad y su sonrisa parecía más bien una mueca.

 

—¿Te está buscando a ti?

—¿Qué?

 

Onew se mostró lo suficientemente sorprendido como para que Luna sonriera y esta vez afirmara —¡Te está buscando a ti!— La chiquilla dio varios saltitos alrededor del mayor, con los ojos brillando como estrellas y la ilusión tan palpable que era casi aturdidor —¿Y por qué no has bajado en estos dos días que ha venido?

 

—Nu…nunca dije que viniera por mí.

—¡Oh, vamos!— Luna amplió su sonrisa –Se te nota en la mirada.

 

—¿El qué?

—Te gusta~

 

Luna golpeó con la punta de sus dedos esa mejilla de Onew. El gesto que tanto le molestaba al mayor y que lo hizo sacudirse en medio de la ilusión que parecía tan bien establecida en ese menudo ser.

 

—Apenas he hablado con él un par de veces, Luna.

—¿Y?— Ella solo movió un poco la cabeza –No estoy diciendo que estás enamorado. Solo que te gusta.

 

Onew en un instante pensó que su amiga podía tener razón, pero al segundo dejó de pensarlo. Por que Onew no tenía tiempo para cosas como esas. Tenía un sueño por cumplir, y mucho dinero que ahorrar. Tenía un cielo brillante lleno de estrellas que lo esperaba en Seúl.

 

Muy lejos de las tontas ilusiones que Luna ya divagaba en su mente.

 

 

 

 

—¿Y dónde conoció al doctor Choi, jefe?

 

Seungho, curioso como de costumbre preguntó tranquilo mientras devoraba los tallarines y tanto Luna como Onew parecían divertidos con la conversación, ahora que su jefe se encontraba mejor y los había invitado a desayunar a ellos tres por haberse echo cargo del negocio los días que estuvo fuera.

 

—Pues él vivió aquí hasta los diecisiete años, luego se fue a estudiar a Seúl, armó una familia y ejerció como doctor por bastante tiempo— El hombre bebía despacio el te, y sentía por supuesto la mirada atenta de Onew –Y ahora ha venido a su pueblo natal a descansar y seguir trabajando pero con más calma que en la agitada ciudad.

 

Luna asintió, enrollando los fideos con cuidado mientras Onew mordía su labio inferior y esperaba.

 

—¿Quiere decir…?— Luna incluso podía predecir lo que el muchacho iba a preguntar —¿Qué toda su familia es de Seúl y están viviendo acá ahora?

—Bueno, si— Admitió el mayor de los cuatro –Aunque su hijo ha decidido quedarse en Seúl y terminar de estudiar su carrera por allá. Minho ahora solo está de vacaciones aquí.

 

Y el nombre picó en los labios de Onew como si buscara pronunciarlos también.

Minho vivía su sueño, en el lugar de sus sueños. Y de pronto, así como si nada, Onew sintió el valor para admitir que al menos si, Minho llamaba mucho su atención.

 

Quizá, un poco más que eso.

 

 

 

 

 

Fue al cuarto día que Choi Minho se sintió como un torpe acosador.

 

Otra vez estaba estacionado frente al lugar de trabajo de Onew, muy temprano en la mañana, lo suficiente como para despertar sospechas en la vida de sus padres que lo veían salir tan temprano y luego llegar a los pocos minutos sin hacer algo realmente importante.

 

Pero esta vez tenía que ser diferente, esta vez iba a esperar por él.

 

Cuando la puerta se abrió, Minho pensó en escapar, pisar el acelerador tan fuerte que apenas se viera el humo quedar. Pero Onew salió entreverado en ese abrigo verde, sacudiendo un poco su mano, despidiéndose de alguien en el interior. Con esa sonrisa. Y esa sola sonrisa fue la que lo detuvo.

 

—Oh, hola— Salió del auto, con una sonrisa y la vergüenza empañada —¿Me recuerdas?

—El chico que casi me atropella— Rió Jinki –Claro que te recuerdo.

 

—¡Oye! Que no hubiera sido mi culpa.

—Claro— Pronunció Onew, con su voz burlona un rato –Ahora échale la culpa al pobre chico que iba tras su sandía.

 

Todo había comenzado con ese escueto saludo, salido desde el sonido mudo de su cerebro para transmitir información. Minho recuerda haberse ofrecido a llevarlo a su casa, y de algún modo, por alguna razón, terminar invitándolo a desayunar.

 

Aletargar, eso era lo que le quedaba.

Que sus momentos con Onew no se esparcieran como la lluvia en invierno y lo abandonaran. Que solo dejaran un rostro nostálgico y la espesa dificultad para continuar adelante.

 

—Mañana es el cumpleaños de mi padre— Comenzó de repente –Quizá te gustaría venir, hará una parrillada sencilla. Seguramente tu jefe también esté ahí.

—¿Tu papá?— Onew se mostró tímido de inmediato –No lo sé.

 

Lo notó desde el momento en que lo sintió inseguro.

 

—No te preocupes por mis padres,  será algo muy tranquilo.

—Yo te aviso ¿si?

 

Debió sospecharlo de inmediato.

Onew no iría esa noche.

 

 

 

 

Kangta era un hombre de pocas palabras, pero aún así tenía ese instinto despierto, ese que lo impulsaba a hacer las cosas bien, a hablar aunque prefiriera morder su lengua y callar. Minho es importante por él, como el hermano que jamás tuvo la oportunidad de tener. Y resulta que entre la soledad de la niñez, Minho y él lograron adoptarse con facilidad, a reír, a compartir, a convertirse en hermanos de verdad.

 

Sabe cuando el menor sufre, cuando algo revuela por su cabeza y no lo deja en paz, cuando su mutismo se vuelve perene y los ojos sufren de amnistía, sabe tanto de Minho que casi puede asegurar que lo único que necesita en ese momento es un buen trago, uno que raspe un poco su garganta y lo haga perder estabilidad. Kangta nunca ha creído en esas cosas, nunca ha creído que el alcohol pueda ser la solución.

 

Pero Minho está tan presionado, tiene tanto que estudiar.

Tanto que hacer con su vida. Que cuando ha colocado una mano sobre su hombro, Minho solo se ha sacudido con fuerza, arruga el entrecejo y parece mirar el reloj, otra vez.

 

—Quiero estar solo, Kang.

—Es el cumpleaños de tu padre. Sea quien sea, ya no va a llegar.

 

Fueron reacciones diferentes, sorpresa, enojo y frustración como si el mismo Minho no pudiera hacerse a la idea de lo que acababa de suceder. Pero Kangta solo suspiró y volvió a colocar su mano sobre él.

 

—Vamos con los demás al jardín.

 

Quizá Kangta no sabía demasiado, pero podía suponer que ese estado, aventuraba a Minho en un mundo desconocido para él, palpaba la inexperiencia y sobrevolaba en las confusiones de su mente. Miraba a su primo y pensaba en regresarlo a la realidad. Miraba a Minho y solo podía pensar en que tal vez lo mejor era que regresar a Seúl cuanto antes mejor.

 

 

 

 

—¿Te asusté?

 

Onew giró, tan pronto que sus cabellos fueron movidos por la gravedad, que sus ojos miraron sorprendidos al menor, directo a esos ojos grandes y tan profundamente negros que por un instante solo pudo retroceder, como si su espacio hubiera sido violado. En esos pequeños minutos de descanso que se tomaba en las noches del bar.

 

—¿Qué haces aquí?

—Una de tus compañeras me dijo que podía encontrarte aquí— Minho avanzó, con sus pies ligeros y su mirada ensombrecida —¿Por qué no fuiste hoy?

 

Onew mordió su labio inferior.

 

—Apenas te conozco— Empezó –Ir a tu casa… no era lo correcto.

 

Entonces si lo había asustado, sus actos impulsivos y sus palabras que solían solas, Minho debía suponer que las cosas no ocurrían con facilidad. Que en unos días tenía que volver y Onew no entendía, que tal vez nunca más se volvieran a ver. Que él necesitaba por encima de tantas cosas liberarse de esa presión interna que la sola sonrisa de Onew le dejaba entrever.

 

—¿Te intimidé?

—Un poco, nunca había conocido a alguien tan directo.

 

—Me gustas.

 

Onew abrió los ojos un poco más. Le gustaba Minho, de esa forma extraña y demandante, pero era eso. Era atracción, sus ojos, su voz, sus manos grandes y fuertes, le atraía el ser entero que Minho representaba, eso que despertaba un latir descontrolado. Nada más.

 

—¿Lo ves?— Sonrió Jinki –Eres demasiado directo.

—¿Y eso es malo?

 

Minho se había acercado un poco más, Onew ya se sentía acorralado, las manos apretando firmemente el barandal detrás de él, la altura que Minho le llevaba por ventaja, su aroma, el calor que de pronto lo rodeó, si estaba dispuesto a un beso. Solo uno que calmara esa repentina atracción que había nacido de la nada.

 

—Onew yo…

 

Entonces, oportuna como la consciencia Sully apareció, su largo cabello moviéndose ante el viento y con una mano sosteniendo la puerta todavía abierta por donde la música se escuchaba un poco más. Sus ojos abiertos y las manos de Onew ya en el pecho de Minho, separándolo lo suficiente.

 

—Sully no…

—Ya terminó tu descanso.

 

La muchacha se marchó. Nerviosa. Contrariada.

 

Onew sacudió sus cabellos, regresó a la realidad. A ese dictado exacto y constante que le dice que los besos no se entregan tan fácil. Que no puede ir por la vida pensando que la atracción se puede convertir en amor, que convertirse en la noche pasional de un  muchacho de ciudad no es la forma de llegar a sus sueños, esos tan altos sobre el cielo de Seúl.

 

Vergüenza, pudor y rabia.

¿Qué pasaba con él? ¿Qué pasaba con Minho?

¿Por qué había estado a punto de dejarse besar?

 

—Onew…

—Tengo que ir a trabajar.

 

Pero la consciencia pesaba un poco menos, dejaba de gritar y susurraba si él no era plenamente consciente de lo que sucedía en realidad ¿no?

 

Pudo agarrar por la mano a Minho y hacer que lo soltara, pudo golpearlo, empujarlo, patearlo, pero prefirió abrir los ojos sorprendido y dejarse llevar por dos segundos que fue lo que el beso duró, cuando Minho se acercó a él y lo besó. Cuando fingió que la sorpresa había sido más y no había tenido tiempo de reaccionar.

 

Luego lo empujó, lo miró con rabia fingida y se marchó.

Aunque mordió su labio inferior y maldijo a su libido, a ese ser que murmuraba en su interior que quería un poco más, mucho más, que quería todo lo que Minho estuviera dispuesto a entregar. No importaba si era su alma entera, por que él estaría dispuesto a liderar con ello una vez más.

 

 

 

—¿Crees en el amor a primera vista?

 

Kangta giró, tan pronto como las palabras de Minho llegaron a sus oídos, tan pronto como su mente calibró el peso de esas palabras y esa mirada de pronto perdida que el menor tenía mientras almorzaban en aquella plaza tan cerca del hospital donde trabajaban los padres de Minho.

 

—¿Disculpa?

—Yo no creo en el amor— Se apresuró a decir Minho –Pero quizá pueda sentir algo parecido.

 

—No confundas el deseo con amor— Aclaró Kangta, moviendo el café frente a él, sintiendo la atenta mirada de Minho sobre él –Cuando deseas algo con tanta fuerza, puede fácilmente confundirse con algo que has deseado toda tu vida aunque jamás halla sido así.

 

Minho tenía esa costumbre, levantaba su ceja y miraba escéptico cuando algo no lo terminaba de convencer. Sabía del poder de Kangta por leer sus pensamientos así que sonrió, no quería dejar entrever que los labios le quemaban desde ayer, que sus manos ardían en desesperación por tocar un poco de esa piel, por palpar ese cabello largo entre sus dedos. Y mucho menos quería anunciar que había soñado con él, desde la noche anterior. Por un beso, por un solo beso.

 

—Da igual— Suspiró Minho –De todas formas pronto volveré a Seúl.

 

Y si Kangta le hubiera prestado un poco más de atención, quizá hubiera notado ese brillo particular en los ojos de Minho, ese vistazo repentino hacía el futuro y esas ganas imperiosas por alcanzar algo que aún parecía lejano.

 

 

 

 

—¿Onew no ha venido a trabajar?

 

Luna abrió sus ojos un poco más, bajó la libreta y suspiró.

 

—No, hoy es su día libre.

—Oh, ya veo. Muchas gracias.

 

El sujeto le sonrió, tan amablemente que ella se pudo haber quedado así un rato más. Como contemplando un obra de arte que es difícil de conseguir. Pero el hombre salió del bar, tan pronto como los pensamientos de Luna terminaron de asimilar que últimamente todos los chicos guapos buscaban a Onew.

 

Que su esperanza por conseguir novio ese mes, podía fácilmente claudicar.

 

 

 

 

—¿Te has mirado en un espejo alguna vez?

 

Onew se detuvo junto al ventanal. Justo sobre una de las veredas poco pobladas, con Minho deteniéndose junto a él, y el reflejo de ambos opacado por la poca luz, el rostro de Onew se posó en esa imagen de los dos, tan etéreos como lejanos. Como si jamás debieron mostrarse así, como si la vida se opusiera a verlos así, pero Minho insistía en verlo, en hablar con él. Como si fuera oxigeno, como si robara su aliento con su pequeño ser.

 

Pero entre la confusión, y lo extraño que era para él, Onew tampoco se podía negar.

 

—Por supuesto que lo hago, a diario— Respondió Minho, tratando de ver lo que tenía al mayor tan abstraído en esa imagen que les devolvía el cristal –Creo que todos lo hacen ¿no?

—No me refiero a eso— Aclaró Onew –Sino a si alguna vez te has visto de verdad, hacía donde están dirigidos tus pasos y lo que piensas hacer cuando dejes de caminar.

 

—Seré un abogado.

Onew sonrió –Yo dejaré que mis pasos me guíen hasta él.

 

De pronto los ojos de Minho lo miraron con curiosidad.

 

—¿Quién es él?

—Es tonto, no importa— Onew se sacudió un poco, mostrando una sonrisa otra vez –Vamos a cenar.

 

Pero Minho tenía esa espina, molesta y pequeña que lo hacía ver la espalda del mayor alejarse, de repente era como si Onew, a pesar de estar atorado en ese triste pueblo, caminara más rápido que él, como si siempre le tocara observarlo alejarse, como un viento inestable que sacude su cabello y se marcha sin más.

 

—¿Onew?

 

La voz del hombre que apareció junto a él lo hizo levantar la mirada, Minho se había quedado un poco atrás y en cuanto lo reconoció, sonrió. Como costumbre como cada vez.

 

—Oh, hola Kangta.

 

Lo había visto un par de veces en el bar, recordaba su mirada y su voz.

Pero Minho apareció. Conocía esos ojos de Kangta, esos que despertaban la ilusión y morían como fuegos artificiales y desaparecían entre la belleza a su máxima expresión.

 

—Me dijeron que no habías ido a trabajar,

—Es mi día libre— Kangta de pronto parecía hablarle con más confianza que antes y Onew sonrió –Iba a cenar con Minho.

 

Minho….

 

El nombre de él resonó, como las llamas subiendo en la fogata. Sus ojos despiertos sobre él, cortando toda su valentía por hablar con Onew, por primera vez, como nunca antes había tenido la oportunidad. Ese amor infundado por la pasión. Ese desespero de Minho y esa distracción constante recaían sobre Onew como único culpable. Y a él parecía no afectarle.

 

—Hola Kangta.

—Hola Minho— Sonrió, ameno y pasivo. Como una vil copia a carbón de la imagen de Onew –No sabía que lo conocías. “tan bien

 

Omitió su sarcasmo, dispensó su orgullo herido. Olvidó las noches infructuosas por hablarle una sola vez.

Ignoró que Minho apenas había llegado al pueblo una vez, y de pronto se creía con el derecho de estar ahí posar su mano sobre el hombro de él. Apretó sus puños y sonrió una vez.

 

—Bueno, que la pasen bien— Mentira. Deseaba lo contrario, pero Minho era su primo, su hermano a costumbre, su persona importante en verdad –Yo tengo una cita en un par de horas, y debo ir a alistarme— además, nunca había tenido la oportunidad de hablar decentemente con él. No había logrado lo que Minho parecía haber encontrado al fin.

 

—Que la pases bien, hyung.

—Suerte.

 

Onew sonrió, y esa sonrisa fue la que contó. De pronto sentía a Minho tan lejano que avanzó con sus pasos por la plaza y bufó, desató esa corbata que de pronto lo empezaba asfixiar y rezó internamente por ese amor, ese sofoco amor que parecía nunca tener la oportunidad de ver la luz, deseó más que todo por que se marchitara al fin, por que al menos su estómago no ardiera tan fervientemente como hace unos segundos atrás.

 

 

 

 

—No lo hagas.

 

Minho se sintió frustrado otra vez.

Las manos de Onew interponiéndose sobre su pecho, su mirad firme y sus labios tan espectacularmente cerca que pedir que hiciera lo contrario era incluso hasta cruel.

 

—¿Por qué no puedo besarte otra vez?

—Por que mañana regresarás a Seúl, y mi cabeza no tiene tiempo para pensarte otra vez.

 

Minho retrocedió.

 

—¿De qué estás hablando?

—Mis sueños están tan altos, que pensar en ti solo retrasaría mi situación.

 

Siempre tan cruel, siempre tan sincero.

Minho avanzó un paso más otra vez y Onew suspiró.

 

Minho es Seúl, es luz que brilla aún en medio de la oscuridad, es satisfacción, pasos que se pierden entre las miradas y que evocan algo tan distinto y sobresaliente que en ocasiones se encuentra contemplando el reflejo de sus sueños. Olvida a la persona y se ve sistematizado. Es Seúl, en todo el sentido de la palabra. Onew siente que estira sus manos aunque aún no lo pueda alcanzar.

 

Aunque esté ahí, y lo esté tocando.

 

­—No lo hagas— Repitió, pero las manos de Minho se perdían en su cuello —…Por favor.

 

Minho es Seúl, por que siente que lo mira, y entonces lo descubre. Lo admira, se ilusiona, y su mirada borbota de un lado a otro, muy cerca de su ilusión, de su ambición controlada que él prefiere llamar aspiración. Es Seúl, con su frío y modernidad, con los recovecos más profundos de su piel frustrada de tanto trabajar.

 

Es Seúl, por que es su futuro. Y Minho está tan cerca de ello.

 

Que un solo beso bien le puede robar el aliento y regresárselo al mismo tiempo. Onew tiene las manos cansadas de tanto trabajar, no son como las de Minho, que siente suave sobre su piel, tiene ligeras ojeras bajo los ojos, no tan profundas pero guardan en su esencia un poco de su rabieta contra el destino que le tocó convencer cuando Minho apareció.

 

Y los labios de Minho saben a dolor.

Inevitable y latente, como sus sueños frustrados de llegar hasta él… Hasta su Seúl que parecía más lejano que la promesa que debía cumplir.

 

Quizá en su desespero y abandono encontró en Minho ese lugar secreto mientras movía sus labios al compás de los de él, mientras sus brazos se ceñían en su cuerpo, dejaba sus suspiros escapar y el estomago quemaba, como el pecado cercano al fuego y la desesperanza jugando a rodearlo igual que la nieve en navidad.

 

 

 

—Tal vez en algún momento notó algo raro, ¿Jinki frecuentaba gente extraña?

 

Kangta bajó la mirada por segunda ocasión, con el agua entre sus manos sin ser probada aún.

 

—Onew conocía a muchas personas, la verdad.

 

Quizá no estaba dando las respuestas necesarias, pero no valía la pena responder, no cuando no parecían dispuestos a hacer las preguntas correctas.

 

—¿Lee Jinki tenía enemigos?

 

Esta vez la mirada del hombre se levantó, directo  al hombre frente a él, a su rostro serio y cansado, a sus ropas oscuras y el eco de su voz sonando en sus oídos.

 

—¿Onew? ¿Enemigos?— Kangta se permitió incluso bufar irónicamente –Él era de esas personas que no podías odiar— Admitió sin problemas, antes de que su voz se apagara otra vez y la pausa creara el interés —…El problema era el grado en el que lo llegabas a amar.

 

 

Fin Episodio Dos.

Publicado en Fanfics

Nirvana


Se conoce al nirvana, como el grado máximo de imperturbabilidad

Un estado de liberación total al sufrimiento.

{ OnHo }

..::Capitulos ::..

Episodio 1: Encuentros.

Episodio 2: Simetría.

Episodio 3: Momentáneo.

Episodio 4: Solsticio.

Episodio 5: Mimesis

Episodio 6: Tecnócrata

Episodio 7: Poder

Dedicado casi en su totalidad, a mi amiga del alma Ale, que andabamos escazas de esta bella pareja *o*

Bueno, vayan sabiendo desde ya que este fic va a ser de todo menos fluff, pero espero que le disfruten, aunque más o menos ya se ir{an dando una idea de que va la cosa si llegaron hasta acá. xD

Muchas gracias a todos los que se tomen la molestia de leer y espero que les agrade el comienzo. 😉

Publicado en Fanfics

Perspectiva de Fan: YunMin


Manos

..:: YunMin ::..

 

 

 

—¿Qué si la pasé bien en Canadá?

 

Yunho sonrió, apoyándose un poco mejor en la pared y cruzándose de brazos.

 

—¿Por qué sospecho que hay una pregunta escondida tras esa sencilla pregunta?

—¿Eh? No Hyung… Yo solo… Preguntaba.

 

Minho acomodó la gorra en su cabeza, bajando la mirada y haciendo que Yunho ampliara su sonrisa un poco más ante la actitud un poco avergonzada en el menor.

 

—Fui a Canadá, por asuntos de trabajo nada más.

—Pero Jaejoong Hyung está ahí… Es decir, tú y él siempre han sido muy cercanos.  ¿Se vieron?

 

Oh…  Yunho adoró el rostro sonrojado en Choi, la manera en que mordía su labio inferior y lo mucho que le costaba quedarse quieto mientras hablaba.

 

—Jaejoong estaba muy ocupado con los conciertos de JYJ, apenas nos escribimos un poco.

—Que bueno… Lo has de extrañar mucho. Si yo me separara de mis compañeros creo que los llamaría a diario.

 

Minho bromeó, rascando un poco su nuca y desviando la mirada, visiblemente incomodo con toda la situación. Yunho solo suspiró, apoyado todavía en la pared y con sus brazos cruzados.

 

—Minho… ¿Recuerdas lo que te dije antes de irme a Canadá?

—Que quieres estar conmigo, solo conmigo. Y que el que intentemos algo juntos hace todos los problemas en tu vida menos pesados. Y que jamás te has sentido antes así.

 

Yunho se relajó, tenía a Minho frente a él. Un poco más tranquilo y mirándolo a los ojos.

 

—Yo se que tu carrera apenas está empezando, que aún te falta mucho camino por recorrer. Y que temes hacer los movimientos incorrectos que puedan afectar tú estabilidad, pero yo te quiero y cuando haces cosas como estás…

 

Jung dio un paso, acercándose demasiado al rostro de Minho el cual ser consciente de la cantidad de personas que los rodeaban, retrocedió.

 

—…En verdad haces todo muy difícil.

—¿Lo dices por que antes Jaejoong y tú  podían abrazarse, tomarse de las manos y eso?

 

—Nunca nos importó lo que el resto pensara, si era para las fans, si exagerábamos, si era real. Solo me gustaba estar así con él. Minho tenemos saliendo un tiempo, y me duele ni siquiera poder decírselo a Changmin que es como un hermano para mí.

 

Minho volvió  a agachar la cabeza, era cierto, aún no podían decírselo a todo el mundo. Apenas estaban empezando, pero sus personas cercanas debían saberlo, y entendía que Yunho quisiera al menos abrazarlo en público si se le daba la gana.

 

—¡Yunho Hyung! ¡Ven un momento por favor!

 

Uno de los asistentes sacudió un poco su mano, llamando la atención del mayor quien asintió tranquilamente, depositando una mano sobre  el hombre de Minho, y marchándose con una sonrisa en los labios.

 

 

La gente estaba alborotada, Taemin le hablaba de algo que él ya no entendió por que vio a Yunho acercarse, rodeado de un montón de gente, con una brillante sonrisa en los labios. Respiró hondo y decidió armarse de valor, esperando por que Yunho pasara a su lado.

 

—Hey… Buen trabajo, Minho.

—Igualmente, Hyung.

 

Sus palabras apenas susurradas. Minho se armó de valor, sin importarle la gente o las cámaras que pudieran estar siguiéndolo, lentamente tomó la mano de Jung Yunho y la apretó con fuerza, con una leve sonrisa en los labios, consciente de la curiosa mirada de Jung.

 

—Esta noche hablaré con los muchachos de Shinee, tu ve con Changmin. Y cenemos en tu departamento.

—¿Para qué?

—Para explicarles por que nos hemos tomado de las manos hoy.

 

Yunho lo miró, con una sonrisa aún más brillante en los labios, entrelazando sus dedos con los de Minho, caminando juntos, entre el montón de gente que los rodeaba, pero que para ellos sencillamente habían dejado de existir. Por que la sonrisa de ambos en ese instante era envidiable.

 

 

Listening: Behind these hazel eyes.  ~ Kelly Clarkson . (Breakaway)

De acuerdo, culpen de esto a ese video que todas conocemos donde Minho toma de la mano a Yunho, fue inevitable. Irremediablemente inevitable. No pude evitarlo. Necesitaba escribir un fic de esto. Las amo. Gracias por leer.