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Entre el cielo y la tierra: capitulo 5


 

Entre el Cielo y la Tierra

Gotas de vida en pequeñas cantidades

..:: 5 ::..

 

 

 

Temprano en la mañana, Yoohee terminó de cocinar.

 

El desayuno correctamente preparado, distribuido entre los cinco integrantes de la familia, que poco a poco empezaban a llenar la mesa, entre la voz animada de Junsu, la tranquila de Yunho y los reniegos del pequeño Changmin por que lo molestaban demasiado. Yoohee se preparó para otro día más.

 

Cuando Seungho se les unió, terminando de arreglar la corbata en su cuello. Ella no pudo evitar sonreír, con el dulce beso de su esposo en los labios, mientras la sostenía por la cintura en un gesto casi imperceptible.

 

—¿Te ayudo?

—Si, lleva el café a la mesa.

—De acuerdo.

 

Sin molestia alguna, Seungho se encargó de empezar a colocar las tazas con café caliente sobre la mesa, justo en los lugares donde Junsu molestaba a Changmin, y él le sacaba la lengua, por supuesto con Yunho de por medio con los brazos estirados pidiéndoles que ya dejaran de pelear por que lo aburrían.

 

—¿Cómo es posible que este mocoso de Changmin, con seis años se atreva a hablarme así? ¡Yunho dile algo!

—Pues seré muy mocoso, pero sin duda tengo más cerebro que tú con doce añotes encima.

 

Yunho suspiró, rodando los ojos. Y tratando de cambiarse de lugar, hasta que claro entre los dos muchachos a su lado, lo agarraron del brazo, haciéndolo sentarse una vez más.

 

—¡Dile que tengo la razón! ¡Que estas de mi lado!

 

Cuando las voces de Changmin y Junsu sonaron al unísono. Yunho tuvo que cerrar los ojos y volver a suspirar.

 

—Niños ya dejen a Yunho en paz. Aprendan a dejarlo fuera de sus peleas.

 

Seungho habló oportunamente, logrando que tanto Junsu como Changmin soltaran al mayor quien solo vio con una pequeña sonrisa de agradecimiento a su padre, y por supuesto el mayor asintió tranquilo.

 

Yoohee desde su lugar terminando de hacer los huevos revueltos escuchaba la pequeña pelea, con una sonrisa en el rostro. Pensando en que ese día tenía que darse una vuelta por el hospital por todo aquello de volver a trabajar.

 

Sin embargo ese malestar que la acosaba día a día volvió. Siempre empezaba igual con un mareo repentino. Y luego unas punzadas en la cabeza que terminaban por convertirse en un dolor de cabeza en intenso, haciéndola pensar a veces que podría tratarse de migraña.

 

—Amor, ¿te pasa algo?

 

La voz de Seungho se escuchó algo lejana, ella solo pudo apoyarse en el mesón, sostenerse con fuerza y cerrar los ojos, para cuando pudo volver un poco más a la realidad, Seungho la sostenía por la cintura otra vez.

 

—¿Mamá?

 

Luego fue la voz de Junsu, un poco preocupado también. Para cuando abrió los ojos sus tres hijos la tenían rodeada, todos con esas miradas repletas de preocupación y miedo.

 

—Tranquilos niños, solo me maree un poco.

 

Yunho no pareció muy convencido, pero por supuesto Seungho logró que todos volvieran a la mesa, él encargándose de lo poco que faltaba para que el desayuno estuviera listo. Yoohee solo pasó una mano por su rostro. Tratando de fingir que todo estaba bien, con una sonrisa que convenciera a los tres menores.

 

Odiaba esas recaídas extrañas.

 

Pero odiaba más que nada, que empezaran a ser tan seguidas.

 

 

 

 

Yoochun miraba de un lado a otro, concentrado en poder ver a Jaejoong cuanto antes mejor, pero él no aparecía, y pronto tenían que entrar en clases. Luego que ambos hubieran descubierto que podían volar, que la emoción los embargara, habían olvidado hablar de lo más importante.

 

—¡Yoochun!

 

La voz emocionada de Jaejoong lo hizo girar.

 

—Hasta que llegas, se me olvido decirte algo ayer.

—¿El que?

—Nadie, puede saber que ya sabemos volar.

 

Jaejoong arrugó el entrecejo, con la mirada un poco perdida.

 

—¿Por qué no?

—Debe ser un secreto Jaejoong, al menos hasta que descubramos como encontrar a Yunho. Si los adultos lo saben, nos vigilaran más. Y no podemos darnos ese lujo.

 

Aunque tardó un par de minutos, Jaejoong asintió, teniendo que darle la razón a Yoochun quien lucía muy serio esa mañana. Y sin embargo Jaejoong seguía repleto de esa emoción que lo embargaba al saber que estaba un paso más cerca de Yunho.

 

—¿Secreto?

—Secreto.

 

Apresó la mano que Yoochun le ofrecía y sonrió un poco más. Depositando su confianza en él, después de todo, era él quien lo había guiado hasta el punto de poder volar antes de lo previsto, Jaejoong confiaba ciegamente en Yoochun.

 

Confiaba ciegamente en poder encontrar a Yunho. Como fuera.

 

 

 

 

Seungho vio el perfil de su esposa.

 

Ella apretando sus manos con un poco de desesperación, con la expresión alicaída y la mirada perdida en la alfombra de la habitación. Asustada más que todo. Con sus cejas juntas y una expresión cansada que no se había tomado la molestia de mostrar antes.

 

Con movimientos lentos, colocó sus manos sobre las de ella, y esos ojos lo observaron, tratando de comunicarse sin palabras, transmitiendo su confusión y angustia interna. En el silencio de su habitación, con los niños en el instituto, Yoohee se vio capaz de soltar sus lágrimas.

 

—Tengo miedo Seungho… no sé que me está pasando. Pero no es nada bueno. Lo siento. Sé que no es así.

—Tienes que calmarte, Yoohee. Descansar un poco más.

 

Esas manos grandes pronto entraron en contacto con la piel de ella, esa piel suave, que ahora lucía incluso un poco más pálida de lo habitual. Seungho observó con aprensión que Yoohee estaba un poco más delgada, y que su ropa empezaba a quedarle grande.

 

—Estoy asustada… de que sea algo grave.

—Debemos ir al doctor, necesitas que te revisen.

 

Yoohee asintió, con esas lágrimas corriendo por su rostro. Oprimiendo el corazón de Seungho, con un vacío en el estómago que le impedía mostrarse tan o más asustado que su esposa. Solo por que ella debía apoyarse en él.

 

Él sabía, que ella no podía tener algo malo, no era posible. No podía. Por que Yoohee se cuidaba, era una mujer sana. Tenían una familia, una hermosa familia. Su Yoohee, su esposa no podía estar enferma.

 

Los brazos delicados de Yoohee se cerraron alrededor de su cuerpo. Y pronto escuchó un sollozo cerca de su oído, Seungho cerró los ojos, apretando con fuerza a la mujer que hace años había robado su corazón y ahora lloraba contra su pecho, entre un temblor leve.

 

Él cerró los ojos, rezando en silencio. Como hace mucho no lo hacía.

 

 

 

 

—¡Changmin ve por el balón!

—¡Si!

 

Con sus piernitas corriendo a todo lo que daba, Changmin avanzó entre el césped de aquel patio, directo hacía el balón con el que jugaban durante la hora de gimnasia. El balón, que no se había alejado demasiado estaba justo contra las rejas que limitaban el lugar de la calle.

 

Una vez que lo tuvo entre sus manos, su cabello se pegó a la frente. Y sus ojos viajaron directamente hacía aquellos dos hombres que caminaban precisamente frente a él, envueltos en unos trajes negros y se paseaban entre la gente, como si nadie más los pudiera ver.

 

Aquel hombre, el más alto, el que tenía una pequeña melena era el mismo que había visto hace unos días desde su salón. Aquel que su maestra había dicho no ver. Caminó descuidadamente hacía ellos, como llevado por imán extraño por ese adulto que se le hacía tan conocido, como si lo hubiera visto desde mucho antes.

 

—Changmin, ¿qué haces? Todos esperan por el balón.

 

Uno de sus compañeros llegó hasta él, un poco agitado por estar corriendo, y él pareció salir de su letargo. Con una sonrisa nerviosa en los labios.

 

—Oh, si. Lo siento.

 

Estiró el balón, y Sungmin lo miró extrañado. –Seguro, ¿qué estás bien?

—Si, no te preocupes.

 

El menor empezaba a alejarse, cuando Changmin regresó la mirada hacía aquellos dos adultos que se habían detenido a hablar unos metros lejos de él.

 

—Sungmin, espera.

—Dime…

 

—¿Ves a esos dos adultos vestidos de negro?

—¿Dónde?

 

Y Sungmin movió su cabeza de un lado a otro, como si en realidad no pudiera verlos. Cuando estaban apenas a una distancia considerable. Changmin volvió a mirarlos, pero ellos estaban ahí. Justo frente a ellos, un poco más lejos apenas. Discutiendo como si no se percataran de su presencia.

 

—Nada, creo que ya se fueron. Ve a jugar, yo ya voy.

—Pero se supone que…

—Ve Sungmin…

 

El otro muchacho hizo un puchero, con el balón en manos y corriendo hacía sus compañeros, Changmin sin embargo se quedó un rato más. Observando al más bajo señalar al de melena mientras afianzaba sus palabras, por alguna razón, Changmin no los podía escuchar.

 

Entonces ocurrió, el más alto giró su cabeza hacía él. Su mirada oscura lo rodeó por completo y Changmin abrió los ojos en demasía, sorprendido por ese inesperado sentimiento que lo recorrió de repente.

 

¿Qué pasaba?

 

Fue como un frío que lo abrazó por completo. Y cuando el más bajo giró también. Changmin solo pudo retroceder, asustado.

 

—¿Por qué ese niño nos puede ver?

—Por que es ese niño del que le hable a Boa, ¿tantos años han pasado que no lo recuerdas, Junho?

 

Una sonrisa apareció en el rostro del tal Junho, Changmin no podía entender lo que pasaba, ni de lo que hablaban. Sus pequeños ojos se concentraron en el hecho de que tenía seis años y solo quería huir.

 

—Vámonos de aquí.

 

Unas alas negras hicieron aparición, casi de la nada, proyectándose desde la espalda del que se hacía llamar Junho, rodeándolo no solo a él, sino al hombre de melena también. Dejando apenas el rastro de un viento que sacudió varios de sus cabellos, Changmin cayó al suelo.

 

Con sus manos temblando y sus ojos demasiado abierto. Asustado, temeroso de lo que acababa de presenciar.

 

—Changmin, ¿qué te pasa?

 

La voz de su maestra la escuchó, cerca de él, incluso sintió las manos de la mujer sostenerlo desde el suelo hasta cargarlo en brazos seguramente hasta la enfermería, pero él solo podía pensar en lo que acababa de presenciar y en que no podía hablar de ello.

 

Por que incluso hablar sobre eso, le provocaba terror.

 

 

 

 

Junsu suspiró por décima ocasión.

 

Apoyado en la banca de su salón, con la quijada sobre su mano derecha mirando directo hacia una de las bancas junto a la ventana del salón. Ahí donde habían varias chicas reunidas, riendo y conversando animadamente.

 

El onceavo suspiró llegó, cuando Jessica llevó un mechón de su cabello tras la oreja, dejando a la vista su aniñado rostro. Riendo ante las bromas de Yoona y por supuesto permitiendo que varias de sus amigas rieran también.

 

Como si tuviera un lugar privilegiado, Junsu la podía observar desde su lugar, sin que nadie se atravesara en su camino. Por más evidente que fuera. Y es que era tan bella, que Junsu se llenaba de una enorme ilusión con tan solo verla, y su pequeño corazón latía acelerado cuando podía saludarla en las mañanas.

 

Oh, Junsu estaba tan encandilado con aquella muchacha de cabellos oscuros.

 

—¿Y a este que le pasa?

 

Heechul, caminando junto a Yunho señaló a Junsu con la quijada, llevando en sus manos varias bolsitas con papas, pero Yunho solo levantó los hombros, exhalando resignado ante el enamoramiento de su hermano menor.

 

—Junsu y su extraño amor por Jessica.

—¿Otro más?— Heechul torció un poco los labios. —¿Por qué a todo el mundo le gusta Jessica? No me parece tan espectacular.

 

Yunho alzó un poco las manos, llevando una papa hasta su boca y comiendo con tranquilidad mientras se sentaban junto a Junsu.

 

—¿A ti no te gusta, Jessica?

—Pues no, ni siquiera he hablado con ella. Así que no, ¿y a ti Chul?

 

—No, tampoco. Tenemos doce, ¿quién se enamora a esta edad?

—Pues al parecer Junsu, y todo el séquito de admiradores de Jessica.

 

Heechul rió un poco, y recién entonces Junsu pareció salir de su ensoñación para poder girar hacía sus dos amigos, y poder quitarle un poco de comida a su hermano. Cuando Eunhyuk se sentó junto a Yunho con una botella con agua entre las manos, bufó por que le obstruía su vista hacía la muchacha.

 

—Deberías invitarla a almorzar en la hora del receso y ya.

 

Eunhyuk sonó muy seguro de sus palabras, logrando que incluso Yunho y Heechul asintieran, pero Junsu solo negó levemente.

 

—¡NO! ¿Cómo voy a invitarla de la nada? ¿Y si me rechaza por que ni me conoce? No, lo mejor es esperar un poco más.

 

Yunho desde su lugar rodó los ojos. Eso quería decir, que eran ellos como amigos, y él aún más como hermano, quienes tendrían que soportar los constantes halagos hacía la muchacha más popular del salón.

 

 

 

 

Seungho seguramente estaba ya en el trabajo.

 

Fue unos días después, cuando Yoohee atravesó la puerta de su hogar, con los resultados de las pruebas y los exámenes en las manos. El doctor había tratado de hablarle con tacto. Tomando su mano con fuerza e incluso tratando de darle fuerzas.

 

Pero cinco años no era tiempo suficiente.

 

Vivir una vida contra corriente no era algo justo, cerró la puerta sin mucha fuerza, con aquellos papeles entre las manos, con ese dolor en el pecho que difícilmente la dejaba respirar.

 

Estaba enferma, bajo tratamiento el doctor le pronosticaba cinco años de vida. Pero era tan poco tiempo. Sus hijos estaban pequeños, Yunho y Junsu apenas rondaban los doce, y Changmin, su Changmin apenas tenías seis años.

 

Ella no podía dejarlos, Seungho, su esposo, no quería abandonarlo. Cinco años no eran suficientes, y sin embargo era el tiempo que le habían dado. Era su límite de vida no absorto.

 

Las lágrimas volvieron a salir de sus ojos, con esa desesperación apoderándose de ella, soltando un grito desgarrador que emitió desde su garganta e hizo su llanto más amargo, más doloroso.

 

Sus hijos la necesitaban, su esposo la necesitaba. Ella no podía dejarlos.

 

Y aún así, el tiempo que le quedaba, ya no dependía de ella.

 

 

 

 

Exactamente cinco años después las alas de Jaejoong y Yoochun se agitaban con fuerza por el cielo, venciendo y dejando atrás a todos los que competían con ellos en las prueba de agilidad y velocidad.

 

Como si no fuera problema alguno, se deslizaban por los lugares más angostos e incluso daban vueltas varias veces cuando estaban a punto de alcanzar al suelo. Ver volar a Yoochun y Jaejoong era sencillamente algo majestuoso.

 

Algo que en muchos años no se había visto.

 

Jaejoong pensaba a veces, que de haber Yunho crecido junto a ellos, los tres serían imparables. Que el vuelo y sus alas serían la máxima admiración de todos los ángeles. Desde las estradas Akira y Alexander los veían con atención.

 

Ambos sabían de la intriga que despertaban en los ángeles mayores, pero aún así, ellos no atribuían a su talento a algo innato. Un secreto que había sido guardado por años y que ahora ya no importaba tanto, mientras pudieran volar de esa manera.

 

Casi ningún ángel, de los más poderosos podía igualarlos. Y eso que ellos eran aún demasiado jóvenes. Yoochun pensaba que ese poder que poseían podía ser incluso hasta peligroso.

 

Cuando finalmente sus pies tocaron el suelo, y los de Jaejoong unos segundos después. Ambos hicieron una venía. Y todos los ángeles a su alrededor se levantaron para poder aplaudirlos ante la demostración hecha.

 

Pronto, varios de sus compañeros de clases los rodearon para felicitarlos, pero igual que siempre, Jaejoong solo asintió, empezando a ignorar las felicitaciones y alejándose como si nada.

 

Así que otra vez, Yoochun se disculpó por el comportamiento de su amigo, y fue tras él.

 

—¡Jaejoong!— Logró alcanzarlo a unos pasos de las gradas, en la parte trasera donde nadie más los pudiera ver, agarrándolo por el brazo y haciéndolo girar. —¿Quieres dejar esa actitud de amargado al menos por hoy?

 

Jaejoong se soltó con un suspiró en los labios.

 

—No sé a que te refieres.

—No te gusta hablar con los demás, ni reunirte con nadie más. Luego de las clases solo vas a clases o a volar. Debes relacionarte con los otros.

 

—A mí lo único que me interesa es poder regresar a Yunho, o aunque sea verlo. Que tú lo hayas olvidado no es mi problema.

 

—¡No lo he olvidado!— La voz de Yoochun se levantó, repleta de indignación. –No te atrevas a decir eso. Que yo intente no preocupar a mis padres, siguiendo con mi vida, no quiere decir que haya dejado de intentar buscarlo.

 

—¿Oh, si? Pues no lo parece.

Yoochun arrugo el entrecejo, no conforme con esa irritación en las palabras de Jaejoong.

 

—Ya tenemos dieciséis años, Yoochun. ¡Ya han pasado más de diez años! ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que lo pueda volver a ver? ¡No encuentro nada, nada que me permita llegar hasta él!

 

La voz de Jaejoong ya sonaba repleta de desesperación, y cuando Yoochun empezó a escuchar al resto acercarse, puesto que las pruebas habían terminado supo que no era el lugar para hablar de eso por ahora.

 

—Jaejoong escucha, veámonos en dos horas en el límite. Tengo que enseñarte algo.

—¿El qué?

—Hace dos días descubrí algo, veámonos allá y te lo enseño.

 

Jaejoong no parecía muy convencido, pero finalmente asintió, y pronto la gente volvió a rodearlos. A llenarlos de felicitaciones, a pesar de los rostros serios que ambos tenían.

 

 

 

 

Seungho nunca estuvo muy de acuerdo, con la idea de ocultarles a sus hijos la enfermedad de Yoohee, pero ella insistió, para no preocuparlos, para no angustiarlos antes de tiempo. Por que cuando todo empezó, eran unos niños apenas.

 

Ahora en cambio, Yunho y Junsu eran casi unos adultos, por que les faltaba apenas un año para graduarse, aunque Changmin cargara con sus casi once años encima, él si seguía siendo un niño.

 

Pero la razón principal recayó, cuando Changmin al parecer sufrió de un pequeño estado de shock durante una clase de gimnasia cuando tenía seis años. El menor nunca quiso hablar de lo ocurrido, y ahora más bien parecía ser que nada hubiera pasado.

 

La maestra había dicho que se encontraba mirando hacía la calle cuando de pronto cayó sentado en el suelo y no habló por un lapso de dos horas, hasta que finalmente decidió que nada había pasado. Changmin nunca habló de lo que vio. Y los psicólogos dieron a entender que el muchacho ya había superado esa etapa.

 

Yoohee en ese entonces decidió que la noticia de su enfermedad no podía darse a conocer, Seungho aceptó, por que incluso para él era difícil de aceptar aquella idea. Y aún más le era difícil no llorar cuando veía a su esposa con el pasar de los días cada vez más inestable.

 

Pero iba siendo hora de hablar con sus hijos, los cinco años de vida que le habían pronosticado a Yoohee ya habían llegado. Era el momento, así que esa mañana, cerca de las once, cuando llegó a su casa para llevar a Yoohee hacía su tratamiento, decidió que debía hablar con ella sobre eso.

 

Abrió la puerta con tranquilidad, dejando sobre le mueble sus pertenencias, buscando con la mirada a su esposa.

 

—Yoohee…

 

Y sin embargo, ella nunca le respondió. Así que un poco más acelerado, buscó entre las habitaciones de la planta baja. Y al no verla por ninguna parte, inevitablemente subió las escaleras lo más rápido que pudo.

 

—¡Yoohee!

 

La encontró en el suelo de su habitación, inconsciente, boca abajo, apenas con un poco de ropa entre las manos, seguramente en el proceso de arreglarla. Seungho le había pedido que ya se despreocupara por las cosas del hogar y sin embargo ella no lo entendía.

 

La sostuvo entre sus brazos con cuidado, verificando que respirara y su cuerpo aún guardara un poco de calidez, fue cuestión de segundos antes de que Seungho sacara el celular, y marcara velozmente a emergencias.

 

 

 

Junsu sentía sus piernas avanzar con velocidad.

 

Entre los pasillos de aquel hospital, a Junsu nunca le habían gustado los hospitales, pero justo en ese momento en lo único que podía pensar era en la secretaria diciéndoles que su padre había llamado, que se dirigieran hacía el hospital y fueran por Changmin.

 

Las personas entre los pasillos él apenas las esquivaba y corazón latía desbocado, como si de pronto los ojos empezaran a arderle indiscriminadamente y su mente le jugaba sucio por que a su mente solo venían las imágenes de su madre siendo dulce, amable, cuidando de él.

 

Lo único que podía recordar de esa mañana, es que se había despedido de Yoohee pidiéndole lasaña para el almuerzo, así que Junsu apretaba sus puños con fuerza, cerrando los ojos de vez en cuando, acelerando el paso, obligándose a no llorar.

 

Y a su lado venían Yunho y Changmin, casi a la misma velocidad, saltando entre las personas, avanzando lo más rápido que podían, con Changmin fuertemente agarrado a la mano de Yunho, como casi siempre se había vuelto una costumbre.
Como si el tiempo de pronto les jugara en contra.

 

Las palabras que flotaban en el aire, las que hacían falta, las que sobraban, todo se cernía sobre la cabeza de ellos, ante esa de pronta escases de abrazos y esa punzada en el pecho que se había vuelto inestable. Changmin apenas ajustó la mascarilla en su rostro. Con el permiso especial y debido para estar dentro del hospital.

 

—Niños…

 

La voz de su padre fue como un aliciente, Junsu se lanzó a sus brazos. Y Seungho le proporcionó un abrazo cálido a cada uno de ellos. Con el rostro en una expresión apagada y una sonrisa triste colgando de sus labios.

 

—Tienen que entrar y ver a mamá. Vamos a entrar, pero no podremos estar por mucho tiempo, así que procuremos no hacer mucho escándalo, ¿me entienden, verdad?

 

Junsu y Yunho asintieron, respirando profundo y tratando de calmar esas lágrimas que pugnaban por salir a costa de lo que fuera. La habitación estaba en silencio, con el sonido amortiguador de aquel pitido constante y de ese respirador, mientras Yoohee permanecía sobre la cama.

 

Yunho no se atrevió a acercarse a la cama, al contrario se quedó prácticamente pegado a la puerta apenas se hubiera cerrado. Cuando Seungho estiró una mano hacía él, Yunho solo se negó. Pegado a la puerta, asustado con la imagen de Yoohee tan demacrada de repente.

 

Junsu avanzó pequeños pasos. Pero el primero en acercarse fue Changmin, con su mirada triste, tocando apenas la mano de su madre, que no abría los ojos. Seungho mordió su labio inferior, cruzado de brazos.

 

—Mami… ¿qué te pasa? ¿Estas cansada?

 

Para ese momento Junsu ya no aguantó, giró dándole la espalda a la cama de su madre y tapó su rostro, soltando las lágrimas que habían estado atoradas en su pecho. Changmin podía no entenderlo, podía no notarlo, por que apenas estaba a punto de cumplir los once.

 

Pero Yunho y él habían pasado noches enteras tratando de averiguar por que su madre ahora tomaba tantas pastillas, por que de repente parecía perder peso y lucía más delicada que antes. Que no hayan querido afrontar el problema como tal era diferente.

 

Y Yunho sabía que esos dieciséis años encima casi no servían de nada, por sus piernas temblaron, hasta que finalmente pudo estar con Junsu y abrazarlo con fuerza. Tenía miedo de acercarse, pero no podía ver a Junsu llorar tan desconsoladamente.

 

—Mami, si estás cansada, te prometo que no voy a hacerte armar ninguna fiesta. No hay fiesta, solo veremos una película en la sala de estar. Esa que te gusta tanto… ¿cómo se llama papá?

 

Seungho respiró profundo, tratando de sonar calmado.

 

—Romeo y Julieta.

—¡Si! Esa, a ti te gusta mucho, despierta mami.— Changmin suspiró cuando su mamá ni siquiera dio atisbo de pretender abrir los ojos. —¿Tan enferma está?

 

Seungho se encontró con la mirada de Changmin tan confiada, que a veces dudaba de la edad que pudiera tener su hijo menor, como si él comprendiera las cosas con más facilidad que él mismo inclusive, se arrodilló a su lado y suspiró.

 

—Mami está muy enferma Changmin, pero ella los puede escuchar. Ella necesita muchas fuerzas ahora, y ustedes son su mayor incentivo.

—Pero… ¿ella se va a levantar, cierto? Nadie puede enfermar tanto tan pronto.

 

Y esa lógica lo hizo sentirse culpable. Solo abrazo un poco a Changmin, que seguía con los ojos muy abiertos, esperando respuestas que eran muy difíciles de complacer.

 

¿Cómo batallar contra la noticia de que apenas quedaban días o quizá hasta horas?

 

 

 

 

Jaejoong estuvo puntual.

 

Mirando aquellas nubes que se hacían tan lejanas, cruzado de brazos y con aquella expresión seria que en unos años se había vuelto algo común en él. Observaba tratando de encontrar la manera de superar esos espacios que lo separaban de la tierra.

 

Escuchó el aleteo algo suave, muy cerca de él. El aroma de Yoochun lo embriagó por un instante de lo cercano que había llegado.

 

—No pensé que llegarías primero.

—Me gusta la puntualidad, Yoochun.

 

A pesar de lo reticente que se había vuelto su conversación. Yoochun suspiró no muy conforme con lo arisco que se había vuelto Jaejoong con el pasar de los años, esperando que su pequeño avance le devolviera el brillo en los años, como cuando tenían doce y aprendieron a volar.

 

—¿Y bien?

—Tranquilo Jae, quiero que mires esto.

 

Yoochun tomó una de las pequeñas piedras que había, y la lanzó con cuidado lo más lejos y fuerte que pudo. Y como siempre pasaba, la piedra rebotó entre las nubes, sin poder traspasarla. Jaejoong arrugó el entrecejo.

 

—Exactamente, ¿qué quieres demostrar con esto?

—Ahora. Sígueme.

 

Jaejoong vio a Yoochun elevarse, con una pequeña sonrisa en los labios, por instinto. Jaejoong desplegó sus alas, decidido a seguirlo sin problemas, cuidadosos de que nadie los viera tan cerca de las nubes.

 

Cuando estuvieron sobre ella, con cuidado Yoochun quitó una de las plumas de sus alas, con un gesto de dolor, pero finalmente, solo se sacudió un poco y la dejó caer, la misma que atravesó a las nubes, generando un brillo similar al que Yunho hizo cuando cayó.

 

Los recuerdos volvieron, como si esos diez años jamás hubieran pasado. Ambos cayendo estrepitosamente, él quedándose mientras la última imagen de Yunho le quedaba grabada en la memoria. Sus brazos estirados hacía aquel ángel que no alcanzó a salvarlo.

 

Y Jaejoong tuvo que sacudir con fuerza la cabeza, fue como si incluso pudiera escuchar sus propios gritos y los de Yunho pidiéndole que agitara sus alas, para que se pudiera salvar. El toque de sus manos cuando los sostuvo para que no cayera.

 

Todo se revolvió en su mente, los recuerdos, las voces, el tacto… Y decidió respirar profundo. Mirando una vez más a Yoochun.

 

—No estoy entendiendo.

 

—Ya lo verás, se supone que nada del cielo puede caer, incluyendo los ángeles. Nada ni nadie debe atravesar el nivel de las nubes. O perderá su condición apenas las toque. Pero, ¿qué sucede cuando lo celestial atraviesa un lugar ya marcado?

 

Jaejoong afirmó su confusión, acrecentando el nivel de duda en sus ojos y arrugando un poco más el entrecejo.

 

—¿Estás queriendo decir que…?

 

—Hace unos días logré entrar el la biblioteca privada de Akira, cosas del trabajo de mi padre que me pidió que lo ayudara a buscar un documento. Ahí estaba el libro de reglas, el oficial, el real, el único.

 

Yoochun dejó caer una piedra, por el exacto lugar donde la pluma había dejado ese diminuto agujero, y contrario a la vez anterior, la piedra cayó sin problemas, atravesó el lugar directo hacia los humanos.

 

Los ojos de Jaejoong se abrieron en supremacía, mirando de nueva cuenta a Yoochun. Quien solo le sonrió levantando un poco los hombros.

 

—Solo digamos que no le resulté de mucha ayuda a mi padre, por que me la pasé leyendo cosas que no debería.

 

Jaejoong apretó sus puños, hasta el punto que sus mismas manos temblaron. Y el impulso que pugnó en sus venas fue abrazarlo con fuerza, hasta el punto de casi quedarse sin aire y ese abrazo que los hizo moverse varios metros lejos hizo que Yoochun suspirara aliviado.

 

Por que en el fondo Jaejoong, seguía lleno de esperanzas, seguía teniendo fe, y seguía siendo su amigo, con ese brillo en la mirada. El problema ahora, era encontrar el lugar por donde Yunho había caído.

 

Pero Jaejoong estaba ahí, siendo otra vez él mismo. Abrazado a su cuerpo, hundiendo el rostro en su cuello, respirando bocanadas de aire para no llorar.

 

 

 

 

Seungho había perdido la consciencia sobre el tiempo.

 

Sentado junto a la cama de su esposa, tomando su mano con fuerza. Velando su sueño, perdido en sus pensamientos, que justo en este momento estaban vacías, mirando esos labios resecos y el perfil semi demacrado.

 

Esos ojos que no se abrían, y esa respiración tan débil, que Seungho sufría cada que la veía demorar demasiado en inhalar otra vez. Estaba pendiente de cada movimiento, de cada respiración y él ni siquiera se había podido alimentar bien.

 

Otro suspiro abandonó sus labios. Y pegó su frente a esa mano suave que sostenía entre las suyas. Daría su vida por la de ella. Antes, cuando escuchaba esas líneas en las películas o en los libros, le parecía algo tan difícil de creer.

 

Pero justo ahora, era algo tan real.

 

Era un amor tan fuerte y consolidado. Eran sus hijos esperando y sufriendo por ella. Por esa verdad que él tenía que afrontar a la mañana siguiente para poder decírselos, aunque aún le resultara tan difícil de asimilar. Él lo haría, si tuviera la oportunidad, daría su vida por salvarla.

 

Esas pocas lágrimas salieron de sus ojos, resbalaron por su mejilla y finalmente mojaron el brazo de Yoohee… Solo en aquella habitación. Envuelto por su lamento y la tristeza que lo invadía.

 

—…Te amo tanto.

 

 

 

 

Rain miró la escena con algo de reticencia.

 

No terminaba de entender a Boa, un día le pedía que se alejara de ese muchacho nacido de un milagro, y unos años después le pedía que hiciera un contrato de vida con aquella familia extraña.

 

—Ve…

 

La voz de su hermana sonó cerca de su oído. Junho a su otro lado solo permanecía de brazos cruzados. Rain se acercó un paso. Mirando la escena en aquella solitaria habitación.

 

Supo que esos se habían ido, cuando pudo concentrarse en el sollozo de aquel hombre junto a la cama de la madre de Changmin. Suspiró tranquilo y se acercó a él, lo suficiente como para poder hablar cerca de su oído.

 

—¿En verdad quieres salvarla?

 

Inmediatamente Seungho saltó de su lugar, cayendo en el suelo, con los ojos abiertos. Rain incluso podía oír el latido apresurado de su corazón.

 

—¡¿Quién eres?!

 

Rain sonrió, caminando con parsimonia hacía la cama de Yoohee, tocando delicadamente ese rostro pálido.

 

—¿Qué harías por darle un poco más de vida?

—No sé de que habla… Serás mejor que salga, o llamaré a seguridad.

 

Seungho se levantaba y parecía molesto. Rain vio la rosa algo muerta en la mesa, lo suyo no era dar vida, a menos que tuviera un trasfondo que los beneficiara. La pequeña rosa que llevaba horas, ya algo pálida. La sostuvo entre sus manos.

 

—La vida de ella, por la tuya, ¿no es algo muy cursi?

 

Y la flor en su mano volvió a estar erguida, con su color envidiable. Altiva y hermosa. Seungho solo abrió los ojos, sorprendido. No necesitaba demasiadas explicaciones, no necesitaba de demasiadas palabras, y solo pudo retroceder un par de pasos.

 

—¿Qué eres?

—¿Eso importa ahora?

 

Rain se fue acercando a un Seungho que solo negaba suavemente.

 

—Puedo devolver la vitalidad en los ojos, la salud perfecta. Puedes tenerla junto a ti y tú familia otra vez.

—…¿Por qué yo?

 

Seungho no parecía muy seguro, más bien parecía muy a la defensiva, apoyado en la cama de su esposa, como cubriéndola de él. Rain volvió a sonreír.

 

—No te queda mucho tiempo para decidirte, Seungho. En realidad apenas unas horas.

 

Rain fingió que miraba hacía el reloj. Seungho se mordió los labios antes de preguntar el por qué sabía su nombre. Cerró los ojos con fuerza. ¿Por qué lo estaba ayudando? ¿Por qué a él?

 

Pero todas esas dudas morían apenas era facturadas, pensaba en el tiempo en contra, en que en verdad daría su vida por la de ella. Cuando abrió los ojos, Rain estaba ahí, con su expresión tranquila y esa diminuta sonrisa en los labios.

 

—¿Qué quieres a cambio?

 

Rain caminó un poco más hacía él, susurrando sus palabras con cuidado. Demasiado cerca de su rostro.

 

—La mitad de tu vida, por salvarla a ella.

 

Seungho arrugó el entrecejo.

 

—¿Cómo que la mitad de mi vida?

—Es decir, si ibas a vivir hasta los ochenta, vivirías solo hasta los cuarenta.

 

Y el aire no llegó hasta sus problemas regularmente. Eso era muy poco tiempo, y en caso de que en verdad hubiera tenido la oportunidad de vivir hasta los ochenta. Luego miró a Yoohee, postrada en esa cama, sin una sola expresión o movimiento más que esa suave respiración.

 

Regresó a mirar a Rain, él tenía ahora su mano estirada hacía él.

 

Apretó su puño con fuerza, sus hijos en casa seguramente dormían. Ver a Yoohee fue decisivo, cerró los ojos y finalmente suspiró, Seungho no bromeaba cuando decía que daría la vida por ella.

 

Por eso, aunque algo lento, finalmente tomó su mano, aquella mano de Rain que era algo fría y que de pronto logró hacerlo sentir escalofríos. Como si incluso estuviera perdiendo parte de su alma.

 

Era su gesto de amor, su gesto de amor hacía su familia.

 

Fin Capitulo Cinco

 

 

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Entre el cielo y la tierra: capitulo 3


 

 

Entre el Cielo y la Tierra

Memorias Efímeras

..:: 3 ::..

 

 

 

Una mañana de Octubre.

 

Yunho pisó por primera vez en su corta vida, una iglesia.

 

No podía descifrar a ciencia cierta lo que ese lugar era, mientras daba pequeños pasos por el lugar, entre las bancas que había y la gente que arrodillada, cerraba los ojos. Yunho sintió algo muy parecido a la paz.

 

No es como si fueran muy religiosos, o como si de pronto lo considerara algo de hacerlo siempre, pero Yoohee encontró necesario, ir unos momentos al menos, con su pequeño milagro entre los brazos, entre el silencio del lugar. Y el resto de personas que compartían esa armonía con ellos.

 

Junsu se sentó en una de las bancas, moviendo sus pies que aún no llegaba al suelo. Observando divertido el suelo del lugar. Seungho solo se sentó junto a su esposa, compartiendo un momento de paz y silencio. Solo eso.

 

Yunho en cambio miraba asombrado el montón de figuras que había, y que él desconocía, cuando sus ojos enfocaron a unos seres hermosos, con alas blancas y majestuosas, abrió la boca con sorpresa y caminó por inercia hasta ellos.

 

Admirando, escrudiñando con la mirada.

 

—Yunho, ¿qué haces aquí? Vamos con papá y mamá.

 

Junsu lo agarró por el brazo, pero él apenas y se movió, contemplando aún esas grandes imágenes de ángeles que había frente a él.

 

—Solo un momento, Junsu. Déjame verlos un momento más.

 

Junsu sonrió, suavemente. Contemplando así, a la imagen de aquel hombre rubio con alas en la espalda.

 

—En verdad te gustan los ángeles, ¿no?

—…Si.

 

Yoohee miró desde su lugar la forma repleta de devoción, con la que Yunho observaba la imagen de aquel ángel, contagiando incluso a Junsu de que se mantuviera quieto un instante y observara la imagen también.

 

El bebé en sus brazos movió las manos, en respuesta a las muecas que su padre hacía para llamar su atención. Yoohee regresó su mirada a Seungho y suspiró.

 

—Hemos estado un poco distraídos por todo esto del nacimiento de Changmin, pero es hora de que intentemos averiguar de dónde es Yunho. Sus padres seguramente lo buscan con locura.

 

Seungho detuvo sus juegos con el pequeño en brazos de su esposa y asintió, mirando sorprendido que Junsu estuviera tan tranquilo en compañía de Yunho. Como pocas veces lo estaba.

 

—Creo que tienes razón, aunque inevitablemente Junsu hará una rabieta cuando Yunho se vaya.— Yoohee le regaló una sonrisa y él solo reforzó sus palabras con un asentimiento. –Lo va a extrañar mucho.

 

—Lo vamos a extrañar todos, incluso el pequeño Changmin.

—Si, tienes razón.

 

Yoohee jaló los dedos del bebé que empezó a reír divertido y Seungho suspiró.

 

¿Era egoísta desear que el muchacho estuviera solo?

 

Por que Seungho sentía a Yunho en esos pocos días, como alguien parte de su familia. Alguien que encajaba a la perfección con ellos, y que al irse, dejaría una herida muy profunda en ellos.

 

 

 

 

Jaejoong ese día optó, por primera vez en días. Volver a pasear por las pequeñas veredas del cielo, con sus pies recorriendo el lugar, y la sonrisa algo apagada en el rostro.

 

Suspiró por enésima vez, usualmente caminaba junto a Yunho, conversaban, reían y Yoochun los divertía con alguna de sus tonterías. Los tres siempre habían sido muy unidos, pero desde el incidente con Yunho. Jaejoong casi ni veía a Yoochun.

 

Apenas sabía de él, por lo que escuchaba de sus padres, por que últimamente parecía más hiperactivo que antes, saltando de un lado a otro, leyendo libros, haciendo anotaciones, como si intentara descubrir algo importante.

 

Muchos pensaban, que era tal vez, algo que le devolviera a su amigo.

 

Jaejoong no quería llenarse de esperanzas vacías, no cuando ni los adultos podían hacer algo por Yunho, menos aún, cuando ya se había anunciado, que por ningún motivo Yunho podría subir, y que era ahora, un humano más.

 

Extrañaba a Yoochun, extrañaba a Yunho.

 

Jaejoong extrañaba impetuosamente su vida de antes.

 

Había dejado de llorar día tras día, pero eso no disminuye el dolor en su alma. El pecho aún duele, rasgando su fracturado corazón. Jaejoong ya no llora, pero la pena esta tatuada en su piel, y los suspiros son ahora, su medio de consuelo cuando el alivio lo abandona.

 

Y si bien ya no llora, tampoco sonríe.

 

Al menos no con tanta regularidad. Entonces, piensa Jaejoong. Es cuestión de tiempo. A que ese dolor de alguna forma cicatrice y entonces pueda al menos continuar. Por eso ha optado por obedecer a su madre y salir un momento a caminar.

 

El ruido seco de un cuerpo cayendo contra el césped llama su atención. Jaejoong gira curioso y descubre a Yoochun levantándose torpemente, limpiando un poco sus rodillas y levantándose con más dificultad. Sus alas se sacuden, Yoochun está despeinado y luce cansado.

 

Pero su amigo se yergue, con la respiración un poco irregular aún. Agita sus alas con fuerza, y comienza a elevarse en el suelo. Jaejoong abre sus ojos en extremo. Ellos aún no pueden volar, son demasiado pequeños para hacerlo.

 

Sin embargo Yoochun, para su sorpresa, se eleva varios metros en el suelo, casi hasta la copa de aquel árbol en el parque vacío. Yoochun suda, con una expresión agotada en el rostro mientras intenta elevarse un poco más.

 

Pronto ese cuerpo pierde fuerza y cae estrepitosamente sobre el césped, a Jaejoong le duele incluso verlo caer de esa forma, a pesar de todo Yoochun pone las manos en el césped y vuelve a intentar levantarse.

 

Los pies de Jaejoong corren hacía él, lo más rápido que puede, y sus manos se posan sobre los hombros de su amigo.

 

—Yoochun, ¿por qué estas haciendo esto? Te vas a lastimar. Sabes perfectamente que no podemos volar hasta los doce años, cuando nuestras alas se desarrollen por completo. Si sigues así terminarás por lastimarte gravemente.

 

Yoochun lo mira indescifrablemente para Jaejoong, es la primera vez que vuelven a verse desde que Yunho cayó. Afortunadamente Yoochun parece entender y se sienta, justo frente a él, en la gran extensión de césped.

 

—Quiero llegar hasta el lugar en que Yunho cayó. He estado leyendo y averiguando. Aunque me es muy difícil por que apenas estoy aprendiendo a leer. Pero quiero saber que puedo hacer algo por él.

 

Yoochun de pronto aprieta sus puños, con la cabeza agachada y a punto de llorar frente a los ojos de Jaejoong.

 

—Lo siento mucho, Jae. Debí estar ahí, si hubiera estado nada habría pasado. Yo… Lo siento mucho.

 

Jaejoong solo estiró sus brazos hacía él y lo abrazó con fuerza, con sus pequeños brazos que apenas rodeaban el cuerpo de su amigo. Y él solo sollozo un poco sobre sus hombros. Jaejoong solo cerró sus ojos, se había prometido no llorar, al menos no tan seguido.

 

—No podrás volar hasta los doce, Yoochun.

—Déjame intentar hacer algo al menos.

 

Yoochun era consciente de que las esperanzas eran casi nulas. Pero así como Jaejoong podía pasar horas mirando por la ventana de su habitación, aquel lugar donde solían jugar los tres. Él podía pasar horas intentando volar, para poder llegar hasta Yunho.

 

Así que se levantó, agitó sus alas y volvió a elevarse como pudo, con un dolor casi entumecido en los omóplatos. Particularmente le dolía más el hombro izquierdo, que el derecho. Pero a pesar del esfuerzo, Yoochun volvió a caer contra el suelo y esta vez l resultó más difícil poderse levantar.

 

Colocó las manos sobre el césped, respirando algo agitado. El sonido de unas alas agitarse bruscamente lo tomaron por sorpresa, Jaejoong se elevaba, apenas un poco más alto que él. Pero similar a lo que a él le sucedía, Jaejoong perdió la fuerza y cayó a unos centímetros de distancia de él, por supuesto menos cansado.

 

—Vamos a intentarlo, pero vamos a intentarlo juntos Yoochun.

 

Cuando escuchó las palabras de Jaejoong, Yoochun no pudo evitar que su vista se nublara, y aunque ninguna lágrima salió de sus ojos, él sabía que hay estaban. Que ambos lucharían por buscar a su amigo, y que de algún modo esa conexión entre los tres jamás desaparecía.

 

Unos segundos después, ambos volvieron a intentar elevarse, con el infructuoso resultado de no alejarse más de cuatro metros del suelo. Pero, aún así, siguieron intentándolo, una y otra vez.

 

 

 

 

—Bebé… ¿Nos entiendes? Bebé~

 

Junsu jugaba con un muñequito en las manos, parado en un pequeño banquillo sobre la cuna de su hermanito. Sacudiéndolo divertido, solo para que el pequeño Changmin levantara los brazos y sonriera divertido.

 

Yunho junto a él, observaba a Junsu y Changmin. Apoyado en el borde de la cuna.

 

Changmin tenía ya dos meses, y había resultado un bebé demasiado ágil para su corto tiempo de vida, aún así a Junsu parecía entretenerle mucho hablarle y fingir que le entendía.

 

—Haber, bebé… Toma mi mano.

 

Junsu dejó el muñeco de lado, y estiro su mano hacía Changmin quien con esfuerzo tomó entre sus manos el dedo índice de Junsu quien amplió su sonrisa al ver que aparentemente Changmin le obedecía.

 

—¿Viste eso Yunho? ¡Changmin me entiende!

 

Yunho solo rió divertido con la emoción que Junsu desbordaba en esos momentos, así que cuando Changmin empezó a balbucear un par de cosas, Junsu pegó un pequeño gritito aún más emocionado.

 

—¡Ahora tú, Yunho! Toma su mano.

—¿Eh? No… yo… es muy pequeño. Me da miedo lastimarlo.

—Oh, no seas tonto. Solo estira tu mano hacía él.

 

Junsu lo incitó con un pequeño empujón y Yunho algo dudoso todavía estiro su mano con cuidado. Los ojos del pequeño Changmin lo enfocaron de inmediato. Esos ojos que siempre se deslizaban con curiosidad de un lado a otro cuando estaba en una habitación diferente.

 

Esa pequeña mano aferró con fuerza su dedo índice. Con demasiada tal vez, pero Yunho solo exploró una sonrisa confortante. Hasta que claro, un choque eléctrico que nació de su contacto y se extendió por todo su cuerpo lo hizo saltar asustado, cayendo al suelo dentro de la habitación del bebé.

 

Changmin empezó a llorar, tan fuerte que Junsu bajó de los pequeños escalones asustados al no saber lo que acababa de ocurrir.

 

—Yunho, ¿qué te pasó?

—No lo sé. Fue extraño, cómo si me hubieran dado choques eléctricos.

 

Junsu arrugó el entrecejo confundido, y pronto Yoohee entró por la puerta, alertada al haber escuchado el llanto del bebé. Pero con un tono amoroso en la voz, se acercó al pequeño Changmin y lo levantó en brazos.

 

—¿Qué sucedió pequeño?

 

El llanto del bebé pareció calmarse poco a poco en brazos de su madre y tanto Junsu como Changmin suspiraron aliviados.

 

—¿Qué paso?

 

Yunho iba a responder con la verdad, pero Junsu puso una mano sobre su rodilla y se le adelantó.

 

—No sé, mamá lo estábamos viendo y de pronto empezó a llorar.

 

Mentir es malo, Yunho lo sabe perfectamente. Junsu lo acaba de hacer, pero él no es una mala persona. Junsu acaba de mentir, pero fue para que él no se metiera en problemas. Yunho entonces se siente un poco confundido.

 

Pero Yoohee lo saca de sus pensamientos, con una amable sonrisa en los labios.

 

—Yunho por favor, ve a la cocina un momento. Queremos hablar contigo.

 

Junsu saltó inmediatamente, parándose frente a Yoohee, con los brazos estirados.

 

—Mamá él no tuvo la culpa.

—Tranquilo, amor. No es por eso, es algo importante que debamos hablar y ya hemos atrasado por mucho tiempo. Quédate con Changmin un rato, ¿si?

 

Junsu no parece muy convencido mientras ve a Yoohee dejar a Changmin en la cuna, aparentemente algo dormitado, peor aún cuando la ve tomar a Yunho de la mano y salir de la habitación.

 

Junsu es consciente de que Yunho tiene una familia, y que algún día se irá. Pero se ha acostumbrado tanto a él, lo quiere incluso, como un hermano más y no quiere que se vaya. Así que cuando su madre le pide que baje a hablar, solo los tres.

 

No puede evitar entristecerse.

 

 

 

 

 

—Yunho te presento a Hangsul, es hermano de Seungho y trabajaba en la policía.

 

Yoohee aún sostiene su mano, pero Yunho solo logra asustarse un poco, ¿qué pudo haber echo tan mal como para que llamaran a la policía? ¿Había sido por hacer llorar a Changmin? Si era por eso, Yunho prometía nunca más dejar que eso pasara.

 

Sin embargo, Seungho estiró una de las sillas, permitiéndole sentarse junto a él, mientras Yoohee se sentaba del otro lado. Todos frente al policía, que le sonreía abiertamente.

 

—Bueno, mucho gusto, Yunho. Es un placer conocerte en persona al fin.

—Muchas gracias, igualmente.

 

Yunho asintió educado, y Hangsul sonrió enternecido por esa aura pacífica y repleta de dulzura que el pequeño destilaba.

 

—Dime, ¿cuál es tu nombre completo?

—Yunho.

—Si, pero ¿y tu apellido?

 

Se encontró de nuevo en la disyuntiva más difícil de todas. Por que no debía mentir, sin embargo no había posibilidades de que decir la verdad fuera mejor. Así que agachó la cabeza, con su rostro triste, logrando que Seungho colocara una mano sobre su hombro.

 

—¿No lo recuerdas Yunho? ¿O tus padres no te dieron un apellido?

—Yo… no lo sé… no los recuerdo.

 

Fue un breve instante en el que los adultos cruzaron miradas, algo preocupados en realidad. Por lo que Hangsul volvió a retomar la palabra, con un lápiz entre sus manos.

 

—¿Entonces no recuerdas dónde vivías antes?

 

Yunho movió la cabeza negativamente, con sus puños apretados sobre las rodillas.

 

—¿Has vivido todo este tiempo solo?

—No… no lo sé… no lo recuerdo…

 

Mentir era más difícil de lo que pensaba. Aun más con todos los prejuicios que bamboleaban en su mente. Sin embargo. Yoohee tomó una de sus manos y la apretó con fuerza.

 

—¿Lo ves Hangsul? Es como si de pronto hubiera aparecido de la nada. Esta solo en el mundo.

 

El hombre asintió, haciendo un par de anotaciones en la libreta. Y luego le sonrió a Yunho, con toda la tranquilidad que pudo reunir.

 

—Bien, Yunho. Muchas gracias.

—Ve con Junsu. Ayúdalo a cuidar a Changmin y dile que no haga mucho ruido que se puede despertar.

 

Yunho asintió, levantándose de su asiento y caminando hacía las escaleras. Seungho suspiró largamente en cuanto el muchacho abandonó la cocina.

 

—¿Qué piensas Hangsul?

—Pues es un niño completamente sano. ¿Lo llevaron al médico?

 

—Hace unas semanas. No tiene contusiones en la cabeza, o alguna enfermedad, o anemia, desnutrición, absolutamente nada. Esta en perfecto estado físico y mental. Goza de una salud envidiable… Excepto por…

 

Yoohee mordió su labio inferior y Seungho tomó una de sus manos, mirando a los ojos a su hermano.

 

—Yunho tiene unas pesadillas muy extrañas. A veces son tan fuertes que se lanza a llorar por horas, diciendo que no quiere caer, y otras cosas igual de extrañas. Pero a parte de eso, es un muchacho espléndido, es atento, educado, muy dulce.

 

—Hangsul, por favor… No lo queremos perder.

 

El hombre vestido de policía suspiró. Mirando las anotaciones en su libreta.

 

—Es un caso muy extraño, este niño no parece tener ni pasado ni presente. Ya busqué entre los avisos de niños desaparecidos, foto por foto. En registros y nada. Aunque mucho no puedo hacer sin conocer su apellido.

 

—Es por eso que te hablamos hace unas semanas, por que creímos que lo estarían buscando sin descanso.

—¿Y por qué me pidieron que no le dijera a nadie más de él?

 

Seungho y Yoohee compartieron una breve mirada, antes de enfrentar al mayor y retomar la conversación.

 

—Sucede que en caso de no encontrar a nadie más para Yunho, queríamos adoptarlo.

—Pues me parece fabuloso de su parte, pero si saben que primero tienen que dejar que lo llevemos a un orfanato y de ahí iniciar los tramites, ¿verdad?

 

—Es que eso es precisamente lo que queremos evitar, no queremos que Yunho vaya a un orfanato. Los niños pueden ser muy crueles y pueden lastimarlo por lo de sus pesadillas y esas cosas. No quisiéramos tampoco que haya algún inconveniente y nos nieguen la adopción.

 

Hangsul negó vehementemente, cerrando la libreta en sus manos. Y con una expresión seria en el rostro.

 

—Imposible, la ley dicta que el menor debe ser llevado a las autoridades para luego dejarlo en un lugar seguro, un orfanato claro está. Hasta que si desean puedan adoptarlo. No puedo ayudarlos con eso.

 

—Por favor, Hangsul. Sabes perfectamente que no hacemos esto por que queramos romper las reglas. Solo te estamos pidiendo que omitas el hecho de que conoces de la presencia de Yunho, hasta que podamos registrarlo como nuestro hijo.

 

Yoohee lo miró con aprensión y Seungho solo suspiró, sosteniendo con más fuerza las manos de su esposa. A gracia de la espera de una respuesta.

 

—¿Y si la familia del niño aparece?

—Llevas buscando a su familia por semanas y no has podido dar con ellos. Él estará bien con nosotros.

 

—No es así de fácil.

—Solo queremos lo mejor para él, no tiene a nadie. Hangsul por favor.

 

Y ese tono de súplica en la voz de su hermano, hizo que el hombre empezara a doblegarse de a poco. Tomó sus cosas y se levantó.

 

—Debo ir a trabajar. En un mes salgó para China por asuntos del trabajo; Así que dígales a sus tres hermosos hijos que se porten bien, nos veremos en las fiestas de navidad.

 

Fue de inmediato Yoohee amplió su sonrisa de una manera grandiosa. Seungho se levantó de su asiento y abrazó con fuerza a su hermano. Con toda la que podía, con la paz de saber que Yunho podía quedarse en su casa esta vez sin la palabra ‘temporalmente’ de por medio.

 

Cuando Hangsul recibió el abrazó de Yoohee, supo que estaba haciendo lo correcto. Por que Yunho no podía haber encontrado un mejor hogar. Y él solo callaría por su felicidad, y la de toda esa familia.

 

 

 

 

Desde su lugar, Akira permanecía sentada, en aquel trono sobre las escaleras finales, con la mirada fija en algún lugar, sin demasiadas expresiones su rostro. Con la vertiginosidad de sus pensamientos deambulando de un lado a otro.

 

Se mantuvo así por un largo rato.

 

Desde que el padre del pequeño Yunho hubiera llegado hasta ellos a pedir una oportunidad para verlo. Akira intentaba encontrar alguna forma en la que pudieran hacerlo sin que tuvieran que romper las reglas.

 

Y aún así era algo casi imposible.

 

Trataba que sus recuerdos viajaran a todas las normas, las excepciones, todo lo aprendido en tantos años de vida, y aún así nada pasaba por su cabeza, nada que pudiera levantar al menos un poco la esperanza de aquella familia destrozada.

 

Lo más lamentable de todo era que algo importante estaba por pasar.

 

Se encontraba en una lucha contra reloj.

 

Por que pronto la vida del pequeño Yunho daría otro giró, aún más permanente y trascendental como para que sus padres volvieran siquiera a verlo otra vez. Akira debía pensar pronto en una opción.

 

Antes de que Yunho fuera un mortal más.

 

Luego de eso, ni Geun ni Seenwoo podrían volver a verlo.

 

 

 

 

Al siguiente día, habían ido al supermercado.

 

Como siempre Seungho y Yoohee caminaban con el carrito de compras por los pasillos, escogiendo los alimentos necesarios, con la niñera a unos pasos de ellos, cuidado al pequeño Changmin.

 

Y por supuesto Junsu arrastraba  a Yunho de un lado a otro, entre la zona de la juguetería, entre divertido y asombrado con los nuevos juguetes que habían y que su padre no le compraría por que tenía demasiados juguetes nuevos ya.

 

Yunho encontró confortante esa salida, por que le gustaba cada que iba al centro comercial, mirar al montón de familias que pasaban de un lado a otro y sentir que más o menos pertenecía a una.

 

A pesar de que de algún modo había logrado bloquear ese dolor interno por la perdida de sus padres, sus amigos, su vida, y su futuro. Sin embargo Junsu aparecía con una sonrisa, y todo parecía ir mejor.

 

Por que le recordaba que ahí estaban Yoohee y Seungho. Con el pequeño Changmin entre sus brazos y Yunho volvía a sentirse en casa, aunque no fuera lo mismo. Pero su ser se regocijaba al saber que no estaba tan solo.

 

Hubo un corto momento en el que Junsu se le perdió de vista, Yunho giró asustado por que tampoco veía por ninguna parte a Seungho, Yoohee o Sully con Changmin en bazos. Miró de un lado a otro y cuando un adulto tomó su mano volvió a asustarse.
A punto de gritar por ayuda, pudo reconocer a Rain, que vestido de negro lo jalaba hacía algún lugar, así que solo por ese momento se dejó guiar.

 

—Eh… ¿Rain, qué sucede?

—Tengo que mostrarte algo.

 

—Pero se pueden preocupar por mí y…

—Me tiene sin cuidado.

 

Yunho abrió sus ojos con sorpresa, sintiendo que Rain lo jalaba con más fuerza. Hasta que finalmente se detuvo, mirando de un lado a otro. Buscaba a alguien, eso era evidente para Yunho, y aunque instintivamente miró de un lado a otro también luego lo encontró inútil cuando recordó que no sabía a quien buscaba a Rain.

 

Volvió a jalar de él, y Yunho supuso que Rain ya había encontrado a esa persona. Sin embargo se quedaron en una de las estanterías. Fingiendo que veían unos tarros de pintura.

 

—La razón por la que los humanos no deben saber de nosotros es por que no tienen la capacidad de aceptar algo que está más allá de los límites, más allá de ellos o su entendimiento.

 

—¿A qué te refieres?

—A que jamás te atrevas a cometer la estupidez de decir que eres un ángel.

 

Yunho abrió la boca dispuesto a refutar, pero calló cuando recordó que había estado tentado muchas veces a decir la verdad.

 

—Mira…

 

Había un empleado a unos pasos de ellos, anotaba algo en una libreta mientras revisaba los productos en la estantería. Sin embargo Rain sopló sobre su mano en dirección a aquel muchacho. El humo negro que se extendió de esos labios hizo que Yunho abriera un poco más los ojos.

 

Atento a lo que sucedería.

 

Aquel humo llegó hasta el muchacho pero no lo tocó, pareció desvanecerse ante la presencia de una barrera invisible. Yunho arrugó el entrecejo confundido. Y Rain recuperó su postura correcta.

 

—Él también es un ángel caído. Cayó hace muchos años. Son fáciles de identificar, al menos para los que no son humanos. No hay muchos ángeles caídos, pero existen.

 

El muchacho giró, mirando justo hacía ellos, pero no directamente como si hubiera sentido algo que llamó su atención, pero no estaba muy seguro de haber sido así.

 

—Lo que sucede es que con el tiempo terminan adaptándose al mundo humano, olvidan, fingen traumas o se obligan a olvidar. Usan sus últimas capacidades como ángeles en eso, en perder la memoria para intentar tener una vida.

 

—¿Él ya no recuerda que es un ángel?

—No, ni siquiera sabe que es eso que ha sentido, solo cree que es un lapsus y ya. Lastimosamente tú desperdiciaste tus últimos recursos en ese humano que debía morir.

 

—Es un bebé merecía la vida.

—Te sorprendería lo que hacen muchachitas de la edad de tu niñera con bebes que aún llevan en su vientre, pero no debes saberlo, al menos no todavía.

 

Yunho solo siguió observando a aquel muchacho y luego regresó su mirada al demonio junto a él.

 

—Sabes mucho de ángeles, ¿verdad?

—De ángeles no, más bien de ángeles caídos… Me resultan interesantes de algún modo.

 

Yunho asintió, el muchacho ya empezaba a alejarse, a seguir con su trabajo en alguna otra parte de la estantería probablemente, por lo que Rain solo suspiró. Afortunadamente Sully pronto estuvo a su vista, viendo unos peluches que le enseñaba a Changmin para entretenerlo. Y Yunho se sintió menos desprotegido que antes.

 

—Lo que te quiero decir con todo esto, es que lo mejor para ti es olvidar

—¿Olvidar?

 

—Olvidar que eres un ángel te permitirá tener una vida normal. O si no esas pesadillas continuarán y tú familia feliz se irá al diablo.

 

Yunho se estremeció ante esas palabras. Con la mirada perdida en el suelo. Los recuerdos lo ponían triste y en sus sueños solo sufría por la crueldad en que lo único que podía recordar de Jaejoong era su caída.

 

No controlaba sus sueños, pero tampoco quería olvidar.

 

—No… no puedo hacerlo. Ellos son…

—Ellos ya no son parte de tu vida.

 

Cuando miró al mayor sus ojos estaban a punto de derramar lágrimas y aún así, Rain no varió sus expresiones. Contrariamente solo enfrió la mueca en su rostro y Yunho sintió una punzada en el corazón. Volvía sentirse terriblemente solo.

 

—Yo… no quiero olvidarlos.

 

—Entonces prepárate por que a ese paso, ellos te alejaran por más cariño que te tengan. En algún momento tus crisis serán una decisión entre sus hijos y el problema que representas.

 

Yunho apretó los labios, agachando la cabeza. Triste y desamparado.

 

—Si quieres ayudarme, ¿por qué eres tan cruel?

—Es mi naturaleza, y no quiero ayudarte solo…

 

La mirada de Rain se había levantado hacía donde estaba la muchacha con el niño en brazos. Yunho curioso, levantó la mirada también. Changmin miraba a Rain y pronto comenzó a estirar sus brazos hacía él.

 

Ni siquiera miraba a Yunho, sus bracitos pequeños se estiraban hacía el demonio y cuando Changmin empezó a balbucear, moviéndose inquieto entre los brazos de su niñera, Rain desapareció de la vista de los humanos.

 

—¿Qué sucede, Min?— Sully giró y cuando vio a Yunho sonrió tranquila. –Oh, ¿quieres ir con él? ¿No es una preciosura?

 

Yunho asintió, sin corregirle a la muchacha que a quien Changmin aclamaba no era precisamente él. Lo extraño es que Changmin seguía moviéndose en la dirección donde Rain se encontraba.

 

Cuidadosamente Jihoon se movió a un lado, observando escrutiñadora mente a aquel que seguía viéndolo y estiraba sus brazos hacía su cuerpo.

 

¡Era imposible!

 

Justo en este momento, cualquier humano no podía verlo. Solo Yunho.

 

…Y contradictoriamente, ahora, aquel bebé también.

 

—¿Por qué ese mocoso puede verme?

 

Yunho no respondió, en especial por que Sully parecía ocupada en calmar lo inquieto que se había puesto Changmin. Así que en un descuido podía descubrirlo hablando aparentemente solo y eso definitivamente no era bueno.

 

—¡Yunho! ¿Dónde habías estado?— Junsu apareció detrás suyo, tomándolo por el brazo y jalando de él con fuerza. –Vamos a la sección de juguetes. Hay un robot que te quiero enseñar, ¡es asombroso!

 

Repleto de entusiasmo Junsu jalaba de él, con Sully siguiéndoles los pasos como podía. Yunho observó a Rain una última vez. El mayor seguía viendo al bebé con duda. Pero Yunho no se dedicó a pensar en eso, solo por que el hueco en su corazón persistía y día con día se hacía más grande.

 

 

 

 

Alexander había sido el encargado de darles la noticia de que Akira requería su presencia para informarles de algo importante.

 

Inmediatamente, Geun y Seenwoo se habían acercado a ella, con una leve esperanza instaurada en el pecho. Capaz de sacudir el corazón de cualquiera. Y Akira al verlos solo había suspirado, con sus pasos dirigidos a los dos adultos frente a ella.

 

—Seré breve. Hay una única posibilidad, una tan mínima que incluso creo estar rompiendo las reglas. Por eso, esto se tratara de una única oportunidad.

—¿Podremos ver a Yunho?

 

Seenwoo se aceró un paso, sostenida de la mano de su esposo.

 

—Una última vez, luego de eso buscarlo será inútil.

—¿Por qué?

—Esta misma noche, Yunho será un humano más antes sus ojos y el ojo de los demás.

 

El gemido ahogado de Seenwoo hizo que Geun respirara profundo y la abrazara. Aún así Akira solo movió un poco su cabeza, indicándole a Alexander que se acercara. Para poder salir de ahí.

 

El camino hasta el lugar donde Akira los llevaría no fue largo, fue apenas unos momentos hasta que divisaron a los ángeles que se encontraban rodeando una parte a la que solo ellos tenían acceso.

 

Akira se detuvo, en el borde donde todo ocurrió y volvió a respirar profundo.

 

—Las reglas son claras. Todo ángel que cruce el límite de las nubes, rozando su inestable estructura, perderá su ser y su alma por completo. Sin embargo no hay regla que hable sobre el hecho de atravesar por un espacio vacío en el que otro ángel ha caído.

 

—¿Podremos bajar?

 

—Será momentáneo, y solo tienen una hora para buscarlo. Independiente de si lograr encontrar lo o no. Luego de esa hora, deberán volver. No pueden descubrirse ante los humanos. Yunho debió caer en dirección directa desde el lugar donde perforó las nubes, al no saber volar era imposible que pudiera salvarse y de todas formas sus alas se debieron desintegrar apenas tocó el suelo.

 

La voz de Akira era suave, no muy provista de emociones, probablemente por lo mucho que estaba arriesgando con este acto y sin embargo algo en su interior no dudaba. Algo dentro de ella, no se arrepentía.

 

—Alexander los llevará al lugar exacto donde Yunho cayó, solo intenten hacer esto lo menos duro para él. Vuelvan, es la única condición que se les impone. No se dejen ver por los humanos o sería muy peligroso.

 

—Muchas gracias por todo Akira.

 

Geun no dudó en tomar la mano de la mujer y hacer una pequeña venia. Las alas de Alexander se sacudieron y empezó a elevarse del suelo, con una habilidad impresionante e imponente.

 

Fue cuestión de segundos para que Geun y Seenwoo lo siguieran, empezaran a atravesar el viento que se interponían y se alejaran de la estable mirada en el rostro de Akira. Ella permanecería ahí, esperaría la hora entera.

 

Hasta que su obra estuviera concluida.

 

Y entonces ese pequeño desliz contra las reglas quedaría olvidado. Nadie más podría saber de eso, nadie más bajaría de ahí en adelante. Ellos eran una excepción, la primera y la última.

 

 

 

Yoochun corría, lo más rápido que sus pequeñas piernas se lo permitían, a consciencia de que volar no era una opción cuando aún no perfeccionaba el movimiento de sus alas lo suficiente como para que fuera más rápido con sus alas, que con sus pies.

 

—¡Jaejoong!

 

Su voz sonó desesperada, envuelto en vorágines de emociones e hiperactividad que remataron en sus brazos siendo agitados con fuerza, para poder llamar la atención del pequeño niño de cabellos negros que parado junto a su madre caminaba por una de las calles.

 

—¿Yoochun, qué sucede?

—¡Vamos! ¡Tenemos que ir a…! Jugar un rato, vamos…

 

La verdad, Jaejoong no terminaba de entender lo que sucedía, pero su madre con una sonrisa en el rostro y un asentimiento instaurado pareció no tener problemas. Feliz de que su hijo pudiera volver a reunirse con su amigo.

 

—Yoochun, ¿qué pasa? Estás actuando muy extraño.

—¡Vi a los padres de Yunho! Caminaban con los ángeles mayores, Akira y Alexander. Iban hacía el límite. ¡Han descubierto algo! Por que los padres de Yunho se lanzaron hacía el límite en compañía de Alexander.

 

Los ojos de Jaejoong se abrieron más si cabía la posibilidad, la mano de Yoochun que jalaba de su brazo para que corriera con más fuerza. Pareció tomar vitalidad y el pecho del pequeño comenzó a latir agitado.

 

—¿Me estás hablando en serio?

—Por supuesto que si, tenemos que averiguar lo que han hecho. ¡Podemos pedirle al ángel mayor que nos permita verlo también!

 

—¿Cómo sabes que han ido por Yunho?

—¿Por qué otra razón se lanzarían por el límite?

 

Los pasos de ambos menores se apresuraron y cuando vieron la barrera conformada por varios ángeles, fueron deteniéndose de a poco.

 

—Ellos son el único problema. Tuve que observarlos a escondidas, hasta que llegaron aquí. Tenemos que llegar hasta Akira, ella no saltó.

 

Jaejoong se armó de valor, de uno impetuoso y lleno de seguridad. Acercándose a aquellos ángeles que custodiaban el ingreso de otros.

 

—Por favor, necesitamos hablar con el ángel mayor, Akira.

—Lo sentimos niños, el acceso es restringido por la siguiente hora.

 

—¡Por favor es sumamente importante!

—Niños vuelvan con su familia, por el momento Akira no los puede atender.

 

Jaejoong apretó los puños, desesperado, repleto de una impotencia que lo carcomía por dentro y que iba incrementando con el paso de los segundos. Su cuerpo se abalanzó por uno de los lados donde veían un pequeño ingreso, sin embargo, aquellos seres lo agarraron de inmediato.

 

Y aunque Yoochun intentó aprovechar el vano intento de Jaejoong por ingresar, lanzándose él también. Fue infructuoso del mismo modo. Ambos agitándose entre los brazos de sus captores, proclamando con fuerza el nombre de Akira, para que los escuchara, o al menos pudiera llamar su atención.

 

Uno de los ángeles decidió acercarse a Akira, sin embargo ella solo miró al ángel, pronunció un par de palabras y regresó su mirada hacía el lugar por donde los otros tres ángeles se habían marchado.

 

Eun, quien había hablado con Akira se acercó hacía el pequeño escándalo que aquellos niños provocaban. Conciliador pidió que los soltaran y e intentó sonar lo más condescendiente que pudo.

 

—Akira acaba de pedirme que les dijera, que se marchen a un lugar seguro. Este es un lugar prohibido para pequeños como ustedes, vayan con sus familias. Que no tiene nada que hacer aquí.

 

Jaejoong negó vehementemente, Yoochun sin embargo dio un paso hacía el ángel más alto, con el ceño fruncido y los labios en una pequeña mueca.

 

—¡Necesitamos hablar con ella! Queremos saber de nuestro amigo.

—El asunto del pequeño Yunho ya lo conocen, él no es más un ángel. Y lamentablemente no hay nada que podamos hacer por él. Lo siento niños, pero lo mejor es que se vayan. No obliguen a Akira a tomar medidas extremas.

 

El sentimiento que pugnaba en su interior y luchaba contra aquella orden se estrelló contra sus pechos, pero murió en sus labios. Por que si algo habían aprendido era a obedecer, y como los niños que era debían hacerlo.

 

No podían darle problema a sus padres.

 

Yoochun fue el primero en dar un paso hacía atrás. Tomó su mano y empezó a jalar de él con un paso tranquilo, de regreso al lugar dónde se habían encontrado. Con una promesa muda de que esta no había sido oportunidad, pero la seguirían buscando.

 

Por que Akira había encontrado algo y ellos, no importaba cuanto tiempo tomara. Descubrirían que había sido.

 

 

 

 

Esa noche Yunho se sentó sobre los escalones a la salida de la casa, que daba con el hermoso patio de la familia Kim. Junsu se duchaba y él solo esperaba su turno para poder subir también.

 

No hacía mucho frío y sin embargo Yunho parecía temblar ante el viento que recorría su cuerpo. El aroma de la comida que Yoohee preparaba inundaba sus sentidos y lo hacía tener apetito.

 

El silencio de esa noche, apenas roto por la emisora de radio que Seungho escuchaba a bajo volumen. Le recordaba mucho a Yunho a aquellos momentos cuando iba con sus padres a escuchar a los ángeles mayores tocar el arpa.

 

Le encantaba ese sonido, melodioso y embriagante a los sentidos.

 

Tan majestuoso e inolvidable, que lastimosamente no volvería a escuchar.

 

El llanto de Changmin se escuchó con fuerza. Yunho miró hacía el interior de la casa. Seungho se levantó con cuidado, dejando el libro sobre la mesa, y Yoohee le siguió los pasos un rato después, seguramente asegurando de no dejar nada en mal lugar dentro de la cocina.

 

Iba a levantarse, a ver lo que sucedía con el bebé, por curiosidad y preocupación de lo que pasaba. Pero un tacto cálido y familiar se posó sobre su brazo descubierto. El alma entera recibió una sacudida. No terminó de girar cuando las lágrimas inundaban su rostro y sollozaba descontroladamente al reconocer el aroma de su madre.

 

Seenwoo recibió con los brazos abiertos el frágil cuerpo de Yunho, el menor se abrazó a ella con una fuerza casi inverosímil. Con un llanto amargo sobre su pecho. Desgarrando su alma casi por completo.

 

Yunho sufría entre sus brazos, lloraba y rompía su pobre corazón.

 

Geun solo colocó una mano sobre el hombro de su hijo e inmediatamente, sin alejarse de su madre. Yunho apretó con fuerza la mano de su padre. Tanto que Seenwoo y Geun tuvieron que arrodillarse para poder estar a la altura de él.

 

Como si se tratara de algo efímero, Geun acarició el cabello de Yunho. Con una caricia imprescindible. Como si quisiera grabar en su memoria cada facción del rostro de él, cada sensación percibida y cada segundo que le restaba a su lado.

 

—Los extrañaba… Mucho… Los amo… Por favor no se vayan tan pronto…

 

La voz de Yunho entreverada entre el llanto y el dolor que emanaba de su pecho sonó contrariada y apagada. Confusa al estar tan cerca del pecho de su padre ahora, que lo abrazaba y apoyaba la mejilla en su cabeza, con los ojos cerrados, y la lagrimas pendiendo de un hilo.

 

Si Seenwoo no derramó lágrimas, fue solo para que Yunho no se sintiera peor. Pero moría por hacerlo, y sabía en el interior de su mente. Que lloraría noches seguidas, por un buen tiempo. Por que ese sentimiento permanecería eternamente.

 

—Yunho no tenemos mucho tiempo. Fue difícil encontrarte, pero nos alegra verte. No te imaginas lo orgullosos que estamos de ti, lo mucho que te amamos. Lo importante que eres en nuestras vidas.

 

Por el rostro del menor resbalaron más lágrimas, observando a su madre hablarle tan cándidamente que su estómago parecía ser estrujado por dentro.

 

—Todos te extrañan, te quieren y te aprecian. Jaejoong y Yoochun más que nadie. Pero ellos estarán bien. Y tú tienes que estarlo también. Debes ser fuerte, amor. Siento que no hayamos sido buenos padres… que…

 

—¡No! No es su culpa.

 

Yunho se abrazó a su madre, y recién entonces notó que ellos parecían resplandecer una luz blanca impresionante, una luz que él ya no poseía. Seenwoo se quitó el collar y lo colocó con cuidado en su hijo. Con un suspiro en los labios.

 

—Cuídate mucho, amor.

 

Cuando le tocó el momento de la despedida, Geun suspiró largamente, abrazando a su hijo y apretándolo con más fuerza contra su cuerpo, cerró los ojos.

 

—A Akira no le va a gustar esto, pero no puedo dejarte tan desprotegido.

 

Una luz blanca los inundó a ambos, Yunho por un breve instante volvió a reflejar esa aura que había perdido. Sus ojos se abrieron con fuerza, con algo corriendo por sus venas y ser entero. Hasta que unos segundos después todo pareció desvanecerse lentamente.

 

Cuando Geun se alejó, deposito un beso en su frente. Yunho solo se sintió un poco aturdido.

 

—¿Qué fue eso, papá?

—Un pequeño regalo, sabrás usarlo cuando sea necesario.

 

Seenwoo luego besó su mejilla. Y apretó su mano hasta el último instante, cuando tuvieron que empezar alejarse. La luz en ellos fue desapareciendo casi hasta el punto de no poder verlos más, excepto por que empezaron a agitar sus alas, desapareciendo ante sus ojos y elevándose en el cielo.

 

Cuando se dio cuenta, apretaba el collar con fuerza. Con la mirada impregnada en el oscuro cielo de esa noche. Y una expresión vacilante en el rostro.

 

—¿Yunho, qué haces todavía aquí?

 

Junsu se asomó por el resquicio de la puerta. Recién duchado y con la ropa de dormir puesta.

 

—Solo miraba las estrellas.

—¿Y ese collar? No te lo había visto antes.

—Es lo único que me pertenece.

 

Cuando Junsu se acercó y tocó el collar en sus manos. No le molestó, ni se mostró reacio con aquello, Junsu observó maravillado las alas de plata que formaban el collar.

 

—Es muy hermoso.

 

Yunho asintió, Junsu le sonrió, indicándole que ya podía subir a ducharse. Y con aquel rostro repleto de nostalgia él accedió. Junsu lo observó marcharse, pensando que sería bueno hacer algo por él, por que justo ahora, aunque no lo hubiera comentado.

 

Él sabía que Yunho había estado llorando.

 

Con sus pocos años encima, Junsu supo que no era difícil suponer todo el dolor interno por el que Yunho pasaba al estar tan solo. Pero no importaba. Por que ahora estaban ellos para él. Para cuidarlo, resguardarlo.

 

…Para ser una familia.

 

 

 

 

Cuando Leah escuchó un poco de bulla en el estudio. Se levantó de la cama y caminó hasta la planta baja, notando que en efecto la luz del estudio estaba encendida y su esposo dormía, así que solo se podía tratar de una persona.

 

Jaejoong estaba sentado en el escritorio, con un libro abierto y pronunciando con dificultad algunas palabras mientras intentaba leer. Leah miró sorprendida al menor e ingresó.

 

—No sabía que estuvieras aprendiendo a leer, se supone que el otro año comienzas a estudiar, Jae.

—Yoochun me está enseñando, madre.

 

—¿Y por qué ese ímpetu repentino por aprender a leer?

—Tengo que hacerlo, tengo muchas cosas que investigar. Yoochun y yo estamos muy ocupados en esto.

 

La verdad es que de una manera u otra, Leah intentaba comprender las etapas por las que podía pasar su hijo luego de la perdida de uno de sus mejores amigos. Y era un poco difícil, pero ahí estaba ella.

 

Sabía que Yoochun, a pesar de ser de la misma edad que Jaejoong, sabía leer por que sus padres habían inculcado en él la destreza de la lectura y aunque no podía decirse que leía a la perfección, estaba muy avanzado en comparación a los otros ángeles de su edad.

 

—Pues seguirás leyendo mañana, Jae. Es muy tarde y no quiero que te desveles.

—Pero mamá…

—Sin excusas Jaejoong.

 

El pequeño suspiró, cerrando el enorme libro en sus manos. Sorprendiéndola al notar que lo que el menor intentaba leer eran las reglas que por doctrina seguían los ángeles. Era un libro muy grande y complicado.

 

Le provocaba curiosidad la razón por la que Jaejoong intentaba leer aquello, pero por esa noche, tomó de la mano a su hijo y lo guió hacía su habitación. Con Jaejoong restregando sus ojos, presa del sueño a cada paso.

 

 

 

 

Y volvía a suceder.

 

Rain miró fijamente a Yunho retorcerse bajo las sábanas.

 

El cuerpo del muchacho se movía con fuerza, gemía dolorosamente y derramaba lágrimas de sus ojos. Con pequeños lamentos en los que evocaba a sus padres y sus amigos. Rain no era un alma buena para andarlo consolando.

 

Pero cada noche Seungho y Yoohee llegaban para calmarlo y eso en algún momento se volvería algo insostenible. Había pensado en que no tenía por que involucrarse en lo que sucedía con el menor.

 

Luego recordaba que más allá de Yunho le intrigaba a aquel bebé, unas habitaciones más allá. Ese ser al que Yunho había salvado con sus últimos despojos de ser celestial. Y que aparentemente podía verlo, incluso se ocultaba de la vista de los humanos.

 

Rain no sabía mucho de las reglas de los humanos o los ángeles. En realidad sabía un poco de los humanos al semi convivir con ellos de vez en cuando. Pero estaba seguro, que Yunho al interferir con el destino del menor, había provocado un cambio en aquel niño.

 

Los puntos que podían establecerse como consecuencias lo intrigaban. No podía ser un ángel, pero tampoco era completamente un humano. Rain no estaba seguro de lo que pasaba, de lo que era, o lo que aquel ser acarrearía.

 

Y quería saber…

 

Para su mala suerte, si Yunho era alejado de aquella familia sería más que imposible y de una forma u otra. Lo que también le intrigaba era esa conexión que si no existía, existiría entre aquel ser y el ángel caído.

 

No iba a ayudarlo, solo actuaría en su beneficio.

 

Así que cuando Yunho comenzó a levantar la voz, presa de sus pesadillas, lamentos y sufrimientos. Rain se acercó lo suficiente, levantando el cuerpo de Yunho con sus brazos.

 

El menor abrió los ojos intempestivamente, con su frente sudada y las lágrimas rodando por sus mejillas, con jadeos breves que compungían su respiración, incapaz de hablar al tener a Rain demasiado cerca de su rostro.

 

—Es lo adecuado. Esos recuerdos y sueños deben quedarse en un rincón de tu mente.

—¿…Qué?

 

La angustia de su voz fue apenas eclipsada por la mano de Rain que se colocó en su frente y espació un frío descomunal que se esparció por todo su cuerpo. Su vista se puso en blanco por breves segundos antes de que perdiera la fuerza y cayera desmayado en los brazos del mayor.

 

Perdiendo la consciencia. Con un último jadeo integrado.

 

Yunho cayó una vez más, esta vez sobre la cama.

 

Y olvidó.

 

 

 

 

Akira levantó la mirada en el momento exacto en el que ese desasosiego invadió su alma casi por completo. De inmediato, Alexander frente a él, levantó la mirada. Con la expresión dolida por lo inefable que se mostraba a Akira en esos instantes.

 

—¿Sucedió?

—Así es.

 

Alexander bajó la mirada. –Iré a comunicarle a sus padres.

 

Akira solo asintió, con la salida de él a su paso. No había más que hacer. Yunho acababa de perder sus memorias; Su ser por completo proclamaba que ahora era un humano enteramente. En toda la extensión de la palabra.

 

Y ahora ella…

 

Había perdido a un ángel por completo.

 

 

Fin Capitulo Tres

 

 

 

Bien, otro capítulo entregado. =)

 

Me siento satisfecha con esta parte de la historia.  Supongo que ahora se vienen los años venideros en que la adaptación, el cambio y el olvido se apoderan de ellos y su madurez. Nos vemos en otra actualización. Gracias por comentar. =)



 

 

Publicado en Fanfics

Entre el cielo y la tierra: Capitulo 1


 

Entre el Cielo y la Tierra

El ángel caído

..:: 1 ::..

 

 

Cuando el universo se formó.

 

Se establecieron tres lugares habitables.

 

El mundo terrenal, el cielo y el infierno.

 

Tres diferentes criaturas habitarían y sus estilos de vidas no serían las mismas, tres formas de pensar que divagarían, quienes serían eternos, y quienes no lo serían. Aquellos condenados, aquellos inconscientes y aquellos de vida pacífica.

 

Cuando el universo se estableció. Ninguno pisaría el lugar del otro.

 

Estaba prohibido, aunque uno de ellos dudara de la existencia de los otros dos.

 

Cuando el universo se formó.

 

Los demonios se crearon.

 

Imponentes, orgullosos, ególatras, de vida mundana sin régimen alguno que los guiara, condenados a vivir entre la oscuridad y la demencia. Resentidos por el odio que los consumía al ver que las otras dos criaturas tenían mejor vida que ellos.

 

Cuando el universo se formó.

 

Los ángeles aparecieron.

 

Hermosos, pacíficos e increíbles. Una delicia para la paz propia, con una vida inspiradora, lejos del contacto de las otras dos criaturas. Ellos habitarían en las alturas, sin prejuicios y desprovistos de cualquier mal que pudiera modificar su perfecta vida.

 

Cuando el universo se formó.

 

Los seres humanos marcaron la diferencia.

 

Por que había unos que parecían ángeles, había otros que parecían auténticos demonios. Y había otros que ni siquiera creían en la existencia de alguien más a parte de ellos. Por eso ellos vivían entre el cielo y el infierno. A la mitad de dos mundos incongruentes que no compartían nada entre sí.

 

Los seres humanos eran algo indefinible.

 

Y peligrosos al mismo tiempo, nadie podía medir la capacidad que tenían y nadie podía definir lo que lograrían.

 

Un demonio, no podía ser un ángel, pero podía fingir ser un humano.

 

Un ángel no debía abandonar las alturas, o su destino sería incierto.

 

Pero los humanos estaban condenados a ese lugar intermedio en el que habían sido dispuestos. Nada más allá. Vivirían lo que les había tocado, envueltos en la ignorancia incierta del saber que había otras dos criaturas más como ellos.

 

En medio de todas esas incongruencias, el universo se creó.

 

 

 

 

Jaejoong rió con fuerza.

 

Repleto de entusiasmo y alegría, con sus ropas blancas moviéndose de vez en cuando mientras corría entre el césped que sus pies descalzos palpaban. Tenía cinco años, el mundo le parecía maravilloso y sus alas apenas se sacudían mientras corría por aquel lugar que solo le pertenecía a los ángeles.

 

—¡Espera Jaejoong!

 

La voz de Yunho lo hizo girar, sin embargo no se detuvo, corrió de espaldas y sonrió, sacando un poco su lengua y arrugando la nariz.

 

—¡Eres muy lento, Yunho! No me puedes alcanzar~

 

Su tonito de burla pareció enojar a su amigo que corrió con más fuerza, Jaejoong apenas se elevó unos centímetros del suelo, con sus alas agitándose torpemente, sin la suficiente fuerza para volar como los ángeles mayores a ellos.

 

—¡No se vale, Jaejoong! ¡Yo aún no se volar!

 

Yunho hizo un pequeño mohín, estirando una mano hacía él. Jaejoong no podía decir que estaba volando, apenas y se elevaba del suelo. Pero le agradaba ver el mohín molesto de su amigo mientras intentaba alcanzarlo.

 

Agitó sus manos sobre la cabeza.

 

—Yunho no me puede alcanzar… Que pena~

—¡Eres cruel Jae!

 

Jaejoong rió, pero se detuvo cuando vio que Yunho ya no pretendía correr más y al contrario, se había cruzado de brazos con el entrecejo arrugado. Jaejoong bajó y toco el suelo, con una sonrisa traviesa en los labios.

 

—Oh, vamos… Yunnie, ¿te enojaste?— En cuanto estuvo frente a él, Yunho giró el rostro, con sus labios en un mohín gracioso, que logró que fuera inevitable para Jaejoong no agarrar sus mejillas y estirarlas un poco. –No te puedes enojar conmigo, Yunnie. Somos amigos~

 

—No es justo, tenemos la misma edad… Y yo todavía no sé volar.

 

Las alas de Yunho se agitaron un poco, como si estuviera haciendo un pequeño berrinche. Jaejoong solo rió un poco ante aquello y tapó su boca discretamente.

 

—¡No te rías de mí, Jaejoong!

—Lo siento, es que te ves muy lindo.

 

En cuanto las palabras salieron de la boca de Jaejoong, él mismo abrió los ojos en extremos y en esta ocasión tapó su boca con ambas manos, retrocediendo un paso ante la sonrisita ganadora que ahora Yunho había posado en sus labios.

 

—¿Qué dijiste, Jae? ¿Te parezco lindo?

 

Jaejoong solo movió su cabeza, sacudiendo un poco sus cabellos y retrocediendo cada vez que sentía el dedo índice de Yunho sobre su mejilla.

 

—¡Si, lo dijiste! ¡Dijiste que te parezco lindo!

—¡No es cierto, no eres lindo! ¡Todo lo contrario! ¡Eres muy feo!

 

Rojo, por completo. Jaejoong le sacó la lengua a Yunho y empezó a correr una vez más, con Yunho riendo a carcajadas y siguiéndole el paso, como si no le costara volver a correr tras él.

 

—¡Mentira! ¡Dijiste que era lindo!

—¡No! Lindo… ¡Lindo es Yoochun, no tú!

—¡No te puedes retractar, Jae! ¡Te escuché perfectamente!

 

Jaejoong apretó los puños corriendo con más fuerza, avergonzado por lo que había dicho y aún más por que Yunho lo hubiera escuchado. No fue consciente de lo que sucedía, hasta que sintió el peso de Yunho sobre su espalda, él perdió el equilibrio y sus cuerpos rodaron por el amplio césped a sus pies.

 

—¡Admítelo, dijiste que era lindo!

 

Yunho había pasado un brazo por su cuello, apretándolo con fuerza y jalando sus mejillas a ratos. Jaejoong se removió en sus brazos varias veces. Pero Yunho solo reía, aprovechando la fuerza que Jaejoong tan escasamente poseía.

 

—¡No, no lo dije!

—¡Si lo dijiste!

 

La situación duró un rato más, hasta que finalmente Yunho lo soltó, sentándose sobre el césped, con las piernas cruzadas y rascando un poco su propia mejilla, viendo divertido como Jaejoong acariciaba su mejilla derecha, mirándolo con molestia.

 

—¡Me jalaste muy fuerte las mejillas, Yunho!

—¡Por mentiroso! ¡Sé que dijiste que era lindo!

 

Pero Jaejoong solamente giró el rostro, con la quijada un poco levantada y fingiendo que estaba lo suficientemente molesto. Escuchó a Yunho empezar a levantarse y por un momento pensó que se acercaría a él, pero contrario a eso, su amigo se había puesto a mirar el lugar donde se encontraban.

 

—¿Yunho?

—Jaejoong no debemos estar aquí.

 

La voz de Yunho era preocupada, Jaejoong decidió levantarse y mirar el lugar, abriendo sus ojos, quizá demasiado.

 

—Estamos en el límite.

 

Sus pasos apenas se escucharon, mirando extasiado el límite al que tenían prohibido llegar, Yunho más bien se mantenía seguro, lejos del borde que estaba a unos pasos de ellos.

 

Jaejoong sin embargo sintió la adrenalina correr por sus venas. Miró el montón de nubes, tan cerca de sus manos que la sonrisa en sus labios parecía no querer desaparecer, el viento sacudía sus cabellos y Jaejoong solo estiraba un poco su mano derecho…

 

Nunca había tocados las nubes…

 

—Jaejoong, ten cuidado.

 

Giró para mirar a Yunho que estaba tras él, a unos pasos mirando con preocupación como se acercaba al borde limitado por las nubes.

 

—Tranquilo, Yunho. No nos va a pasar nada, ven conmigo.

—No, mejor me quedo aquí. ¿Por qué no regresamos?

—No hasta que logre tocar las nubes.

 

Y estuvo en el límite, sintiendo el aire con un poco más de fuerza, mordiendo su labio inferior mientras veía las nubes cada vez más cerca, miró hacía abajo y lo único que podía ver era más nubes. Dio un paso más seguro de estar todavía sobre el césped.

 

Descubriendo con sorpresa de que ahora parecía más bien cemento frío, pero se volvió a armar de valor para pisar con cuidado y avanzar con su respiración un poco más suave que la ves anterior, anticipado a la emoción de tocar finalmente una nube.

 

—Jaejoong, ten cuidado. Si caes… No estoy seguro de que pasara. Pero los adultos siempre dicen que ni siquiera deberíamos estar aquí.

—Oh, no seas quejica Yunho.

 

Jaejoong encontró el límite y miró asustado hacía abajo. Pero decidió respirar profundo, cerrar y abrir los los ojos, exhalando discretamente, estirando un poco su mano. Faltaba tan poco, sentía una comezón en la punta de los dedos, se estiró un poco más, con su cuerpo extendido hacía el vacío.

 

Le faltaba tan poco para alcanzar esa nube…

 

—¡¡Jaejoong!!

 

Yunho observó horrorizado como el cuerpo de Jaejoong perdía equilibrio y caía frente a sus ojos. Sus piernas se movieron solas, lanzándose sin pensarlo tras Jaejoong, viendo su cuerpo perderse ante el horizonte limitado por las nubes.

 

—¡Yunho!

 

El grito de Jaejoong logró hacer que corriera más rápido de lo que podía, se lanzó al suelo, llegando al límite de la estructura, estirando su mano y sosteniendo con fuerza la de Jaejoong. Gritando casi sin pensar que lo hacía.

 

—¡Ayuda! ¡Por favor AYÚDENNOS!

 

El cuerpo de su amigo se balanceó en la caída asombrosa que había a sus pies, para desventaja de Yunho que tuvo que cerrar los ojos ante la fuerza que implicaba tener que sostener todo ese cuerpo con tan solo una mano.

 

—¡Yunho, no me sueltes! Por favor… No me sueltes…

—¡Jamás Jaejoong, ni siquiera lo pienses! Nunca te soltaría.

 

Jaejoong tenía sus ojos repletos de lágrimas mirándolo angustiado, mientras su cuerpo seguía balanceándose en medio de la nada. Yunho sentía una pequeña capa de sudor en su frente, su hombro venciéndose ante el peso de su amigo.

 

—¡¡AYUDA!!

 

El borde se apretaba contra su pecho y empezaba a doler demasiado. Yunho tenía una mueca en el rostro. Se estaba venciendo y ya no podría sostener a Jaejoong por un rato más, solo tenía fuerza para un último esfuerzo y Yunho no estaba seguro de poder salvarlos a los dos.

 

—Jae perdóname… Es lo último que puedo hacer…

 

La voz de Yunho sonaba compungida por el dolor, como si algo le estuviera apretando el cuello con fuerza.

 

—Yunho… ¿Qué vas a…?

 

Lo último que Jaejoong sintió, fue su mano siendo apretada con fuerza y su cuerpo entero levantándose gracias a un último impulso de Yunho, venciéndose un poco hacía el vértigo que aquello le había provocado. Sorprendido por lo mucho que se había elevado en el aire.

 

Cuando miró hacía abajo observó horrorizado como Yunho se vencía ante la debilidad y el poco equilibrio que le quedaba por haber lanzado a Jaejoong tan alto. Yunho había empezado a caer también.

 

—¡¡YUNHO!!

 

Todo el cuerpo de Jaejoong se sacudió desesperado. Su amigo estaba cayendo también, el ya varios metros más abajo que Jaejoong, inconsciente estiró sus manos hacía abajo, intentando alcanzar a Yunho, pero él solo se removió agitadamente.

 

—¡No, Jaejoong! No te estires hacía mí, agita tus alas, trata de flotar hasta que lleguen hasta ti.

 

Los ojos de Jaejoong volvieron a llenarse de lágrimas.

 

—¡¡Yunho tú no sabes volar!!

 

No le hizo caso, Jaejoong siguió extendiendo sus manos hacía él, con el aire golpeando su rostro mientras caían, con las nubes cada más cerca.

 

—¡AGITA TUS ALAS JAEJOONG!

 

El grito descomunal de Yunho lo asustó y viendo a su amigo caer, Jaejoong agitó sus alas inútilmente por que aún desconocía como volar, pero obedecía, aunque su cuerpo siguiera venciéndose ante la gravedad. Al menos podía soportar caer un poco menos rápido que Yunho.

 

Cuando vio el cuerpo de Yunho casi tocando las nubes; Fue cuando escuchó unas alas agitarse con fuerza, con mucha braveza y velocidad, unas manos aferraron su cintura con fuerza, con una que hasta dolió y seguramente dejaría una marca profunda en su cintura.

 

Yunho había visto a los adultos, por eso le pidió que intentara volar.

 

Mientras su cuerpo entero y su cabeza se sacudían por la fuerza con la que su caída fue detenida, apenas alcanzó a ver a otro ángel volar lo más rápido que podía hacía Yunho, cerró los ojos con fuerza, rezando internamente por que lo alcanzaran, por que no lo dejaran caer.

 

—¡¡SÁLVENLO, YUNHO ESTÁ A PUNTO DE TOCAR LAS NUBES!!

 

Cuando abrió los ojos, Yunho tenía sus ojos puestos en aquel ángel que estaba casi sobre él, estiraba sus manos intentando alcanzarlo, mientras el adulto hacía todo lo posible por llegar hasta él.

 

Pero no fue lo suficientemente rápido.

 

El cuerpo de Yunho atravesó las nubes, perforando las blancas espumas de aire y dejando un hueco en el llano espacio que arribó con una luz enorme que hizo que el adulto se abriera de inmediato y se alejara lo más que podía.

 

Cuando un ángel atravesaba las nubes, estaba rompiendo las reglas.

 

Cuando un ángel atravesaba las nubes, perdía su alma y su ser por completo.

 

Observando el espacio vacío que Yunho había provocado con su caída, Jaejoong gritó lo más fuerte que pudo, agotando la poca voz que le quedaba y sumido en las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

 

—¡¡YUNHO!!

 

 

 

 

—Yoona… Esto no está bien… Me da miedo.

—¡Ya cállate, Minhee!

 

La rubia se sacudió del agarre que su amiga tenía puesto en su brazo y siguió moviendo el pequeño artilugio en sus manos, mordiendo su labio inferior, impregnando la adrenalina que hacer  eso le provocaba.

 

—Vamos demonio… Muéstrate ante nosotras…

 

Su voz sonó casi en un susurro, profundo y estratosférico que logró que su amiga se abrazara a sí misma, mirando de un lado a otra, sino fuera por que le temblaban las piernas. Minhee hubiera salido corriendo hace mucho.

 

—Listo, no sucedió nada… Por favor, Yoona, vámonos.

 

Cansada, y con una última exhalación Yoona soltó el artilugio antiguo de sus manos, echándolo a un lado y con una mueca de fastidio al ver que nada ocurría.

 

—Esto es una estafa, nada ha pasado.

 

Minhee internamente estuvo agradecida con que en realidad nada pasara, contraria a su amiga que parecía incluso desilusionada. Así que con la poca fuerza que le quedaba, se agarró a un pilar y empezó a levantarse.

 

—De acuerdo, ya vámonos Yoona.

—Está bien… Eres una miedosa Minhee.

 

Yoona se levantó, molesta, con las manos en los bolsillos de su pantalón, saliendo de aquel depósito abandonado, con apenas el sonido de sus pisadas y las de su amiga escuchándose.

 

Vestidas aún con el uniforme del instituto.

 

—No soy miedosa, solo cautelosa, mi madre me ha dicho que no hay que jugar con estas cosas… Son horribles.

—Eres una exagerada.

 

Yoona aprovechó para sacar un cigarrillo de su maleta, con el encendedor en su otra mano una vez tuvo el cigarrillo en la boca, cuando la llama estuvo cerca de encender el cigarrillo una ráfaga de aire removió el polvo y su uniforme.

 

—¡Waa! ¿Qué sucede?

 

Minhee apenas podía hablar, con todo el polvo que se había levantado y tratando de que los pliegues de la falda de su uniforme no se levantaran de más, con su cabello sacudiéndose quizá demasiado.

 

Cuando el viento pasó y su ropa quedó completamente desbaratada, Minhee solo vio a Yoona empezar a girar hacía el lugar donde había dejado el tablero botado, Minhee no tuvo el valor para mirar hacía atrás, peor aún cuando vio a Yoona temblar asustada, dejando caer el cigarrillo en su boca.

 

—Yo…Yoona, ¿qué sucede?

 

Su voz temblaba, pero Yoona solo había empezado a retroceder, con los ojos muy abiertos, Minhee no sabía si su amiga le estaba jugando una broma pero tampoco quiso averiguarlo, solo tapó sus oídos y empezó a correr con fuerza. Con un grito descomunal saliendo de su garganta.

 

—Entonces, Yoona… ¿Qué querías preguntarme?

 

La voz gruesa y perturbadora de aquel ser que acababa de aparecer de la nada hizo que el pecho de la estudiante se agitara violentamente, retrocediendo asustada ante ese ser que apenas podía divisar entre las sombras, viendo apenas una cola moverse, unos ojos rojos brillar entre la oscuridad y Yoona no necesitó más salió corriendo al igual que Minhee lo hubiera hecho hace unos segundos.

 

Asustada, contrariada, con el pulso acelerado hasta más no poder.

 

La carcajada de aquel estalló con fuerza, de una forma macabra e impertinente.

 

Era su manera de divertirse, cuando se hallaba tan aburrido entre los parlamentos del resto de demonios con los que convivía, por que a veces los humanos podían ser tan divertidos.

 

Rain se sacudió un poco, eliminando la cola y volviendo al café de sus ojos. Imitando el físico de los humanos, con una sonrisa ladina en los labios. Una vez aquellas muchachas se hubieran marchado por completo.

 

Observó la tabla de ouija que había en el piso y soltó un bufido molesto. Pisándola con fuerza y restregando su pie contra ella. Esa basura no servía para nada. Camino hasta la salida de aquel deposito, envuelto en un traje negro elegante que había visto en un humano días atrás.

 

La luz de la luna estaba en todo su esplendor, hermosa e imponente, justo como le gustaba a Rain contemplarla. El punto blanco que vio a lo lejos lo hizo entrecerrar los ojos, algo venía cayendo desde el cielo, muy lejano a aquel lugar que cualquier humano hubiera llegado.

 

Sus alas negras se desplegaron, dejando rastro de su paso al avanzar.

 

Se elevó en el cielo oscuro, deshabitado de miradas curiosas que pudieran determinarlo, y en tanto más se alzaba en el cielo, más cerca veía a aquel ser caer directo hacía la tierra.

 

Rain jugaba con un palillo de dientes en su boca en ese instante, fue entonces cuando optó por votarlo a un lado y agitar sus alas velozmente, intentando agarrar a aquel ser que caía inmóvil hacía la tierra.

 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, cuando sus brazos sostuvieron aquel cuerpo, una corriente de aire fría lo abrazo, hielo que congelaba sus sentidos y cuerpo entero como si aquello fuera fielmente posible.

 

La velocidad y fuerza con la que aquello caía lo hizo impregnarse contra el suelo, arrastrarse varios metros sobre el césped de aquel parque abandonado, hasta que se pudiera detener de una vez por todas.

 

Ese sentimiento que congelaba su pecho por completo continuó ahí, cuando abrió los ojos pudo notar que tenía entre sus manos a un niño de unos cinco años de edad, corrección, no era un niño, era un ángel.

 

…Un ángel caído…

 

Por que las alas blancas que estaban en su espalda lo rebelaban como tal, Rain entonces abrió sus ojos pasmado ante su descubrimiento, aquel niño parecía resplandecer una luz blanca impresionante a pesar de estar inconsciente.

 

Lamentablemente Rain vio la luz de aquel ángel apagarse entre sus brazos.

 

Por que esa luz comenzó a disminuir hasta desfallecer por completo y las plumas de sus alas cayeron una a una, desapareciendo al hacer contacto con el suelo, en sutiles sonidos de campanas y pequeños brillos antes de dejar de existir.

 

Rain, en todos sus años como demonio, jamás había visto a un ángel, peor aún lo había logrado tener entre sus brazos. Ellos eran seres tan elitistas que era imposible llegar hasta ellos, pero ahora podía decir que había visto y tocado a uno, al menos por unos segundos.

 

El ángel, que ahora parecía un ser humano cualquiera se movió un poco, como si estuviera adolorido, soltando un quejido lastimero que proporcionó en Rain algo desconocido hasta ahora para él, lástima.

 

Respiró profundo, sin saber muy bien que hacer, por que ya no era un ángel. Era un humano, un mortal cualquiera. Rain no sabía mucho de las reglas celestiales, pero sabía al menos que cuando un ángel perdía sus alas, no podía volver.

 

 

 

 

Pasaron horas, quizá hasta días, cuando Yunho finalmente abrió los ojos.

 

Con un terrible dolor de cabeza, un frío atroz que le calaba hasta los huesos, siendo lo primero que saliera de su boca, un tosido ahogado que sacudió su cuerpo por completo e hizo que su pecho reaccionara dolorosamente.

 

Había estado en un piso frío, en un lugar oscuro y deshabitado, Yunho apenas sabía de la oscuridad, nunca había permanecido en ella por mucho tiempo y cuando analizó el lugar donde se encontraba, se abrazó a su cuerpo con fuerza.

 

Asustado, temeroso de no saber en que lugar se encontraba.

 

—Hasta que despiertas, llevas casi dieciocho horas dormido.

—¿Qu…quién es… Usted?

 

La voz de Yunho salió nerviosa, infantil y repleta de debilidad.

 

—Mi nombre es Rain. ¿El tuyo?

—¿Dónde estoy?

 

A Rain, en ese momento no le importó demasiado no escuchar la respuesta que quería, sentado en aquel sillón polvoriento, solo cruzó su pierna y dio una larga calada al cigarrillo que tenía en sus manos.

 

—¿Dónde crees?

 

Yunho miró de un lado a otro, encogiéndose un poco en el lugar que se encontraba, solo había oscuridad y aquel hombre vestido todo de negro, fumando aquella cosa en sus manos. Que sus suposiciones fueran ciertas lo aterrorizaban.

 

—¿El infierno?

 

Rain rió con fuerza, con una carcajada limpia que probablemente asustó a Yunho más de lo que debería.

 

—¡Por supuesto que no, muchacho tonto!

—¡No soy un muchacho! ¡Soy un ángel!

 

—¿En serio?— Rain elevó una ceja, con una sonrisa retorcida en los labios. —¿Dónde están tus alas entonces?

 

Yunho se movió un poco, moviendo los hombros y espalda. Seguramente esperando por que aquellas alas se abrieran. Pero confundido y al borde del llanto, Yunho se pudo dar cuenta de su triste realidad. Sus alas ya no estaban.

 

—¡No! ¡No es posible! ¡¿Dónde están mis alas?!

 

Por primera vez Yunho gritó, con sus manos intentando tocar el lugar donde sus alas deberían estar, con lágrimas a punto de abandonar sus ojos.

 

—¡¿Qué me hiciste?!

—Yo no te hice nada, tú solito lo hiciste al caer desde el cielo a la tierra.

 

Fue como si de pronto recordara lo sucedido, Jaejoong cayendo, él sacrificándose por su amigo, y finalmente la inconsciencia cuando sus pequeñas manos no fueron capaces de llegar hasta aquel adulto que había intentando salvarlo.

 

Sus brazos cayeron a un lado, completamente devastado. Había perdido sus alas.

 

Era… Un humano. Un mortal.

 

Ya no podía ver a sus padres nunca más, ni a sus amigos, ni a sus abuelos, ni a Jaejoong, tapó su rostro con ambas manos y lloró desconsoladamente, con jadeos esporádicos ante lo difícil que le resultaba respirar en esos instantes.

 

Rain fumó su cigarrillo unos minutos más, no muy compadecido ante el llanto del menor.

 

Era un demonio después de todo, no tenía por que sentir pena por aquel niño.

 

Luego de unos minutos Yunho se rindió ante su propia debilidad, seguramente no acostumbrado al frío o a enfermarse, Rain podía deducirlo por que el niño se veía un poco rojo, y respiraba con dificultad, probablemente se había resfriado.

 

Dio una calada a su cigarrillo y lo vio caer en el suelo, a dormir otra vez.

 

No podía cuidar de él, ni siquiera estaba entre sus planes tener que criar a alguien, mucho menos a alguien que acababa de ser un ángel y se había convertido en mortal. Recordando que los humanos pueden morir, Rain vio contrariado la manera en aquel niño tiritaba de frío en el piso.

 

Si lo dejaba ahí un par de horas más, moriría.

 

Eso sin duda.

 

Lanzó el cigarrillo al suelo y lo pisó, apoyando los codos sobre sus rodillas, mirando a aquel niño que ya había empezado a delirar inevitablemente. No podía dejarlo morir, la curiosidad dictaba que nunca se había encontrado con un ángel y este era lo más cercano que estaba a uno. Aunque ahora fuera un mortal.

 

Soltó un bufido molesto y agitó sus cabellos, le salvaría la vida esta vez. Solo esta vez, pero no se encargaría de él.

 

 

 

 

—¡Hey! Vamos niño, levanta.

 

Palmeó la mejilla del menor un par de veces, sosteniéndolo como podía para que se mantuviera en pie, pero envuelto en aquella fiebre Yunho difícilmente podía respirar sin perder la fuerza en sus piernas y casi tocar el piso.

 

—No… No puedo… Estoy muy… Débil…

 

Rain solo rodó los ojos, sosteniendo al niño como podía por los brazos, mirando de un lado a otro a la calle, esperando por que alguien pasara. Había visto a mucha gente por ese vecindario y todos parecían ser estúpidamente amables, suponía que ese angelito sobreviviría bien ahí.

 

Desgraciadamente casi nadie pasaba.

 

Sin embargo vio a un hombre castaño caminar desde el inicio de la calle, con varios papeles en la mano, leyéndolos mientras caminaba por la vereda, seguramente camino a su casa.

 

Rain entonces aprovecho lo distraído que estaba aquel hombre para dejar a Yunho en la mitad de la calle, las piernas de Yunho no aguantaron mucho, pronto el niño cayó al suelo sentado, apenas sostenido por sus brazos para no caer por completo, con su cabeza y cuerpo balanceándose por el mareo de aquella fiebre.

 

Estiró su mano como pudo, encendiendo un carro que estaba estacionado, quitándole el seguro a la distancia, haciendo que cayera en picada hacía donde Yunho se encontraba. Como se encontraba el menor ni se percató.

 

Sopló levemente y los cabellos de aquel hombre se sacudieron.

 

Seungho levantó la cabeza confundido, viendo como ese niño en la mitad de la calle ni se había fijado en el carro que viajaba directo hacía él. Seungho soltó los papeles en sus manos y corrió, agarrando al niño como pudo y cubriéndolo con su cuerpo antes de caer un par de metros lejos de ese carro que seguí cayendo sin pasajero abordo.

 

—¡Hey, ese es mi auto!

 

Uno de sus vecinos salió corriendo hacía donde el auto se dirigía, Seungho solo sostuvo la cabeza del niño con cuidado, notando de inmediato que ardía en fiebre pero por suerte no había pasado nada grave, el auto ni los había tocado.

 

—Niño… ¿Me escuchas? ¿Te golpeaste en algún lugar?

—Ayúdeme… Por favor…

 

La voz del menor lo tomó desprevenido, nunca había escuchado un lamento que encogiera de esa forma su corazón, tomó al niño entre sus brazos y observó indignado como todos parecían más atentos en el carro.

 

Mientras tanto y por suerte. Su esposa estaba en la puerta de su casa, tapando con una mano su boca, observándolo preocupada. Sosteniendo con su otra mano la de su hijo.

 

—Amor, por favor prepara un poco de agua caliente y unos paños. Está ardiendo en fiebre.

 

Seungho entró con el niño en brazos a su hogar, depositando el cuerpo del pequeño sobre el sillón con mucho cuidado. Junsu se arrimó por el brazo del sillón, observando curioso al niño que respiraba con dificultad, con su pecho subiendo y bajando inconstantemente debido a la fiebre.

 

Yoohee llegó con una pequeña tina en las manos y un par de toallas, lo más rápido que había podido debido a su barriga, el embarazo en sus últimas semanas no le permitía mucha movilidad, sin contar con lo delicado que era su estado.

 

—Estaba calentando un poco de agua para un poco de té.

 

Seungho asintió, remojando una de las toallas en el agua tibia, que afortunadamente su esposa había mezclado para que no quemara al niño. Cuando dejó la toalla húmeda sobre la frente del menor, él solo se removió un poco y gimió bajamente por el contacto.

 

Junsu se paró en las puntas de su pie, aferrándose un poco más al brazo de aquel sillón, observando a su padre remangarse las mangas de su camisa para poder atender mejor al pequeño.

 

—¿Se pondrá mejor papi?

—Esperemos que si, Junsu. Esperemos que sí.

 

Yoohee depositó una de sus manos en la cabeza de su hijo, regalándole una pequeña sonrisa conciliadora que lo calmara al menos un poco. Esperando que las palabras de su esposo se cumplieran, por que era un niño pequeño. Del mismo porte que su hijo.

 

Yoohee no quería ni imaginar lo que le pasaría si viera a su hijo en ese estado.

 

Observó al pequeño removerse entre quejidos involuntarios y ella tuvo que llevar las manos a su pecho, apenada por ver a aquel angelito sufrir de esa forma. Por que eso era lo que ese niño parecía un pequeño angelito desamparado.

 

Como cualquier niño a esa edad.

 

Y ella sabía perfectamente que de no mejorar en un par de horas tendrían que llevarlo a un hospital. Lo raro es que  aquel niño estuviera solo. En este inmenso y peligroso mundo.

 

 

 

 

Rain miró desde la ventana como aquellos tres seres se preocupan y rodeaban al ángel caído, buscando su mejoría. El niño tenía suerte, por que al parecer había caído en buenas manos.

 

Sacó otro cigarrillo de su bolsillo y lo llevó a su boca, de los pocos vicios humanos que le fascinaban, ya vería como se desarrollaba todo esto. Eso claro, si es que el ángel caído sobrevivía.

 

 

Fin Capitulo Uno


Oh, bien… Estoy TAN inspirada con este fic, que no se extrañen si comienzo a subir capitulos seguidos de este fic.~

En serio lo lamento por mis otros fics. Pero mi inspiración es así de egoísta se enamora de un fic y decide quedarse con él hasta que haya vaciado todo en mi, así que me resulta imposible escribir algo más.

Espero que les haya gustado. Irá así de a paso lento. Por alguna razón me he metido tanto con esta historia, que me he sorprendido gratamente de haber podido escribir algo así. Humildemente hablando claro está. Pero es que sencillamente estoy muy.. No es emocionada… No encuentro las palabras, pero estoy complacida con lo que este fic significa para mi. 

Será un trabajo duro, por que hay mucha madurez mía en este fic que acabo de empezar.

Por que mientras Blogger para mí es la clausura de una parte muy importante en mi vida y de alguien muy importante también para mí, este fic será como mi renacer. Así que espero que avancemos en este camino juntos. Un nuevo fic comienza y haber si todos los que empezamos aguantamos hasta el final.  ツ

☆ Gracias por leer.~

Publicado en Fanfics

Entre el Cielo y la Tierra


Entre el cielo y la tierra no hay poder humano o sobrenatural que le devuelva sus alas.

 

Entre el cielo y la tierra se perdió un amor inocente que fue condenado por su imprudencia.

 

Entre el cielo y la tierra vaga ese ángel que aún no sabe que lo es.

 

Entre el cielo y la tierra se perdió ese amor condenado, imposible, inverosímil.

 

Entre el cielo y la tierra, él todavía no encuentra consuelo alguno que subsane la herida que su ausencia provocó.

 

{YunJae ~ YooSu ~ RainMin }}

Capitulo 1: El ángel caído.

Capitulo 2: No nato.

Capitulo 3: Memorias efímeras.

Capitulo 4: Las flores que crecieron de tu mano.

Capitulo 5: Gotas de vida en pequeñas cantidades.

Capitulo 6: Más del poder que puedes llegar a obtener.



Publicado en Fanfics

Tintes de una Memoria Compartida


La culpa era suya, y solo suya.

No debió dejarse guiar por Jaejoong hacía aquel bar.

Debió rechazar a Yoochun cuando le ofreció el primer trago de licor.

Jamás debió suponer que podría ganarle a Changmin bebiendo vodka.

Y por supuesto, nunca debió suponer que Yunho lo cuidaría de que no cometiera cualquier estupidez, como acostarse con uno de sus compañeros, y ahora, no recordarlo.

Si, definitivamente NO debió confiar en sus compañeros.

{Three Shot}

 

Primera Parte: La fiesta, el olvido y el hecho de que Junsu no parece tan arrepentido.

Bienvenidas sean todas.

Este fic, salió de una tarde de coctelitos con mis inseparables Amalia y Ale, así que es culpa de ellas, que haya salido esto. En realidad salieron planeados varios fics cortos de los cuales me encargaré de colocar poco a poco, sin olvidar mis fics anteriores, no tienen por qué preocuparse estos son fics de pocos de pocos capitulos. Este por ejemplo son solo tres capitulos como podrán ver.

La elección de las parejas, en este fic. Será sorpresa, o perdería su lado divertido en la situación. A más de que la manera en que escogimos las diferentes parejas para los mini fics que pleneamos aquella tarde fue particular.

Escribimos los nombres de los TVXQ, los mezclamos y comenzamos a alegir a la suerte para elegir la  o las parejas para cada mini fic.. XD

En fin, todos los pequeños fics que se vienen, vienen de esa tarde. Que creo que los voy a llamar la Saga de Fics, provenientes de muchos coctelitos en las peñas, no pregunten como se llamaban esos coctelitos, por que es vergonzoso. xD (Todos los nombres de cocteles son raros) ¡Pero son deliciosos!

En fin espero que sea de su agrado y lo disfruten. =)

Publicaré mañana el primer capo.